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Monasterio y pantano de la Santa Espina. Montes Torozos.

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Trail stats

Distance
7.57 mi
Elevation gain
190 ft
Technical difficulty
Easy
Elevation loss
190 ft
Max elevation
2,763 ft
TrailRank 
92 5
Min elevation
2,582 ft
Trail type
Loop
Moving time
2 hours 33 minutes
Time
3 hours 6 minutes
Coordinates
1991
Uploaded
March 23, 2018
Recorded
March 2018
  • Rating

  •   5 4 Reviews

near La Santa Espina, Castilla y León (España)

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Itinerary description

Castilla profunda. Tierras que leí antes de ver, en la palabra descriptiva de Miguel Delibes, dentro y fuera a un tiempo de la meseta castellana. Frontera durante muchos años entre dos reinos, León y Castilla, no siempre bien avenidos, lo que dejó como resto multitud de fortificaciones. La comarca de los Montes Torozos es un páramo entre las cuencas de los ríos Pisuerga y Sequillo, cuya capitalidad se adjudica a Castromonte; aunque el relieve es escaso, colinas (o motas, u oteros, como se les llama localmente) entre la Tierra de Campos y la Campiña de Valladolid, pobladas de encinas y quejigos, con menos frecuentes pinos. Aún hoy, uno de los hechos históricos más destacados del lugar fue el encuentro entre Jeromín (D. Juan de Austria, hermano bastardo del Rey y criado en la zona) y Felipe II.
En ese ámbito geográfico se encuentra el Monasterio de la Santa Espina, cisterciense, comenzado en el siglo XII, y poblado inicialmente por monjes enviados desde Claraval por San Bernardo, a petición de Sancha Bermúdez, hermana del Emperador Alfonso VII; los monjes siguieron habitándolo hasta la desamortización, con excepción de dos breves periodos, durante la invasión napoleónica y en el trienio liberal. El Monasterio está ubicado en el valle del río Bajoz, y uno de sus afluentes atraviesa el conjunto, por debajo de la iglesia, que muestra abundantes humedades como prueba de ello. Su imagen exterior aparece dominada por un alto muro de piedra que rodea el conjunto de la finca donde está establecido, y por una impresionante fachada barroca, con dos torres, obra del siglo XVIII de Ventura Rodríguez.
Quiere la tradición que su nombre se deba a la reliquia que Dña. Sancha solicitó y obtuvo del Rey francés Luis VII: una espina de la corona de espinas de Cristo. La capilla y el relicario donde se conserva la espina es relativamente moderno, pero la Sala Capitular y la vecina Sacristía siguen conservando la arquitectura original de su fundación, en estilo románico tardío (s. XII y XIII). La iglesia conserva partes originales del siglo XIII, como las naves protogóticas, y un tránsito y presbítero renacentistas del siglo XVI. El primitivo retablo del altar mayor desapareció durante la invasión francesa, aunque partes del mismo han sido localizadas en museos catalanes, y el actual procede del Monasterio de Santa María de Retuerta. Dentro de la iglesia, aparte de las capillas románicas transformadas, destacan una estatua orante de Dña. Sancha, la capilla de los Vega (en gótico flamígero), la capilla de las reliquias y la capilla del Abad, o de San Rafael.
El Monasterio tiene dos claustros: a la entrada el claustro de la Hospedería, del siglo XVI, y que alberga la residencia de estudiantes que viven en el Monasterio, así como una exposición de mariposas, insectos y artrópodos de los cinco continentes, y a continuación el claustro Procesional, herreriano tardío, tras la transformación del primitivo claustro cisterciense en el siglo XVII.
Mucha piedra e historia. Y sin embargo, me llamó mucho la atención desde el primer momento una sucesión de historias de amor que fui conociendo durante la visita al Monasterio. En primer lugar, por ser la más actual y tal vez la más real, la relación del guía que me acompañó en la visita, y me explicó cuanto he mencionado; anciano, de voz tranquila y muy educada, seguramente religioso y posiblemente de los Hermanos de La Salle, a los que se confió la instalación a finales del siglo XIX, conocimiento enciclopédico de hechos locales y extraños conectados, hablando con cariño enorme del Monasterio, de su devenir y de sus problemas y penurias, y con humildad estimulante de sus realidades y labor educativa, y con esperanza seguramente eterna de que algún problema podrá ser corregido próximamente, y luego otro, y otro, y.... No pregunté su nombre, ni quien era, ni por qué estaba allí. Si pasan por allí lo comprenderán fácilmente, su presencia y su palabra bastaban. Tardaré mucho en olvidar La Santa Espina.
Pero no es esta la única historia a la que me he referido. Tras la desamortización de Mendizabal (cuanto daño hizo esa medida a la cultura española, y qué pocos recordaban algunos pasos de nuestra historia cuando los talibanes destruían estatuas de gran valor artístico), el Monasterio de la Santa Espina sufrió diversos expolios, pero tuvo la buena fortuna (al contrario de sitios como San Baudelio de Berlanga, el Monasterio de Piedra,...) de ser adquirido en 1865 por el Marqués de Valderas, cuya viuda, en 1886, creó una escuela de estudios primarios y agrícolas, que confió a los Hermanos de la Salle, que siguen desde entonces encargados del proyecto, sostenido por una Fundación privada, de recursos siempre limitados aunque sospecho que mucho mejor administrados de lo que serían en una de tantas Fundaciones públicas. Dónde está la historia de amor, se preguntarán: la marquesa de Valderas no parece haber tenido una relación especial con la zona; no nació ni vivió allí, está enterrada en San Isidoro de León, pero su donación sigue ayudando a un buen número de personas cada año (desde hace 129), en un lugar lejano y casi seguro poco conocido para ella. Hermoso ejemplo, sin duda.
Tengo mis dudas, pero también incluiría la historia de Rafael Cavestany, ministro de Agricultura en la época de Franco. Admirador de los Torozos, decidió comprar tierras en la zona y fue el creador del poblado agrario de la Santa Espina, amén de ayudar a reparar el Monasterio y promover el concierto con el Ministerio de Agricultura por el que se creó la Escuela de Capacitación Agraria que aún sigue funcionando. A su muerte quiso ser enterrado en la Iglesia del Monasterio, en la capilla del Abad, a donde le siguió años más tarde su viuda. Desconozco su interés, pero ciertamente para la zona su existencia fue muy favorable.
Tras deambular durante un buen rato por las diferentes dependencias del Monasterio, pasé a recorrer los alrededores. Para ello lo mejor es salir a la parte de atrás y alcanzar el Camino de Santiago, que pasa al lado de los muros. Siguiendo el curso del Bajoz en dirección a Castromonte se adentra el caminante en los Montes Torozos, zona verde en el páramo, abundante en encinas y quejigos, sin grandes accidentes o paisajes grandiosos: un terreno amable para el tránsito en un día frío y con viento, por el que se va tropezando con restos medievales: puentes, molinos, aljibes y, de repente, un pantano creado para asegurar el riego de una zona de algo más de 70 hectáreas, en su mayoría dependientes del Monasterio (aunque le llamo pantano de la Santa Espina, la denominación que he visto como más frecuente es la de Pantano de Castromonte). El pequeño pantano, coto de pesca, sus orillas cubiertas de cañizo, y en el fondo de un valle bajo con laderas pobladas de árboles, es un lugar precioso, donde la soledad del caminante da pie a la precipitada huida de los patos y alguna grulla gigante que se encuentran en las riberas. Sospecho que algún lobo debe pasar por aquí, pero el lugar es un remanso de paz y notable belleza. Llegado al final del pantano se vuelve por el otro lado, hasta alcanzar la presa y un sendero a la izquierda que asciende rápidamente para llegar a las cercanías de la carretera VP-5004, de Castromonte a la Santa Espina, que más adelante cruza para seguir a lo largo de tierras de cultivo de cereales y viñedo hasta alcanzar de nuevo el Monasterio de la Santa Espina.
En conjunto, un día inspirador en lo cultural y en lo paisajístico. Si busca grandes aventuras, no las hay. Si gusta de la belleza tranquila, de la historia y de la reflexión, déjeme decirle que este era uno de los itinerarios de Miguel Delibes. También a Ud. le gustará visitarlo, seguro.
Por cierto, si al acabar aún le quedan ganas, visite San Cebrián de Mazote, su iglesia mozárabe merece la pena. Urueña está muy cerca, pero mi valoración es discrepante; las murallas están bien, pero tal vez sin tanta publicidad me parecería menos artificial.

Waypoints

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Comments  (4)

  • javeadeverano Oct 18, 2018

    I have followed this trail  View more

    Muy agradable ruta intimista, para hacer con tus propios pensamientos.

  • luis.perecruz Dec 1, 2018

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    Ruta muy bonita y monasterio que merece la pena visitar

  • Photo of Igoredu
    Igoredu Dec 10, 2018

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    Una ruta muy bien descrita. Fácil de seguir y perfecta para disfrutar con tranquilidad.

  • kevin2011 Jun 12, 2020

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    Un ruta muy bonita. Merece mucho la pena.

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