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Lomo los Berros E-1479

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Trail stats

Distance
4.85 mi
Elevation gain
1,388 ft
Technical difficulty
Very difficult
Elevation loss
2,218 ft
Max elevation
1,731 ft
TrailRank 
32
Min elevation
48 ft
Trail type
One Way
Time
13 minutes
Coordinates
334
Uploaded
January 23, 2024
Recorded
May 2023
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near Valle Brosque, Canarias (España)

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Itinerary description

- Esta excursión forma parte de un conjunto de cuatro excursiones entre los barrancos de Valle Seco, Valle Grande y Valle Crispín
- Canal de Guañaque E-1475
- Lomo de en Medio (barranco Valle Grande) E-1477
- Lomo Los Berros (barranco Valle Crispín) E-1479
- Lomo de en Medio (barranco Valle Grande) E-1489
- Los topónimos los obtengo del Mapa Topográfico Integrado del visor web del Gobierno de Canarias (Grafcan)
- ATENCIÓN: Los tracks son orientativos, no uso ningún dispositivo gps durante las travesías. Los tracks los compongo, a posteriori, con el Mapa Topográfico Integrado, y otros.
- Puede acceder a más excursiones en mi página web “El Aventurero Doméstico de Tenerife” en la dirección https://sites.google.com/view/adotf

• Excursión 1479. 15 Mayo de 2023. Lunes. (Anaga 230ª)
Lomo Los Berros
Municipios: Santa Cruz.
ENP: Parque Rural de Anaga.
De 15.15 a 19.36h. De 270 a 530 a 170 a 220 a 15m.
Distancia: 8,8k. Duración: 3h 21m

Resumen:
Subida por el cauce de un barranco hasta el canal de Chabuco y por él hasta lo alto de la loma de Los Berros, con maravillosas vistas y cardones, por donde bajo hasta la confluencia de dos barrancos con un tramo final muy complicado para evitar una casa con perro. Después por sendero y dirigido hasta la carretera por donde desciendo hasta la Avenida Marítima

Crónica:
Mi objetivo hoy es subir por un barranco (Valle Brosque) hasta conectar con un canal (Chabuco), seguirlo un cierto tramo en dirección a Santa Cruz hasta las inmediaciones de una loma (Lomo Los Berros), subirme a la loma y seguir por su arista hasta la confluencia de dos carreteras.

Dejo el coche en el intercambiador, salgo al exterior y tomo un taxi que me lleva hasta El Pelotón (al final de la carretera del barranco de María Jiménez). El tiempo está soleado. Un día estupendo para hacer una excursión. El Pelotón (280m) es un pequeño caserío en la confluencia de dos barrancos. Está muy encerrado entre las paredes altas de los barrancos. Al otro lado un dique sube muy vertical por la ladera. Del final de la carretera en un viradero subo por el sendero y un poco más arriba, en la bifurcación, tomo a la izquierda. Pequeñas casetas a un lado y a otro del sendero. A mi derecha me gusta darle un vistazo al hermoso acebuche que hay dentro de una parcela. Es copudo y alto. Entre huertas y corrales con cabras subo por terreno pedregoso al lado del cauce de un barranco (Valle Brosque) que tiene charcos donde las ranas saltan cuando paso.

Este barranco ya lo he recorrido varias veces y en cada ocasión es como si lo recorriese por primera vez, no anticipo nada, me sorprenden todo el rato los cambios de ladera (al atravesar el cauce). No tiene pérdida. Eso lo salva. No me da ningún estrés. La vegetación es densa tanto en el cauce como en la ladera derecha. Hay muchos sauces creciendo en el cauce, son árboles de mucha agua. En las laderas distingo algunos acebuches, brezos y sabinas (más redondeadas, que los brezos). El sendero es muy entretenido con muchas texturas que pisar: tierra, roca, piedra roja, arena suelta. Más arriba al lado del sendero crecen farrobos (algarrobos). Después de cruzar el cauce varias veces el sendero se eleva por la ladera izquierda alejándose del fondo del barranco. El rabo de gato, esa plaga, crece exclusivamente en ciertas laderas. En los 500m aprox. casi me paso del canal (Chabuco). No se ve en absoluto. (No lo pierdo gracias a que veo unas cabras que van por la ladera, me cuesta un rato conectar las cabras con el sendero, el sendero que va al lado del canal.) A la izquierda sale un senderillo estrecho que remonta ligeramente. Después veo un cartel del canal. Este senderillo pasa al lado de una fuente (un agujero en el suelo) en la que no veo agua ninguna, en otras ocasiones sí. El sendero está muy invadido de vegetación, pero se sigue bien. Paso el cauce de un barranquillo y enseguida llego a una pared con zarzas donde hay un cable de acero, un pasamanos de lujo, que sólo es estrictamente necesario en un pequeño tramo donde el firme es arenoso y está hundido el sendero.

Después de esto el sendero es muy cómodo de seguir, va por la izquierda del canal, oculto bajo ladrillos. Me gusta mucho el primer túnel, muy pequeño, excavado en la roca, un dique, en una esquina, un saliente, entre dos pequeños barrancos (La Hoya y Los Saos Grandes). Me recuerda la maravillosa sensación de cuando lo vi por primera vez. Es como un regalo, un juguete, es tan estético y tan salvaje al mismo tiempo. (Por cierto, sao es un sinónimo de sauce, lo he consultado en un diccionario de términos canarios: academiacanarialengua.org). Voy maravillado de las vistas hacia las laderas del barranco y hacia el caserío de El Pelotón, también hacia el Chiguel, que destaca por encima del caserío. A medida que voy avanzando van mejorando las vistas. Por aquí adelanto a las tres cabras, que se han refugiado en un senderillo por debajo, ¡qué huidizas son! Paso una esquina y sigo rodeando otra ladera, y un poco antes de llegar a la segunda esquina pierdo el sendero. Por esta zona la vegetación ha crecido sobre el canal y sus alrededores y hay que seguir por un sendero, por debajo del canal, y alejándose de él, demasiado para mi gusto. Después hay un par de bifurcaciones poco claras. Sigo llaneando y llego a una esquina abrupta muy cubierta de plantas. Ahora no veo ni el canal ni el sendero. Lo peor no es esto, sino que empieza a soplar un viento fuerte, a ráfagas, que me hace tambalearme. Es mi kriptonita: estar perdido y viento fuerte, es una combinación demoledora para mí. Afortunadamente me doy cuenta de que con viento me ofusco todo. Me paro. Me tranquilizo. Regreso por donde he venido y encuentro una bifurcación y tomo a la izquierda en ligera subida y llego, sin más problemas, a un paso, como a unos diez metros de donde me paró el viento. Y ya encuentro la continuación. Hay que bajar por la ladera un poco y enseguida viene un túnel. No es muy largo y lo paso despacio.

Ahora la pared tiene más pendiente y la vegetación alrededor es más densa. Pronto llego a otro túnel. Este es un poco más largo y al describir una curva no se ve el final durante gran parte del recorrido. Es muy angosto, apenas hay sitio, una gran parte del espacio está ocupado por la tubería del canal. Hoy no traigo casco, y aunque tengo una linternita prefiero ir a oscuras. Voy muy despacio, medio doblado, el techo es algo bajo, y avanzo tentando las paredes y la tubería. De repente siento todo lo contrario de la claustrofobia, la claustrofilia, me siento arropado por las paredes, y también un descanso del sol y la luz intensa por fuera. Me sorprendo de sentirme tan bien aquí dentro. Me lo tomo con calma, no quiero herirme con las rocas que sobresalen de las paredes y del techo. Cuando ya estoy cerca del final es cuando veo la luz, cegadora y casi que me molesta tener que salir fuera. ¿Cómo va uno a imaginarse algo así estando sentado en un sillón? Tienes que estar aquí para vivirlo.

Después y poco a poco la pendiente de la ladera se va suavizando y también poco a poco el sendero se empieza a ocultar bajo el rabo de gato. Y llega un momento en que todo es rabo de gato, una gran ladera cubierta de esta planta amarillenta de ramitas finas y pompones en las puntas. Si no tuviese grabado en la mente a fuego que es una plaga, una planta súper invasiva, disfrutaría más de esta hermosa vista. No se ve el canal y el sendero está oculto, pero sin cambiar de altitud lo sigo sin problemas. Ya estoy muy cerca del Lomo de Los Berros, donde hay un roque puntiagudo que sobresale. Y veo que tengo que pasar otro túnel. De antemano sabía que había un túnel aquí pero no por donde me podría subir a la loma, si antes o después del túnel. Antes es imposible, está todo arriscado. El túnel tiene puerta, afortunadamente está abierta. La otra vez que recorrí el canal también estaba abierta. Es un túnel más largo que el anterior y de nuevo, me entrego, a mi recién descubierta claustrofilia que no sabía que “padecía”. Alongado sobre la tubería y tentando las paredes y totalmente a oscuras ¡qué bueno! Avanzo y parece que no me muevo. Me siento seguro aquí adentro. A lo mejor es que quiero retrasar las incógnitas del recorrido por el lomo de los Berros. Vale. Salgo a la luz intensa. Y todo ahora resulta muy fácil, al menos en lo que a orientación se refiere. Nada más salir del túnel veo un sendero que un poco por debajo del canal va rodeando la loma.

Me bajo del canal por unas rocas, parece casi que son escalones, y el sendero, bastante claro me va llevando llaneando entre vegetación de aspecto muy seco, granadillos, cornicales, tabaibas, alguna penca. Después empieza a subir por la ladera, me asombra que exista un sendero, pero aquí está. Voy loco de contento, sólo por poder seguirlo. A veces se torna un poco confuso, pero simplemente hay que subir como se pueda. Llego a lo alto de la loma (520m) y ahora tengo delante una pequeña elevación (por aquí hay un cartel de coto de caza), que es justamente la cima del Lomo de los Berros (530m) (en el mapa Topográfico Integrado aparece como el Cabezo de las Tabladas). La cosa va estupendamente. La vista es fabulosa. Me entretengo un rato en localizar lugares por donde he estado. Avanzo hasta lo alto sin saber si podré bajar o no, y resulta que sí, no hay ningún gran salto. De la cumbre salen dos lomas, una a la derecha, otra a la izquierda. Es la de la izquierda por la que tengo que bajar, es la que tiene las pendientes más suaves, lo he estudiado bien en el mapa Topográfico Integrado del Gobierno de Canarias (Grafcan). Empiezo a bajar más bien por la izquierda de loma izquierda, lo voy zigzagueando y evitando los pequeños saltos. Llego a una degollada (480m, Andén de las Pencas Piconas) y, a continuación, por la derecha paso un saliente rocoso de formas suaves. Por la ladera izquierda subo a lo alto de una pequeña elevación (500m) y después vuelvo a bajar a otra degollada, muy llana y amplia. Tras este paso evito por la izquierda otra elevación, alargada y preciosa, y después me subo a ella (480m). Desde aquí vuelvo a tener una vista estupenda de El Pelotón y el Chiguel. A la izquierda hay laderas de pendiente suave que parecen haber estado cultivadas ¿por dónde se subirá desde El Pelotón? Todo esto me resulta un juego, un juego en un tablero gigantesco. También de esta última elevación, salen dos lomas, es por la derecha por donde tengo que seguir. Enseguida llego a un precioso dique que en perpendicular a mi trazada sobresale en la loma, por su color, gris y su forma. Es un dique ancho que en parte recorro por encima. Sólo por el placer de ir por las rocas angulosas y desgastadas y cubiertas de líquenes.

Bajo por el centro de la arista ancha de la loma. Abundan los cardones, verdaderos castillos vegetales donde se refugian los cornicales, los matorriscos, incluso las pencas. Voy bajando estupendamente, con pendiente suave y no mucha vegetación. En los 350m aprox. encuentro un acebuche hermoso, grande, muy ramificado, y que tiene por debajo, casi como sujetándolo un gran cardón, un cardón de columnas helicoidales, una rareza. Aquí me quedo un buen rato haciéndole fotos. En los 320m la pendiente se hace más fuerte. Ahora tengo que bajar hacia la izquierda hacia otra loma (loma A) que es la que continúa hasta la confluencia de carreteras. Por aquí no solo la pendiente es más fuerte, sino que hay más pencas, y, sobre todo, muchos más cardones. No puedo cruzarlos. Son fortalezas. Los tengo que ir rodeando. Seguramente existirá un sendero para evitar esto, pero yo prefiero seguir por aquí. La cosa mejora cuando alcanzo el principio de la loma A (275m). Tiene una arista muy afilada con muchos salientes rocosos. Es muy complicado bajar por ella. A veces tengo que irme a la izquierda, otras, a la derecha. A veces un buen rodeo. Otras un pequeño salto. Son como escalones para gigantes. No tengo nada claro que sea posible bajar por aquí, pero lo voy haciendo. Ya tengo a la vista la casa a donde tengo que llegar, la que está en la arista. En los 200m ya veo incluso los pequeños aljibes de la casa. Como otras veces antes, mi idea es atravesar por el terreno de la casa y salir a una pista que baja hasta la carretera. Cuando (175m) estoy al lado de los aljibes veo a una mujer en el patio de la casa. Ella no me ha visto. La saludo. En cuanto me ve empieza a decirme, bastante histérica, que no puedo pasar, que me tengo que dar la vuelta, que tiene un perro y que se me puede comer vivo, que soy un imprudente, un loco. Yo, por mi parte, le ruego, le pido, que me deje pasar, que sólo quiero pasar, pero ella no cede un ápice, es más, se pone más histérica. Entonces me pregunta que por donde he venido, le digo que, por la loma, me dice que vuelva por ahí. Le digo que es demasiado. Entonces me dice que suba por la loma, que hay una vereda y que ella me va a guiar, que la vereda sale a la carretera. Yo, no sé cómo, encuentro el sendero y empiezo, bastante deprisa, y sin equivocarme a subirlo. Ella, de lejos, cada vez más, me va gritando, “bien”, “bien”, o “no, por ahí no”. El sendero sube un rato (increíble la cantidad de senderos que uno no conoce) por la izquierda de la arista de la loma, después llanea, pasa el cauce de un barranquillo (aquí lo pierdo un momento) y después remonta un poco (lo vuelvo a encontrar). Ahora está algo más claro, en su remonte por la ladera. Ahora la mujer me da las últimas instrucciones para continuar, pronto cambiaré de vertiente y ya no me verá. Subo hasta la arista de una loma y aquí sigo llaneando hasta una caseta muy primitiva, un lugar para bonchos. Por debajo veo una finca, pero toda vallada, y ya con la experiencia anterior no me atrevo. Sigo por la ladera que está muy cubierta de plantas, y poco a poco, voy bajando hacia la carretera. Sin sendero, sin camino, sin caerme. Se me hace larguísimo. Y, por fin, llego al cauce de un barranquillo y bajo como puedo hasta el asfalto. Casi me dan ganas de echarme al suelo y besarlo.

Es que me rompe todo que la parte más difícil de una excursión esté justo al final. Vale. Empiezo a bajar por la carretera. Efectivamente, en la parte izquierda, donde el vallado, perros grandes me ladran cuando paso. Me gusta que la mujer me esté esperando, la saludo de lejos, su casa puede quedar a unos 50 metros de la carretera. Me saluda. Se cierra el círculo. Todo ha acabado bien. No veo a su perro, su casa queda demasiado lejos. Pienso, sólo pienso, que otro día podría ir hasta la puerta de su finca para ver el aspecto del terrible perro que casi me come vivo.

Ya, después, es una larga, y relajadísima bajada hasta la Avenida Marítima.

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