Morro Jable - Cofete 26032022

El Parque Natural de Jandía, situado en el turístico municipio de Pájara, tiene el contraste de las características montañas volcánicas (marrones y peladas en gran parte del año) del macizo de Jandía, con zonas como El Jable, El Saladar, las llanuras pedregosas, y con grandes sistemas dunares (La Pared), y enormes playas de arena blanca (como Cofete).
En la parte meridional hay grandes barrancos. Aquí precisamente están las máximas elevaciones de la isla, con el Pico de la Zarza (807 m) como la cota más alta. Destaca como núcleo poblado del parque la villa y playa de Cofete; precisamente Cofete es una de las más preciosas playas de la isla: kilométrica y muy ancha, la dificultad de llegar a ella (sólo puede hacerse en coche después de más de 10 km de pista no cementada), hacen que la experiencia de playa Cofete sea algo inolvidable.
La fauna y flora del Parque cuentan con abundantes endemismos y especies protegidas. Destaca el cardón de Jandía (endemismo y símbolo de la isla). También hay una importantísima colonia de cardonal-tabaibal, junto a ellos: tajinastes de Jandía de flores azules, Magarzas de Winter de flores blancas y amarillas y el Anís de Jandía de hojas verde claro y inflorescencias amarillas. Entre las aves: la Hubara o Avutarda, Chorlitejo patinegro, el Chorlitejo chico, algún Ibis o el Guirre. En conjunto, Jandía configura un paisaje casi intacto e imponente, plagado de elementos naturales de gran valía, hasta el punto de representar una de las muestras más valiosas y peculiares de la naturaleza canaria.
Con todo ese bagaje en nuestra mochila partimos desde la playa de Morro Jable en dirección a la zona portuaria de la localidad. Por el camino observábamos el precioso arenal de la inmensa playa, y los restaurantes ubicados frente a la misma siguiendo a Nacho Romero (Senderismo Lanzarote, https://senderismolanzarote.com) que actuaba como pastor del rebaño.
Alcanzamos la carretera de Punta de Jandia y por ella nos fuimos en dirección al cementerio de la localidad. El camino hasta el cementerio está asfaltado y a partir de él queda como pista de tierra.
Llegamos al cementerio y dejamos la pista para acogernos al sendero (esta muy bien señalizado en la esquina mas alejada del muro que delimita el camposanto). Por el sendero atravesamos el Tablero del Moro en dirección a La Solana, es terreno árido y va bordeando el lomo norte que delimita el Gran Valle. Es un sendero muy bien cuidado, con pequeñas piedras a los lados que hace muy difícil el perderse en otra dirección.
Hay en la zona un aparcamiento para los que quieran hacer la ruta desde aquí, todo muy bien señalizado: “bravo por los Majoreros”.
Seguimos por el sendero y pasada la zona de Pico Alto (a nuestra derecha sobre el lomo, 399 metros de altura) alcanzamos un núcleo de viviendas y corrales que supongo utilizado por los coches que se ven aparcados.
Seguimos por el sendero y nos adentramos en La Solana, recibidor de Gran Valle, y ya notamos la grandiosidad del Valle. A La izquierda y sobre el lomo sur del valle nos topamos com Morro Munguía y a la derecha, lomo norte, el Cuchillo del Ciervo. Nos hemos topado con el Cardón de Jandia, emblema vegetal de la isla, y con tabaibas y algunas cabras que pastorean tan ricamente por el valle. El calor nos acompaña y ya se vuelve pesadito.
Seguimos nuestro camino hasta el fondo del valle, con mucha calma pero sin pausas, pasamos por la Degollada de Huevas Negras y por la del Ciervo a nuestra derecha y por el Huerto Moreno y el barranco de las Damas a la izquierda e iniciamos la subida hasta la Degollada de Cofete. La subida es zigzagueante y con algo de pendiente pero no presenta mucha dificultad. Llegamos arriba, a la Degollada de Cofete y nos dedicamos a reponer energías y a observar.
El filo de Jandía abarca 32 kilómetros de Este a Oeste, hacia el sur presenta unos relieves relativamente suaves, hacia el Norte configura una auténtica muralla vertical dentada que va desde los 200 a los 800 metros de altura asemejándose a una gran cola de dragón. Se trata de un conjunto montañoso formado por la superposición de miles y miles de coladas de lava del estratovolcán de Jandía, un macro volcán formado por sucesivas e intermitentes emisiones de magma, un volcán que en su día alcanzó una altura similar a la del pico del Teide, pero 15 millones de años dan para mucha erosión, sin contar algún que otro cataclismo, factores que fueron hundiendo el edificio volcánico milenio tras milenio. El cojunto impresiona desde esta altura, estamos a 354 metros desde el nivel del mar en el Mirador de Cofete.
Tras el estrecho paso por la degollada, cambiamos de valle, dejamos la costa este de Jandía para adentrarnos en uno de los valles más espectaculares de la isla de Fuerteventura, el valle de Cofete, un oeste cuyas playas se pierden en el horizonte a lo largo de 12 kilómetros salvaje y solitario donde la inmensidad es la protagonista absoluta.
Iniciamos el descenso hacia la zona de Agua Camello, en el Cortijo de Cofete, para hacerle una visita a la famosa casa de Winter. La Villa Winter es un edificio que ha dado pie a muchas leyendas. Su primer dueño, Gustav Winter, se decía que era un espía alemán y que la villa era un refugio para las tripulaciones de los submarinos nazis durante la Segunda Guerra Mundial, cosa poco probable ya que la casa se construyó después de la guerra, y los submarinos nazis se refugiaban sin secreto alguno en los puertos de Tenerife y Gran Canaria bajo la protección de España.
El descenso zigzaguea por la ladera del macizo de Jandia y de nuevo con calma vamos paso a paso hasta alcanzar la vivienda del alemán. Un rato de asueto y de contemplación y ponemos rumbo hacia la localidad de Cofete.
Antes de alcanzar el pueblo nos acercamos a la playa para visitar el cementerio. En este antiguo cementerio se enterraban a los moradores del pueblo, nos cuentan que fueron 67 en su momento de máximo esplendor allá por el año 1860, la mayoría de veces sin rito cristiano oficial, pues para llegar hasta Cofete era necesario atravesar montes y barrancos por caminos pedregosos y de difícil acceso. La única cruz que sobrevive a la vista es la de la entrada a este campo santo, toneladas de arena acumuladas por los constantes vientos que circulan sin freno alguno por este gran valle carente de barreras naturales, han ayudado a sepultar aún más estas tumbas situadas a ras de suelo, un tétrico cementerio abandonado en uno de los lugares más escondidos e inhóspitos de la isla.
Del cementerio nos fuimos al pueblo y ahí ya nos repusimos con alguna cerveza. La idea era esperar a que la guagua nos dejara de nuevo en Morro Jable.
Nos quedamos con ese regustillo amargo de saber que comenzamos en un cementerio y terminamos en otro.