Obón-Peñasrroyas

OBÓN - PEÑARROYAS

El sendero tradicional que une las localidades de Obón y Peñarroyas discurre por los abruptos y escarpados cañones del río Martín, uno de los enclaves más espectaculares y de mayor diversidad natural del Parque Cultural del Río Martín. En este quebrado contexto se encuentra Obón, en un valle escasamente poblado en la actualidad y, sin embargo, con vestigios que nos trasladan al inicio de la civilización, como bien testifican los numerosos abrigos con pinturas rupestres.

En la curva cerrada (giro de 180º) que accede al casco urbano de Obón (670m), se toma el camino indicado que permite recorrer las pinturas rupestres del hocino de Chornas y El Cerrao, y luego alcanzar con una magnífica travesía el núcleo de Peñarroyas, actual pedanía de Montalbán. Pronto se deja a la izquierda el cementerio y, por un bonito camino viejo, se desciende paulatinamente hasta la vega del río Martín, justo a la altura de la desembocadura del río Cabra.

El sendero discurre por el fondo del desfiladero, a la vera del río, atravesando en dos ocasiones su cauce por sendas pasarelas metálicas. Nada más cruzar la segunda, el camino se topa con la zona recreativa de la fuente del Batán. Luego se prosigue por la margen izquierda del Martín hasta la confluencia con el Hocino de Chornas (700 m; 2,7 km; 50 min), en cuyo paredón rocoso, a unos 4 metros del suelo, se encuentra un conjunto de pinturas rupestres de estilo levantino. El acceso, protegido por una reja, se realiza mediante una escalera metálica.

Sin pérdida, se camina por el límite de la vega abandonada y se comienza a ganar altura. A la izquierda se deja el desvío a El Cerrao (3,4 km; 1 h 15 min), otro conjunto de pinturas levantinas perfectamente observables desde la reja que las protege, en especial una de sus representaciones humanas, un espléndido arquero. Se sigue subiendo por encima de El Cerrao, obteniendo buenas panorámicas sobre los cañones del río y sus laderas superiores, escalonadas por infinidad de bancales sostenidos por muros de piedra seca.

Tras alcanzar un collado sobre uno de los pasajes más estrechos del Martín –identificable porque se encuentra vigilado por una antigua atalaya reutilizada como palomar–, se vuelve a descender con acusada pendiente hacia el río. A partir de aquí, bajo las enhiestas Muelas de Molinares, el camino debe superar varios pasajes rocosos, más o menos técnicos, habilitados con peldaños metálicos, grapas y pasamanos (5,3 km; 1 h 55 min) que permiten evolucionar junto al río sin mojarse. Aunque esto no librará al caminante de vadear el río en dos ocasiones.

Magníficas choperas y terebintos acompañan al sendero cuando éste comienza a salir de las estrecheces del cañón calcáreo y alcanza una nueva vega bajo la peña de Caña las Cruces y el amplio barranco del Val. Tras una nueva torre-palomar, se llega a la altura de las ruinas de la ermita de Santa Quiteria (740 m). Habrá que cruzar el río en otras dos ocasiones para ganar altura hacia el alto de El Portillo (815 m; 9,3 km; 3 h 20 min), con fastuosas vistas sobre los cañones labrados por el Martín en el rodeno –areniscas rojas–. También existe la posibilidad de transitar por el río hasta los pozos Boyetes, aunque esto obliga a nuevos remojones de pies. Se baja por una calzada completamente empedrada hacia Peñarroyas, dejando a la izquierda el camino de los vistosos pozos Boyetes y unos grabados rupestres. Tras las eras del pueblo se alcanza sin problemas el núcleo de Peñarroyas. El panel del sendero se ubica en el área recreativa y aparcamiento de la localidad, al final de su carretera de acceso (780 m; 10,3 km; 3 h 45 min).