Municipio de Burgos. Recorrido por sus páramos y corredor del Arlanzón.

Hoy hemos hecho una ruta medio rural medio urbana sin traspasar los límites del municipio de Burgos, como en los mejores tiempos de la pandemia. De hecho, y si este recorrido de hoy es medianamente conocido por algunos, será sobre todo a partir de aquellos tiempos en los que teníamos la fiebre por salir de casa adonde fuera dentro de las restricciones establecidas por las autoridades. Antes del covid cabrían en un autobús los que se habrían adentrado por el paraje de hoy.
Hemos salido Miguel Ángel y quien esto escribe en un el 9 de marzo de perros. Nos han azotado media docena de granizadas, una de ellas, la más virulenta, nos ha pillado en medio de un páramo, un sitio que muy poca gente conoce. Y es porque no es el lugar más bello del mundo para hacer una excursión, reconozcámoslo. Pero la novedad es que en el paraje aparentemente más aislado de todo nuestro recorrido, en el que no había un alma en medio kilómetro a la redonda, apenas estábamos a dos kilómetros de la catedral.
Iniciamos la ruta en la avenida del Cid, frente a la entrada del antiguo hospital que por nombre llevaba el de un general falangista también conocido por su alias de “Carnicero de Badajoz”. Ahora eso es solo un solar pendiente de que se construyan viviendas.
Son las 10.28. Comenzamos subiendo por la carretera que conduce a lo alto del Cerro de San Miguel. Pero enseguida abandonamos el asfalto para ascender lo más derechos posible hasta la explanada cimera. Subimos con cierta dificultad por lo embarrado y resbaladizo que se encuentra el circuito de BTT. Pasamos al lado de una antigua canalización. Parece como una pequeña gatera con una pequeña arcada de ladrillos que no tienen pinta de ser de factura muy reciente.
Llegamos al vértice geodésico que hay en medio del llano (10.41) y proseguimos hasta el centro de recuperación de aves recientemente remodelado. Y por esa zona descendemos la ladera norte del Cerro de San Miguel. Hay que tomar alguna de las muchas sendas que bordean la cuesta hasta la Fuente Bermeja, con su cartel de agua no tratada para curarse en salud (11.01).
Se accede así a la valla de los huertos municipales y cruzamos la carretera para pasar al “parque de los ochos” de Fuentecillas. Desde aquí atravesamos la avenida Alcalde Valentín Niño, la Ronda Interior Norte, para penetrar en la ladera del monte de El Páramo por una abertura de la verja. Estamos cerca del poblado de El Encuentro.
Por espacio de unos trescientos metros caminamos paralelos a la carretera por una senda que bordea unos campos de labor en la ladera del cerro. Giramos 90 grados a la derecha (11.11) por unas roderas de tractor. El paraje viene marcado en el mapa con los nombres de la Mata y Delgadillas. Tras un pequeño collado a 914 metros las roderas ascendentes se tornan descendentes y enlazan con otro camino que tomamos para volver a ascender, todo por pendientes muy suaves, hasta la Fuente del Rey (11.24).
Hemos pasado unas líneas de alta tensión. Esta zona está plagada de ellas. Es el único contraste con cualquier otro campo de labor de los que tanto abundan en la llanura castellana. Llama la atención en esta fuente, que por cierto está mal ubicada en el mapa del IGN, un trozo de lápida sacada del cementerio. Está rota y se acierta a ver los nombres incompletos de algunos finados. La han puesto ahí para apoyar los pies debajo del caño. No está el lugar en muy buenas condiciones, ni tampoco mana mucha agua de la fuente en cuestión.
Seguimos cuesta arriba hasta que alcanzamos la zona alta, una extensa planicie por la que vamos a transitar hacia el oeste. Rodeamos la cabecera del barranco de Valdeterradillo y vamos girando paulatinamente hacia la izquierda, tomando el rumbo mencionado. A lo lejos se puede ver un pequeño pinar. Tenemos que tomar un desvío a la izquierda que, al principio, va casi paralelo al camino que dejamos (11.38). El pinar en cuestión queda demasiado lejos como para llegar a tiempo de protegernos de una súbita ventisca seguida de granizo que empieza a calarnos. Ahora se trata de no parar para no quedarnos fríos.
Justo cuando llegamos al pinar, el cual se extiende ladera abajo hacia el polígono industrial pero sin llegar a la base donde se encuentran las naves, es cuando para el temporal. Ya es mala suerte. Al cabo de seiscientos metros de recorrer esta masa arbórea alcanzamos el camino que el mapa denomina de la Granja de San Martín (11.59). Giramos a la izquierda para, al cabo de apenas quince metros, meternos por otro camino a la derecha. Se trata de una trocha un poco sinuosa que rodea un campo de labor y se adentra al poco rato en una vaguada entre los términos de Valdemoro y Bragas.
Toca ahora descender al encuentro de la Ronda Interior Norte no lejos de la cárcel de Burgos (12.19) y ya al abrigo de las embestidas de viento y granizo de la parte alta. Volvemos a la “civilización”.
Por el carril bici vamos hacia el este, en dirección a la ciudad hasta llegar a las primeras construcciones del ensanche burgalés. Llegamos a una rotonda y aquí giramos a la derecha por la calle Albacastro. Lo primero que nos llama la atención en esta hilera de casas unifamiliares es un WC público. No sé yo quien lo utilizará por aquí. Que yo sepa, esta zona como mucho la transitan los residentes y los visitantes de los reclusos del penal.
Vamos ahora en busca de la ribera del Arlanzón. Rodeamos esta urbanización que marca el final de la barriada San Juan Bautista, que hasta hace poco llevaba el nombre el del general falangista que se algunos apodaron el “Carnicero de Badajoz”.
A partir de aquí no creo que sea muy necesario extenderme en el resto del itinerario. A las 12.34 llegamos a la orilla derecha hidrográfica del río Arlanzón. Tenemos ocasionales ráfagas de granizo. Vemos cormoranes que una y otra vez se meten para ver (es un decir) si pueden pescar algo en las aguas turbias de un río muy crecido por las últimas lluvias. Nuestra ruta se adentra poco a poco en el casco urbano. Pasamos la Fábrica de la Moneda, el puente de Malatos, el parque de la Isla, la plaza de Castilla. Dejamos a la izquierda el Instituto Cardenal López de Mendoza y llegamos al arco de Santa María. Tras el cual alcanzamos el Espolón, concretamente el paseo Marceliano Santamaría. No todo el mundo sabe que el Espolón consta en realidad de tres vías con su nombre cada una. Empezando por la orilla, tenemos el paseo de Per Abad, luego el aludido paseo Marceliano Santamaría con sus estanques y estatuas de prohombres burgaleses de otros tiempos, y finalmente, el Espolón propiamente dicho, con sus terrazas y plátanos unidos unos a otros por sus ramas. Podríamos decir que son el ser vivo más grande de Burgos si los consideramos una unidad. Pero no, son más bien siameses. .
En la pasarela que hay donde el Vena vierte sus aguas al Arlanzón cambiamos de orilla. Pasamos al paseo de Atapuerca. Subo por la rampa del CENIEH y del Museo de la Evolución Humana para, desde este emplazamiento que personifica el evolucionismo y la ciencia y la razón, contemplar, a lo lejos, el monumento más emblemático de la ciudad, el que se consagró al creacionismo, los mitos y la fe. Los dos son imponentes, cada uno a su manera.
Seguimos remontando el río. Vamos ahora hasta la Quinta. A ratos vuelven a arreciar las ventiscas y las granizadas. Ya llevamos unas cuantas.
Nos queda cruzar de nuevo a la otra orilla en la pasarela del Plantío. Callejeamos hasta Capiscol bordeando. Por su valla el extremo oriental de la Ciudad Deportiva Militar, a la que, en su día, pusieron por nombre el del general falangista también conocido como el “Carnicero de Badajoz”. Cruzamos el Parque Félix Rodríguez de la Fuente. Ya estamos en Gamonal. Aquí se apea Miguel Ángel. Yo continúo hasta el inicio de la ruta por las calles Vitoria, Santa Bárbara, Severo Ochoa y desemboco en la avenida de Castilla y León.
Mi idea era ir por las márgenes del Vena pero me han encargado que vaya a por el pan. Tengo que variar el plan inicial llegar a mi panadería habitual a por ese un pan buenísimo, de Villodrigo. Con el inesperado recado me toca atravesar la plaza de Bilbao y no hay más remedio que entrar en la avenida de la Paz, la que otrora llevara el nombre de un general falangista conocido como el “Carnicero de Badajoz”.
Son las 14.46 cuando cierro el círculo. La dichosa compra de última hora es la que ha motivado que este paseo sobrepasara por poco los veinte kilómetros.
Buena ruta sin salir del municipio. El tiempo no ha acompañado, pero no pasa nada.
Anotación: la parte más bonita, la del corredor del Arlanzón, es la menos fotografiada porque es la más conocida del público. No voy a aportar nada poniéndoos un reportaje de fotos del Cid, del Arco de Santa María o del Espolón.