Bahía del Mont Saint Michel. Extramuros, en pleamar, desde el centro comercial.

La visita de la mañana por el intramuros del Mont-Saint-Michel coincidió con la bajamar, y dejaba ver en la vecina zona marina los bancos de arena, con ocasionales pequeños ríos que lo surcan. Volvimos por la tarde, para ver cómo cambiaba el entorno durante la pleamar y ver la puesta del sol en ese entorno tan especial, y decidimos intentar dar la vuelta alrededor de la base, sin poder completarla totalmente (no pasamos por una zona muy reducida), porque ahí el agua llegaba hasta la roca, de pared casi vertical, del Mont. Pero la caminata resultó muy interesante y, sobre todo, nos ofreció una imagen muy distinta del entorno.
Una característica muy importante de la bahía es su biodiversidad, donde las mareas más grandes de Europa (que en casos de supermareas, que parecen repetirse cada 18 años, llegan a cubrir el nuevo puente, inaugurado en 2014), que permiten pasar de grandes arenales a bajíos marinos, que representan la mayor superficie de marismas o prados salados de Francia, en los que pastan corderos que, por su dieta, tienen un sabor especial (el del agneau de pré-salé, muy recomendado localmente) y anidan multitud de aves salvajes, mientras en las partes inundadas permanentemente la miticultura se ha convertido en una poderosa actividad industrial, cuya historia se remonta hasta el siglo XIII, cuando un irlandés llamado Patrick Walton, que había naufragado en las costas de Charente, descubrió el método de cultivo de los mejillones sobre estacas plantadas en el mar. Es importante señalar que hay zonas de arenas movedizas, no señalizadas, donde puede ser muy peligroso quedar atrapado, por lo que se recomienda no aventurarse nunca por los arenales sin un guía con conocimiento adecuado del terreno. Y no olvidemos que en la bahía, justo al lado del puente que llega a la abadía, desemboca el río Cuesnon, que viene desde Mayenne, en los alrededores de Fougères, y es navegable en canoa o piragua hasta la misma bahía, además de ser un río salmonero; el río fue canalizado en el siglo XIX, y en 1969 se edificó una presa (Le Barrage) que está siendo modificada ante las evidencias de que es una causa importante de las alteraciones que estaba sufriendo el Mont-Saint-Michel. La presa es visitable y hemos visto a varias personas intentando pescar desde ella o su vecindad.
Una de las cosas que más llama la atención en este entorno es la carretera, de circulación controlada, en la que sólo se permite la entrada de autobuses autorizados.
Los visitantes pueden acceder líbremente a ellos (no hay que pagar billete en los buses oficiales), aunque hay frecuentes esperas, que pueden ser algo largas en los momentos de máxima afluencia. Esta situación es el resultado de que una de las medidas propuestas para recuperar la bahía incluyó la supresión del antiguo aparcamiento, que ha sido llevado a su ubicación actual, a unos 2,5 km de la abadía.
El Monte Saint-Michel está formado por una roca denominada leucogranito, originada en una extrusión de magma fundido occurrida en el período cámbric, y en la bahía hay otros promontorios rocosos de similar origen, aunque ninguno de gran importancia. Se dice que en la antiguedad, en tiempos de los galos, la bahía, al igual que Tombelaine, se elevaba sobre un amplio bosque, el bosque de Scissy, y que la orilla del mar estaba a considerable distancia de la actual línea de costa. Se especula con un posible hundimiento del suelo de la bahia a partir del siglo III, aunque no parece que haya muchas pruebas de que eso haya ocurrido realmente.
También se dice que no sólo las supermareas sino también las crecidas de los ríos, pueden haber tenido un papel relevante en la geografía local. En concreto, las crecidas del Cuesnon, pueden haber cambiado el curso del río a una lado u otro del Monte (en el siglo XV, según esas informaciones, la crecida del río hizo que su cauce pasase al oeste del Monte, lo que de hecho le "sacó" de Bretaña, para "meterlo" en Normandía).
No menos importantes han sido los intentos de ganar superficies cultivables arrebatándoselas al mar, un proceso que se conoce con el nombre de polderización. La Bahía fue el lugar donde se intentó hacerlo construyendo un dique insumergible en 1880; eso llevó a una excesiva sedimentación y profundas alteraciones en el ecosistema local, por lo que fue necesario desarrollar un gran proceso de recuperación medioambiental, aun en desarrollo, a un coste formidable, para eliminar los sedimentos, construir una nueva presa en el Cuesnon (Le Barrage), crear nuevos aparcamientos, sustituir la carretera por un puente y crear nuevos sistemas de transporte. Todo lo realizado hasta ahora es lo que cambia tan notablemente el acceso al Monte, y es importante conocerlo para limitar molestias y retricciones a la hora de visitarlo. Tal vez eso tenga relación con un sorprendente dato: el lugar es visitado por unos 3 millones de personas anualmente, pero sólo un tercio visitan la Abadía. No es que esta cuestión se plantee por primera vez.
Al escribir recordaba una ya antigua pregunta: ¿Para qué viajaban aquellas gentes, si pasaan rápidamente junto a unas ruinas sin siquiera poner los pies en ellas, junto a hermosos parajes sombríos, sin levantar la cabeza hacia ellos, y junto a esta agua que corre cristalina, sin sentarse un minuto para escuchar su canción?. Su autor fue uno de los mejores novelistas occidentales, Gustave Flaubert, y el libo de viajes en que presenta esa reflexión se llama "Viaje a Bretaña, 1847. Por campos y arenales". Ciertamente la Bahía es un conjunto de gran interés, pero venir hasta aquí y no visitar la Abadía parece un desatino, cuya causa puede ser posible corregir. ¿O tal vez no interesa hacerlo?. Cosas más raras o increíbles vemos cada día en este mundo.
Y, por supuesto, para ver la Bahía solo hay que seguir la carretera, cruzar el puente, conocer la hora de pleamar y mantener control visual de la marea, para evitar que una rápida crecida pueda cortar el posible camino de regreso, mientras camina a un lado y otro del Monte, hasta llegar al único punto (una zona bastante pequeña), donde no es fácil pasar por zona seca. Y recuerde, no se aventure por la marisma sin un guía, menos aún cuando está cubierta por el mar o cuando se prevee una supermarea. La ruta que hemos seguido, perfectamente identificable en el trazado GPS, es fácil, cómoda y, sobre todo, segura, al menos en las circunstancias en que la hemos hecho.