Órzola - Jameos del Agua 09052023

Travesía que transcurre cerca del mar, por veredas volcánicas y jable blanquecino, recorre todo el litoral costero del noreste de la isla, una gozada como caminata por las estimulantes estampas que se observan en la misma: arenales resplandecientes de jable blanco, sebadales, centenares de hectáreas de lava con miles de años en sus oquedades procedentes del Volcán de la Corona, cuasi desiertos blanquecinos, una inmensa colonia de Tabaibas que brotan donde antes manaba el fuego, un mar embravecido y restos de las barquillas y útiles de quienes soñaron un futuro mejor desperdigados por la costa. Todo ello en apenas 12 kilómetros de travesía por un espacio que concentra un alto valor en lo que a biodiversidad se refiere.
Desde el muelle (había llegado en guagua) me fui por la Caleta de Orzola, por el paseo que transcurre frente a la zona de restaurantes, para alcanzar la zona de las antiguas salinas, continué de cara al mar por el Charco de la Pared. Terminan las viviendas y me ubico en la vereda que casi me acompañará hasta el fin del trayecto, en Los Jameos del Agua.
La vereda en esta primera parte está muy bien acondicionada ya que es de uso frecuente para llegar a la Playa del Caletón Blanco, va pasando por una zona de lavas y por los diferentes charcos del lugar, entre los que se encuentra EL Charco de La Noria, para terminar en El Caletón Blanco.
Desde el Caletón continuamos, ahora la vereda es mas complicada de ubicar porque ya no está bien definida, es una linea no muy ancha cubierta de jable y que resalta entre las rocas negras y el matomoro verde (Suaeda vera). Pasamos al Raso Traquini, y como su nombre indica, sobre lavas sin nada verde que las ornamente, la vereda ahora va sobre pequeñas rocas y se distingue del resto por el pequeño hundimiento, debido a las pisadas, que la delata.
Seguimos la marcha dejando a nuestra izquierda El Jamaís para llegar al Morro de la Sal, por el camino los restos de las pateras (que retiraron hace poco) quedan como testigos de su paso; el matomorro nos acompaña en algunos tramos y se distinguen algunas zonas con el jable blanco y algunas matas de uvillas de mar, muy bien alimentadas por las brisa que baña la zona.
La vereda continua muy próxima a la costa, pasamos por el Bajo de Los Sables (se refiere a la arena, jable ó sable) y llegamos a Los Altos del Jablillo, aquí empieza la zona protegida del Monumento Natural de La Corona y señala el inicio de la Vereda del Jable ó de Los Pescadores.
La vereda vuelve a ser inconfundible por su alfombrado de jable, hay una pequeña calita, y se sigue con un manto de matomorro refrescando la mirada y como contraste, muchos restos de actividad humana.
Avanzo un poco y alcanzo La Caleta del Mero, otra playita cuyo fondo está cubierto de arena blanca que es rebotada hacia la costa por el impulso de las olas, el viento, después, la traslada tierra adentro generando la zona de El Jable Grande. Hoy el viento no dejaba disfrutar mucho de ella pero el lugar tiene mucho encanto, en esta ocasión he de reseñar que los servicios de limpieza han hecho un buen trabajo porque se la veía muy limpia, la patera que decoraba su arenal ya la han retirado.
Continuo pasando por la arena en dirección a El Corcovado para localizar la vereda de continuación y seguir la ruta. Esta parte del recorrido resalta por los Moqueguirre (Senecio leucanthemifolius falcifolius) que justo ahora están floreciendo, muchas matas con su floración amarilla alegran el paso, las Lechugas de mar también se dejan ver. Sigo por la vereda de jable hasta casi alcanzar la carretera para continuar descendiendo a una hoya rocosa por la que hay que transitar hasta alcanzar la Caleta del Risco de Los Sables, no hay una vereda clara pero con un poco de intuición y sabiendo que vamos en dirección al jable, que se ve al fondo, se cubre el tramo.
En esta Caleta sucede lo mismo que en la del Mero, la arena es transportada tierra adentro formando la zona conocida como El Jable Chico, hermano menor del anterior que es el grande. Aquí me encontré con un ejemplar de Tabaibilla marina (Euphorbia paralias) y varias de crásula de plata (Crassula ovata) sobre fondo de arena blanca mientras avanzaba hasta El Bajo Tragüete para llegar a la Caleta de González y pasar de nuevo a zona rocosa por El Bajo Mesa y de nuevo a arenas en El Banquito y seguir la ruta hasta llegar a Los Morros del Mojón Blanco.
Estamos en el punto mas oriental de la isla, a su cobijo se encuentra una ensenada de unos 150 metros de amplitud que suele ser zona del baño frecuentada en días de mareas tranquilas, la Caleta del Mojón Blanco. Circundamos la caleta y volvemos a las rocas, el tramo ahora es algo mas amplio ya que no volvemos a ver el jable hasta llegar a Los Caletones de Saavedra, seguimos sobre rocas pasando por La Punta del Palo y Punta Prieta para llegar a La Caleta de Las Ajulagas, único lugar con presencia humana de todo el trayecto, hay unas cabañas en las que se nota su uso.
Paso Las Ajulagas para recorrer el morro de la Peña Redonda y de nuevo a otra caleta, la del Guincho, para seguir por Los Bonancibles (de pasado aborigen) subir por entre los riscos de El Morro del Mojón de Las Escamas y bajar pausadamente, y entre rocas, hasta la Caleta de La Cruz. Ya se divisa Los Jameos y ya vuelve la arena, todo se pone mas tranquilo excepto el viento que ahora arrecia con fuerza.
Paso por la Playa de Los Bonancibles y, pasado Punta Negra, me acerco a la señalética del lugar para ubicarme en el camino de acceso hasta Los Jameos.
La idea que traía era visitar la Casa de Los Volcanes y continuar después hacia Punta Mujeres, la inmensa cola que había para acceder a Los Jameos me hizo preguntar si había alternativa para acceder y, una vez comprobado que no, me decidí a continuar la ruta… pero mira tu que aparece la guagua y casi sin dudarlo me subí para unos quince minutos después encontrarme abriendo la puerta de casa tan agustito.