Otoñada en la Dehesa del Camarate: Piedra de Los Soldados. Barranco del Espino. Lugros

Pillamos al Camarate en otoño avanzado, lo que resultó perfecto para los amarillos, pero malo para los rojos de los cerezos, cuyas hojas ya estaban en el suelo. Quizá un par de semanas antes habríamos disfrutado de una gama mayor de colores, pero el espectáculo visual fue soberbio en cualquier caso. Para visitar el Camarate en fin de semana durante la temporada otoñal, es necesario pedir permiso en la web de la Ventana del Visitante. Además, el acceso con vehículos a motor está prohibido. Utilizamos la primera lanzadera que sale desde Lugros (a 4€ el trayecto) que te deja a escasos metros de la puerta de la finca. Hicimos el sendero señalizado típico hasta el tentadero, donde tuvimos para nosotros solos (ya que a los paseantes ocasionales no les gusta madrugar) el robledal que estaba en su top. A partir de aquí, buscamos la Piedra de Los Soldados, intercalando la pista y antiguas veredas que están bastante perdidas.

La bajada tuvo su picantito, pues la hicimos campo a través entre el Barranco de la Chorrera y el del Espino, que hizo honor a su nombre. A pesar de que intentamos aprovechar los llanos/borreguiles en la parte alta, luego no hubo más remedio que ir buscándose la vida por donde pudimos, tratando de evitar en la medida de la posible los espinos y las zonas enfangadas. Cuidado con acercarse al Barranco del Espino pues, evidentemente, la pendiente se agudiza y hay posibilidad de complicarse en zona expuesta. Nos costó mucho trabajo llegar al Río Alhama donde ya sí hubo camino claro. Por este tramo de bajada, marca la ruta como difícil.

El camino nos lleva a la preciosa zona de Las Hacillas donde, además de amarillos, pudimos ver tonalidades más tendentes al rojo. En la última parte, ya cerca de la entrada de la finca, volvimos a perder el camino y tuvimos que volver a bajar al Río Alhama con cuidado y por donde se pudo. Al llegar a la parada de la lanzadera, nos la encontramos hasta arriba de gente esperando, por lo que decidimos bajar a Lugros andando, por el sendero de la acequia, resultando ser un cómodo y bonito paseo.