Malacastro en circular.

-Inicio, en el puente de Anzáñigo a 570m. de altitud.
-Duración, de 4h a 4:30h en total, sin contar paradas.
-Desnivel, 600 metros de subidas y bajadas.
-Vértice de Malacastro a 1079m.

La ruta empieza cerca del puente de Anzáñigo que cruza el río Gállego, en concreto al lado de unas casas aledañas a la carretera y que parecen tener relación con la obra hidráulica de la presa.

Un carril bordea por el lateral de la casona y pronto se abandona por un camino que sale a mano izquierda. Aquel día erré al seguir la trocha del cortafuegos abierto para el tendido eléctrico. La senda marcha unos metros por encima, a media ladera, con algún mojón de piedras para señalizarla.

Enseguida se aprecia que el camino está poco mantenido y la pinchuda maleza lo invade con frecuencia. Es aconsejable el uso del pantalón largo a fin de evitar las caricias de las aliagas y otros matorrales lacerantes.

El faldeo termina cuando el sendero gira a la derecha, entrando en la cuenca de un barranco que mas arriba cruzaremos. Aparecen pinturas amarillas como señales para seguir el buen rumbo, entre un bosque donde predomina el quejigo.

Habrá que estar vigilante a tomar un desvío a mano derecha, indicado por pinturas de color naranja, en el arranque de un repecho mas pendiente.

Se alcanza un colladete abierto, de vista despejada, al que accede otro camino cuya procedencia ignoro. En esta claro la senda tuerce a la derecha y prosigue en subida por la umbría del bosque.

Las pinturas que indican la continuidad del recorrido son multicolores. Cambian del naranja al verde, del amarillo al azul, además de asomar unas cintas de plástico atadas en los árboles que ayudan a seguir el rumbo pero afean el entorno natural.

Cruzaremos una rampa herbosa por su base, sin ascender el lecho de esta barranquera cubierta por hierbas altas. El reguero de agua es escaso pero el chapoteo está garantizado al quedar oculto por la maleza.

Mas arriba se avanza por un crestón rocoso de vista aérea sobre el valle del Gállego y hacia montañas ilustres del Pirineo.

Cuando termina la repisa el sendero tiene a difuminarse por una ladera despejada de arbolado. Hay que tirar recto hacia arriba, sin apenas rastro de camino, y sólo con alguna pintura como guía durante la subida al vértice del Malacastro. Su pilón geodésico asoma y se hace visible al llegar a un prado situado bajo el cerro.

De la cima se desciende a un collado del que parte un carril en bajada. Éste empalma con otro mas ancho por el que continuamos hacia el norte.

En la intersección venidera se prosigue a mano derecha para visitar de inmediato la ermita de Santa Isabel. Templo de origen románico, con curiosos sarcófago al lado de su entrada, ábside semicircular con preciosa ventana decorada, y robustos quejigos que cobijan este edificio simple y bello de arquitectura rústica. Una pocholada.

Saldremos de nuevo a la pista con ánimo de encontrar una fuente señalizada. Se halla muy próxima y aloja una charca donde es fácil escuchar el croar de las ranas.

Mas allá se levanta un refugio de aspecto agradable por fuera, pero con un interior sucio y cochambroso adecuado para rodar una película de terror. A cambio el paisaje circundante de prados llama al reposo y a la contemplación, de un paisaje que abarca un cacho amplio del Pirineo oscense.

Un indicador marca el abandono de la pista en favor de un camino que atraviesa un gran campo, hasta alcanzar su linde norteña donde parte el sendero de bajada a Centenero.

El descenso resulta claro, sin apenas desvíos de importancia, hasta llegar al pueblo. Allí nos recibe un panel de información sobre el recorrido a la ermita de Santa Isabel. Las casas de Centenero presentan una arquitectura recia de muros de piedra y grandes chimeneas, adecuada para mantener el interior caldeado ante el largo y crudo invierno. Y aunque ya no nieve como antes ni haiga tanto frío, esas fachadas robustas merecen una contemplación reposada mientras se callejea por el pueblo, quizás subiendo a lo alto de la iglesia de San Esteban.

Junto a la carretera de acceso a Centenero hay un merendero pintoresco, apañado con mesas bancos, porche, y una fuente. A su lado parte un carril por donde continúa nuestro recorrido de regreso.

Tras una rampa en subida el camino tuerce a la derecha, quedando cerca una borda en ruina.

Asoman pinturas amarillas y verdes a fin de marcar la traza del sendero, en un trayecto que alterna laderas de matorral con tramos bajo el follaje del pinar. Atender a las marcas e hitos pues el sendero es exiguo a ratos.

Cruce de alguna barranquera y salida a un carril por el que se vuelve a las casas de Anzañigo.

En este tramo final se puede bajar a la carretera con afán de conocer las pozas del río. Quien sus escribe se precipitó a descender malamente por el cortafuegos de los postes de luz, habiendo un poco mas adelante un ramal de pista que baja con mayor comodidad. En cualquier caso hay una senda que sale del arcén de la carretera y conduce enseguida a una poza de baño apetecible.

El carril pasa entre campos y fincas para desembocar en la carretera donde dimos comienzo a esta excursión circular.