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P.N. BAHÍA DE CÁDIZ -La Casería de Ossio- Polvorines de Punta Cantera- Molino San José- Río Arillo- Zona militar San Fernando

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Trail stats

Distance
12.6 mi
Elevation gain
190 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
190 ft
Max elevation
75 ft
TrailRank 
71 5
Min elevation
75 ft
Trail type
Loop
Time
5 hours 43 minutes
Coordinates
3723
Uploaded
June 1, 2022
Recorded
June 2022
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near San Carlos, Andalucía (España)

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Itinerary description

Hoy hago una etapa más de esta aventura "Litoral gaditano y un poquito más". Salgo de la Casería de Ossio en San Fernando y llegaré al río Arillo. La vuelta la haré por el interior de San Fernando adentrándome en su Zona Militar abierta al público.

Agradecer a Andarines Gaditanos el recorrido y la información. Os recomiendo su blog, da gusto leerlo y caminar ya informada de los sitios que veo. No es fácil encontrar gente que te facilite todo lo que necesitas. Muchas gracias Andarines Gaditanos.

Hoy no es una etapa más, hoy me adentro en la historia, paseo por ella, me ha encantado y quiero repetir. Buscando información para esta entrada he aprendido mucho y quiero volver y fijarme en detalles que he pasado por alto, o ver las diferentes clases de polvorines distinguiendo unos de otros.

Llevo muchas rutas seguidas estas últimas semanas viendo como el patrimonio se deja morir. No lo entiendo, una pena.

Vamos allá.

Salgo de la Casería de Ossio y por la Playa de la Casería pongo rumbo a los Polvorines de Punta Cantera.

Ninguna de las ciudades de nuestro entorno tiene lo que San Fernando en este lugar: un promontorio rocoso que se adentra en el saco interno de la bahía, que alberga una aldea formada por 26 polvorines de distintas épocas constructivas y propósitos (desde 1730 hasta 1975), todos ellos comunicados por una red laberíntica de caminos y rodeados parcialmente por una muralla defensiva de roca ostionera levantada en el último tercio del siglo XVIII.

El conjunto incluye dos puertos del mismo siglo. Uno se dedicó al comercio marítimo con las Américas, el otro al transporte de pólvora a las flotas armadas de Su Majestad borbónica. No olvidamos el Lazareto del Infante.

Ninguna ciudad de España tiene un conjunto así, susceptible de convertirse en un espacio absolutamente singular y único a poco que seamos respetuosos con la historia e inteligentes en su desarrollo económico.

l 1 de junio de 2001 el Almacén de Inertes nº 1, situado entre los Polvorines de la Armada en Fadricas, San Fernando, quedó definitivamente vacío. Todo su contenido se había trasladado a la Base Naval de Rota, y ese día el alférez de navío condestable don José Martínez Maqueda echó un último vistazo al interior abovedado y cerró la puerta. Por primera vez en casi trescientos años no guardaba nada. Entonces no lo sabía, pero con ese gesto finalizaba una historia que comienza el 22 de marzo de 1728, cuando el ingeniero director de la Junta de Fortificaciones de Cádiz, don Ignacio Sala Garrigo, tal vez el más notable ingeniero militar español del siglo XVIII, envía una carta al marqués de Castelar.

En esta carta, debido a los accidentes ocurridos en Barcelona, Lérida y Tarragona, reflexiona sobre “las grandes desgracias que pueden suceder con la pólvora y especialmente en esta plaza (Cádiz), donde se halla una gran cantidad de ella en dos almacenes grandes muy cerca uno de otro, y en la torre de San Sebastián, que si por accidente, o por algún rayo, le pegase fuego… discurro perecería sin duda alguna el todo o la mayor parte de esta ciudad…” Para solucionar este riesgo propuso, entre otras posibilidades, construir cuatro almacenes de pólvora, capaces de contener 1680 barriles cada uno, en “las alturas de la entrada de la Isla de León… no lejos del fuerte o batería llamado la Alcantarilla”. Es decir, en los actuales terrenos de Camposoto. Tres para la pólvora destinada a la plaza de Cádiz y el cuarto para la pólvora de la Marina. Este último, y el Cuerpo de Guardia, se debían construir en primer lugar y con la máxima premura porque el trasiego de pólvora desde el puerto de Cádiz hasta el almacén de Marina entrañaba un enorme riesgo. Castelar y Verbóm así lo entendieron y aceptaron. Pero, de momento, nada se hablaba de Punta Cantera.

La historia es larga hasta llegar a Punta cantera, así que dejo este enlace para los interesados: https://www.milan2.info/los-viejos-polvorines-de-punta-cantera/

El primer almacén, el más cercano a la punta, se llamó Santa Bárbara, e hizo las veces de polvorín de la batería de Punta Cantera, que se artilló durante el asedio francés de 1810/12 (en realidad se reconvirtió en cuartel para tropas inglesas: el reducto inglés nº 22). Y más tarde, en 1820, contribuyó con su fuego a defender las posiciones de los rebeldes constitucionalistas contra los realistas de Fernando VII. La desmantelaron los Cien Mil Hijos de San Luís, pero el Santa Bárbara siguió utilizándose hasta que en 1969 se derribó para levantar sobre su solar el moderno polvorín A-3 de Fadricas.

Los otros dos se llamaron San Bernardo y San Jerónimo, y aún permanecen en pie, airosos y sin una sola grieta. Han perdido las garitas y el recinto amurallado que los rodeaba, pero siguen siendo la sólida construcción que ideó el Ingeniero Jefe, Jorge Próspero Verbóm, y que Ignacio Sala ejecutó para nosotros. Desde 1730 han sido testigos de las vicisitudes ocurridas en la Real Villa Isla de León, antes de ser ciudad… eso si, las higueras han prendido en su techumbre y como no pongamos cuidado, lo que no ha destruido el tiempo ni los enemigos, lo harán las raíces de un ficus.

Cuando en junio de 2001, el subteniente condestable Maqueda, cerró las puertas del San Jerónimo y San Bernardo concluyó una época…

TIPOS DE POLVORINES:
En 1730 se construyeron los tres primeros almacenes para la pólvora negra que necesitaba la incipiente Armada borbónica: Santa Bárbara, San Bernardo y San Jerónimo. Eran edificios con doble tejado a dos aguas, e interior con dos bóvedas paralelas. Hoy día quedan dos de ellos. Interior y vista del llamado San Jerónimo. Desde mediados de los años 70 del siglo XX se utilizó como almacén de material no explosivo. Hoy quedan en pie los dos últimos.

Los CUATRO polvorines tipo Miranda / años 20-30 del siglo XX:
Antiguos polvorines construidos en la década de los años 20/30 del siglo XX. Eran edificios inspirados en una idea de Augusto Miranda y Godoy, ministro de marina, semienterrados y con débil techumbre para que, en caso de accidente, la onda de choque se dirigiera hacia arriba. Desde los años 70 del siglo pasado dos de ellos se reconvirtieron en algibes que proporcionarían agua en caso de incendio. Algibe de arriba, Algibe de abajo, Sepulcro y España. Este último, en 2020 está totalmente arruinado.

CINCO polvorines tipo A:
Simulan túneles bajo tierra, de techo abovedado. Este tipo de polvorín está diseñado para almacenar munición con alto poder explosivo. Un merlón de tierra frontal y lateral impediría que, en caso de accidente, la onda de choque progresara en dirección a zonas habitadas. Comenzaron a construirse a partir de 1955.

TRECE polvorines tipo B
Quedaron trece polvorines tipo B orientados de forma que la explosión de uno no propagara fuego a los colindantes. Diseñados para almacenar principalmente cartuchería con poco poder explosivo. Enormes puerta metálicas correderas y fachadas trapezoidales, blancas… el interior columnado para soportar una techumbre ligeramente descendente. Cubiertos por una capa vegetal para mantener una temperatura interior constante.

DOS pequeños polvorines tipo C
Diseñados para almacenar pirotécnia, cebos, pólvora negra y, en general, material de escaso poder detonante. C-1 y C-2, en la cabecera del embarcadero de las Fadricas, sobre el solar que ocupó la Casa Blanca…

También veo almacenes, talleres, viviendas, garitas del s/XVIII y muelles de la misma época. En los waypoints hay mucha e interesante información.

También camino por la playa para ver la muralla desde abajo, y luego por arriba, no quiero dejarme detalle.

Así llego al Caño Herrera , antesala del Centro Bahía Sur, recorro su paseo, me acerco al mirador y continuo hasta llegar a un sendero por la Bahía de Cádiz que me lleva al Cordel que viene desde Cádiz. Veo casas salineras y me desvío dos veces, una al Molino de San José (información en waypoint), otra joya, y a la casa de San Miguel .

Al llegar al río Arillo, que en realidad es un caño, me doy la vuelta.

En San Fernando quiero cruzar las vías del tren. Una obra me impide cruzar por donde quiero, así que tengo que llegar a la altura de Jardín Botánico para pasar al otro lado.

Recorro el Paseo del General Lobo, Paseo de Joly Velasco y el Paseo del Capitán Conforto. Los hitos interesantes se suceden, Sagrado Corazón, Puerta del Hospital antiguo de Carlos III, Panteón de los Marinos Ilustres, Edificio de Carlos III, Escuelas Militares, Tercios de la Armada......(información en waypoint).

Así llego otra vez a la Casería, me acerco al Puente del Marqués de Ureña, paso por el Cementerio de los Ingleses y por el Muelle de San Carlos (información en waypoint).

Frente al Club Náutico, ya llego a mi coche. Ruta de lo más interesante si se sabe apreciar la historia de los lugares por donde caminas.

(Mucha información ha sido sacada del Blog de Milano)

Waypoints

PictographWaypoint Altitude 20 ft
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Casería de Ossio

La Casería de Ossio es una barriada periférica situada al norte de San Fernando, desde la que se contempla toda la Bahía de Cádiz, y las localidades de Cádiz y Puerto Real. En la Casería de Ossio debido a su tradición marinera y a la cercanía con la Bahía de Cádiz hay varios bares donde se sirve pescaíto frito, a destacar La Corchuela y Cantina de TITI, donde sirven el pescado que se pesca en las aguas de la bahía.

PictographBeach Altitude 17 ft
Photo ofPlaya de la Casería Photo ofPlaya de la Casería Photo ofPlaya de la Casería

Playa de la Casería

Aunque no es una playa al uso, es innegable el encanto de La Casería. La playa de la Casería se encuentra en el corazón del Parque Natural de la Bahía de Cádiz, un pequeño espacio que hace de resguardo para las numerosas barcas que descansan en su orilla. Tiene aguas tranquilas y una extensión de 180 metros.

PictographWaypoint Altitude 16 ft
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Lazareto de Infante

n poco más al norte de “las fadricas”, dentro del recinto militar que se abandonó en 2001, se ubicaba la casería que perteneció a don Juan Infante de Olivares, regidor perpetuo de Cádiz. Detrás de la casa se roturaba una extensa huerta con casi seiscientos árboles frutales, y detrás de esta se abría un pinar que los dueños cuidaban con esmero. Durante buena parte del XVIII la familia Infante alquiló la huerta a distintos arrendatarios y a cada uno les dejaba muy clarito cómo debían cuidar la huerta, los frutales y los pinos... y, por supuesto, les hacía responsables de la pérdida de cada árbol. Hoy día el frescor que tuvo ese paisaje ha cambiado drásticamente. La casería de Infante llegó a disponer de diez almacenes, varios de los cuales fueron Provisión de Víveres de la Armada durante buena parte del XVIII. Pero lo que ha marcado la historia de este lugar ha sido su uso como lazareto. Efectivamente, desde 1728 el cabildo gaditano, amparado en la política de sanidad pública impulsada por los borbones, alquiló intermitentemente la casería de Infante para prevenir la propagación epidémica de fiebre amarilla. La organización del lazareto, la metodología y funcionamiento, y los arbitrios necesarios para sufragar los gastos emanaban de un reglamento tan exhaustivo que merece un tratamiento aparte. En este lugar, desde entonces llamado Lazareto de Infante, se habilitó un pequeño muelle, útil en pleamar, para desembarcar personas y mercancías. La instalación en la bahía gaditana de la Casa de Contratación, del Departamento Marítimo y, más tarde, del Arsenal de la Carraca, hizo que el Real Hospital de Cirugía de Cádiz, que atendía al personal vinculado a la Real Marina, se quedara pequeño. Esto propició, ya en 1736, que las autoridades intentaran reconvertir el Lazareto en el hospital que la Marina necesitaba. El asunto cristalizó en 1777, cuando en la vieja casería de Infante comenzó a funcionar un hospital, capaz de atender trescientas camas, que se llamó Hospital Provisional y Real de Infante. Este establecimiento cedió sus funciones sanitarias al Hospital de San Carlos en 1809. Pero las epidemias de fiebre amarilla que brotaron en el XIX, obligaron a que el Lazareto retomara sus tradicionales tareas de prevención. De esta casería, que tanto contribuyó a la salud de la bahía, apenas queda visible un trozo de muro que lame la pleamar...

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Photo ofPantalán de Ossio Photo ofPantalán de Ossio Photo ofPantalán de Ossio

Pantalán de Ossio

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Subimos al camino

Subimos al camino y empezamos a ver las instalaciones militares de Punta Canteras. Lo primero que vemos son los talleres de mantenimiento y pinturas.

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Talleres

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Photo ofTaller de munición

Taller de munición

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Polvorines tipo C

Diseñados para almacenar pirotécnia, cebos, pólvora negra y, en general, material de escaso poder detonante. C-1 y C-2, en la cabecera del embarcadero de las Fadricas, sobre el solar que ocupó la Casa Blanca…

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Photo ofConstrucciones y polvorines Photo ofConstrucciones y polvorines Photo ofConstrucciones y polvorines

Construcciones y polvorines

Photo ofEmbarcadero de Fadricas. Muelle antiguo del siglo XVII Photo ofEmbarcadero de Fadricas. Muelle antiguo del siglo XVII Photo ofEmbarcadero de Fadricas. Muelle antiguo del siglo XVII

Embarcadero de Fadricas. Muelle antiguo del siglo XVII

Embarcadero de Fadricas, que algunos mapas del siglo XVIII ya denominaban “Muelle antiguo”. Es un hermoso puerto con dos espigones paralelos que se adentra en la Cala del Manchón de los Arcos, a resguardo del cabo que forma Punta Cantera y enfilando directamente a Puerto Real. Los romanos del primer siglo de nuestra era, y tal vez los fenicios, ya conocían la privilegiada situación de esta cala para embarcar la producción de ánforas que fabricaban en el alfar de Fadricas. Cuando Fray Jerónimo de la Concepción dibuja en 1690 su famoso mapa de la Ínsula Gaditana, aún no se ha construido el Embarcadero, pero nos muestra en la Isla de León un lugar llamado Fadricas, hacienda de Fadrique de Lila y Valdés, rico comerciante de Cádiz, de origen flamenco, que la adquirió del duque de Arcos a censo perpetuo. La toponímia del lugar, al igual que en toda la Isla de León, coincide con el nombre del rico vecino gaditano que la ocupa. De ahí que Fadricas haga referencia a la heredad de Fadrique, son lugares que adoptan el apellidos de sus moradores. Fadrique murió sin hijos en 1670, y la hacienda de Fadricas pasó a manos de sus herederos, que siguieron pagando al duque de Arcos, hasta mitad del siglo XVIII, 20 reales de vellón cada año. Entre estos herederos encontramos a su sobrino, Jose Domingo Colarte y Valdés, hijo del primer marqués de El Pedroso, también de origen flamenco, que fue propietario, según la información del mapa Lobo/Quintana, de un molino de mareas y de un importante edificio que se llamó Casa Blanca. Tanto el sobrino de Fadrique, como el duque de Arcos, así mismo propietario de tres almacenes y tiendas en el Sitio de Fadricas, los utilizaron profusamente a lo largo del siglo XVIII en una continua actividad comercial. Colarte arrendó repetidamente sus almacenes y bodegas a la Marina, que los usó a su vez para la provisión de víveres que se embarcaban en las flotas armadas. Por su parte, los del duque de Arcos, según detalla el historiador isleño don José Luís López Garrido, se alquilaron sin descanso a particulares para almacenar y vender aceite, vino, vinagre, aguardiente, etc. También hubo en el entorno del Embarcadero de Fadricas un importante almacén de sal para controlar su renta, hasta tal punto trascendente que, en opinión de dicho historiador, “la explotación y cultivo de la sal en San Fernando sea un proceso ligado a épocas contemporáneas, y la tradicional vinculación de la Villa con la sal, tenga realmente sus orígenes en el almacenamiento de dicho producto en la zona de Fadricas”. Es patente que, al amparo del auge económico de Cádiz en el siglo XVIII, se inició en Fadricas una rica actividad comercial en tres direcciones: comercio hacia las Indias, provisión de víveres y demás pertrechos para las flotas armadas y apoyo al abastecimiento del incipiente núcleo de vecinos de la Isla de León. Y tal actividad comercial fue posible gracias a la existencia de un embarcadero que se construyó junto a la Casa Blanca a finales del siglo XVII. Tal vez el primer plano que lo muestra sea una carta náutica atribuida al piloto de galeras Legay, que muestra la distribución de la flota combinada de Francia y España antes del ataque angloholandés de 1702 (Biblioteca Nacional de París, C. et P. 61,4,17). En ella se aprecian, delante de la “Maison Blanche”, los dos espigones del Embarcadero de Fadricas. La Guerra de Sucesión Española, entre 1701 y 1713, implicó un notable incremento en la actividad del Embarcadero. Desde él se aprovisionaron los navíos que participaron en el asalto a Barcelona, último reducto de los partidarios del archiduque Carlos; se cargaron “Flotas Armadas de la Mar Océano” que esperaban fondeadas en la bahía; se hacían las aguadas, recogidas del acueducto que llegaba hasta sus inmediaciones; incluso desde el Embarcadero partían los enfermos de la Marina, y su maestranza civil, para llevarlos hasta el Real Hospital de Cirugía de Cádiz. En el último tramo de ese siglo se instaló en la Casa Blanca una importante fábrica de tejidos pintados que estuvo gestionada por las Reales Fábricas de Cetinas. En ella trabajaban, según la época, cerca de 300 operarios y hasta contaba con una capilla propia que el obispo de Cádiz tenía censada entre las de su diócesis. Más tarde, durante el asedio francés de 1810/12, la Casa Blanca se utilizó para almacenar los efectos navales de la “Flotilla de Sutiles” que tuvo su base en el Espigón de Punta Cantera (del que hablaremos próximamente), y durante el Trienio Liberal (1820/23) fue cuartel de tropas. En ese tiempo los dueños de la Casa Blanca se quejaron ante el Cabildo de la ciudad por los destrozos que los soldados causaron en las instalaciones. Después de eso la ocupación de la cabecera del Embarcadero de Fadricas languideció hasta que en 1960 pasó a ser propiedad militar. Por entonces sólo quedaban casas, establos, porquerizas y almacenes, con un mínimo interés agropecuario. Nada queda de todo eso porque en los años sesenta del siglo XX, el radio de seguridad de los primeros polvorines tipo “A” obligó a la demolición de las últimas piedras que tal vez levantara Fadrique en el siglo XVII. Sobre ellas se construyeron los polvorines C-1, C-2 y B-2. Sólo el viejo embarcadero sobrevivió, y a partir de entonces es lo único que recuerda los mejores tiempos del “Sitio de Fadricas”. El Embarcadero se utilizó hasta bien entrado el siglo XX.

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Photo ofPolvorines tipo B Photo ofPolvorines tipo B Photo ofPolvorines tipo B

Polvorines tipo B

Quedaron trece polvorines tipo B orientados de forma que la explosión de uno no propagara fuego a los colindantes. Diseñados para almacenar principalmente cartuchería con poco poder explosivo. Enormes puerta metálicas correderas y fachadas trapezoidales, blancas… el interior columnado para soportar una techumbre ligeramente descendente. Cubiertos por una capa vegetal para mantener una temperatura interior constante.

PictographWaypoint Altitude 23 ft
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Polvorines Miranda

Antiguos polvorines construidos en la década de los años 20/30 del siglo XX. Eran edificios inspirados en una idea de Augusto Miranda y Godoy, ministro de marina, semienterrados y con débil techumbre para que, en caso de accidente, la onda de choque se dirigiera hacia arriba. Desde los años 70 del siglo pasado dos de ellos se reconvirtieron en aljibes que proporcionarían agua en caso de incendio. Aljibe de arriba, Aljibe de abajo, Sepulcro y España. Este último, en 2020 está totalmente arruinado.

PictographWaypoint Altitude 34 ft
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Polvorín de San Bernardo

En 1730 se construyeron los tres primeros almacenes para la pólvora negra que necesitaba la incipiente Armada borbónica: Santa Bárbara, San Bernardo y San Jerónimo. Eran edificios con doble tejado a dos aguas, e interior con dos bóvedas paralelas. Hoy día quedan dos de ellos. Desde mediados de los años 70 del siglo XX se utilizó como almacén de material no explosivo. Hoy quedan en pie los dos últimos.

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Photo ofGarita del S. XVIII

Garita del S. XVIII

PictographMooring point Altitude -105 ft
Photo ofMuelle de la Pólvora de Su Majestad Photo ofMuelle de la Pólvora de Su Majestad Photo ofMuelle de la Pólvora de Su Majestad

Muelle de la Pólvora de Su Majestad

La rampa que comunica la orilla del mar con la elevación donde se sitúan los polvorines, se construyó a principios de 1731 para facilitar el trasiego de los barriles pólvora entre los Almacenes recién estrenados y la orilla. Desde entonces la ciudad de Cádiz se liberó del enorme riesgo que representaba el tránsito continuo de pólvora entre el puerto y los almacenes situados por entonces en las inmediaciones del Campo Santo. Ese trasiego se trasladó a Punta Cantera, en la Isla de León, cerca de la Casería de Fadricas, el importante núcleo comercial e industrial que fue surgiendo en su costa oeste. El peligro desapareció de Cádiz, pero a costa de empeorar las condiciones de trabajo de los artilleros y la maestranza civil en la Isla, porque al final de la rampa no existía ningún muelle que facilitara las cosas. Por otro lado, el Embarcadero de Fadricas, que existía desde finales del siglo XVII en la cala próxima, para embarcar las aguadas y demás provisiones, por obvias razones, nunca se utilizó para esos peligrosos menesteres. Para solucionar esta situación, el Comisario General de la Artillería de Marina, don Joachim Manuel de Villena, el 9 de agosto de 1751, envía al Marqués de la Ensenada, Secretario de Estado, Hacienda, Guerra, Marina e Indias con Fernando VI, un completo estudio que justificaba la construcción de un muelle en Punta Cantera, que habría de utilizarse exclusivamente en el embarco/desembarco de pólvora para los navíos de su majestad. En uno de los documentos explicaba los “Inconvenientes, atrasos y perjuicios que suceden en la extracción o depósitos de pólvora en los almacenes del sitio de las canteras para la provisión y desembarco de este género en los navíos de guerra a causa de la natural mala disposición de las orillas de aquel paraje”. En él explica cómo se realizaba el “municionamiento”: los barriles de pólvora negra, de unos 46 kilogramos cada uno, se transportaban a hombros desde los almacenes hasta las lanchas fondeadas a escasa distancia de Punta Cantera. Es decir, se introducían hasta la cintura en el agua, y en esas circunstancias el riesgo de resbalar “por la lama que la mar deja en las piedras que hay en la Punta” era enorme. De hecho con frecuencia hombres y barriles caían al agua. Si se optaba por evitar las piedras, se atascaban en el fondo fangoso, de manera que de una forma u otra se perdían muchos barriles en cada provisión. En bajamar el recorrido que tenían que hacer los hombres, cargados con los barriles, para llegar a los lanchones, era mayor, y el riesgo de resbalar aumentaba. Así las cosas, encontraron que la mejor manera para evitar tantas caídas era “…varando la embarcación en pleamar; y esperando la bajamar para la faena”. De ese modo las lanchas quedaban más cerca del terreno seco. Ciertamente del todo “no se evita el arriesgado piso, y aunque el barril no se moje a veces se desfonda o suelta los aros, y se desperdicia la pólvora”. Había menos pérdidas por caídas, pero los barriles depositados en las lanchas quedaban expuestos a temporales y lluvias hasta la siguiente pleamar, que sumado a una noche de espera, atrasaba mucho la provisión de los buques de guerra. El documento finalizaba enumerando las ventajas de construir el muelle proyectado porque “con él resulta favorable poderse embarcar y desembarcar en un día, y a cualquier hora, la pólvora, aunque sea de una Armada; ahorro en su conducción a los almacenes, o de estos a las embarcaciones; seguridad en los barriles, y para mayor, se podrán disponer pequeños carretones donde nada sufren; evitar el riesgo en las embarcaciones cargadas, que varadas suelen lastimarse en las piedras, y lo demás que se evidencia…” Villena proyectó para ello un muelle de 5 metros de ancho y 175 de largo, en cuyo extremo se construiría un baluarte poligonal, capaz de contener los barriles de dos lanchones, y susceptible de artillarse en tiempos de guerra. El embarque de los barriles se haría desde las escalinatas del baluarte, y el piso estaría formado por una torta de argamazón fino con el suficiente lomo “para favorecer el derrame de las aguas”. Todas las piedras exteriores serían labradas convenientemente, adheridas con mortero hidráulico y con las uniones selladas con zulaque (mortero formado por cal, aceite, estopa y escorias o vidrios rotos, propia para obras hidraúlicas). La construcción estuvo presupuestada en 131.293 reales de vellón. Lo que hoy podemos admirar es un bello espigón en rampa descendente que parte de la fortaleza y se adentra en la mar, enfilando directamente el Puntal de Cádiz. En los bordes de la construcción se utilizaron sillares machihembrados, labrados en roca ostionera, para dar mejor trabazón a una obra batida por las mareas. En pleamar se cubre la parte más baja y el atraque se realizaba en la zona cercana a la fortaleza (posiblemente construida al mismo tiempo que el Espigón y que se conserva intacta); por el contrario, en bajamar sólo era utilizable el extremo más alejado de tierra firme. De esa manera quedaba asegurada la utilidad del Espigón en cualquier momento mareal. Sin duda, una solución económica para facilitar el aprovisionamiento de los buques en un litoral tan tendido como el del interior de la bahía. A mitad del siglo XIX, según relata Pascual Madoz, el atracadero de Caño Herrera, tradicionalmente usado para el transporte de viajeros en el entorno de la Bahía, no podía utilizarse en bajamar “a causa de la obstrucción en que se halla… por la arenas y cienos movedizos que arrastran las mareas y el abandono con que se mira su indispensable limpia” (siglo y medio más tarde seguimos en las mismas). Por eso se utilizó el Espigón que, aunque ya estaba muy deteriorado para los menesteres de la pólvora, sí era de utilidad para el transporte de personas en bajamar. Y así fue languideciendo poco a poco. Finalmente llegó el ferrocarril y el automóvil, y las provisiones de pólvora y otras municiones se hicieron al margen de viejo Espigón. Entonces lo olvidamos. Hoy día el Espigón de Punta Cantera resiste a duras penas los empellones de la pleamar. Sus bellos sillares van quedando esparcidos en el fango de la bahía. La mar lo va descarnando, pacientemente, en un intento de recuperar su lugar…

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Punta Cantera

A principios del siglo XVIII la Marina de Guerra española está prácticamente aniquilada. Sin Armada es imposible mantener las comunicaciones con América y, en consecuencia, nuestro inmenso imperio colonial permanece indefenso. Por eso las administraciones borbónicas, a pesar de las enormes dificultades, impulsan la construcción naval de tal manera que al final del siglo llegamos a ser la segunda potencia naval del planeta, sólo superados por el genio inglés. Y para crear una Armada de tales dimensiones fue preciso construirla en nuevos arsenales y apoyarla desde tierra con centros de suministro. En lo que toca a la Isla de León esto se concreta inicialmente desde la Casa Blanca, casería de Infante y Real Carenero; más tarde se incorpora el arsenal de la Carraca para aglutinar casi toda la actividad naval. Pero hay un aspecto que no puede asumir y que en Punta Cantera, por su situación estratégica, encuentra perfecto acomodo: los primeros almacenes para la pólvora de Su Majestad, que suministraron tal género a las Armadas borbónicas. Y así, mientras la Casa Blanca y el Lazareto desarrollan sus actividades comerciales, Felipe V dona Punta Cantera a la Real Marina. Es el año 1729, y días después se inician los trámites para construir los tres primeros polvorines de la Armada, que son el origen de los que han llegado hasta el siglo XXI. Dos de estos aún se conservan en perfecto estado y son visibles desde Bahía Sur. Convendría tener en cuenta que, exceptuando el Castillo de San Romualdo y Torre Alta, no existen en la Isla edificios más antiguos. Sin embargo, no es lo único que Fadricas atesora para disfrute de todos los isleños. En el último tercio del XVIII se construyó un precioso muelle para embarcar y desembarcar la pólvora negra en los bajeles de Su Majestad: el Espigón de Punta Cantera. También, por los mismos años, se fortificaron las laderas con unas murallas defensivas que se mantienen intactas. Con esta configuración llegó el año 1808, y justo en el extremo de la Punta, la más adelantada en la bahía, se instaló una batería de morteros cónicos que bombardeó a la escuadra de Rosilly, y que las andanadas francesas destruyeron. Y allí mismo se construyó en 1810 una fortificación artillada que se llamó Reducto Inglés nº 22. Los 200 soldados ingleses y portugueses que se alojaron en uno de los polvorines originales (el que hoy no existe), serían la fuerza de choque que se opondría a los franceses si atacaban la costa oeste. Y no sólo eso, el Espigón de Punta Cantera (y el Embarcadero de Fadricas) se convirtió en un apostadero de lanchas sutiles artilladas que disuadieron cualquier intento de invasión francesa por este lado. Más tarde, esta misma batería contribuyó decisivamente con sus andanadas a que triunfara la causa liberal en 1820. Y años más tarde, durante la Revolución Gloriosa de 1868, la guarnición de los Polvorines de Fadricas, formada por ocho infantes de marina y el subteniente que los mandaba, fue de las primeras que se sumaron para propagar el grito de libertad que finalizó con la proclamación de la Constitución de 1869. Desde entonces la Marina de Guerra, cada día más compleja, necesitó ampliar sus instalaciones. Pero al mismo tiempo la ciudad crecía a su alrededor, hasta que la presión urbana hizo insostenible la presencia de polvorines en mitad de la bahía. Finalmente, el siglo XXI amaneció con los viejos Almacenes para la Pólvora de Su Majestad vacíos de municiones y también vacíos de historia.

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Polvorines

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Polvorín

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Garita

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Polvorín de San Jerónimo

En 1730 se construyeron los tres primeros almacenes para la pólvora negra que necesitaba la incipiente Armada borbónica. Eran edificios con doble tejado a dos aguas, e interior con dos bóvedas paralelas. Hoy día quedan dos de ellos. Desde mediados de los años 70 del siglo XX se utilizó como almacén de material no explosivo

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Garita y bajada a la playa

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Photo ofMuralla de la fortaleza del polvorín (S.XVIII) Photo ofMuralla de la fortaleza del polvorín (S.XVIII) Photo ofMuralla de la fortaleza del polvorín (S.XVIII)

Muralla de la fortaleza del polvorín (S.XVIII)

Tiene San Fernando un lugar extraordinario. Es un promontorio rocoso triangular que se adentra en el seno de la Bahia de Cadiz. Un lugar que desde principios del siglo XVIII, antes de que la Real Villa fuera ciudad, está ocupado por los primeros almacenes para la pólvora de Su Majestad… Hoy, ya sin uso militar, constituye un patrimonio histórico, etnográfico y arquitectónico de primer orden, y una verdadera joya para el futuro de la ciudad de San Fernando. Levantadas en el último tercio del siglo XVIII, rodean parcialmente el promontorio triangular de Punta Cantera. Protegían los tres primeros almacenes para la pólvora de Su Majestad… Actualmente abandonadas y sin mantenimiento.

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Seguimos por la playa

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Polvorines tras la playa

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Abrevadero

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Caño Herrera

Se encuentra ubicado junto al caño de marea del mismo nombre, situado cerca del extremo SW del saco interno de la Bahía de Cádiz, entre Punta Cantera y el caño Río Arillo. Se trata de un conjunto medioambiental de ámbito marino de gran valor ecológico y etnográfico. Su paisaje es el propio de una marisma mareal : en pleamar toda la zona está cubierta de agua, mientras que en bajamar aparece a la vista una extensa planicie intermareal fangosa que alcanza una anchura de 1 km en las mareas vivas.

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Paseo de Bahía Sur

PictographPanorama Altitude 7 ft
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Mirador de Bahía Sur

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Sendero por la Bahía

El saco interno de la Bahía de Cádiz es posiblemente una de las zonas menos conocidas del Parque Natural Bahía de Cádiz ya que se encuentra ocupada por explotaciones acuícolas y salineras y no es una zona de tránsito habitual de visitantes con tan solo un sendero oficial habilitado. El saco interno de la bahía son aguas muy poco profundas, de hecho es barro y en marea bajo el fango que queda al descubierto junto con aguas poco profundas se conoce como planicies mareales, estas planicies mareales tienen una enorme importancia dentro de nuestro parque natural ya que estos fangos permiten a las aves alimentarse y por otro lado son albergan praderas submarinas de plantas fanerógamas marinas, concretamente tres especies; Zostera noltii, Zostera marina y Cymodocea nodosa, ni que decir tiene que estas praderas son el inicio de una interesante cadena trófica así como protectora de otros organismos como los peces o generadora de oxígeno. Este saco incluye zonas de San Fernando, Puerto Real y Cádiz que son generalmente salinas o explotaciones acuícolas, también da a este saco la isla del Trocadero, que es zona de reserva del parque, la playa de la Cachucha o las salinas de Santibáñez, lugar donde se realiza un seguimiento de estas praderas submarinas anteriormente citadas.

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Photo ofCordel de Cádiz o Camino de Santibáñez Photo ofCordel de Cádiz o Camino de Santibáñez Photo ofCordel de Cádiz o Camino de Santibáñez

Cordel de Cádiz o Camino de Santibáñez

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Casa salinera del Corazón de Jesús

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Molino de San José

El molino de San José es un atípico molino al tener constancia de la existencia de una capilla-oratorio junto a otras dependencias típicas de un molino (la presa, la sala de molienda…). De la capilla-oratorio sólo queda el vano de entrada, de estilo barroco e identificable al encontrarnos labrada en su dintel una cruz cristiana. No era la única puerta de acceso al recinto ya que en la misma fachada encontramos otras dos puertas, en la actualidad tapiadas, y que corresponden al acceso principal al molino y a la oficina del mismo. Las puertas guardan el estilo propio de otras tantas portadas barrocas de la arquitectura urbana de la Bahía tan características de San Fernando o Puerto Real. Según cuenta Julio Molina, el oratorio del molino de San José contaba con privilegio de oratorio público. Ya en el interior debemos de estar atento en donde pisamos ya que el estado ruinoso del edificio y los saetines abiertos en el suelo no permiten despistarse. En su interior me llama la atención varias ruedas de molinos, reutilizadas como solería cuando ya no eran rentables para la molienda, y otras, olvidadas sobre el suelo esperando a ser usadas. De las muelas de San José siendo algo observador nos percataremos de unos surcos que reciben el nombre de rayotes, creados por el molinero para permitir a la harina salir expulsado de la muela. Junto a los volteadores encontramos las compuertas molineras que permiten la entrada de agua al subir la marea y que impiden que salga cuando esta empieza a bajar. Ocho son las compuertas que posee el Molino de San José, de las cuales las compuertas laterales se encuentran colmatadas por el fango. Uno de los elementos más característicos y propio de cada molino lo constituyen sus tajamares. Paseando por el interior del recinto nos llama la atención un conjunto de tinajas de barro que servía de acopio de agua de lluvia y que estaban comunicadas unas con otras a través de una canaleta. La construcción de este tipo de tinajas para almacenar agua es habitual encontrarlas en molinos de marea y en casa salineras. Otro de los elementos que diferencia al Molino de San José con el resto de molinos de mareas, es la presencia de un muelle para la carga y descarga a través de los famosos candrays, embarcaciones de vela de escaso calado y muy panzudas que llevaban la harina, a través del caño, hasta los barcos mayores que se hallaban anclados en la Bahía de Cádiz.

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Caño Río Arillo

El Río Arillo es un caño (no es un río), de la provincia de Cádiz, que separa la isla de León de la isla de Cádiz, separando por consiguiente los términos municipales de las ciudades de Cádiz y San Fernando. Hoy coincide aproximadamente con el caño que alimenta los esteros de la salina de los Tres Amigos, en el término municipal de San Fernando.

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Casa de San Miguel

PictographPark Altitude 46 ft
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Jardín Botánico

Construido en los terrenos de un antiguo vivero forestal, del que conserva su estructura aterrazada en distintas alturas, el invernadero transformado en sala de usos múltiples, y el sistema de riego por gravedad con sus albercas, canalizaciones y pozo de mareas, recrea la flora y la vegetación de la provincia gaditana. Así el visitante puede realizar un recorrido por los diferentes bosques, matorrales y cultivos de Cádiz que se representan en sus parcelas centrales en el Jardín Mediterráneo, observar la vegetación de lagunas de la campiña gaditana en un pequeño estanque, ver las adaptaciones que presentan las plantas a la salinidad en la recreación de la marisma, o acercarse a la flora que habita los diferentes sustratos rocosos y con escaso suelo de dunas, acantilados y laderas rocosas y gargantas de nuestras serranías. En la colección de Conservación se pueden observar las especies amenazadas del sector gaditano-onubo-algarviense con que trabaja este equipamiento en conservación. Otras dos colecciones de planta foránea nos muestran las plantas de jardines y parques de los distintos municipios de la bahía de Cádiz en el Jardín de la bahía y una representación de plantas que han llegado a nuestra tierra procedentes de Canarias y América, en el Jardín de Aclimatación. Un total de más de 500 especies diferentes en menos de una hectárea de colección de exposición.

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Sagrado Corazón

El Ayuntamiento isleño decidió en 1943 erigir un monumento al Deífico Corazón “de proporciones y características adecuadas a la importancia de la población y la dignidad de su Divina imagen”. Se decidió que su emplazamiento idóneo sería la plaza Font de Mora, a la entrada de la ciudad, lo que hubiera propiciado una especie de reencuentro de esta devoción religiosa con sus raíces en el castillo isleño. Sin embargo, la Corporación Municipal resolvió en 1950 instalar el proyectado monumento en la Glorieta del General Lobo, frente a la estación de ferrocarril, “como dando la bienvenida y amparando, al internarse en ella, al viajero” según palabras de Clavijo. Para lo cual se ordenó trasladar el monumento dedicado a los Héroes de África, que estaba ubicado en ese lugar desde los años veinte, a la plaza de Font de Mora. Además, según Quijano, en 1952 se realizaron obras de urbanización en la Glorieta.

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Paseo de General Lobo. La Glorieta

El Paseo General Lobo es conocido por los isleños como La Glorieta. A finales del siglo XIX era un terreno que se encontraba en un estado lamentable, algo que resultaba inadecuado al ser la primera zona que se encontraba al entrar en la ciudad al llegar en ferrocarril. Existen documentos que han sido estudiados por don Juan José Maruri Niño, que hablan de un lugar lleno de barracas y gentes de mal vivir. Por Real Orden del Ministerio de Marina (16.07.1885), se concede al Ayuntamiento de San Fernando, dichos terrenos donde se construyó posteriormente dicho paseo; los cuales formaron parte, de la Población Militar de San Carlos.

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Tren

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Photo ofDepósito de agua

Depósito de agua

Depósito que estaba situado junto a las vías y que proporcionaba agua a las máquinas de vapor. Es de forma cónica y está construido con piedra ostionera y ladrillo. Es una reliquia de aquellas antiguas estaciones de los primeros ferrocarriles.

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Paseo de Joly Velasco - Paseíllo

Tras La Glorieta, llegamos al Paseo Joly Velasco, conocido como "El Paseíllo" En la confluencia con el Paseo del Capitán Conforto encontramos esta rotonda con un monumento a los mártires y héroes de la Marina de Guerra Española, a partir de aquí y hasta la fachada de la Escuela de Suboficiales encontramos el Paseo Capitán Conforto.

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Puerta de entrada del Hospital San Carlos

Puerta de piedra ostionera que tras la demolición del edificio se colocó como recuerdo del mismo en el lugar en que estuvo situada. La construcción del viejo hospital comenzó en febrero de 1809, en plena Guerra de Independencia, teniéndose que improvisar un hospital en un convento de franciscanos, debido al gran número de prisioneros franceses y que éste hospital aún no estaba terminado. En 1836 pasó a jurisdicción de la Marina, hecho coetáneo a la supresión del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz, hospital que se estuvo haciendo cargo de pacientes militares y civiles de la localidad, y de heridos procedentes de la Guerra de Independencia, Guerra de África, Guerra del Rif y Guerra Civil Española. Durante la Guerra de la Independencia y la Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis(1823-1828) trabajaron conjuntamente practicantes y facultativos españoles y franceses. Este hospital tuvo una actuación destacada durante las grandes epidemias que asolaron la provincia a lo largo de los siglos XIX y XX (fiebre amarilla, cólera, gripe española y tifus exantemático)

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Photo ofPaseo Capitán Conforto Photo ofPaseo Capitán Conforto

Paseo Capitán Conforto

El Paseo Capitán Conforto comienza tras la rotonda sin nombre que alberga el monumento en Honor a los Héroes y Mártires de la Marina Española y llega hasta las mismas puertas de la Escuela de Suboficiales y el Panteón de Marinos Ilustres. Hace ya algunos años, en su acera izquierda se encontraba el antiguo Hospital de San Carlos. A la izquierda encontramos una plaza luminosa que ocupa los terrenos del antiguo Hospital de San Carlos del que ha quedado como recuerdo la portada del mismo.Al fondo de la Plaza queda el Panteón de Marinos Ilustres. Este paseo ha tenido las denominaciones de Plaza de Armas de San Carlos, Plaza de San Carlos, y el día 17 de julio de 1895 aparece con el nombre de Capitán González. Para el vulgo siempre ha sido "El Paseillo" al igual que el Paseo de Joly Velasco. Fue el 20 de junio de 1969 cuando se aprobó la denominación actual que hace referencia a don Juan Conforto Thomas, Oficial de Infantería de Marina.En el año 1939, este oficial tomó militarmente la ciudad de Puerto Real y el Ayuntamiento de esa Villa, siendo nombrado provisionalmente Comandante militar de la ciudad vecina por los golpistas, y participando en la subsiguiente represión.

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Panteón de los Marinos Ilustres

El Panteón de los Marinos ilustres de San Fernando es un dificio neoclásico diseñado por Francisco Sabatini, con una portada sobria y monumental, alberga las tumbas y mausoleos de casi un centenar de marinos ilustres. El Panteón de Marinos Ilustres fue inaugurado en 1870 tras haber sido ordenada su construcción por real mandato de la reina Isabel II. En él, se custodia la memoria de todos los marinos que, a lo largo de los siglos, han contribuido a crear esta gran nación que es España y demuestra el compromiso de la Armada, a lo largo de la historia, en la defensa de España, la protección de los españoles y sus legítimos intereses, desde la mar, allá donde sea necesario. Los restos de ilustres marinos como Jorge Juan, Gravina, Méndez Nuñez, Cervera, Bustamante, Liniers, Cardona y Albacete y Fuster, entre otros, descansan entre sus muros. En el Panteón de Marinos Ilustres se encuentra la tumba de Cayetano Valdés, militar, marino y ministro de la Guerra en el reinado de Fernando VII. También la de Cecilio Pujazón, capitán de navío y relevante astrónomo isleño del siglo XIX, que llegó a ser director del RealObservatorio de la Armada. La historia del Panteón de Marinos Ilustres es extensa y compleja. La primera piedra, de la que iba a ser iglesia de la Población Militar de San Carlos, se colocó en 1786. Tras múltiples vicisitudes y retrasos, en 1850 la Reina Isabel II, por real mandato, firmado por el Marqués de Molins el 10 de octubre, dispone que “con la mayor prontitud posible se concluya y habilite dicho templo, destinándolo a capilla del contiguo colegio Naval y Panteón de Marinos Ilustres”. A partir de ahí empezaron a trasladarse los restos de algunos marinos, como por ejemplo los de Jorge Juan, que fueron sepultados en las capillas a la espera del traslado de sus mausoleos. No obstante, solo consta como acto militar para inaugurar el Panteón de Marinos Ilustres, el celebrado el 1 de mayo de 1870. Acto, en el que se rindieron honores militares fúnebres, y que fue específicamente organizado para bendecirlo y para que empezase a cumplir su función de Panteón como tal. El 1 de mayo de 1870 a las 4 de la tarde, tras su traslado desde diferentes localidades, finalmente se sepultaron en sus mausoleos los restos de los Excelentísimos Señores Don Andrés Regio, Don Gabriel Ciscar, Don Jose Rodriguez de Arias, Don Ignacio María de Álava, Don Luis de Córdoba, Don Juan José Navarro y Don Cayetano Valdés. Con dicha bendición se dio por fin cumplimiento a lo ordenado por la Reina Isabel II. Posteriormente, a lo largo de los años, se han ido trasladando los restos de otros marinos como Gravina, Méndez Nuñez, Cervera, Bustamante, Liniers, Cardona y Albacete y Fuster entre otros.

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Photo ofEdificio de Carlos III - Academia de Suboficiales de la Armada Photo ofEdificio de Carlos III - Academia de Suboficiales de la Armada Photo ofEdificio de Carlos III - Academia de Suboficiales de la Armada

Edificio de Carlos III - Academia de Suboficiales de la Armada

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Escuela de Suboficiales de la Armada frente al Tercio de la Armada

El origen de la Escuela de Suboficiales de la Armada se inicia con el decreto de 31 de julio de 1940, por el que se reorganiza la Marinería y el Cuerpo Subalterno de la Armada bajo el nombre de Cuerpo de Suboficiales de la Armada, que hasta entonces no existía. En ese decreto, en sus artículos 31 y 32, se establece que para la formación de este Cuerpo de Suboficiales recién creado "procede crear la Escuela en la que puedan desarrollarse los citados cursos de formación". En esta línea, el 31 de julio de 1943, por Decreto del ministro de Marina, Salvador Moreno, se establece que la Escuela de Suboficiales radique en San Fernando. El Tercio de Armada (TEAR) es la unidad anfibia y expedicionaria de la Fuerza de Infantería de Marina (FIM). Consta de la Brigada de Infantería de Marina (BRIMAR) y de la Unidad de Base (UB). Al igual que otras brigadas, la BRIMAR se articula en una serie de unidades tipo batallón.

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Photo ofTercio de Armada (TEAR) Photo ofTercio de Armada (TEAR)

Tercio de Armada (TEAR)

PictographBridge Altitude 11 ft
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Puente Marqués de Ureña

El Puente Marqués de Ureña es un viaducto de pequeñas proporciones situado al norte del término municipal de San Fernando (Cádiz, España). Este puente, situado en unos terrenos militares, comunicaban antiguamente la Población militar de San Carlos con el Arsenal de la Carraca. Su nombre se debe al Marqués de Ureña, personaje de gran importancia para esta ciudad gaditana, que fue nombrado por Carlos IV director de la Población militar de San Carlos y al que se debe la construcción del Real Instituto y Observatorio de la Armada. Habiéndose abierto un caño que permitía el paso de embarcaciones menores desde la bahía hasta el caño de Sancti-Petri, para así evitar su paso por las cercanías del Arsenal, hubo la necesidad de construir un puente que permitiera el acceso al lugar por carretera. El caño quedó en desuso, y poco a poco se fue cubriendo hasta casi desaparecer, pero el puente quedó ahí como muestra de su perfecta factura. Gaspar de Molina y Saldívar, Caballero de la Orden de Santiago, tercer marqués de Ureña y IV conde de Saucedilla (Cádiz, 9 de octubre de 1741 – 1806), arquitecto, ingeniero, pintor, poeta y viajero gaditano de la Ilustración. Regidor perpetuo de Mecida e intendente de la Marina, trazó en 1791 la planta del Real Observatorio Astronómico de la Armada en San Fernando (Cádiz). Dirigió también las obras de la Población militar de San Carlos.

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Cementerio de los Inglés

Hay en San Fernando, a orillas de la Bahía de Cádiz, muy cerca de la llamada Casería de Osio, un viejo cementerio completamente abandonado. No tiene cruces, ni tumbas, ni mausoleos, ni lápidas. Nadie diría que fue un cementerio. Sólo queda una puerta, restos de un altar y parte de los muros perimetrales que se van deshaciendo a pasos agigantados. Cuentan los que saben de estas cosas que el Cementerio de los Ingleses se construyó en 1809, en el contexto de la Guerra de la Independencia contra Napoleón, para enterrar a los franceses que murieron o sobrevivieron a la batalla de la Poza de Santa Isabel. El 2 de Mayo de 1808 los madrileños se sublevan contra el poder francés y son masacrados sin piedad. El ejército galo deja de ser una fuerza aliada… ahora es el enemigo a batir. «Mientras tanto la escuadra francesa que sobrevivió a Trafalgar, mandada por el vicealmirante Rosilly, seguía atrapada en Cádiz. Estaba formaba por los navíos Héroe, Neptune, Venceteur, Plutón y Algeciras, y la fragata Cornelia y se encontró en una situación insostenible porque los acontecimientos del 2 de Mayo y el asesinato del gobernador de Cádiz, General Solano, tenido por afrancesado, la habían convertido, de la noche a la mañana, en una fuerza enemiga sin posibilidad de escape. Por un lado, la flota inglesa bloqueaba la salida a mar abierto, y por otro la creciente hostilidad española, a pesar de los intentos negociadores del nuevo gobernador, General Morlá, obligaron a Rosilly a refugiarse, el 30 de mayo, en el único punto donde las baterías que se montaban en la costa no pudieran alcanzarle: la llamada poza de Santa Isabel. “Acoderándose de manera que en un momento dado, pudiera batir con facilidad el Arsenal y los polvorines de Fadricas”. Su única salvación era resistir y esperar a ser rescatado por las tropas del general francés Dupont, que avanza hacia Bailen, o embocar el caño de la Carraca y atacar el Arsenal.» Pero Dupont no llegó a tiempo. Las baterías españolas, diseminadas por toda la línea de costa, junto con los navíos y lanchas sutiles españoles, consiguieron la rendición y captura de la flota francesa con 3.676 hombres… Y un mes más tarde, tras la derrota en Bailen, llegaron a la bahía 17.350 nuevos prisioneros franceses. Una vez llenos los penales de que se disponía en Cádiz, ¿qué hacer con esa cantidad de hombres? Fueron hacinados en los llamados sepulcros flotantes; pontones-prisión (viejos navíos desarbolados) fondeados en mitad de la bahía. Faltos de agua, comida y atención sanitaria, la mortandad en los pontones fue enorme, y la necesidad de habilitar un nuevo cementerio, evidente. Lo cercó con un muro el ingeniero militar Antonio Prat, destinado en el Arsenal de la Carraca. Usó los materiales propios de la zona, piedra ostionera. Y cuando en febrero de 1810 la Grande Armée puso cerco a San Fernando y Cádiz, los ingleses se convirtieron en aliados, y lucharon a nuestro lado contra el francés… La fantasía popular y las leyendas urbanas de la ciudad dicen que los soldados y oficiales ingleses muertos durante el asedio del general Dupont, entre 1810 y 1812, fueron enterrados en este cementerio militar, que desde entonces se nombra cementerio de los ingleses. Hay quien aún recuerda haber visto lápidas con nombres extranjeros por el suelo… Dicen que ya no quedan restos ni de franceses ni de ingleses, que se los llevaron en las primeras décadas del siglo XX.

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Muelle de San Carlos

Perteneciente a la Constructora Naval de San Carlos, hoy desaparecida.

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Club Náutico

Comments  (2)

  • Photo of Andarines Gaditanos
    Andarines Gaditanos Jun 7, 2022

    Gracias a ti por compartir mejoradas todas las rutas que realizas, tus aportes siempre ofrecen un plus de calidad y mejora a otras parecidas y esto, en este mundillo donde los necios ocultan y callan, es del todo loable. Saludos.

  • Photo of Kamino Kabras
    Kamino Kabras Apr 19, 2023

    I have followed this trail  verified  View more

    Agradable ruta, con información variada, gracias por compartir

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