O Camiño dos Faros, etapa 5: Arou - Cementerio de los Ingleses.

El día de ayer acabó con malas noticias ya que terminé la caminata con una rodilla hinchada (una semana más tarde pude hacer una ecografía y aún tengo el menisco inflamado), así que me acerqué a una farmacia para comprar antiinflamatorios, una rodillera y por la noche recé para que la cosa no fuese a mayores. Y es que tenía que hacer cualquier cosa para no perderme esta quinta etapa de nuestra singladura que nos llevaría desde Arou al faro Vilán, 16 de los casi 24 kilómetros del track oficial que termina en Camariñas. Nos encontramos en el corazón de la Costa da Morte, junto a las traicioneras puntas y bajíos que le hicieron ganar este nombre y con su consecuencia más inmediata, la construcción del faro de cabo Vilán. En resumen, un "must do" en toda regla.

Salimos de Arou y cruzamos la ensenada de Xan Ferreiro hasta llegar a la punta Lobeiras, desde donde nos metemos en un paisaje granítico con sucesión de calas (coídos) de cantos rodados, separados por impresionantes canchales de moles rocosas que frenan la marcha por la complicación que supone negociar su paso y por una belleza que nos engancha; así pasamos por las puntas de Xunqueira, o Cabalo, pedra da Sal y do Capelo hasta llegar al puerto de Santa Mariña. Después entramos en la ensenada do Colludo, donde tuve algunos problemas, ya que no queda más remedio que pasar por una larga playa de grandes cantos rodados que puso a prueba mi maltrecha rodilla.

Tras esta playa hay una modificación respecto al Camino inicial, que anteriormente se dirigía hacia el monte Blanco, desde donde imaginamos que las vistas panorámicas son estremecedoras, para bajar después por su enorme duna rampante (la más alta de España) hacia la playa del Trece. Se ha optado por la protección de esta maravilla de la naturaleza, desviando el Camino por la costa, bordeando el cabo Veo a través de un camino por el acantilado que en su extremo resulta bastante vertiginoso. Una vez superado entramos en la pedriza de Veo, desde donde podemos contemplar la ensenada do Trece que contiene una de los parajes más deslumbrante de todo el Camino de los Faros, las playas do Trece, una serie de arenales protegidos por un amplio cordón de enormes dunas en los que crecen algunas especies endémicas. La playa esta dividida por varias restingas que se adentran en el mar, entre las que se desarrollan arenales y calas de cantos rodados y aún en un día tranquilo como el de hoy, impresiona la fuerza con la que bate el mar, dejando bien claro que ahí él es el único dueño y señor.

Y todavía con el ensordecedor sonido de las embestidas de las olas sobre arenas y roca, avanzamos por la ensenada hacia el cabo de Tosto, donde se ubica el cementerio de los Ingleses. Son cientos los barcos que se han hundido frente a este tramo de costa y especialmente frente a punta do Boi y sus bajos, pero el del crucero británico Serpent en el que perecieron 173 marineros de la Royal Navy, fue "el símbolo de los naufragios de la Costa da Morte, una tragedia de leyenda que marcó el alma colectiva de toda una comarca". Se salvaron solo 3 personas y el mar devolvíó 142 cadáveres durante los 45 días siguientes, que tuvieron un entierro colectivo en "el cementerio de los Ingleses". Otro siniestro posterior colmó la paciencia inglesa, que exigió al gobierno español que tomase todas las medidas posible encaminadas a favorecer la seguridad en la navegación por estas peligrosas aguas, lo que tuvo como consecuencia la construcción del Cabo Vilán, el primero electrificado de España.

Tras una buena pausa seguimos la caminata, pero a poco más de un kilómetro noto constantes ruidos en la rodilla y como todavía estaba a tiempo de parar al autobús, decidí terminar la ruta en él. El trayecto hasta el Faro se hace por el mismo carril que utiliza el vehículo y tardé algo más de un kilómetro en darme cuenta de que debía dar por finalizado el track. De esta forma, tuvimos tiempo a visitar con detenimiento el faro, asistir a la interesante charla explicativa y subir hasta el faro antiguo, antes de que todo quedase cerrado por una espesa niebla entre la que aparecieron mis compañeros una hora y pico más tarde.