55. Monte Pelado desde Santa Olalla de Bureba
near Santa Olalla de Bureba, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 51 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 452 metros (superior al que estima Wikiloc).
El itinerario de ‘Angelbur’ en Wikiloc ( https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monte-de-santa-olalla-de-bureba-14826717 ), así como los detalles de la ruta en sus ‘Sendas de Burgos’, nos sirvieron de guía para esta amable excursión por los montes burebanos, con pequeños reajustes.
La travesía parte de Santa Olalla de Bureba, asciende mansamente hasta un bosque por el que recorreremos varios km, con caminos ligeramente embarrados. Hay numerosos desvíos y cruces, por lo que es muy conveniente apoyarse en un ‘track’. Tras el desvío hacia el Monte Pelado, pasamos por unos agradables claros en el bosque cubiertos de fina hierba. Esta parte, junto con la cima de ese monte, constituyen lo más atractivo de la ruta (a nuestro parecer, huelga decirlo). En el regreso desde el Pelado, podemos desviarnos a una elevación rocosa a la derecha, con una bandera de España y un discreto homenaje ciclista, y con buenas vistas. Desde ahí nos introducimos de nuevo en el bosque, quizá algo menos espeso que en la primera parte, de vuelta hacia Santa Olalla.
La ruta es fácil en términos físicos; no es larga (menos de 12 km) y su pendiente es leve (menos de 400 metros de desnivel y sin rampas duras). Puede haber bastante barro en algunos tramos si ha llovido; pero, aparte de eso, el suelo de caminos y senderos es generalmente cómodo en todo el recorrido. En términos de orientación, conviene llevar el ‘track’ de un usuario previo para no perderse en las numerosas bifurcaciones. Dado que caminamos bastantes trechos inmersos en el bosque, es fácil perder el rumbo (a menos que llevásemos un alto ‘periscopio’…).
Como valoración general, diremos que la ruta es bonita y tiene interés. Además, el hecho de que se ubique cerca de la ciudad (de Burgos) supone una comodidad adicional, ya que se llega en media hora. Pero quizá no destaca por grandes excelencias (me apena decirlo, porque siento afecto por todas 'mis' rutas). En consecuencia, tal vez no suscite grandes pasiones, sino emociones más sosegadas. Veamos algunos aspectos destacables, a mi juicio:
Justo al culminar la subida inicial, en el camino que desde Santa Olalla nos eleva hasta el monte, nos topamos con una enorme encina (creo, a pesar de su inusual tamaño). Presenta un gran hueco interior (aprox. 80 x 20 cm de ventana), formado de modo aparentemente natural en un nudo de la madera. Resulta curioso el contenido, ahora artificial, de ese hueco: un rústico, pero igualmente sentimental belén. Éste, además de las figuras habituales (Virgen y Niño, San José, mula y vaca), incluye dos figuras religiosas más (algo redundantes); tal vez sea para dar compañía al resto en un lugar tan desamparado, y aportar calor en los fríos días invernales, con esos vientos….
Desde allí, el paseo a lo largo del tupido y solitario bosque es apacible, si bien la vegetación resulta bastante homogénea. Está poblada principalmente de encinas, arropadas por manchas ornamentales de finos enebros, y también algunos quejigos. Las encinas, de distintos tipos y tamaños, parecen haberse adueñado del ecosistema, con buen aspecto del conjunto. Entre el general apagado cromático invernal, sobresalen esporádicamente algunas vistosas plantas floridas. Se disfruta de ese entorno recorriendo los caminos flanqueados por el arbolado hasta la misma orilla del sendero. En muchos tramos, los árboles no permiten expandir la vista más allá.
Previa al ascenso de la última cuesta hasta el Monte Pelado, hay una zona de semi-praderas tras dejar el denso bosque. Allí, las roderas o surcos de los caminos están claramente marcadas en la superficie, pero sin apenas erosión, teñidas de verde hierba. Es como si hubieran pasado vehículos deslizándose o volando ligeramente por encima; sin desgaste del suelo. La marca longitudinal de las propias roderas está, curiosamente, más verde incluso que el terreno colindante a ellas.
Desde las zonas elevadas sí hay buenas vistas. Destaca la cima del propio Monte Pelado, y también una prominencia cercana (ver debajo). Ambos proporcionan panorámicas de La Bureba y de la Sierra de La Demanda. Éstas últimas, no obstante, eran borrosas ese día debido a la nubosidad. No fue posible conseguir buenas fotografías de la sierra porque, además, el sol nos daba de cara. Resulta admirable la construcción rústica de una especie de refugio (para dos personas de pie) hecho con piedras en el Monte Pelado. Dentro, da impresión de fragilidad, pero ahí sigue en pie, azotado por los ventarrones parameros (no creo que lo reconstruyan cada día…); buen diseño arquitectónico.
Hay un promontorio rocoso próximo al Monte Pelado, a unos 600 metros hacia el suroeste. En él ondeaba airosa y aireada una bandera de España en un mástil. Adosado a él hay una placa metálica en la que están perforadas las palabras “Rdo. Miguel” (entendemos que es en memoria de alguien con ese nombre). No conseguimos saber a quién aluden; si es un personaje histórico, algún lugareño añorado, … o tal vez al gran ciclista. Aunque de modo algo aventurado, digo esto último porque, en la misma estructura metálica y encima del nombre, está recortada la silueta de una bicicleta. En fin, todo ello nos pareció digno de visitar y ver, incluidas las panorámicas desde el vértice.
Finalmente, el propio pueblo de Santa Olalla de Bureba también merece una mención destacada. Ahí está su iglesia, quizá sin un estilo definido, pero armoniosa en su rico conjunto de variantes. Ahí están la fuente clásica y su pilón; y también la otra fuente, más original, la de las “copas” o plataformas redondeadas superpuestas, y el lavadero en el que desagua. Ahora, no obstante, esas copas (des)lucían amarillentas y sólo dejaban caer unos dubitativos hilillos de agua. Y, ahí están los bien cuidados jardines de juegos para niños y no tan niños, con variedad de actividades. Y ahí está la allí aún llamada cantina, así, con personalidad propia.
Llama la atención el hecho de que todos estos elementos en el pueblo de Santa Olalla de Bureba se hallan reunidos en una plaza. Como obedeciendo a un, ya antiguo, diseño urbano para facilitar una socialización integral.
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 51 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 452 metros (superior al que estima Wikiloc).
El itinerario de ‘Angelbur’ en Wikiloc ( https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monte-de-santa-olalla-de-bureba-14826717 ), así como los detalles de la ruta en sus ‘Sendas de Burgos’, nos sirvieron de guía para esta amable excursión por los montes burebanos, con pequeños reajustes.
La travesía parte de Santa Olalla de Bureba, asciende mansamente hasta un bosque por el que recorreremos varios km, con caminos ligeramente embarrados. Hay numerosos desvíos y cruces, por lo que es muy conveniente apoyarse en un ‘track’. Tras el desvío hacia el Monte Pelado, pasamos por unos agradables claros en el bosque cubiertos de fina hierba. Esta parte, junto con la cima de ese monte, constituyen lo más atractivo de la ruta (a nuestro parecer, huelga decirlo). En el regreso desde el Pelado, podemos desviarnos a una elevación rocosa a la derecha, con una bandera de España y un discreto homenaje ciclista, y con buenas vistas. Desde ahí nos introducimos de nuevo en el bosque, quizá algo menos espeso que en la primera parte, de vuelta hacia Santa Olalla.
La ruta es fácil en términos físicos; no es larga (menos de 12 km) y su pendiente es leve (menos de 400 metros de desnivel y sin rampas duras). Puede haber bastante barro en algunos tramos si ha llovido; pero, aparte de eso, el suelo de caminos y senderos es generalmente cómodo en todo el recorrido. En términos de orientación, conviene llevar el ‘track’ de un usuario previo para no perderse en las numerosas bifurcaciones. Dado que caminamos bastantes trechos inmersos en el bosque, es fácil perder el rumbo (a menos que llevásemos un alto ‘periscopio’…).
Como valoración general, diremos que la ruta es bonita y tiene interés. Además, el hecho de que se ubique cerca de la ciudad (de Burgos) supone una comodidad adicional, ya que se llega en media hora. Pero quizá no destaca por grandes excelencias (me apena decirlo, porque siento afecto por todas 'mis' rutas). En consecuencia, tal vez no suscite grandes pasiones, sino emociones más sosegadas. Veamos algunos aspectos destacables, a mi juicio:
Justo al culminar la subida inicial, en el camino que desde Santa Olalla nos eleva hasta el monte, nos topamos con una enorme encina (creo, a pesar de su inusual tamaño). Presenta un gran hueco interior (aprox. 80 x 20 cm de ventana), formado de modo aparentemente natural en un nudo de la madera. Resulta curioso el contenido, ahora artificial, de ese hueco: un rústico, pero igualmente sentimental belén. Éste, además de las figuras habituales (Virgen y Niño, San José, mula y vaca), incluye dos figuras religiosas más (algo redundantes); tal vez sea para dar compañía al resto en un lugar tan desamparado, y aportar calor en los fríos días invernales, con esos vientos….
Desde allí, el paseo a lo largo del tupido y solitario bosque es apacible, si bien la vegetación resulta bastante homogénea. Está poblada principalmente de encinas, arropadas por manchas ornamentales de finos enebros, y también algunos quejigos. Las encinas, de distintos tipos y tamaños, parecen haberse adueñado del ecosistema, con buen aspecto del conjunto. Entre el general apagado cromático invernal, sobresalen esporádicamente algunas vistosas plantas floridas. Se disfruta de ese entorno recorriendo los caminos flanqueados por el arbolado hasta la misma orilla del sendero. En muchos tramos, los árboles no permiten expandir la vista más allá.
Previa al ascenso de la última cuesta hasta el Monte Pelado, hay una zona de semi-praderas tras dejar el denso bosque. Allí, las roderas o surcos de los caminos están claramente marcadas en la superficie, pero sin apenas erosión, teñidas de verde hierba. Es como si hubieran pasado vehículos deslizándose o volando ligeramente por encima; sin desgaste del suelo. La marca longitudinal de las propias roderas está, curiosamente, más verde incluso que el terreno colindante a ellas.
Desde las zonas elevadas sí hay buenas vistas. Destaca la cima del propio Monte Pelado, y también una prominencia cercana (ver debajo). Ambos proporcionan panorámicas de La Bureba y de la Sierra de La Demanda. Éstas últimas, no obstante, eran borrosas ese día debido a la nubosidad. No fue posible conseguir buenas fotografías de la sierra porque, además, el sol nos daba de cara. Resulta admirable la construcción rústica de una especie de refugio (para dos personas de pie) hecho con piedras en el Monte Pelado. Dentro, da impresión de fragilidad, pero ahí sigue en pie, azotado por los ventarrones parameros (no creo que lo reconstruyan cada día…); buen diseño arquitectónico.
Hay un promontorio rocoso próximo al Monte Pelado, a unos 600 metros hacia el suroeste. En él ondeaba airosa y aireada una bandera de España en un mástil. Adosado a él hay una placa metálica en la que están perforadas las palabras “Rdo. Miguel” (entendemos que es en memoria de alguien con ese nombre). No conseguimos saber a quién aluden; si es un personaje histórico, algún lugareño añorado, … o tal vez al gran ciclista. Aunque de modo algo aventurado, digo esto último porque, en la misma estructura metálica y encima del nombre, está recortada la silueta de una bicicleta. En fin, todo ello nos pareció digno de visitar y ver, incluidas las panorámicas desde el vértice.
Finalmente, el propio pueblo de Santa Olalla de Bureba también merece una mención destacada. Ahí está su iglesia, quizá sin un estilo definido, pero armoniosa en su rico conjunto de variantes. Ahí están la fuente clásica y su pilón; y también la otra fuente, más original, la de las “copas” o plataformas redondeadas superpuestas, y el lavadero en el que desagua. Ahora, no obstante, esas copas (des)lucían amarillentas y sólo dejaban caer unos dubitativos hilillos de agua. Y, ahí están los bien cuidados jardines de juegos para niños y no tan niños, con variedad de actividades. Y ahí está la allí aún llamada cantina, así, con personalidad propia.
Llama la atención el hecho de que todos estos elementos en el pueblo de Santa Olalla de Bureba se hallan reunidos en una plaza. Como obedeciendo a un, ya antiguo, diseño urbano para facilitar una socialización integral.
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