Paraje Natural Desembocadura del Guadalhorce
near Guadalmar, Andalucía (España)
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Itinerary description
Cómoda ruta por el Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce (incluido en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía), un humedal de aproximadamente 67 hectáreas, comprendido en las 120 de la isla delimitada por el mar y los dos brazos en que se divide el río Guadalhorce dos kilómetros antes de su desembocadura en el Mediterráneo (uno de ellos artificial, construido por las continuas inundaciones). Está situado al oeste de la ciudad de Málaga, separado de ella tan sólo por uno de los brazos del río.
Inicio la ruta desde la urbanización Guadalmar, un barrio costero situado a las afueras de la capital (a 8 kilómetros del centro y a dos del aeropuerto de Málaga-Costa del Sol, en el distrito de Churriana), a la que se llega por la MA-20 y luego tomando la salida San Julián/Guadalmar.
Desde la playa de Guadalmar me dirijo a la de la Misericordia, arenal casi virgen (de hecho el tramo de playa natural más extenso de todo el explotado litoral malagueño) situado entre los dos brazos del Guadalhorce. Éste es el principal río de la provincia malagueña y de las cuencas mediterráneas de Andalucía tanto por su longitud (154 kilómetros) como por la superficie de su cuenca, aunque tiene su nacimiento en tierras granadinas, en el puerto de los Alazores de la Sierra de San Jorge (Loja), desde donde se abre camino en dirección sur, formando, en la parte final de su recorrido, junto al río Guadalmedina, la llanura aluvial de la Hoya de Málaga. Fue el wādī l-jurs árabe (“río de los silenciosos” o “río de la guardia”), aunque también ha sido llamado "Guadalquivirejo" (del árabe wādī l-kabīr) o "río Málaga".
El enclave declarado Paraje Natural era en los años sesenta una finca denominada La Isla, cultivada en su totalidad, y limítrofe con un área de marismas que se inundaban por la acción de los vientos de levante; ya en los setenta casi todo el terreno se dedicó a la extracción de áridos para uso en la construcción (desde 1977 hasta 1982), creándose una serie de pozas o lagunas en las graveras que fueron inundándose progresivamente con aguas de origen subterráneo (salobres o dulces según su localización). Las lagunas se asientan en lo que fue una enorme marisma, donde el mar y el cauce fluvial confluían originando extensos terrenos pantanosos en un delta que con el paso de los siglos ha ido creciendo por los depósitos aluviales arrastrados por el río.
Constituye un auténtico oasis de verdor junto a la gran ciudad, que además tiene un gran interés ornitológico por ser uno de los puntos de escala y descanso más importantes en la región para las aves migratorias costeras, dada su proximidad al Estrecho de Gibraltar (donde confluye una de las principales vías de migración de aves entre Europa y África); también contribuye a ello su diversidad de hábitats, con un ecosistema costero y fluvial constituido básicamente por humedales permanentes. Esto da lugar a una vegetación diversa, con plantas muy bien adaptadas a este inhóspito ambiente (con una alta salinidad), como la oruga marítima o la barrilla pinchosa de las dunas de la playa (vegetación psammófila ligada a sustratos arenosos), almajos y castañuelas de las zonas alcanzadas por las mareas o bosque de ribera donde predominan los tarajales (a veces asociados a manchas de carrizales y juncales), entre los que podemos hallar pies arbóreos de algunos álamos dispersos.
Desde la playa de la Misericordia accedo en primer lugar a uno de los dos senderos señalizados ((lineales), el de "Laguna Grande", de 1.7 kilómetros de longitud; en su recorrido pasa por dos observatorios habilitados para la contemplación de la fauna avícola (de los cinco construidos en este espacio natural), el de la Laguna Grande y el de la Laguna Escondida.
Según la estación del año, pueden encontrarse águilas (pescadora y calzada), el martín pescador, el flamenco rosa, la espátula, la cigüeña negra, la gaviota de Audouin, la pagaza piquirroja (además de otras más comunes como charranes, fochas o garcillas), anátidas como la malvasía cabeciblanca (visible durante todo el año), garzas y cormoranes en el período invernal y limícolas y gaviotas en períodos de paso, o el chorlitejo patinegro, que pone sus huevos en la arena de la playa (en este paraje pueden completar su ciclo reproductivo muchas especies que no disponen, en las inmediaciones, de lugares apropiados para criar).
Tras haber recorrido un kilómetro y cuatrocientos metros aproximadamente de este sendero, sigo a la derecha por el de “Río Viejo”, que cuenta con otros tres observatorios: los dos primeros junto a sendas lagunas (el de Laguna de la Casilla y el de Río Viejo) y el tercero, el de Aves Marinas, de piedra, sobre la franja marítima del paraje (para poder contemplar las aves ligadas a las arenas de la playa y el mar). Desde éste último me acerco hasta el otro brazo del Guadalhorce, antes de volver a la confluencia de los dos senderos y recorrer los últimos centenares de metros del sendero “Laguna Grande”, hasta un portón metálico que da acceso a un puente que salva el río.
Al otro lado del río se encuentran los restos del asentamiento fenicio del Cerro del Villar. Los tirios, hace casi 3 000 años, desde sus tierras libanesas de origen navegaron por toda la costa mediterránea, creando una red de nuevos asentamientos desde los que establecer relaciones de intercambio con las comunidades indígenas (sobre todo metales por productos manufacturados); en aquellos tiempos la desembocadura del Guadalhorce conformaba un amplio estuario salpicado de islotes, navegable para embarcaciones de poco calado, en uno de los cuales, “La Rebanadilla"- donde hoy se ubica el aeropuerto de Málaga- fundaron un santuario, convirtiéndose en punto de encuentro con las poblaciones locales de finales de la Edad del Bronce, y, pocas décadas después, formaron un asentamiento densamente poblado sobre otro islote al sur del anterior, en el delta del río.
El yacimiento arqueológico se descubrió allá por los años sesenta del pasado siglo, iniciándose las excavaciones a finales de los ochenta; aunque se han excavado sólo algunos sectores, las prospecciones geomagnéticas del subsuelo indican la existencia de una trama urbana compleja formada por manzanas de edificios ordenadas por calles porticadas (con una vía principal de 5 metros de anchura), con grandes viviendas, posibles áreas de mercado (con pequeñas tiendas, conservándose incluso pequeñas pesas de plomo), edificaciones portuarias, una posible muralla y un cinturón industrial en el perímetro de la isla, con espacios artesanales, como talleres alfareros, donde se fabricaban grandes ánforas para envasar las salsas de pescado. Todos estos son rasgos urbanísticos más propios de una ciudad (y de grandes proporciones) que de una simple colonia, además en buen estado de conservación. Se ha podido establecer su cronología, que se remonta a las primeras décadas del siglo VIll a.C., y alcanza el primer tercio del siglo VI a.C., cuando el asentamiento sufrió una serie de violentas inundaciones fluviales, provocadas por la intensa desforestación del territorio, consecuencia a su vez de la transformación del bosque en zona de cultivo y la utilización de grandes cantidades de madera como combustible para la producción de cerámica y de metales y para la construcción naval y urbanística; al parecer también los maremotos asolaron la zona, por lo que la ciudad fue abandonada sobre el 584 a.C. Había ido antes perdiendo capacidad portuaria, quedando reducida a centro de talleres artesanales, por lo que hacia el año 650 antes de nuestra era el asentamiento fenicio más importante se había desplazado a la margen izquierda del Guadalhorce: Malaka, germen de la gran ciudad actual.
Inicio la ruta desde la urbanización Guadalmar, un barrio costero situado a las afueras de la capital (a 8 kilómetros del centro y a dos del aeropuerto de Málaga-Costa del Sol, en el distrito de Churriana), a la que se llega por la MA-20 y luego tomando la salida San Julián/Guadalmar.
Desde la playa de Guadalmar me dirijo a la de la Misericordia, arenal casi virgen (de hecho el tramo de playa natural más extenso de todo el explotado litoral malagueño) situado entre los dos brazos del Guadalhorce. Éste es el principal río de la provincia malagueña y de las cuencas mediterráneas de Andalucía tanto por su longitud (154 kilómetros) como por la superficie de su cuenca, aunque tiene su nacimiento en tierras granadinas, en el puerto de los Alazores de la Sierra de San Jorge (Loja), desde donde se abre camino en dirección sur, formando, en la parte final de su recorrido, junto al río Guadalmedina, la llanura aluvial de la Hoya de Málaga. Fue el wādī l-jurs árabe (“río de los silenciosos” o “río de la guardia”), aunque también ha sido llamado "Guadalquivirejo" (del árabe wādī l-kabīr) o "río Málaga".
El enclave declarado Paraje Natural era en los años sesenta una finca denominada La Isla, cultivada en su totalidad, y limítrofe con un área de marismas que se inundaban por la acción de los vientos de levante; ya en los setenta casi todo el terreno se dedicó a la extracción de áridos para uso en la construcción (desde 1977 hasta 1982), creándose una serie de pozas o lagunas en las graveras que fueron inundándose progresivamente con aguas de origen subterráneo (salobres o dulces según su localización). Las lagunas se asientan en lo que fue una enorme marisma, donde el mar y el cauce fluvial confluían originando extensos terrenos pantanosos en un delta que con el paso de los siglos ha ido creciendo por los depósitos aluviales arrastrados por el río.
Constituye un auténtico oasis de verdor junto a la gran ciudad, que además tiene un gran interés ornitológico por ser uno de los puntos de escala y descanso más importantes en la región para las aves migratorias costeras, dada su proximidad al Estrecho de Gibraltar (donde confluye una de las principales vías de migración de aves entre Europa y África); también contribuye a ello su diversidad de hábitats, con un ecosistema costero y fluvial constituido básicamente por humedales permanentes. Esto da lugar a una vegetación diversa, con plantas muy bien adaptadas a este inhóspito ambiente (con una alta salinidad), como la oruga marítima o la barrilla pinchosa de las dunas de la playa (vegetación psammófila ligada a sustratos arenosos), almajos y castañuelas de las zonas alcanzadas por las mareas o bosque de ribera donde predominan los tarajales (a veces asociados a manchas de carrizales y juncales), entre los que podemos hallar pies arbóreos de algunos álamos dispersos.
Desde la playa de la Misericordia accedo en primer lugar a uno de los dos senderos señalizados ((lineales), el de "Laguna Grande", de 1.7 kilómetros de longitud; en su recorrido pasa por dos observatorios habilitados para la contemplación de la fauna avícola (de los cinco construidos en este espacio natural), el de la Laguna Grande y el de la Laguna Escondida.
Según la estación del año, pueden encontrarse águilas (pescadora y calzada), el martín pescador, el flamenco rosa, la espátula, la cigüeña negra, la gaviota de Audouin, la pagaza piquirroja (además de otras más comunes como charranes, fochas o garcillas), anátidas como la malvasía cabeciblanca (visible durante todo el año), garzas y cormoranes en el período invernal y limícolas y gaviotas en períodos de paso, o el chorlitejo patinegro, que pone sus huevos en la arena de la playa (en este paraje pueden completar su ciclo reproductivo muchas especies que no disponen, en las inmediaciones, de lugares apropiados para criar).
Tras haber recorrido un kilómetro y cuatrocientos metros aproximadamente de este sendero, sigo a la derecha por el de “Río Viejo”, que cuenta con otros tres observatorios: los dos primeros junto a sendas lagunas (el de Laguna de la Casilla y el de Río Viejo) y el tercero, el de Aves Marinas, de piedra, sobre la franja marítima del paraje (para poder contemplar las aves ligadas a las arenas de la playa y el mar). Desde éste último me acerco hasta el otro brazo del Guadalhorce, antes de volver a la confluencia de los dos senderos y recorrer los últimos centenares de metros del sendero “Laguna Grande”, hasta un portón metálico que da acceso a un puente que salva el río.
Al otro lado del río se encuentran los restos del asentamiento fenicio del Cerro del Villar. Los tirios, hace casi 3 000 años, desde sus tierras libanesas de origen navegaron por toda la costa mediterránea, creando una red de nuevos asentamientos desde los que establecer relaciones de intercambio con las comunidades indígenas (sobre todo metales por productos manufacturados); en aquellos tiempos la desembocadura del Guadalhorce conformaba un amplio estuario salpicado de islotes, navegable para embarcaciones de poco calado, en uno de los cuales, “La Rebanadilla"- donde hoy se ubica el aeropuerto de Málaga- fundaron un santuario, convirtiéndose en punto de encuentro con las poblaciones locales de finales de la Edad del Bronce, y, pocas décadas después, formaron un asentamiento densamente poblado sobre otro islote al sur del anterior, en el delta del río.
El yacimiento arqueológico se descubrió allá por los años sesenta del pasado siglo, iniciándose las excavaciones a finales de los ochenta; aunque se han excavado sólo algunos sectores, las prospecciones geomagnéticas del subsuelo indican la existencia de una trama urbana compleja formada por manzanas de edificios ordenadas por calles porticadas (con una vía principal de 5 metros de anchura), con grandes viviendas, posibles áreas de mercado (con pequeñas tiendas, conservándose incluso pequeñas pesas de plomo), edificaciones portuarias, una posible muralla y un cinturón industrial en el perímetro de la isla, con espacios artesanales, como talleres alfareros, donde se fabricaban grandes ánforas para envasar las salsas de pescado. Todos estos son rasgos urbanísticos más propios de una ciudad (y de grandes proporciones) que de una simple colonia, además en buen estado de conservación. Se ha podido establecer su cronología, que se remonta a las primeras décadas del siglo VIll a.C., y alcanza el primer tercio del siglo VI a.C., cuando el asentamiento sufrió una serie de violentas inundaciones fluviales, provocadas por la intensa desforestación del territorio, consecuencia a su vez de la transformación del bosque en zona de cultivo y la utilización de grandes cantidades de madera como combustible para la producción de cerámica y de metales y para la construcción naval y urbanística; al parecer también los maremotos asolaron la zona, por lo que la ciudad fue abandonada sobre el 584 a.C. Había ido antes perdiendo capacidad portuaria, quedando reducida a centro de talleres artesanales, por lo que hacia el año 650 antes de nuestra era el asentamiento fenicio más importante se había desplazado a la margen izquierda del Guadalhorce: Malaka, germen de la gran ciudad actual.
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