Manlleu R3-Camí del Gurri-Vic R3
near Manlleu, Catalunya (España)
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Trail photos
Itinerary description
Lesiones y viajes impiden el reencuentro en esta ruta tan emblemática, no por su dificultad ni por retos especialmente duros, tiempo atrás, novatos y desenvueltos, llegamos ufanos, alegres y contentos a pasear junto al río, más los lluviosos dias precendentes elevaron tanto su caudal, que al no poder cruzar, acabamos metidos en un lío. Perdidos entre campos cosechados, encerrados entre vallas, resbalones y caidas, acabamos la excursión caminando abatidos, mojados y vencidos por la carretera. Los presagios se cumplen y mi ilustre acompañante se sube a un tren , que parado detrás del que tenía que coger, ni arranca ni toma impulso, dejándole estupefacto mientras veía alejarse a aquel por las vías. Me llama a tiempo y me bajo de un salto para esperarle intranquilo, hasta que me explica lo acontecido. Como no hay mal que por bién no venga, reimos tomando café y rosegons, repasando la actualidad pasada, presente y futura. E intentando poner en orden los deslavazados recuerdos sobre la famosa e interrupta excursión. De esta manera inciamos el caminar por la senda junto al río, sin conseguir revivir con la experiencia actual lo que tantas veces hemos rememorado. Aunque vemos a lo lejos el famoso velador de madera donde, totalmente mojados, nos resguardamos de la lluvia para desayunar, empezamos a aceptar que hoy iremos por otro lado, dejando para otro momento la consulta de los pocos datos atesorados. Giramos por un verde sendero junto al Ter para evitar la carretera, lo que conseguimos hasta pasar por Sant Julià, donde tras cruzar la carretera, otro sendero nos lleva hasta el Camí de Malars. Entre los aromas que nos regalan las granjas, nos detenemos a admirar el Castell de Vilagelans y la Ermita de Santa Fe, anexa a él. Las dudas sobre si acercarnos para una visita, nos la resuelve una furgoneta de servicios de jardinería que hacia allí se dirige, que levantando una espesa nube de polvo, nos hace huir apresuradamente hacia el Riu Gurri. Con cierta intranquilidad pasamos por La Granja del Picó, ahora sabemos dedicada a agroturismo, que con la tranquilidad y placidez que irradian sus edificios e instalaciones, nos relaja hasta llegar al momento decisivo, el paso de los pilones del Molí D'En Valls. Unos imponentes percherones pastan en el prado, con la estampa de la masia recortándose al fondo. La pertinaz sequía ha reducido el río a un charco, nada que ver con la turbulenta corriente que no pudimos vencer antaño. A la izquierda el viejo edificio y las viejas piedras por donde se pasaba, esperan orgullosas una foto, cubiertas de verdín y relucientes al sol.Fotos, videos, unos saltitos y reto conseguido. Llegamos por fín al Camí del Gurri, aceptable por florido, aunque estrecho y sin vistas al río. Un alocado ciclista pasa a mil por hora, pidiendo a gritos que el karma le recompense con un revolcón por inconsciente y por habernos pinchado con ortigas al apartarnos por su causa. A la altura del hermoso Molí d'en Llobet, un grupo de señoras no se aparta, ocupando la acera, sin respetar que vamos por la derecha, y respondiendo de mala gana al consabido saludo entre senderistas. Varios encuentros semejantes, sin recibir respuesta, engendran una pequeña paranoia de que por aquí no saludan. Las fuentes, como no, están secas, contribuyendo por su falta de ayuda, a los gritos de auxilio del plateado camino, por su exiguo cauce y abundancia de detritos. Nos distraen los puentes, por tener dos partes tan diferentes estos; una, pensamos que la original, de hermosos y coloridos ladrillos, la otra, pensamos que la ampliación, de gris cemento. Y aquel, por haberlo bautizado como el Pont de Ferro, en un alarde de imaginación, puesto que el material del que está hecho es férreo. Aquí acaba la paranoia, puesto que nos empiezan a saludar, e incluso un amigable anciano nos regala un sonoro "Bon día", sentado en un banco del parque que nos recibe al llegar a Vic. El bullicio, las animadas calles y los hermosos edificios, nos animan a hacernos un selfie con la estátua de L'Estudiant de Vic, recordando, añorando, o soñando con los tiempos en que éramos jóvenes, alocados y , a veces, felices. Las empedradas arterias, sustentan tiendas de moda, tocinerías y pastelerías, que con embrujadores cantos de sirena, intentan doblegar nuestra voluntad, reclamando el habitual tributo, que hoy el río no se cobró. En la Plaça Major sucumbimos, pues es la hora de la pausa de hidratación, y en la terraza de uno de sus bares, nos chupan la sangre con sus elevadas tarifas, pagando así el precio de hoy, no en la montaña, sino en la urbe. Los habituales titubeos para elegir donde hacer la pausa de nutrición, nos hacen ir arriba y abajo, callejeando y aumentando el kilometraje en nuestros pies, y ganándonos una mueca de sorna, del curioso y orondo Cap de Llupià. Una pausa para una segunda hidratación en un local regentado por amables orientales, llegamos a la abarrotada estación, y subiendo al vagón, nos amodorramos en el asiento, desgranando experiencias, recuerdos y proyectos sin dilación.
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