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Monterrubio - Vuelta por el valle de Zalamea

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Trail stats

Distance
6.13 mi
Elevation gain
1,362 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
1,362 ft
Max elevation
2,563 ft
TrailRank 
45
Min elevation
1,748 ft
Trail type
Loop
Coordinates
1130
Uploaded
September 7, 2013
Recorded
August 2013
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near Monterrubio de la Serena, Extremadura (España)

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Itinerary description

Era una tarde fresca de verano, estaba nublado y el aire traía aroma a tierra mojada, pero no llegó a llover.

Iniciamos el recorrido por el paseo que se inicia junto a la piscina del pueblo y corre paralelo al arroyo de las Pasaderas hasta llegar a la fuente de La Fontanica. Cuando no había agua corriente en el pueblo era el lugar más habitual para obtenerla; la gente formaba largas colas y los cántaros se acumulaban junto al manantial. Hoy es un lugar poco frecuentado en el que a veces los jóvenes hacen botellón aprovechando que cerca de la fuente hay algunas mesas de madera.

Superada la fuente continuamos algunos metros por la nueva carretera de Peraleda hasta desviarnos por el camino que lleva al puerto situado junto al monte Los Calvitos, cerca de los Abantos. Si te gusta el bosque mediterráneo, aquí podrás disfrutar de varios kilómetros espectaculares: alcornoques, acebuches, encinas, madroños, jaras te acompañarán a ambos lados de camino mientras Monterrubio se ve cada vez más pequeño al fondo del valle. La sierra que podemos ver a la izquierda mientras subimos por un camino bien arreglado y sin fuertes pendientes forma en su parte más alta llamativos castilletes de granito, creando la apariencia de que estamos junto a las murallas de un largo fuerte defensivo; por estas tierras les llaman cuchillares a estas formaciones.

Al coronar el puerto vemos a la derecha las rocas del pico Los Calvitos al que rodearemos en el sentido de las agujas del reloj. Justo en este momento entramos por el portalón, sin puerta, de la finca El aguijón, que tantos problemas está dando al pueblo por cercar toda la sierra, cortar caminos y hacer inaccesibles muchas fincas particulares. Muestra de este malestar es que alguien ha arrancado las puertas y ha disparado contra los avisos que indican que estás en una finca privada.

Nos aventuramos unos metros más por este sendero conflictivo y quizás privado y bajamos por olivares del Valle de Zalamea, que a pesar de su nombre pertenece al término de Monterrubio. Pendiente pronunciada y sin camino entre las pedrizas que se forman en las fincas. Es posible que debajo de esta pedriza donde crecen los olivos haya algo de tierra donde fijar las raíces, pero resulta difícil creerlo. Con cuidado llegamos al fondo del valle y subimos algunos metros intentando seguir un sendero, pero con escaso éxito hasta llegar a la otra vertiente de la sierra.

El resto es prácticamente todo bajada entre una maraña de monte mediterráneo y olivares viendo al fondo las luces de los lejanos pueblos de La Nava, Helechal y Benquerencia que empiezan a iluminarse.

Llegamos cansados y de noche al bar de la plaza para cenar y reponer líquidos.

Waypoints

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El Pilar

Unos de los sitios más típicos y concurridos de nuestro viejo Monterrubio era, sin lugar a dudas, EL PILAR. Allí se iba, además de a lavar como luego diré, a por agua para la casa; se cogía directamente de la caja y así no había que guardar colas ya que metiendo el cántaro dentro de la misma se terminaba enseguida. No tenemos que olvidar que en las casas no existía agua corriente y de allí, junto con la de los pozos, se suministraba el agua que se necesitaba para fregar la casa, regar las flores, para los animales, etc., en fin, todo lo que no fuese para beber, porque para beber y el aseo personal sí se cogía de los caños. Sobre todo por la mañana temprano, pero también al anochecer, era un sitio muy transitado porque se llevaban las caballerías a beber. Bueno, unos iban a darles agua a los animales y «otras», a por agua «con su burro al pilar», como dice la jota y ese era el sitio y el momento en el que algunas parejas quedaban para verse, habiéndolo concertado previamente. El pilar también cumplía una función muy importante como lavadero de! pueblo: Las mujeres que no tenían pozos en casa tenían que lavar fuera y este era el sitio, ya que en los años de nuestras abuelas estaba muy bien preparado, el arroyo cuidado y limpio. El lavadero estaba todo techado, tendría unos veinte metros de largo por dos de ancho; con sus piedras de «cantería» a las que se les llamaban «batieros» y que puestas en el suelo y a los lados del arroyo de forma inclinada formaban una «caja» para que las mujeres, puestas de rodillas, «batieran» y lavaran la ropa. El lavadero estaba dividido en dos: uno pequeño que le llamaban «el charquete», que estaba en la cabecera por donde entraba el agua del arroyo y se utilizaba para aclarar la ropa (que en el pueblo se le llama torcer); y el otro charco, más largo que era donde lavaban la ropa. El agua iba siempre corriendo y para poder tener un poco de embalse, de charco, había que tapar el lavadero con unos buenos tapones (generalmente hechos de trapos). Por riguroso orden las mujeres o mocitas iban cogiendo los batieros de arriba, en el charco más grande, que como he dicho antes era don-de se lavaba (se enjabonaba, se restregaba, se batía), y las que iban llegando más tarde tenían que ocupar los sitios de más abajo y aguantar el agua sucia y la espuma de las demás. Cuando terminaban y tenían que «torcer» la ropa había que pedir turno para hacerlo en el «charquete», que era el sitio, como ya he dicho, solo destinado para aclarar. Las mujeres madrugaban mucho para coger los mejores sitios ya que cuando iban a lavar se quedaban allí casi todo el día, hasta se llevaban la comida. Lavar la ropa en aquellos tiempos era todo un rito, ya que se carecía de muchos productos como los que tenemos ahora, por eso, llevaban unos grandes calderos y hacían lumbre, mezclaban ceniza con agua, la dejaban co-cer y, después que reposase, la colaban y esta mezcla era una especie de lejía que se echaba a la ropa blanca. A esto le decían «colar la ropa» y se hacia principalmente en invierno ya que cuando hacía buen tiempo tendían la ropa al sol y, para que quedase blanca, la regaban muchas veces; ni que decir tiene que la ropa quedaba muy «espercudía» como se decía en aquellos tiempos. Después de «solearla», aún sin aclarar, la volvían a enjabonar y a esta nueva labor la llamaban «la miaja» y después ya se «torcía», es decir se aclaraba. Respecto a esta especie de lejía que se hacía en el pueblo, me parece interesante lo que he encontrado en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz (1845-1850) que dice, al hablar de Monterrubio de la Serena: «... a cuarenta pasos al E. hay un horno donde se elabora una especie de ceniza que llaman cendra, de la que usan los tintoreros para sus lejías, único establecimiento de esta clase que hay en toda la provincia y aún en las inme-diatas, del cual se surten los tintoreros de ellas». Como he dicho anteriormente, la gente madrugaba mucho para estos trabajos y a veces se formaban unas buenas trifulcas: siempre había alguna espabilada que llegaba la última y quería ponerse la primera, así que se armaba la «marimorena» con algunas buenas riñas: las que habían llegado antes no dejaban lavar a la espabilada, ni a las demás, ya que alguna se metía en el arroyo y con un palo revolvía el agua y allí se acabó el lavar. A esto le llamaban dar «jurrio a la regaera». Pagaban justos por pecadores porque tenían que vaciar todo el agua de los charcos y esperar a que las aguas se calmaran: las del arroyo y también las de los ánimos. Pero bueno, como no hay mal que por bien no venga, estos ratitos se aprovechaban para ponerse al día de los aconte-cimientos de la población. Y muchas personas mayores recuerdan algunas canciones que en carna-val se cantaban en las estudiantinas haciendo mención a las cosas que pasaban en el pilar durante el año.

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Piscina

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Iglesia

PictographFountain Altitude 0 ft
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Fuente de la Fontanica

PictographSummit Altitude 0 ft
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Monte Los Calvitos

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Portón de El Aguijón

PictographIntersection Altitude 0 ft
Photo ofDesvío

Desvío

Se pierde el camino

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Se vuelve a encontrar

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