P. Nat. Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama: Rio Verde

María José estuvo desaparecida todo el verano, pero quería hacer una excursión de río antes de que Alfonso y yo nos fuésemos al Camino de Santiago; así que no tuve dudas, teníamos que visitar el Río Verde aprovechando que habría menos afluencia de gente que en pleno verano y así pasar una deliciosa mañana sin prisas, dándonos un par de baños en alguna de sus pozas y disfrutando de una serie de localizaciones espectaculares.

Dejamos el coche en el aparcamiento de abajo del Carril de las Cabrerizas, que sale a la Cascada de los Árboles Petrificados, donde estuvimos largo rato, ya que Alfonso tampoco me había acompañado en las dos visitas que hice este verano, y después fuimos hasta la Cueva de los Chortales que exploramos centímetro a centímetro. Bajamos por el Barranco de los Chortales hasta el inicio del Barranco de las Chorreras, pasando al lado de las curiosas cascadas que sirven de aliviadero al Embalse de la Cueva de Funes y tomamos dirección al Barranco del Lagarto, desde el que descendimos a la Charca Central y la Cascada de la "Y".

Aquí tuvimos la suerte de llegar a la vez que el grupo de barranquistas que hacían el recorrido integral, pudiendo ver como descendían poco a poco por esa cascada de más de 8 metros, unos saltando y otros rapelando, mientras nosotros nos dábamos un refrescante chapuzón. Estuvimos allí entretenidos hasta que llegaron un par de grupos de barranquistas que iban a hacer la ruta corta y que rápidamente llenaron la Charca Central y el espejo del charco de la cascada. En ese momento recogimos nuestros bártulos y nos fuimos, a la vez que nos dábamos cuenta de que ya íbamos con el tiempo justo y que no podíamos internarnos en el barranco de las Chorreras si queríamos disfrutar con calma de otro punto espectacular.

Subimos de vuelta por el Barranco del Lagarto y llegamos al río para buscar la Cascada Escondida. Nos quedamos allí, con el lugar para nosotros solos, durante más de media hora, momento en el que ya vimos que se nos echaba el tiempo encima para llegar hasta Otivar, donde habíamos encargado un pollo a la manzana para las tres de la tarde. Cumplimos el horario previsto con puntualidad alemana; hicimos una ruta bastante más corta de lo planificado, pero nos adaptamos para disfrutarla de una forma plena.