LOS URRUTIAS, CABEZO CARMOLÍ, LOS BEATOS, LOS CAMACHOS, CABEZO VENTURA, CABEZO BEAZA, CERRO DE LA FRAILA, CARTAGENA
near Los Urrutias, Murcia (España)
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Itinerary description
LOS URRUTIAS, CABEZO CARMOLÍ, LOS BEATOS, LOS CAMACHOS, CABEZO VENTURA, CABEZO BEAZA, CERRO DE LA FRAILA, CARTAGENA, 2019-05-05, 22,3 Km, 5 horas 53 minutos, +444 m, -447 m.
Lo que vimos:
https://photos.app.goo.gl/KWGAsBx4f388sBcE7
Desde la Parroquia de Los Urrutias nos fuimos a El Carmolí, que es un volcán apagado con rocas de andesita de infinidad de curiosas formas producidas por el ascenso y cristalización de la lava, dicen que hace más de siete millones de años. Yo no estaba y creo que tú tampoco. Su geodésico, al que ha llegado el tonto del lápiz, está situado a 114 metros de altitud, desde donde puedes disfrutar de una vista inigualable de la laguna del Mar Menor y del saladar de La Marina. En la Guerra Civil se construyeron diversos túneles para almacén de armamentos, lo que fue otra agresión más, aparte de las producidas por las minas y los vertidos agrícolas contaminantes, para el Parque Natural denominado Espacios abiertos e islas del Mar Menor.
En línea recta veíamos el Cabezo Ventura y una gran extensión de cultivos sobre la parte este del Campo de Cartagena, los que recorrimos por caminos rurales de las distintas fincas. Cruzamos la Colada Cantarrana y la carretera N332a para entrar en la diputación del El Algar, para dejar atrás las casas de los Veras, los García, Bartolones y los Franceses, pasamos por arriba de la Ap-7 y, por la casa Gurugú, entramos en Los Beatos. Por márgenes de fincas, utilizando la f-39 entramos en Los Camachos. Allí un merecido desayuno.
Abandonamos los Camachos y nos enfrentamos a la subida de los 150 metros del Cabezo Ventura, también de origen volcánico. Magníficas vistas desde arriba de todas las sierras de alrededor. Distinguíamos todas las siluetas y enumeramos todos sus nombres. Bajamos por el sur y nos dirigimos a la Finca de la viuda de Torres, en la que nadie trabajaba por ser el día del Señor. Entre dicha hacienda y la depuradora de agua pasamos junto a la casa de los Guillenes y cruzamos la A-30 hacia el Cabezo Beaza, el que ascendimos raudos para disfrutar del Campo de Cartagena y de otra visión de polígono industrial del mismo nombre.
Lo bajamos por el suroeste y, tratando de evitar al máximo el bullicio del polígono, cruzamos la F-35 para encaramamos en el geodésico de La Fraila, una pequeña elevación de 93 metros pero desde la que, si miras a Cartagena, descubrirás su belleza desde un ángulo diferente.
Abandonamos La Fraila y por un paraje desértico caminábamos para, entre la barriada Virgen de La Caridad y los Molinos Gallegos atravesar lo que de niños llamábamos los Montes Amarillos, en los que nos atrevíamos a ejecutar alguna travesura; una era la de arrancar un junco, mordisquearlo por su esquina blanca e introducirlo por unos orificios que habían en el suelo, de aproximadamente un centímetro de diámetro y algo menos de un metro de profundidad, para obtener unos gusanos blancos, muy parecidos a los de seda, para que ganara el que más cogiera. Otra, que recuerdo muy bien, era la de ir ataviado con una botellita de alcohol y unos fósforos, para levantar las piedras hasta que encontrábamos un alacrán. Acto seguido rodeábamos el arácnido con un círculo del combustible y le prendíamos fuego. El escorpión, al verse perdido, arqueaba su cola de seis segmentos y disponía su envenenador aguijón hacia su cabeza hasta producirse la muerte. Creo que los niños de antes éramos más crueles que los de ahora, que se dedican a matar extraterrestres con la PlayStation.
Casi pegados a la barriada de la virgen citada arriba y a menos de medio kilómetro del monumento funerario de La Torre Ciega, después de cruzar la vía, llegamos a “El Cucarell”, un yacimiento identificado con una villa romana del s. II a.C. y que existió hasta el VII d.C. Igual, hasta Escipión anduvo por aquí, antes de burlar por los esteros a Aníbal. Cruzamos Mandarache y con 22 kilómetros al lomo, ¿A dónde vamos?, a la Taberna del Martillo, claro. Salud.
Lo que vimos:
https://photos.app.goo.gl/KWGAsBx4f388sBcE7
Desde la Parroquia de Los Urrutias nos fuimos a El Carmolí, que es un volcán apagado con rocas de andesita de infinidad de curiosas formas producidas por el ascenso y cristalización de la lava, dicen que hace más de siete millones de años. Yo no estaba y creo que tú tampoco. Su geodésico, al que ha llegado el tonto del lápiz, está situado a 114 metros de altitud, desde donde puedes disfrutar de una vista inigualable de la laguna del Mar Menor y del saladar de La Marina. En la Guerra Civil se construyeron diversos túneles para almacén de armamentos, lo que fue otra agresión más, aparte de las producidas por las minas y los vertidos agrícolas contaminantes, para el Parque Natural denominado Espacios abiertos e islas del Mar Menor.
En línea recta veíamos el Cabezo Ventura y una gran extensión de cultivos sobre la parte este del Campo de Cartagena, los que recorrimos por caminos rurales de las distintas fincas. Cruzamos la Colada Cantarrana y la carretera N332a para entrar en la diputación del El Algar, para dejar atrás las casas de los Veras, los García, Bartolones y los Franceses, pasamos por arriba de la Ap-7 y, por la casa Gurugú, entramos en Los Beatos. Por márgenes de fincas, utilizando la f-39 entramos en Los Camachos. Allí un merecido desayuno.
Abandonamos los Camachos y nos enfrentamos a la subida de los 150 metros del Cabezo Ventura, también de origen volcánico. Magníficas vistas desde arriba de todas las sierras de alrededor. Distinguíamos todas las siluetas y enumeramos todos sus nombres. Bajamos por el sur y nos dirigimos a la Finca de la viuda de Torres, en la que nadie trabajaba por ser el día del Señor. Entre dicha hacienda y la depuradora de agua pasamos junto a la casa de los Guillenes y cruzamos la A-30 hacia el Cabezo Beaza, el que ascendimos raudos para disfrutar del Campo de Cartagena y de otra visión de polígono industrial del mismo nombre.
Lo bajamos por el suroeste y, tratando de evitar al máximo el bullicio del polígono, cruzamos la F-35 para encaramamos en el geodésico de La Fraila, una pequeña elevación de 93 metros pero desde la que, si miras a Cartagena, descubrirás su belleza desde un ángulo diferente.
Abandonamos La Fraila y por un paraje desértico caminábamos para, entre la barriada Virgen de La Caridad y los Molinos Gallegos atravesar lo que de niños llamábamos los Montes Amarillos, en los que nos atrevíamos a ejecutar alguna travesura; una era la de arrancar un junco, mordisquearlo por su esquina blanca e introducirlo por unos orificios que habían en el suelo, de aproximadamente un centímetro de diámetro y algo menos de un metro de profundidad, para obtener unos gusanos blancos, muy parecidos a los de seda, para que ganara el que más cogiera. Otra, que recuerdo muy bien, era la de ir ataviado con una botellita de alcohol y unos fósforos, para levantar las piedras hasta que encontrábamos un alacrán. Acto seguido rodeábamos el arácnido con un círculo del combustible y le prendíamos fuego. El escorpión, al verse perdido, arqueaba su cola de seis segmentos y disponía su envenenador aguijón hacia su cabeza hasta producirse la muerte. Creo que los niños de antes éramos más crueles que los de ahora, que se dedican a matar extraterrestres con la PlayStation.
Casi pegados a la barriada de la virgen citada arriba y a menos de medio kilómetro del monumento funerario de La Torre Ciega, después de cruzar la vía, llegamos a “El Cucarell”, un yacimiento identificado con una villa romana del s. II a.C. y que existió hasta el VII d.C. Igual, hasta Escipión anduvo por aquí, antes de burlar por los esteros a Aníbal. Cruzamos Mandarache y con 22 kilómetros al lomo, ¿A dónde vamos?, a la Taberna del Martillo, claro. Salud.
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