121. Montes de Oca desde Villafranca (Monte del Morco; sureste)
near Villafranca-Montes de Oca, Castilla y León (España)
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Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 47 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 339 metros (superior al que estima Wikiloc).
Ruta realizada el 20 de julio (subida a Wikiloc el día 23 de julio). [Duración de la ruta: 3 h 32 min (total); 3 h 14 min (en movimiento)].
Diez interminables días de julio, a cubierto, encerrados, bajo un agobiante calor. Como una apisonadora; tan cerca de los 39 grados de temperatura como de los 40 (‘a la sombra’). ¡¿Quién en sus cabales se atreve a hacer una ruta de 4 o 6 horas en esas condiciones?! Eso, más que afrontar una solanada…, sería auto-inmolarse en una hoguera. Hay leyes físicas por encima de la fanfarronería. Lo cierto es que ardíamos (valga la metáfora en estas circunstancias) en deseos de retomar nuestras buenas relaciones con la naturaleza.
Así que, al primer resquicio de languidez en el sol, nos tiramos al monte. Antes, claro, nos aseguramos de que la ruta no fuese extenuante (ni larga ni con mucho desnivel). Y, sobre todo, que hubiera mucha vegetación para darnos cobijo, por si acaso el llameante astro volviera a enfurecerse. Al final, un acierto pleno: el sol no se desperezó entre las nubes hasta cerca del final de nuestra ruta y, además, la frondosidad vegetal hizo de escudo protector. Terminamos tres horas y media después con nuestras botellas de agua intactas.
Para esta excursión por los Montes de Oca, con salida y llegada en Villafranca, seguimos como guía el trazado de ‘Santibaranda’ (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/20131026-villafranca-montes-de-oca-el-morco-arroyos-ibp-45-5508439 ). Hicimos ligeras variaciones (voluntarias), que incrementaron nuestro recorrido en 1 km, pero no el desnivel.
La travesía se realiza mayormente por caminos y algún sendero, siempre dentro de un tupido bosque. Ahora bien, primero, caminos y senderos hay muchos allí, y es preciso elegir los correctos. Segundo, en algunos tramos (no numerosos ni largos), cualquier trazo de vía desaparece y hay que moverse con tiento. Para ambos casos, nos fue muy útil la guía de ‘Santibaranda’.
Aun así, algo de zozobra sufrimos en torno al km 3, donde el sendero se esfuma y terminamos caminando por el cauce seco de un arroyo. La flecha de Wikiloc tampoco lo tenía claro: indicaba ‘norte’ donde nosotros jurábamos que debía ser ‘sur’. Oscilaba relocha en la pantalla; quizá a causa de la espesa cubierta vegetal, que dificultaba la recepción de la señal GPS. Nos pusimos en ‘modo explorador’: intuición, ‘saca pecho y p’alante’. Acertamos (nosotros más que Wikiloc; …con perdón). Todo se solucionó en unos minutos. Salimos del embrollo como gallitos (“seguimos en plena forma…”). Un masaje para el ego.
Nos toparemos con varias vallas y alambradas en distintos puntos. Por un lado, dos vallas con manejable puerta metálica giratoria. Por otro, tres o cuatro alambradas. De éstas, todas (menos una) son fáciles de superar: sólo tienes que desenganchar y volver a enganchar una rústica cancela extensible, con cuidado de no pincharte con las púas de acero. Pero hay una alambrada hacia el km 11,5 que te lleva a pensar que has caído en un cepo. Por donde nosotros pasamos (un pequeño hueco) hubo que hacer algo de contorsionismo, pero salimos indemnes y sin perder tiempo (‘y la alambrada quedose tal como estaba’).
Estas pequeñas dificultades, en realidad, contribuyeron a hacer la ruta más emocionante. Hay que reconocer, no obstante, que quien busque mucha emoción en ella, habrá de poner algo de su parte. Es un paseo tranquilo, placentero, sin sobresaltos (bueno…). Inmersos en un bosque sin grietas. En muchos tramos sólo ves el camino y una estela de nubes por encima, tan estrecha como el propio camino. Si buscas aislarte del mundo y encontrarte a ti mismo, ésta es tu ruta. Ni siquiera recuerdo haber oído el canto de los pájaros….
Transitarás, pues, por un extenso bosque. Si te quedas sólo con lo superficial, verás un entorno monótono e interminable; un árbol tras otro. Pero, si te quitas el velo gris de los ojos, empezarás a reparar en la enorme riqueza y variedad que atesora. Contemplarás zonas de pinos, y otras de robles, y otras de encinas, y otras de hayas, y…, y…; todo ello aderezado con una infinitud arbustiva y helechos por doquier. El bosque se te habrá convertido así en un vergel de un sinnúmero de verdes y de formas múltiples.
Decía que no recuerdo haber oído el canto de los pájaros, aunque sí confirmo haber visto algunos. Seguro que hay muchos más, con tanto lugar donde guarecerse. Alimento, seguro que no les falta ahora. De hecho, durante muchos segmentos del recorrido fuimos acompañados por nubes de mosquitos. Muy presumidos ellos: todos querían salir en las fotos. En tropel, parecían darse codazos para conseguir la mejor posición delante del objetivo de la cámara (tendré tarea de borrado…). Alguno de nosotros sucumbió en la desigual pelea con ellos (‘uno contra un millón’) y tuvo que ponerse a ratos una redecilla mosquitera.
Tanta calma había que ni siquiera vimos u oímos corzos, cosa rara. En cambio, sí tuvimos un casi-encuentro con jabalíes. En torno al km 2, de lo hondo del lecho del arroyo al lado del camino, salió en estampida una manada de jabalíes; dos adultos y no menos de tres crías, ya crecidas, pero aún con su característico pelaje rayado. La espesura y la umbría eran tales (‘y la cámara no estaba preparada’), que nada de ellos se ve en dos fotos que lancé ‘al bulto’. En esta ocasión, todos se fueron en dirección opuesta a nuestra posición. Y mejor que fuera así y no como el del Monte de La Serrezuela (*), donde nos pusieron ‘los pelos de punta’.
Dentro del follaje, a veces selvático, un trozo nos dejó asombrados; y no hubo otra opción sino la de atravesarlo. Creo que fue entre el km 10,5 y el 11,5. Alguna vez debió de haber un camino carretero por allí. Ahora era un remedo de senda cubierta de vegetación. No diré maleza, porque lo disfrutamos (‘lo que hace la voluntariedad y el buen ánimo’). Con ligera dificultad, pero se podía avanzar bien. Pensé: “alguien debió pasar por aquí haciendo camino, pero eso debió de ser el día de La Creación”. Después, y hasta nosotros, nadie más (excepto ‘Santibaranda’, en octubre de 2013). Selva virgen.
Al finalizar la excursión, nos acercamos hasta la iglesia de Villafranca; airosa. Estaba yo sacando unas fotos en la espaciosa plaza, y también de unos floridos maceteros delante de la portada del templo. Un tractor con su remolque entró en el recinto por un lateral; sorpresivamente. No ‘pegaba’ allí. Un hombre de mediana edad se bajó y se me acercó decidido y jovial. Tenía aspecto de chófer de limusina (aunque sin gorra). Aquello tampoco me encajaba.
“Una buena forma de llevarse las flores”, me soltó de sopetón. Eso ya terminó por hacerme dudar si yo estaba despierto. Pensé: “uufff, menos mal que no se me ha ocurrido apropiarme de ningún macetero” (de más de medio metro de largos). Mientras esto discurría mi mente a trompicones, debí expresar con mis ojos las múltiples sorpresas acumuladas. “Llevarse las flores en fotos, digo”, me aclaró. Sonrisa de ambos. “Vaya, sí que tienen sentido del humor en este pueblo”.
Conversamos relajada y amistosamente (le debí caer bien; y él a mí). Por su trabajo anterior, había recorrido la provincia de Burgos. Coincidimos en que es como un inmenso micro-cosmos, un universo en miniatura, con un sinfín de paisajes variados de extraordinario atractivo. Desconocidos por la mayoría de propios y (no digamos los) extraños. La más conocida llanura de campos central, abierta al cielo, es sólo una pequeña-gran (¿cuarta?) parte. Con la naturaleza que las engalana, todas ellas enriquecen el espíritu del observador; sin excepción.
Además de la buena presencia externa del tractorista (‘conductor de limusinas’), y su incisivo humor, se reveló como una persona cultivada. Hablamos hasta de arte y literatura (a iniciativa suya). De sorpresa en sorpresa. Un grato recuerdo, pues, en la escena final de la excursión.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monte-de-la-serrezuela-desde-penahorada-96246473
RUTAS CERCANAS:
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/garganchon-monte-del-lobo-y-valle-del-urbion-84031650
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/alrededor-del-embalse-de-alba-97019476
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/montes-de-oca-desde-alarcia-97533981
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/hayedo-y-dehesa-de-puras-de-villafranca-89256659
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 47 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 339 metros (superior al que estima Wikiloc).
Ruta realizada el 20 de julio (subida a Wikiloc el día 23 de julio). [Duración de la ruta: 3 h 32 min (total); 3 h 14 min (en movimiento)].
Diez interminables días de julio, a cubierto, encerrados, bajo un agobiante calor. Como una apisonadora; tan cerca de los 39 grados de temperatura como de los 40 (‘a la sombra’). ¡¿Quién en sus cabales se atreve a hacer una ruta de 4 o 6 horas en esas condiciones?! Eso, más que afrontar una solanada…, sería auto-inmolarse en una hoguera. Hay leyes físicas por encima de la fanfarronería. Lo cierto es que ardíamos (valga la metáfora en estas circunstancias) en deseos de retomar nuestras buenas relaciones con la naturaleza.
Así que, al primer resquicio de languidez en el sol, nos tiramos al monte. Antes, claro, nos aseguramos de que la ruta no fuese extenuante (ni larga ni con mucho desnivel). Y, sobre todo, que hubiera mucha vegetación para darnos cobijo, por si acaso el llameante astro volviera a enfurecerse. Al final, un acierto pleno: el sol no se desperezó entre las nubes hasta cerca del final de nuestra ruta y, además, la frondosidad vegetal hizo de escudo protector. Terminamos tres horas y media después con nuestras botellas de agua intactas.
Para esta excursión por los Montes de Oca, con salida y llegada en Villafranca, seguimos como guía el trazado de ‘Santibaranda’ (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/20131026-villafranca-montes-de-oca-el-morco-arroyos-ibp-45-5508439 ). Hicimos ligeras variaciones (voluntarias), que incrementaron nuestro recorrido en 1 km, pero no el desnivel.
La travesía se realiza mayormente por caminos y algún sendero, siempre dentro de un tupido bosque. Ahora bien, primero, caminos y senderos hay muchos allí, y es preciso elegir los correctos. Segundo, en algunos tramos (no numerosos ni largos), cualquier trazo de vía desaparece y hay que moverse con tiento. Para ambos casos, nos fue muy útil la guía de ‘Santibaranda’.
Aun así, algo de zozobra sufrimos en torno al km 3, donde el sendero se esfuma y terminamos caminando por el cauce seco de un arroyo. La flecha de Wikiloc tampoco lo tenía claro: indicaba ‘norte’ donde nosotros jurábamos que debía ser ‘sur’. Oscilaba relocha en la pantalla; quizá a causa de la espesa cubierta vegetal, que dificultaba la recepción de la señal GPS. Nos pusimos en ‘modo explorador’: intuición, ‘saca pecho y p’alante’. Acertamos (nosotros más que Wikiloc; …con perdón). Todo se solucionó en unos minutos. Salimos del embrollo como gallitos (“seguimos en plena forma…”). Un masaje para el ego.
Nos toparemos con varias vallas y alambradas en distintos puntos. Por un lado, dos vallas con manejable puerta metálica giratoria. Por otro, tres o cuatro alambradas. De éstas, todas (menos una) son fáciles de superar: sólo tienes que desenganchar y volver a enganchar una rústica cancela extensible, con cuidado de no pincharte con las púas de acero. Pero hay una alambrada hacia el km 11,5 que te lleva a pensar que has caído en un cepo. Por donde nosotros pasamos (un pequeño hueco) hubo que hacer algo de contorsionismo, pero salimos indemnes y sin perder tiempo (‘y la alambrada quedose tal como estaba’).
Estas pequeñas dificultades, en realidad, contribuyeron a hacer la ruta más emocionante. Hay que reconocer, no obstante, que quien busque mucha emoción en ella, habrá de poner algo de su parte. Es un paseo tranquilo, placentero, sin sobresaltos (bueno…). Inmersos en un bosque sin grietas. En muchos tramos sólo ves el camino y una estela de nubes por encima, tan estrecha como el propio camino. Si buscas aislarte del mundo y encontrarte a ti mismo, ésta es tu ruta. Ni siquiera recuerdo haber oído el canto de los pájaros….
Transitarás, pues, por un extenso bosque. Si te quedas sólo con lo superficial, verás un entorno monótono e interminable; un árbol tras otro. Pero, si te quitas el velo gris de los ojos, empezarás a reparar en la enorme riqueza y variedad que atesora. Contemplarás zonas de pinos, y otras de robles, y otras de encinas, y otras de hayas, y…, y…; todo ello aderezado con una infinitud arbustiva y helechos por doquier. El bosque se te habrá convertido así en un vergel de un sinnúmero de verdes y de formas múltiples.
Decía que no recuerdo haber oído el canto de los pájaros, aunque sí confirmo haber visto algunos. Seguro que hay muchos más, con tanto lugar donde guarecerse. Alimento, seguro que no les falta ahora. De hecho, durante muchos segmentos del recorrido fuimos acompañados por nubes de mosquitos. Muy presumidos ellos: todos querían salir en las fotos. En tropel, parecían darse codazos para conseguir la mejor posición delante del objetivo de la cámara (tendré tarea de borrado…). Alguno de nosotros sucumbió en la desigual pelea con ellos (‘uno contra un millón’) y tuvo que ponerse a ratos una redecilla mosquitera.
Tanta calma había que ni siquiera vimos u oímos corzos, cosa rara. En cambio, sí tuvimos un casi-encuentro con jabalíes. En torno al km 2, de lo hondo del lecho del arroyo al lado del camino, salió en estampida una manada de jabalíes; dos adultos y no menos de tres crías, ya crecidas, pero aún con su característico pelaje rayado. La espesura y la umbría eran tales (‘y la cámara no estaba preparada’), que nada de ellos se ve en dos fotos que lancé ‘al bulto’. En esta ocasión, todos se fueron en dirección opuesta a nuestra posición. Y mejor que fuera así y no como el del Monte de La Serrezuela (*), donde nos pusieron ‘los pelos de punta’.
Dentro del follaje, a veces selvático, un trozo nos dejó asombrados; y no hubo otra opción sino la de atravesarlo. Creo que fue entre el km 10,5 y el 11,5. Alguna vez debió de haber un camino carretero por allí. Ahora era un remedo de senda cubierta de vegetación. No diré maleza, porque lo disfrutamos (‘lo que hace la voluntariedad y el buen ánimo’). Con ligera dificultad, pero se podía avanzar bien. Pensé: “alguien debió pasar por aquí haciendo camino, pero eso debió de ser el día de La Creación”. Después, y hasta nosotros, nadie más (excepto ‘Santibaranda’, en octubre de 2013). Selva virgen.
Al finalizar la excursión, nos acercamos hasta la iglesia de Villafranca; airosa. Estaba yo sacando unas fotos en la espaciosa plaza, y también de unos floridos maceteros delante de la portada del templo. Un tractor con su remolque entró en el recinto por un lateral; sorpresivamente. No ‘pegaba’ allí. Un hombre de mediana edad se bajó y se me acercó decidido y jovial. Tenía aspecto de chófer de limusina (aunque sin gorra). Aquello tampoco me encajaba.
“Una buena forma de llevarse las flores”, me soltó de sopetón. Eso ya terminó por hacerme dudar si yo estaba despierto. Pensé: “uufff, menos mal que no se me ha ocurrido apropiarme de ningún macetero” (de más de medio metro de largos). Mientras esto discurría mi mente a trompicones, debí expresar con mis ojos las múltiples sorpresas acumuladas. “Llevarse las flores en fotos, digo”, me aclaró. Sonrisa de ambos. “Vaya, sí que tienen sentido del humor en este pueblo”.
Conversamos relajada y amistosamente (le debí caer bien; y él a mí). Por su trabajo anterior, había recorrido la provincia de Burgos. Coincidimos en que es como un inmenso micro-cosmos, un universo en miniatura, con un sinfín de paisajes variados de extraordinario atractivo. Desconocidos por la mayoría de propios y (no digamos los) extraños. La más conocida llanura de campos central, abierta al cielo, es sólo una pequeña-gran (¿cuarta?) parte. Con la naturaleza que las engalana, todas ellas enriquecen el espíritu del observador; sin excepción.
Además de la buena presencia externa del tractorista (‘conductor de limusinas’), y su incisivo humor, se reveló como una persona cultivada. Hablamos hasta de arte y literatura (a iniciativa suya). De sorpresa en sorpresa. Un grato recuerdo, pues, en la escena final de la excursión.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monte-de-la-serrezuela-desde-penahorada-96246473
RUTAS CERCANAS:
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/garganchon-monte-del-lobo-y-valle-del-urbion-84031650
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/alrededor-del-embalse-de-alba-97019476
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/montes-de-oca-desde-alarcia-97533981
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/hayedo-y-dehesa-de-puras-de-villafranca-89256659
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