195. Madrid de las Caderechas, Huéspeda, y Herrera de Valdivielso
near Madrid de las Caderechas, Castilla y León (España)
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📸 FOTOS:
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 44 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 290 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
En el Valle de Caderechas, la floración de los cerezos ocurre entre mediados de marzo y de abril; estirando bastante el margen; y según zonas y según el tiempo climático. Es ya 17 de abril, así que estamos en la prórroga….
El tiempo en lo que llevamos de primavera ha sido ‘raro’. Después de un invierno corto, la primavera ha empezado con ímpetu. Pero, tras días casi veraniegos en marzo, ‘mayeando’, los estertores gélidos del invierno han rebotado.
Hacía 9 días (el 8 de abril), yo había hecho una ruta cercana (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-rio-quintanilla-a-el-mazo-caderechas-130860654 ). Era un momento ideal para ver la floración de los cerezos. A eso iba; en la peregrinación anual.
Era esa la zona de Río-Quintanilla, en el centro del valle. Recientemente, habían caído duras heladas (‘negras’, secas). Algunos cerezos estaban dañados (flores ‘quemadas’, marrones); otros, no; en el resto, ramas, sí, ramas, no.
Aún pude disfrutarlo. Fue, sin embargo, con algo de pena: por las consecuencias económicas para quienes viven de recoger los frutos de su esfuerzo.
Pero en esa ocasión no pudo acompañarme otra persona. Mis fotos alimentaron aún más su deseo de ir y vivir ese arrebato de blancura. Por una u otra razón (incluido el mal tiempo), no pudimos volver hasta hoy.
Nos habían dicho que, en la parte más alta del valle, la floración suele ser algo más tardía. Por eso, precisamente, los cerezos allí se habrían protegido más de las heladas.
Así que ahora iríamos a la parte superior: la franja entre Huéspeda, Madrid de las Caderechas, y Herrera de Valdivielso.
Conteniendo la respiración, guardábamos esperanzas. “¿Qué pasará? ¿Qué habrá? ¿Qué encontraremos?”. “Aligera…”.
LA RUTA
Es esta una versión típica de “La ruta de los cerezos” entre los pueblos recién mencionados. Empezamos en Madrid de las Caderechas. Tras poco más de 1 km por una carretera local que muere en Huéspeda, llegamos allí.
Una vuelta a lo largo de su calle principal, una ilustrativa conversación con un vecino, y retornamos a Madrid (…éste). Pero ahora cogemos un camino entre fincas de cerezos. Nos lleva a la parte alta de esa localidad, donde su iglesia (km 3,4).
Recorremos el estirado pueblo por encima, mientras contemplamos el valle. El ‘Camino de la Iglesia’ se convierte luego en ‘Camino Rural’. Así viene denominado en los mapas. A decir verdad, es una flamante pista asfaltada entre pinares.
Por ella llegamos a las puertas de Herrera de Valdivielso (km 7,5). Callejeamos primero por abajo; a la vuelta, por arriba. Hasta el final, en su iglesia (km 8, en lo más alto de la ruta). No puede decirse que esté en ruinas; sólo con un inusitado disfraz.
Desde Herrera, y para variar parte del trayecto de vuelta hasta Madrid, hacemos un par de bucles por la izquierda, para entrar en área de cerezos. En el km 9,7 salimos a la pista asfaltada, que nos devuelve al punto de origen de la ruta.
Ningún vehículo pasó en los casi 8 km de carretera o pista asfaltada (que lo mismo da). No sé si cuenta un menudo mini-moto-tractorcillo.
Posibles Dificultades:
La ruta no presenta ninguna dificultad. Físicamente, es un paseo. Exagerando, el mayor desnivel son los 7 metros que te aúpan a la iglesia de Herrera. Con la guía, podrás ir casi con los ojos cerrados. Es una forma de decir que es muy fácil orientarse.
A fin de complicarla un poco, hicimos algunos desvíos. Nos salimos así de la zona de confort y ampliamos el área de exploración. En la práctica, pueden hacerse más extensiones, incluso elevándose hacia el monte.
Pero nosotros teníamos un objetivo.
DESTACADO
Hoy nuestra cabeza iba a tiro fijo: ¡a los cerezos!; a exprimir las últimas gotas que de ellos (de sus flores) aún quedaran. Pero, aparte de cerezos, descubrimos otros atractivos. Y menos mal, porque aquellos estaban ya muy demediados en su manifestación nívea.
(1) Los Cerezos:
Las recientes heladas habían paralizado los brotes florales de los cerezos más atrevidos. Los otros, los más tempraneros, se habían congelado; palidecían amarronados.
La lucha por la supervivencia y el progreso a veces premia a los más rápidos; otras, les corta las alas. Son los más cautos, los que esperan ‘a verlas venir’, los que salen adelante.
En cualquier caso, ya era un poco tarde para el espectáculo. Sólo en algunas plantaciones, las menos, y sólo árboles aislados, mantenían su pompa de algodón. Aprovechamos para sorberla con los ojos y alguna foto; como si fuera la última temporada.
Los cerezos cuyos brotes no habían sufrido la congelación, los ‘cautos’, seguían su curso. Pero ya estaban en la fase de crecimiento de las hojas. Así que su verde se añadió al verde del resto del entorno. Nos perdimos el contraste del blanco.
(2) Los Paisajes:
Como contrapeso a esa desilusión, la primavera exteriorizaba su lozanía con ostentación en un magnífico día azul. En la frondosidad del fondo del valle había ‘mil’ matices esmeralda. A ellos, se añadía, descarado, el vibrante gualda de las aulagas.
A lo largo del trayecto entre los tres pueblos, vamos por la parte intermedia del anfiteatro; ese que cierra el valle en alargado semicírculo por el oeste, de norte a sur. Caminamos como en una pasarela que nos ofrece una visión privilegiada.
Por arriba, al norte, está el cordal que separa los valles de Caderechas y Valdivielso. Por encima del bosque de pinos sobresale el anillo rocoso que perfila la cima. Resplandecía elegante en su simetría, desde la ermita de Santa Marina hasta el pico Tablones.
Al sur nos queda la Gran Sierra. Es ésta una cadena montañosa que divide longitudinalmente el Valle de Caderechas, noreste y suroeste. La perspectiva es envidiable. Ahí destacan el redondeado Mazo, el afilado Castilviejo, peña Alborto, y la Picotilla.
(3) Los Pueblos:
El primer pueblo visitado fue Huéspeda. Se apretuja, cortamente, a lo largo de una calle de va y ven; en un resquicio horizontal en la empinada ladera. Destaca el estilo popular de sus casas antiguas, sin florituras, con sabor añejo. Es muy bonito.
Madrid de las Caderechas, en el centro, es más grande y está bastante extendido. Sus edificaciones mantienen antigüedad y añaden una pizca de modernidad. En medio (y un poco lejos de todos), su iglesia se yergue en un promontorio.
Herrera de Valdivielso no está geográficamente en ese valle, sino en este otro. En la carretera hay dos letreros discrepantes: ‘Valdivielso’, sostiene uno; ‘Caderechas’, porfía el otro. Alguna casa antigua y su insólita iglesia en las afueras merecen el paseo.
ANÉCDOTA
Hoy todo gira en torno a los cerezos. También la anécdota; cómo no.
En Huéspeda nos cruzamos con un vecino. Como muestra de interés por sus afanes y sus cuitas, le pregunté por la magnitud del perjuicio causado por las recientes heladas sobre los cerezos y la previsible cosecha.
Nos sorprendió con una lección magistral de botánica, zoología y genética. Fue un discurso de catedrático sobre polinización, para explicar el daño sobre la génesis y desarrollo de las cerezas. Aparte de su sabiduría popular campesina, parecía un sabio académico.
Empezó didáctico, como para principiantes, con la botánica: la anatomía de la flor del cerezo relacionada con la reproducción; los estambres o parte masculina, el pistilo o parte femenina, etc. Dando siempre la impresión de estar en sus cabales.
Como vio que le seguíamos, se animó a continuar por la biología: el proceso de polinización entomófila (es decir, por insectos que trasportan material entre las flores) en los cerezos. Debió percibir nuestro renovado interés.
Remató la faena con la zoología: a las abejas no les atrae el color pardo, el de las flores quemadas por la helada; por eso se reduce el trasporte del polen de una flor a otra y, por tanto, la riqueza genética y la fertilización.
Conclusión: mal asunto el de las heladas; malos tiempos para esta temporada de cerezas.
¡¡¡…!!! Con la boca abierta (nosotros). ¡Jopé! No te lo esperas; y menos allí. Sólo le faltó hablar de la psicología de los cerezos. Con ganas nos quedamos….
(Él) Parecía como los buenos magos: A la destreza prestidigitadora en el manejo de los materiales para sus trucos añaden el conocimiento de los mecanismos atencionales de los espectadores.
A estas excursiones vamos no sólo a mover las piernas, sino también la cabeza (léase, la mente). Esta vez habíamos tenido doble ración de alimento para ella. Gracias, maestro.
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 44 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 290 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
En el Valle de Caderechas, la floración de los cerezos ocurre entre mediados de marzo y de abril; estirando bastante el margen; y según zonas y según el tiempo climático. Es ya 17 de abril, así que estamos en la prórroga….
El tiempo en lo que llevamos de primavera ha sido ‘raro’. Después de un invierno corto, la primavera ha empezado con ímpetu. Pero, tras días casi veraniegos en marzo, ‘mayeando’, los estertores gélidos del invierno han rebotado.
Hacía 9 días (el 8 de abril), yo había hecho una ruta cercana (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-rio-quintanilla-a-el-mazo-caderechas-130860654 ). Era un momento ideal para ver la floración de los cerezos. A eso iba; en la peregrinación anual.
Era esa la zona de Río-Quintanilla, en el centro del valle. Recientemente, habían caído duras heladas (‘negras’, secas). Algunos cerezos estaban dañados (flores ‘quemadas’, marrones); otros, no; en el resto, ramas, sí, ramas, no.
Aún pude disfrutarlo. Fue, sin embargo, con algo de pena: por las consecuencias económicas para quienes viven de recoger los frutos de su esfuerzo.
Pero en esa ocasión no pudo acompañarme otra persona. Mis fotos alimentaron aún más su deseo de ir y vivir ese arrebato de blancura. Por una u otra razón (incluido el mal tiempo), no pudimos volver hasta hoy.
Nos habían dicho que, en la parte más alta del valle, la floración suele ser algo más tardía. Por eso, precisamente, los cerezos allí se habrían protegido más de las heladas.
Así que ahora iríamos a la parte superior: la franja entre Huéspeda, Madrid de las Caderechas, y Herrera de Valdivielso.
Conteniendo la respiración, guardábamos esperanzas. “¿Qué pasará? ¿Qué habrá? ¿Qué encontraremos?”. “Aligera…”.
LA RUTA
Es esta una versión típica de “La ruta de los cerezos” entre los pueblos recién mencionados. Empezamos en Madrid de las Caderechas. Tras poco más de 1 km por una carretera local que muere en Huéspeda, llegamos allí.
Una vuelta a lo largo de su calle principal, una ilustrativa conversación con un vecino, y retornamos a Madrid (…éste). Pero ahora cogemos un camino entre fincas de cerezos. Nos lleva a la parte alta de esa localidad, donde su iglesia (km 3,4).
Recorremos el estirado pueblo por encima, mientras contemplamos el valle. El ‘Camino de la Iglesia’ se convierte luego en ‘Camino Rural’. Así viene denominado en los mapas. A decir verdad, es una flamante pista asfaltada entre pinares.
Por ella llegamos a las puertas de Herrera de Valdivielso (km 7,5). Callejeamos primero por abajo; a la vuelta, por arriba. Hasta el final, en su iglesia (km 8, en lo más alto de la ruta). No puede decirse que esté en ruinas; sólo con un inusitado disfraz.
Desde Herrera, y para variar parte del trayecto de vuelta hasta Madrid, hacemos un par de bucles por la izquierda, para entrar en área de cerezos. En el km 9,7 salimos a la pista asfaltada, que nos devuelve al punto de origen de la ruta.
Ningún vehículo pasó en los casi 8 km de carretera o pista asfaltada (que lo mismo da). No sé si cuenta un menudo mini-moto-tractorcillo.
Posibles Dificultades:
La ruta no presenta ninguna dificultad. Físicamente, es un paseo. Exagerando, el mayor desnivel son los 7 metros que te aúpan a la iglesia de Herrera. Con la guía, podrás ir casi con los ojos cerrados. Es una forma de decir que es muy fácil orientarse.
A fin de complicarla un poco, hicimos algunos desvíos. Nos salimos así de la zona de confort y ampliamos el área de exploración. En la práctica, pueden hacerse más extensiones, incluso elevándose hacia el monte.
Pero nosotros teníamos un objetivo.
DESTACADO
Hoy nuestra cabeza iba a tiro fijo: ¡a los cerezos!; a exprimir las últimas gotas que de ellos (de sus flores) aún quedaran. Pero, aparte de cerezos, descubrimos otros atractivos. Y menos mal, porque aquellos estaban ya muy demediados en su manifestación nívea.
(1) Los Cerezos:
Las recientes heladas habían paralizado los brotes florales de los cerezos más atrevidos. Los otros, los más tempraneros, se habían congelado; palidecían amarronados.
La lucha por la supervivencia y el progreso a veces premia a los más rápidos; otras, les corta las alas. Son los más cautos, los que esperan ‘a verlas venir’, los que salen adelante.
En cualquier caso, ya era un poco tarde para el espectáculo. Sólo en algunas plantaciones, las menos, y sólo árboles aislados, mantenían su pompa de algodón. Aprovechamos para sorberla con los ojos y alguna foto; como si fuera la última temporada.
Los cerezos cuyos brotes no habían sufrido la congelación, los ‘cautos’, seguían su curso. Pero ya estaban en la fase de crecimiento de las hojas. Así que su verde se añadió al verde del resto del entorno. Nos perdimos el contraste del blanco.
(2) Los Paisajes:
Como contrapeso a esa desilusión, la primavera exteriorizaba su lozanía con ostentación en un magnífico día azul. En la frondosidad del fondo del valle había ‘mil’ matices esmeralda. A ellos, se añadía, descarado, el vibrante gualda de las aulagas.
A lo largo del trayecto entre los tres pueblos, vamos por la parte intermedia del anfiteatro; ese que cierra el valle en alargado semicírculo por el oeste, de norte a sur. Caminamos como en una pasarela que nos ofrece una visión privilegiada.
Por arriba, al norte, está el cordal que separa los valles de Caderechas y Valdivielso. Por encima del bosque de pinos sobresale el anillo rocoso que perfila la cima. Resplandecía elegante en su simetría, desde la ermita de Santa Marina hasta el pico Tablones.
Al sur nos queda la Gran Sierra. Es ésta una cadena montañosa que divide longitudinalmente el Valle de Caderechas, noreste y suroeste. La perspectiva es envidiable. Ahí destacan el redondeado Mazo, el afilado Castilviejo, peña Alborto, y la Picotilla.
(3) Los Pueblos:
El primer pueblo visitado fue Huéspeda. Se apretuja, cortamente, a lo largo de una calle de va y ven; en un resquicio horizontal en la empinada ladera. Destaca el estilo popular de sus casas antiguas, sin florituras, con sabor añejo. Es muy bonito.
Madrid de las Caderechas, en el centro, es más grande y está bastante extendido. Sus edificaciones mantienen antigüedad y añaden una pizca de modernidad. En medio (y un poco lejos de todos), su iglesia se yergue en un promontorio.
Herrera de Valdivielso no está geográficamente en ese valle, sino en este otro. En la carretera hay dos letreros discrepantes: ‘Valdivielso’, sostiene uno; ‘Caderechas’, porfía el otro. Alguna casa antigua y su insólita iglesia en las afueras merecen el paseo.
ANÉCDOTA
Hoy todo gira en torno a los cerezos. También la anécdota; cómo no.
En Huéspeda nos cruzamos con un vecino. Como muestra de interés por sus afanes y sus cuitas, le pregunté por la magnitud del perjuicio causado por las recientes heladas sobre los cerezos y la previsible cosecha.
Nos sorprendió con una lección magistral de botánica, zoología y genética. Fue un discurso de catedrático sobre polinización, para explicar el daño sobre la génesis y desarrollo de las cerezas. Aparte de su sabiduría popular campesina, parecía un sabio académico.
Empezó didáctico, como para principiantes, con la botánica: la anatomía de la flor del cerezo relacionada con la reproducción; los estambres o parte masculina, el pistilo o parte femenina, etc. Dando siempre la impresión de estar en sus cabales.
Como vio que le seguíamos, se animó a continuar por la biología: el proceso de polinización entomófila (es decir, por insectos que trasportan material entre las flores) en los cerezos. Debió percibir nuestro renovado interés.
Remató la faena con la zoología: a las abejas no les atrae el color pardo, el de las flores quemadas por la helada; por eso se reduce el trasporte del polen de una flor a otra y, por tanto, la riqueza genética y la fertilización.
Conclusión: mal asunto el de las heladas; malos tiempos para esta temporada de cerezas.
¡¡¡…!!! Con la boca abierta (nosotros). ¡Jopé! No te lo esperas; y menos allí. Sólo le faltó hablar de la psicología de los cerezos. Con ganas nos quedamos….
(Él) Parecía como los buenos magos: A la destreza prestidigitadora en el manejo de los materiales para sus trucos añaden el conocimiento de los mecanismos atencionales de los espectadores.
A estas excursiones vamos no sólo a mover las piernas, sino también la cabeza (léase, la mente). Esta vez habíamos tenido doble ración de alimento para ella. Gracias, maestro.
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