POZO DO RATO
near Noceda, Galicia (España)
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Itinerary description
Lo primero quiero presentarme: Me llaman el Pozo do Rato y soy una fervenza desconocida incluso por las personas que me tienen cerca.
Mis aguas pertenecen a un río pequeño que en gallego se denomina Rego o Regueiro. Pues bien, pertenezco al Regueiro de Santa Lucía. En Galicia es frecuente dar denominaciones de santos a los accidentes geográficos.
Como todo ser vivo, tengo un nacimiento. Mis aguas brotan a unos 8 kilómetros en el Monte de Carrio, que tiene una altura de 829 metros. Es tan alto que desde su cima se puede ver media Galicia: Melide, Arzúa, Palas de Rei, Monterroso, A Golada, O Farelo, la serra do Candán, el pico Sacro, Antas de Ulla, As Pontes, Arousa hasta los Ancares nevados.
El monte do Carrío está cargado de fantasías, ya que con sus piedras se construyeron monasterios (Carboeiro y San Andrés), templos románicos, puentes, pazos... Y conservo círculos líticos, petroglifos y mámoas.
Destacan los petroglifos, en su mayoría formando círculos concéntricos, como las de Monte Queimado, Fonte da Anella, Fonte das Casiñas, Campo da Guerra o Pena Cantareira. Incluso tengo una piedra oscilante, llamada Pena Cabalada.
Y tengo algo muy frecuente en los mil ríos que bañan a Galicia: nazco con otro nombre. Cuando mis aguas aún son jóvenes me denominan Rego das Lamas.
Y me llaman así porque paso al ladito de una iglesia del siglo XII, denominada Iglesia de Santa María de Lamas. Se encuentra a unos 2'800 km de donde estoy yo.
Y como no podía ser de otra forma, mis aguas cambian de nombre para llamarse Regueiro de Santa Lucía. Por qué? pues muy sencillo ya que mis aguas pasan al lado de la Ermita de Santa Lucía donde se celebra una famosa romería.
Y muy cerquita de donde estoy yo, mis aguas sirven para mover la maquinaria del Molino de Cuiña (Noceda).
La construcción del molino del Abuelo data del año 1918 cuando Eladio Cuiña Taboada vio la necesidad de moler el trigo que abundaba por los alrededores.
En aquella época el molino tenía una sola piedra de moler y se cobraba quedándose con una parte de la molienda.
El molino pasó a la siguiente generación y se hizo cargo Luis Cuiña Fondevila que lo reformó colocando tres piedras de moler.
Actualmente es la generación de hoy en día que han vuelto a reformar el molino, dotándole de 7 piedras de moler.
Pues justo enfrente del molino, veréis un cartel que señala el inicio de un sendero que lleva hasta el Puente Taboada. El sendero desciende con cierta pendiente por la ladera y va a mi encuentro.
Por fin me presento: soy el Rego do Rato una fervenza que tiene varios metros de altura y estoy escondido en medio de la vegetación de ribera que me rodea.
Mis agua son impetuosas, fascinantes, ya que voy resbalando por una gran roca. Además tengo la peculiaridad que tengo que sortear una roca afilada en sentido horizontal, lo que da más alegría a mis aguas. Además creo una poza que dará vidilla en el tiempo de verano cuando la chavalería salten sobre mis aguas.
Cuando el agua abandona a la poza que forma mi fervenza, parece que se acaba el espectáculo, ya que el regueiro se abre en múltiples lineas de agua, perdiendo la espectacularidad.
No os dejéis engañar por esta pausa que hago, ya que todavía hay muchos secretos que tienen que salir a la luz para asombar a niños y mayores.
Mis aguas vuelven a coger carrerilla y como si de una competición se tratara, se forma otro salto de agua maravilloso. Pero como tengo algo de verguenza, tendréis que sudar un rato para abriros camino entre la tupida vegetación que me rodea.
Al final el esfuerzo vale la pena, ya que encontrareis la continuación de mi descenso saltarín. Creo una segunda poza, más complicada de ver que la primera.
Y permitidme un consejo, no os detengáis pensando que la fiesta ha terminado. Quedan todavía los bises que cual concierto tengo aguas abajo.
Cuando mis aguas pasan a formar parte del grandioso río Deza, aparece un puente que atraviesa la Deza (ya que estas aguas son femeninas) desde tiempos antiguos.
Es el Ponte Taboada, Pons Tabulata. Por este lugar discurría la vía de la plata en su camino de peregrinación a Santiago de Compostela. Los vestigios romanos desaparecieron, pero el puente volvío a la vida en el año 912.
Mis aguas pertenecen a un río pequeño que en gallego se denomina Rego o Regueiro. Pues bien, pertenezco al Regueiro de Santa Lucía. En Galicia es frecuente dar denominaciones de santos a los accidentes geográficos.
Como todo ser vivo, tengo un nacimiento. Mis aguas brotan a unos 8 kilómetros en el Monte de Carrio, que tiene una altura de 829 metros. Es tan alto que desde su cima se puede ver media Galicia: Melide, Arzúa, Palas de Rei, Monterroso, A Golada, O Farelo, la serra do Candán, el pico Sacro, Antas de Ulla, As Pontes, Arousa hasta los Ancares nevados.
El monte do Carrío está cargado de fantasías, ya que con sus piedras se construyeron monasterios (Carboeiro y San Andrés), templos románicos, puentes, pazos... Y conservo círculos líticos, petroglifos y mámoas.
Destacan los petroglifos, en su mayoría formando círculos concéntricos, como las de Monte Queimado, Fonte da Anella, Fonte das Casiñas, Campo da Guerra o Pena Cantareira. Incluso tengo una piedra oscilante, llamada Pena Cabalada.
Y tengo algo muy frecuente en los mil ríos que bañan a Galicia: nazco con otro nombre. Cuando mis aguas aún son jóvenes me denominan Rego das Lamas.
Y me llaman así porque paso al ladito de una iglesia del siglo XII, denominada Iglesia de Santa María de Lamas. Se encuentra a unos 2'800 km de donde estoy yo.
Y como no podía ser de otra forma, mis aguas cambian de nombre para llamarse Regueiro de Santa Lucía. Por qué? pues muy sencillo ya que mis aguas pasan al lado de la Ermita de Santa Lucía donde se celebra una famosa romería.
Y muy cerquita de donde estoy yo, mis aguas sirven para mover la maquinaria del Molino de Cuiña (Noceda).
La construcción del molino del Abuelo data del año 1918 cuando Eladio Cuiña Taboada vio la necesidad de moler el trigo que abundaba por los alrededores.
En aquella época el molino tenía una sola piedra de moler y se cobraba quedándose con una parte de la molienda.
El molino pasó a la siguiente generación y se hizo cargo Luis Cuiña Fondevila que lo reformó colocando tres piedras de moler.
Actualmente es la generación de hoy en día que han vuelto a reformar el molino, dotándole de 7 piedras de moler.
Pues justo enfrente del molino, veréis un cartel que señala el inicio de un sendero que lleva hasta el Puente Taboada. El sendero desciende con cierta pendiente por la ladera y va a mi encuentro.
Por fin me presento: soy el Rego do Rato una fervenza que tiene varios metros de altura y estoy escondido en medio de la vegetación de ribera que me rodea.
Mis agua son impetuosas, fascinantes, ya que voy resbalando por una gran roca. Además tengo la peculiaridad que tengo que sortear una roca afilada en sentido horizontal, lo que da más alegría a mis aguas. Además creo una poza que dará vidilla en el tiempo de verano cuando la chavalería salten sobre mis aguas.
Cuando el agua abandona a la poza que forma mi fervenza, parece que se acaba el espectáculo, ya que el regueiro se abre en múltiples lineas de agua, perdiendo la espectacularidad.
No os dejéis engañar por esta pausa que hago, ya que todavía hay muchos secretos que tienen que salir a la luz para asombar a niños y mayores.
Mis aguas vuelven a coger carrerilla y como si de una competición se tratara, se forma otro salto de agua maravilloso. Pero como tengo algo de verguenza, tendréis que sudar un rato para abriros camino entre la tupida vegetación que me rodea.
Al final el esfuerzo vale la pena, ya que encontrareis la continuación de mi descenso saltarín. Creo una segunda poza, más complicada de ver que la primera.
Y permitidme un consejo, no os detengáis pensando que la fiesta ha terminado. Quedan todavía los bises que cual concierto tengo aguas abajo.
Cuando mis aguas pasan a formar parte del grandioso río Deza, aparece un puente que atraviesa la Deza (ya que estas aguas son femeninas) desde tiempos antiguos.
Es el Ponte Taboada, Pons Tabulata. Por este lugar discurría la vía de la plata en su camino de peregrinación a Santiago de Compostela. Los vestigios romanos desaparecieron, pero el puente volvío a la vida en el año 912.
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