Masquefa-Ermita de Sant Pere-Rutes de Natura

La curiosidad de las gentes y nuestra proverbial jovialidad, confluyen en un chascarrillo, muy socorrido, que utilizamos habitualmente para salir del trance dignamente. En reiteradas ocasiones nos inquieren sobre nuestro método para elegir nuestros objetivos, y de manera pertinaz, bromeamos diciendo que "Primero elegimos un restaurante para comer y después buscamos alguna ruta". Hemos de confesar que hoy este es el caso. Es época de calçots, somos de buen comer, y nos gustan tanto los tradicionales como los agabardinados. Sirva la puesta en antecedentes, para justificar tanto el lugar, como la curiosa forma de croissant que observareis. Masquefa nos ofrece dos Rutes de la Natura, el Camí de les Vinyes y el Camí de l'Ocata, las hemos unido con epicentro en la Església de Sant Pere i la Santa Creu, y además del adecuado kilometraje, ha resultado semejante forma que recuerda a tan apetitoso compañero de mañaneros desayunos. Ya de inicio, la inmersión en la naturaleza es rauda, dado que aparcamos cerca de la Font del Roure, que con su apacible conjunto de fuente, estanque, tobogán, tirolinas, barbacoas y mesas, nos aisla del ruido urbano y nos encauza , entre cañaverales, hacia la pista, donde disfrutamos de excelentes panorámicas del majestuoso Massís de Montserrat, que nos acompañará a nuestra diestra largo trecho, y fugaces vistas de la ermita en lo alto de la loma, a nuestra izquierda. Hasta llegar a las ruinas de l'Ocata, pasando por la Serra del mismo nombre y los restos de Can Cartró, el camino se hace fácil y ameno rodeados de viñas, y sólo nos detenemos para numerosas fotos y la lectura de los paneles informativos. Llegando al sendero que sube hasta la ermita, afrontamos el único esfuerzo destacable de la jornada, lo que nos da una excusa para hacer una pausa, justifica reponer fuerzas y ayuda a ajustar nuestro cronograma, ya que tenemos mesa reservada, en la cercana Beguda Baixa, a las dos. Liquidado el primer cuerno del croissant, la Ruta de l'Ocata, enfilamos hacia la Ruta de les Vinyes. Tan enfrascados estamos en explayarnos sobre la coyuntura actual, que casi nos pasamos el desvío a la Font del Violí. El sendero de tierra, no muy resbaladizo, acaba en el cañaveral, y gracias a confiar en el waypoint que nos guía, la encontramos junto a la riera. Acostumbrados a encontrar secas las fuentes, nos asombra ver que en esta manan sin pausa dos caños. La subida hasta la pista no es exigente y enseguida retomamos las disquisiciones sobre desahucios, mafias y guerra. El hermoso conjunto de las cavas de Can Bonastre, con estanque y patos incluidos, marca el punto de retorno en esta segunda parte de la ruta. El tramo de carratera que lleva a estas cavas aviva el debate, puesto que aparentemente han desaparecido todas las tapas de lo que parecen la canalizaciónes de agua, convirtiendo ese tramo de acera en peligroso trampa para caminantes distraidos. Pronto llegamos al túnel ferroviario, antesala de la población, y haciendo fotos de Can Maçana, y mirando a ambos lados al cruzar, finiquitamos la ruta, no sin antes rendir un sentido homenaje a Montserrat. Recordamos su amparo y protección ante las inclemencias del tiempo, en múltiples ocasiones, rasgando en dos amenazadoras tormentas con sus enhiestas cumbres, creando para nosotros un corredor libre de torrenciales lluvias.