Lecina -cañón del río Vero-molino-Encina milenaria-
near Lecina, Aragón (España)
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Itinerary description
Lecina
Saliendo de Lecina un paseo muy bonito por el cañón del río Vero ,que bajaba con mucho caudal .
Situado junto al río Vero, bajo una pared de piedra ligeramente saliente, a modo de abrigo rocoso, que protege parcialmente al edificio.
Está asociado a un azud de grandes dimensiones y todavía bien conservado situado aguas arriba, del que parte la acequia de alimentación del molino. Es una construcción bastante reciente, aunque ya en ruinas, de grandes dimensiones y dos pisos de altura (más el subterráneo de los cárcavos). Está construido en mampostería irregular, que se regulariza ligeramente en las esquinas, y cubierto con teja. Debió de usarse hasta tiempos relativamente recientes, ya que cuenta con maquinaria moderna (turbinas, etc.).
HISTORIA, LEYENDA Y CURIOSIDADES
Las encinas fueron consideradas como árbol sagrado. Los celtas creían que de ella llegaban a los hombres los dones y bondades de los dioses y por eso le rindieron culto. Las más antiguas familias griegas celebraban sus reuniones bajo una encina sagrada donde tomaban sus decisiones más importantes. En Aragón se continuó con esta costumbre para celebrar todo tipo de acuerdos: tratos, bodas, asuntos de tierras o lindes. Si lo que se debía acordar implicaba dos localidades, se elegía la carrasca más grande situada a la mitad del camino que las separaba. Si el asunto era de mayor relevancia se elegía la más famosa del lugar o del reino. Por ejemplo, en 1873 se proclamó en el Somontano la 1ª República en la que en ese momento era la más famosa carrasca de Aragón, “La Carrasca de las Coronas”.
Este árbol legendario está incluido en el escudo de Aragón. En el cuartel superior izquierdo está representada una encina sobre la que aparece una cruz latina de color rojo. Según la leyenda los jacetanos habían venido desde San Juan de la Peña hasta Aínsa para reconquistar este territorio a los sarracenos. Cuando los cristianos iban perdiendo la batalla apareció una cruz roja sobre una encina y entonces cambió la suerte de la batalla, conquistando los cristianos Aínsa. Desde entonces la encina y la cruz roja es el símbolo de Sobrarbe (“sobre árbol”).
La carrasca de Lecina también tiene su propia leyenda:
Cuentan que hace mucho tiempo, Lecina estaba rodeada por unos impenetrables y misteriosos bosques de encinas y robles, donde se ocultaban lobos, osos y también las brujas. Los vecinos temían a las brujas ya que les causaban crueles desgracias. Causaban la enfermedad y muerte a personas y animales, o les mandaban terribles tormentas que asolaban la localidad.
Sin embargo las carrascas del bosque estaban contentas, tal era el temor de las gentes del lugar que no se atrevían a entrar en el bosque para hacer leña. Una de las más jóvenes de las carrascas no estaba muy contenta por la mala fama que tenía el bosque y sentía pena por los habitantes del pueblo. Tan disgustada estaba que no dejaba refugiarse en sus ramas a las brujas.
Por esta actitud eran frecuentes las discusiones con los demás árboles. Las brujas, que escucharon las protestas de la joven carrasca, decidieron irse a otro bosque y para agradecer el apoyo prestado por las más viejas les concedieron todo lo que desearan.
Las más presumidas quisieron que sus ramas y hojas fuesen de oro. Otras desearon desprender uno de los más deliciosos perfumes, y el resto pidieron que sus hojas fuesen brillantes y de cristal. Sólo la pequeña carrasca quiso continuar siendo como siempre.
Las brujas les concedieron sus deseos. Al tercer día desde que las brujas abandonaron el bosque se desató una terrible tormenta de viento y nieve. Se repente las hojas de cristal cayeron al suelo hechas añicos y esos árboles terminaron muriendo.
Otro día, un pastor no pudo impedir que su rebaño se lanzara a comer las hojas aromáticas. Desde entonces, los habitantes, cortaron esas encinas para alimentar a sus ganados con las hojas. En el bosque solo quedaban, además de nuestra pequeña carrasca, los árboles convertidos en oro. Pronto fueron desmenuzados por ladrones y vecinos.
De todo ese impenetrable bosque solo quedaba nuestra pequeña carrasca, que desde entonces todos respetaron y no dejó de crecer.
Saliendo de Lecina un paseo muy bonito por el cañón del río Vero ,que bajaba con mucho caudal .
Situado junto al río Vero, bajo una pared de piedra ligeramente saliente, a modo de abrigo rocoso, que protege parcialmente al edificio.
Está asociado a un azud de grandes dimensiones y todavía bien conservado situado aguas arriba, del que parte la acequia de alimentación del molino. Es una construcción bastante reciente, aunque ya en ruinas, de grandes dimensiones y dos pisos de altura (más el subterráneo de los cárcavos). Está construido en mampostería irregular, que se regulariza ligeramente en las esquinas, y cubierto con teja. Debió de usarse hasta tiempos relativamente recientes, ya que cuenta con maquinaria moderna (turbinas, etc.).
HISTORIA, LEYENDA Y CURIOSIDADES
Las encinas fueron consideradas como árbol sagrado. Los celtas creían que de ella llegaban a los hombres los dones y bondades de los dioses y por eso le rindieron culto. Las más antiguas familias griegas celebraban sus reuniones bajo una encina sagrada donde tomaban sus decisiones más importantes. En Aragón se continuó con esta costumbre para celebrar todo tipo de acuerdos: tratos, bodas, asuntos de tierras o lindes. Si lo que se debía acordar implicaba dos localidades, se elegía la carrasca más grande situada a la mitad del camino que las separaba. Si el asunto era de mayor relevancia se elegía la más famosa del lugar o del reino. Por ejemplo, en 1873 se proclamó en el Somontano la 1ª República en la que en ese momento era la más famosa carrasca de Aragón, “La Carrasca de las Coronas”.
Este árbol legendario está incluido en el escudo de Aragón. En el cuartel superior izquierdo está representada una encina sobre la que aparece una cruz latina de color rojo. Según la leyenda los jacetanos habían venido desde San Juan de la Peña hasta Aínsa para reconquistar este territorio a los sarracenos. Cuando los cristianos iban perdiendo la batalla apareció una cruz roja sobre una encina y entonces cambió la suerte de la batalla, conquistando los cristianos Aínsa. Desde entonces la encina y la cruz roja es el símbolo de Sobrarbe (“sobre árbol”).
La carrasca de Lecina también tiene su propia leyenda:
Cuentan que hace mucho tiempo, Lecina estaba rodeada por unos impenetrables y misteriosos bosques de encinas y robles, donde se ocultaban lobos, osos y también las brujas. Los vecinos temían a las brujas ya que les causaban crueles desgracias. Causaban la enfermedad y muerte a personas y animales, o les mandaban terribles tormentas que asolaban la localidad.
Sin embargo las carrascas del bosque estaban contentas, tal era el temor de las gentes del lugar que no se atrevían a entrar en el bosque para hacer leña. Una de las más jóvenes de las carrascas no estaba muy contenta por la mala fama que tenía el bosque y sentía pena por los habitantes del pueblo. Tan disgustada estaba que no dejaba refugiarse en sus ramas a las brujas.
Por esta actitud eran frecuentes las discusiones con los demás árboles. Las brujas, que escucharon las protestas de la joven carrasca, decidieron irse a otro bosque y para agradecer el apoyo prestado por las más viejas les concedieron todo lo que desearan.
Las más presumidas quisieron que sus ramas y hojas fuesen de oro. Otras desearon desprender uno de los más deliciosos perfumes, y el resto pidieron que sus hojas fuesen brillantes y de cristal. Sólo la pequeña carrasca quiso continuar siendo como siempre.
Las brujas les concedieron sus deseos. Al tercer día desde que las brujas abandonaron el bosque se desató una terrible tormenta de viento y nieve. Se repente las hojas de cristal cayeron al suelo hechas añicos y esos árboles terminaron muriendo.
Otro día, un pastor no pudo impedir que su rebaño se lanzara a comer las hojas aromáticas. Desde entonces, los habitantes, cortaron esas encinas para alimentar a sus ganados con las hojas. En el bosque solo quedaban, además de nuestra pequeña carrasca, los árboles convertidos en oro. Pronto fueron desmenuzados por ladrones y vecinos.
De todo ese impenetrable bosque solo quedaba nuestra pequeña carrasca, que desde entonces todos respetaron y no dejó de crecer.
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