Moropeche, Atalaya, Puntal De la Cruz y Collado del Puerto

El síntoma son los incendios forestales, pero la enfermedad es el abandono del medio rural. Pedro A. Medrano
Aunque no se tiene constancia de las primeras civilizaciones que poblaron la parte más occidental de la sierra albaceteña donde se enclava Moropeche, se han encontrado restos arqueológicos que lo sitúan en la época del Paleolítico superior. Algo no raro debido a las abundantes simas, cuevas y grutas que hay en la zona y que sus primeros pobladores utilizaban como refugio natural para guarecerse de los muchos peligros que los acechaban.
La ocupación romana también llegó a estas tierras donde se han encontrado diferentes restos de cerámica y monedas de esa época. Otra prueba de ello sería el cercano Balneario de Tus, que fue descubierto en esa época ya que hay un nacimiento de aguas termales a los que los romanos eran tan aficionados y que construyeron un primitivo balneario. Posteriormente fue abandonado durante siglos hasta principios del medievo, para ser reconstruido posteriormente en el año 1620 bajo la tutela del arzobispo de Valencia D. Martín Pérez de Ayala.
Sin duda una de las épocas más provechosas para Moropeche fue el periodo musulmán. Desde el año 800 aproximadamente y hasta el año 1243 que fue reconquistado por los cristianos.
En 2017 contaba con una población de 192 habitantes según los datos oficiales del INE, si bien es cierto que durante los fines de semana o los meses estivales la población se duplica.
A día de hoy Moropeche es una pedanía con los mismos problemas que la mayoría de los pueblos serranos de Albacete, el envejecimiento de la población y la falta de trabajo para que la gente joven tenga un futuro para ellos y sus hijos, aunque de un tiempo a esta parte han surgido algunas empresas de construcción y están consiguiendo que la juventud no tenga que emigrar y se quede en Moropeche. Desde hace unos años se está descubriendo el turismo rural, y con la inclusión de Moropeche dentro de los límites del nuevo parque natural, creado con la Ley 3/2005, de declaración del Parque natural de los Calares del Río Mundo y de la Sima se abren nuevas puertas y nuevos horizontes para sus gentes.
Moropeche es una aldea con reminiscencias morunas, en el trazado del caserío y en la fisonomía de sus gentes, morenas y juncosas, trabajadoras e introvertidas. Merece la pena darse un paseo por sus calles y contemplar la arquitectura de las casas así como sus puertas, hornos, cuadras, gallineros y paneras.
Partiendo de la pedanía de Moropeche lo primero que hacemos es subir a su típica Atalaya a través de una preciosa senda entre una pinada joven que nos lleva enseguida hasta los pies de este torreón musulmán con buenas vistas ya del entorno (esta torre era intermedia entre la de Tus y la de la Raspilla, debiendo formar parte del cinturón defensivo de la encomienda santiaguista de Yeste). Volvemos unos metros sobre nuestros pasos y llegamos a un cruce de sendas por donde pasamos hace un rato y ahora lo cogemos a nuestra izquierda subiendo hasta una pista que va zigzagueando por esta ladera del puntal dirección al hueco de Tus y que nosotros cortaremos en varias ocasiones pues lo que hacemos es acortar esas grandes curvas que hace aprovechando alguna senda o campo través.
Después de una constante y fuerte subida, llegamos a El Molejón de Moropeche, un trozo de calar que parece desgajado del mismo, conformándose como un redondeado apéndice y nos dirigimos hacia el vértice geodésico del Puntal de la Cruz, situado a 1.516 ms, antes nos fotografiamos en la grande y nueva cruz instalada en 2014 y sufragada por los habitantes de la aldea, según reza la placa, muy cerca se levanta otra pequeñas cruz. Tenemos desde aquí unas vistas increíbles de esta zona de Raspilla y los Collados, con la Sierra del Cujón en lo más alto, y también los estragos que hizo en esta zona el incendio que se produjo en 2.017 y que calcinó mas de 3.000 hectáreas …una pena!!! La panorámica es estupenda: hacia la derecha la Peña Palomera, La Sagra, El Calar de Lagos y La Sierra de Góntar, montes que se elevan sobre el valle del río Segura, por detrás del Valle del río Tus, sobre el que estamos; en primer término vemos, hacia un lado, el Ardal y la carretera que sube hacia Boche por el Collado de las Carrascos y, hacia el otro, el Llano de la Torre, Peñarrubia y la zona de Elche de la Sierra y Ayna, los Picorzos y la Loma de la Albarda (detrás) y Peñas Coloradas, el Molejón de Paúles y el Molejón de Rala, delante.
Desde el vértice nos disponemos a recorrer todo los filos y cortados tan imponentes hasta el Puntal de Zenajo. Iremos asomándonos y fotografiando esos enormes farallones y roquedas; andamos entre espinos arros y espinos blancos, sobre el extenso lapiaz que cubre la hoya del Molejón, exenta de vegetación a excepción de algunos májelos y algún pino aislado, perdido en los canteros. Es un precioso sube y baja, a pesar de que el andar no sea muy cómodo por las piedras erosionadas, las dolinas que vamos cruzando, los filos que nos acompañan y la soledad del paisaje hace que disfrutemos del día y del lugar. Llegamos al final de los filos, después de subir un pequeño cerro y pasar por una llamativa Torca y nos disponemos a abandonar la planicie del Molejón.
Bajamos al Collado el Puerto por el Puntal del Zenajo, una mole enorme sajada de manera natural. Llegamos a un lugar idílico, un prado verde y mullido con algunos pedruscos caídos, conocido como El Collado del Puerto o La Boquera. Fantástico lugar, a todos lados que se miren: de frente comienza la subida al calar, a la Molata o a Loma Pelada, a la derecha el valle de la Raspilla, a la izquierda la bajada al Hueco de Tus y los Malojares, a nuestra espalda el precioso puntal del Zenajo. Y comienza una senda que llaman “Camino del Puerto”, “De la Tiná de la Canalica” (por la tiná que hay en la Fuente de la Canalica) o “De los tornajos de la Canalica” ( pues tiene seis tornajos). Nosotros nos desviamos muy pronto a la derecha siguiendo la senda detrás de unas vacas, las cuales se irán retirando poco a poco y me quedaré sólo, sin vacas y sin senda. Como podemos vamos abriéndonos paso entre la vegetación, intentando no alejarnos de los cortados, se hace difícil caminar entre la pendiente, las zarzas y los pinos, pero conseguimos poco a poco ir superando estos inconvenientes del senderista. Advertimos que al perder la senda buena, la trocha que seguimos es difícil de andar, si no queremos arriesgarnos es preferible dar marcha atrás y volver por la senda que baja del Collado del Puerto hacia La Fuente de las Canalicas y tomar la pista, es más larga pero mucho más cómoda; también quisiera advertir de que en ese tramo de bajada la inclinación de la ladera es importante, notable en algunos tramos, hasta el punto de que hay que bajarlo prácticamente sentado o agarrándose a las ramas del matorral existente; el terreno está muy suelto y, por si fuera poco, hay muchos árboles caídos y ramas en el suelo que dificultan aún más el descenso, incluso zarzas que hay que evitar y salvar... Queda a la responsabilidad de cada uno elegir este tramo de la ruta para volver. Quien no lo tenga claro, será mejor que practique la bajada por la pista. A nosotros nos gustan estos pequeños retos y no nos importa hacerlos. Tal vez así se evite algún que otro percance). Debajo de los imponentes filos del Molejón, nos acercamos , como podemos, después de pasar un arroyo, a una antigua casa de labor, ya en ruinas y con la ilusión de encontrar el verdadero sendero, no ocurrió tal cosa, en lugar de bajar un poco más, cruzamos el arroyo de nuevo y nos tocó luchar con todo tipo de vegetación, intentando no separarnos del cauce del arroyo que se precipita con pequeños saltos; pronto llegamos a una senda en mal estado que para nosotros es una bendición, la senda, muy deteriorada por el cruce de barrancos nos va acercando a donde queremos, que nos otro que el camino de la Solana que desde Moropeche se dirige a las aldeas de la Tejeruela, Majadacarrasca y La Parrilla. Pronto vemos una bifurcación, a la derecha, que es la que nos interesa nos dirige hacia la Tejeruela y Moropeche, es un sendero de montaña balizado aunque poco cuidado que nos baja a la pista que buscamos. Las vistas desde el sendero de los canteros calizos, enhiestos y desafiantes, erosionados con formas fantasmagóricas de roca y un bosque que se va recuperando del pavoroso incendio del 1994, nos alegran el caminar. En la parte más baja ya se empiezan a distinguir las aldeas de la Tejeruela y Majadacarrasca, al igual que la carretera asfaltada que las une con Moropeche. Llegamos a la pista, muy bien arreglada y tomamos dirección derecha hacia Moropeche, pronto cruzamos el arroyo de Las Maderas, más conocido como Arroyo de la Tejeruela, que baja despeñándose desde la parte más alta, siempre con aguas bravas y frías. La pista nos lleva hasta el cementerio de Moropeche, encaramado en lo alto, y ya sólo nos queda disfrutar de este precioso trayecto asfaltado y rodeados de campos de olivos, encinas… hasta el pueblo, dando por terminada la ruta.
Y recuerda: “A veces nos perdemos, pero siempre llegamos”.
Mucha información ha sido recogida del libro de Ángel Ñacle García “Andar por el parque natural de los calares del Mundo y de la Sima”