L'Estany-Puig de la Caritat 100 Cims-Sant Feliuet de Terrassola
near l'Estany, Catalunya (España)
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Trail photos
Itinerary description
Una tregua de lluvia, viento y frío, nos anima a visitar el norte. Para nosotros L'Estany es totalmente desconocido, y aunque hemos hecho excursiones en zonas adyacentes, con gusto procedemos a visitar esta parte del territorio. El viaje se hace ameno hablando, como siempre, de temas deportivos, políticos y de actualidad. Salvo algún pequeño atasco, es rápido y sin incidentes. Al llegar sin embargo, nos sorprende ver grandes pilas de nieve, ahora convertidas en hielo, amontonadas en cualquier rincón de las calles del pueblo. Según nuestro seguimiento del clima, las nevadas fueron la semana pasada, y no debería haber aguantado tanto. Aunque la mayoría del grupo le quita importancia, a mí, como responsable de haber propuesta esta ruta, me inquieta que podemas encontrar hielo en el camino, por los resbalones. El sol alumbra ya con fuerza y nos anima a emprender la marcha, amparados bajo sus calurosos rayos. Nos deleitamos ante el Monestir, Santa María y el serpenteante carrer dels Monjos, antes de salir fuera de poblado. Aunque los prados están vestidos de blanco en las zonas de umbría, la carretera está despejada, sólo con algo de nieve en los arcenes. Ya en el Collet de Sant Pere, nos afanamos a buscar la silueta de la Ermita de Sant Pere recortada contra el cielo, sin éxito. La explicación es simple, los restos de los antiguos muros, sobresaliendo del terreno, son los vestigios que quedan de la antaño, suponemos, sobria edificación. Otro tramo de subida, que se nos antoja corto y poco exigente, y coronamos el 100 cims essencial. Hermosas panorámicas nos regala, aunque entre neblina, viendo cumbres nevadas y las aristas de elevados picos, en 360º. Con la sensación del deber cumplido, encaramos el resto del recorrido como si fuera un mero trámite. Singulares senderos a veces terrosos y pedregosos, nos conducen hasta la estrecha abertura de la valla, a modo de burladero, para seguir el Gr. En este punto, con nieve en la pista y en el sendero, coincidimos con un numeroso grupo de experimentados senderistas, a juzgar por sus canosos cabellos y níveas barbas,que nos consultan si es correcto pasar por la abertura. Conseguida nuestra aquiescencia, compartimos destino, coincidiendo en la visita a Sant Feliuet, aunque por seguro que no en recorrido, pués no en balde retoco y diseño las rutas a mi antojo,como un avezado alquimista con frascos y pociones, para optimizar tiempo y esfuerzos. A partir de aquí encontramos muchos tramos del camino cubiertos de nieve, con hielo los hollados, y casi en polvo en los vírgenes. Tras algún resbalón salvado con cierta dignidad y un boscoso sendero, oculto entre los restos de madera cortada del sotobosque que nos dificultaron localizarlo, nos conducen hasta el vado de la riera, que, gracias a tener poco cauce, salvamos tras algunas dudas sobre la conveniencia del punto por donde hacerlo. Tras adelantarnos mutuamente con el otro grupo, en tiempos de desayuno, nos deleitamos largamente en el Salt del Molí, a pesar de que la actual mengua de agua contribuye a deslucir algo el espectáculo. El empinado sendero y el nevado camino, finalizan en la carretera, poco transitada aunque con cierta concurrencia, que nos lleva hasta Sant Feliuet. Hermoso conjunto arquitéctonico sin culto habitual, que debemos contemplar desde la alejada valla, ahora reservado a puntuales eventos, previo pago. En un alarde de ingenio, remato la discusión sobre los usos a que está destinado (bodas, bautizos o comuniones) con un sonoro: " De nuevo la iglésia veta a los fieles y acoge a los paganos". Agudeza acogida con frialdad e indiferencia por el grupo, no se bién a ciencia cierta si por desapego o por ausencia de discernimiento. Situo aquí, a mi conveniencia el ápice de la ruta, desde donde volveremos al punto de inicio. Ya de entrada con empinadas rampas, sin solución de continuidad, o así se nos antoja. Poniendo a prueba nuestras curtidas piernas, veteranas de cientos de pequeñas epopeyas, de las que ninguna victoriosa proclamarse pueda, aunque en incontables ocasiones suplicamos tregua. Por senderos boscosos, terrosos o pedregosos, por caminos nevados, helados o polvorientos, pero siempre empecinados en subir sin fin, rinden al grupo que nos precede ya cerca de la meta. Sin piedad les rebasamos, sin siquiera mirar atrás cuando musitan: "A vuestra edad también podíamos llevar ese ritmo". Sin chanzas ni refociles, pués no es que seamos de categoría juveniles, les deseamos buena jornada y apresuramos la marcha con gesto insigne. Alcanzado el pueblo, curioseamos entre monumentos, mina y posadas, buscando acomodo. Viendo llegar al otro grupo, les observamos de lejos esperanzados, por si siendo habituales nos conducen al mejor mesón. Mas viendo como suben a los coches y raudos marchan, decidimos ocupar mesa en terraza para hidratarnos y nutrirnos después.
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