Veruela Monasterio-Poblado de la Oruña-Trasmoz-Vera del Moncayo

Memorable excursión turístico-cultural-gastronómica. Así, sin tapujos, confesamos que el objetivo de hoy ha sido disfrutar del lugar, sus monumentos, sus gentes, del aquí y ahora. Sin dificultades a comentar y con una planificación que ha incluido la pausa para comer en El Molino de Berola, por cierto un muy recomendable restaurante y la posterior visita guiada al Monasterio de Veruela. Lugar desde donde partimos y pasando junto a un campo de almendros, observamos como varean para recoger el fruto. Siguiendo la pista , recorremos el Poblado Celtibérico de La Oruña. De libre acceso y situado en una loma azotada por los vientos, sorprende su poco habitual localización, muy visible desde larga distancia. Suponen por ello que ese es el motivo del muro defensivo que lo rodeaba y protegía. De nuevo en la pista y con la vista puesta en el elevado castillo, soportamos el castigo del viento, nada comparado con el que sopla en lo alto del Moncayo, pero aún así nos abrigamos. Como avezados caminantes sabemos de la importancia de preservarnos de resfríos. En Trasmoz, la subida hasta el castillo pasa por sus estrechas calles y un bando anunciando que está cerrado refrena nuestra eufória. Curioseamos entre las casas, leyendo las placas que hay en sus fachadas honrando a la bruja elegida cada año entre sus mozas, no para quemarlas en la hoguera ni tirarlas al río a ver si flotan, sino para presidir jolgorios y festejos. Al llegar al Mirador de los Olmos, decidimos subir hasta el cerro cercano, más elevado y desde donde presumimos, podremos disfrutar de excelente panorámica. La calzada inicial se transforma en sendero que luego desaparece, subiendo entonces ladera arriba por donde dicta nuestro entendimiento. Las vistas justifican soportar las ráfagas de viento, y nuestro esfuerzo se ve premiado cuando observamos con sorpresa que las puertas del castillo están abiertas y las gentes entran curiosando entre sus murallas. Descendemos apresuradamente antes de que desaparezca la oportunidad y comprobamos que los cuidadores del Museo de las Brujas, que alberga la torre del homenaje, son los responsables de nuestra buena fortuna. Han venido a limpiar las instalaciones y no riñen al gentío que se ha colado en el recinto. Nos acercamos a la iglésia y consensuamos con otros visitantes la ubicación de la cooperativa quesera para obtener tan preciados trofeos. Inhabitual aventura en un pueblo pequeño, incapaces de localizar la tienda, preguntamos por doquier hasta llegar a ella. Nos alcanza el infortunio en forma de horario del quesero, que no vendrá a despachar hasta dentro de un rato. Nos consolamos, es un decir, observando como una furgoneta, habilitada como panadería, es la responsable de la larga cola formada por los lugareños para aprovisionarse de tan apetitoso bién. Mal de muchos......Cuan dura es la vida en este apartado rincón, pero seguramente libre del agitado ritmo vital de las grandes urbes. Decidimos emprender el regreso por entre campos de nogales y olivos, donde unas simpáticas recolectores nos sonríen, y a las que correspondemos con un sincero, "Que os cunda", para aliviar su tarea. Acabado el sendero, debemos recorrer un tramo de transitada carretera, ojo avizor y extremando precauciones, para visitar Vera del Moncayo. Sus calles y sus gentes contribuyen a amenizar el último tramo del recorrido, dando fe, la hogaza de pan, las obleas y los quesos que allí adquirímos. Aunque discurre junto a la carretera, caminamos a resguardo por un hermoso, florido y decorado paseo, hasta quedar deslumbrados por la majestuosidad del Monasterio de Veruela. Cierro el track para los caminantes que deseen seguirlo, pero nosotros nos dirigimos al restaurante, donde bajo secreto de sumario, no confesaré que pecados de gula cometimos. La posterior visita guiada al monasterio cisterciense, se completó con el recorrido libre por el Museo del Vino, del Aceite y la exposición itinerante.