Páramo de Masa - Pesadas de Burgos - Los Lagos - Balcón de Caderechas
near Pesadas de Burgos, Castilla y León (España)
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Día con algunas nubes pero sin lluvia. Salimos de Burgos a las 9.15 Miguel Ángel y quien esto escribe. Hoy toca otra ruta de las que llamaremos “Out of the beaten track”, o lo que es lo mismo, fuera del camino trillado. De hecho, no hemos visto un alma en todo el recorrido desde que hemos aparcado el coche a la altura de la antigua panadería de Pesadas de Burgos hasta que hemos regresado. Iniciamos la ruta en este pueblo en medio del páramo que se precia de haber alojado a Carlos V cuando venía a jubilarse a Yuste. La razón de ser de lugares como este, visto lo yermo del terreno que los rodea, se me antoja que no puede ser otra que la de haber servido de posada a los viajeros que antaño transitaban entre la meseta castellana y los puertos del Cantábrico. Ni siquiera en el pueblo nos hemos cruzado con gente. Hemos estacionado el vehículo debajo de unas cámaras bien camufladas bajo un balcón, escondidas entre unos montones de ladrillos para pasar desapercibidas.
Para el recorrido de hoy he tomado como base la ruta de r850r que incluía conectar el páramo con Huéspeda, en el valle de Caderechas atravesando el este del páramo de Masa, para descender y volver a subir a los yermos de la altiplanicie a partir de Rucandio y los dos Escóbados, de Arriba y de Abajo. Pero al final la hemos variado tanto que el resultado se parecía al itinerario original como como Las Meninas a Los Girasoles de Van Gogh.
La cosa ha ido variando desde el comienzo. Nos hemos ceñido a las tierras altas (“highlands”, que dirían en inglés) y nos hemos contentado con contemplar el fértil valle de Caderechas desde el privilegiado balcón con anfiteatro que se nos ofrecía una vez recorridos unos cuatro kilómetros desde Pesadas.
Hemos dado un pequeño rodeo por el norte sobre la ruta inicialmente planeada. Salimos de Pesadas a las 10.11 de la mañana como digo, con nubes pero sin peligro de mojarnos y con una temperatura suave. Ha hecho bastante viento, como suele ocurrir por estos lares. Estamos en la altiplanicie más extensa de la provincia.
Salimos hacia el este y enseguida tomamos un rumbo noreste. Tenía curiosidad por llegar hasta una depresión calcárea enorme que siempre veía a la derecha cuando iba en mis frecuentes viajes por trabajo en Villarcayo. Estos valles ciegos en los que el agua solo sale de ellos filtrándose por la roca porosa carstificada son muy comunes en áreas de sustrato calcáreo como el terreno en el que nos hallamos. En Burgos hay dos valles ciegos aún más grandes que este que vamos a ver. Hablo primero del de Sotoscueva, que contiene varios pueblos y cuyas aguas son tragadas por un sumidero que hay debajo de la ermita de San Bernabé, excavando la red de galerías de Ojo Guareña, la cueva más grande de Burgos.
El otro valle ciego es el de Basconcillos del Tozo. Sus aguas y las de unos cuantos pueblos más se sumen en la cueva llamada de los Moros o de Basconcillos, y resurgen más adelante en el pueblo de Barrio-Panizares para formar el río Rudrón tras un par de kilómetros de viaje subterráneo. Estos valles ciegos se denominan dolinas y la acumulación de dolinas contenidas, a su vez, en otras dolinas más grandes, son los poljes. En Cantabria está el poljé de Matienzo, el más grande y de mayor profundidad de España. Todas sus aguas se recogen igualmente en una red de galerías subterráneas cuya entrada se encuentra siempre en el punto más bajo del valle ciego.
Estas denominaciones, “poljé”, “dolina”, junto con la de “karst” y otras más, vienen del esloveno. En el antiguo Imperio Austrohúngaro empezaron a estudiarse las cuevas desde el punto de vista científico y los investigadores locales aportaron su vocabulario para denominar estos fenómenos. En España nuestra aportación al vocabulario internacional se centra más bien en palabras como olé, sangría, fiesta, siesta y un amplio repertorio de temática taurina. Y si no, preguntadle a un esloveno o a un húngaro cómo dicen en su idioma chicuelina, rejoneador, banderilla, chiqueros o verónica. Bueno, me callo, que me dan ganas de llorar.
Nosotros vamos al parage de Lagos, una dolina de unos tres kilómetros cuadrados aproximadamente, otro valle ciego que recoge el agua en una charca a 974 metros sobre el nivel del mar, esto es, a una treintena de metros de profundidad con respecto del nivel superior. En nuestro camino van apareciendo muchas dolinas rodeadas, cada una de ellas, de su correspondiente cercado de piedras y que, o bien cuntuvieron algunas tierras de cultivo y pastos, o sirvieron para albergar ganado.
Estas dolinas que se encuentran, a su vez, dentro de la dolina o depresión mayor, son lugares que concentran más humedad que el resto, pues hacen de embudo recolector del agua.
A las 10.52 alcanzamos la charca que marca el nivel inferior. Está rodeada de tierras de labor, en las inmediaciones del tendido eléctrico, y se encuentra rodeada de una vegetación tupida provocada por el microclima húmedo que aquí se concentra. Se accede a ella tras descender una pequeña rampa de unos tres metros o cuatro. Recoge el agua de un pequeño arroyo que le viene del este de otra charca, al parecer artificial.
Proseguimos ruta. Ahora toca ascender. No es posible salir del lugar en el que nos encontramos de otra forma que o sea subiendo. Es lo que tiene los valles ciegos. Subimos por cuesta tendida hasta abandonar esta gran dolina de los Lagos. Ahora, siguiendo una senda hacia el este, llegamos a la Mesa. Enseguida abandonamos el camino (11.16) y alcanzamos a ver un enorme campo de labor rodeado por innumerables montones de piedras que, imaginamos, han sido extraídas del mismo. En el sur de Burgos a estos montones de piedras los llaman majanos.
Bordeamos este campo por el sur, ascendiendo paulatinamente por el paraje denominado Matasaludes. Vamos entrando en una zona rocosa con pequeños escarpes calcáreos. En la parte alta hay problemas para transitar porque se trata de un exokarst, un terreno rocoso bastante irregular, propicio para torceduras. Estos terrenos en los que sería una pésima idea jugar al fútbol se llaman lapiaces o lenares. Además, la vegetación es bastante cerrada y de tránsito más bien incómodo. Sobre todo cuando hay aulagas. También se ve enebro, gayubo, y algunas encinas más bien escasas a las que les cuesta crecer en terreno tan áspero y desgradecido.
Acabamos llegando a unos parajes en los que han intentado plantar multitud de pinos. Pero se las han visto y se las han deseado para no toparse con montones de rocas en el subsuelo. No sé cuántos plantones superarán la fase de mero proyecto de árbol.
Se obtienen vistas de zonas muy amplias por el norte. Vemos claramente la inconfundible forma trapezoidal del Castro Valnera con sus manchas de nieve. En un término más cercano está la sierra de Tesla con su punto culminante, la Peña Corva. Igualmente nos topamos con la nevada Montaña Palentina volviendo nuestra vista algo más al oeste. Son las 12.26 cuando llegamos a la cota más alta de la zona del Portil de Lobos. Estamos a 1.124 metros de altitud. Aún nos queda descender un poco para luego seguir ascendiendo al Portillo de Dobro (1.142). A nuestra izquierda ya han desaparecido los majanos que bordeaban la inmensa finca de labor y ahora e ve un terreno horadado de forma regular en el que, se supone, aparecerán algún día pinos de repoblación.
Una vez llegados al mencionado portillo (12.43), se abre ante nosotros un anfiteatro que da vistas al valle de Caderechas. Bajo nuestros pies e encuentra la localidad de Huéspeda. Podríamos descender hasta ella por una senda entre los escarpes rocosos y una pronunciada ladera entre pinos para luego volver a subir al páramo por otro camino más al sur. Pero mejor nos quedamos donde estamos y no perdemos altura. Más allá de Huéspeda contemplamos, Madrid de las Caderechas, el pico Tablones (1.248) con sus antenas, en una larga cordal que termina en las escarpaduras de Tamayo y Oña y a cuyo pie se encuentra el río Oca. Vemos la Mesa de Oña, la Bureba y hasta la nevada sierra de la Demanda.
Justo al lado llegamos al alto de Santa Marina (1.153), el punto más alto de nuestro recorrido. La panorámica es la misma. Siguiendo la cresta hacia el sur llegamos enseguida a las ruinas de una ermita de la que apenas queda el ábside. Dentro hay una hilera de figuritas, exvotos, o flores de plástico con algunas oraciones plastificadas. Todo pegado para que la gente no se lo lleve o no se caiga por efecto de algún rebufo de viento que se cuele dentro. Llaman la atención justo afuera, en dirección al cortado, una cruz de metal de unos tres metros de altura y un banco de los de toda la vida de la Caja de Ahorros Municipal. Uno podría estar horas sentado cómodamente contemplando el paisaje que se abre a sus pies. Son las 13.08.
Continuamos por el borde en dirección al Portillo de Pesadas (1.095). Aquí encontramos una gigantesca cerca de piedras dentro de la cual se ubica un precario refugio de madera con tejavana y toldos de plástico.
Es en este sitio donde vamos a cambiar de rumbo para abandonar el cortado y regresar hacia Pesadas para completar nuestro círculo en sentido horario.
Antes de tomar el camino con roderas que nos devuelva al punto de inicio atravesamos un campo de dolinas, todas ellas cercadas de piedras. Nos dirigimos hacia una torre metálica de unos ochenta o cien metros fuertemente anclada al suelo por unos cables metálicos. Su función, imagino, será la de analizar la fuerza del viento en ese lugar con vistas a determinar la rentabilidad de instalar aerogeneradores, unos poco más, que en Burgos son muy escasos.
Las dolinas que quedan a sus pies y en las inmediaciones, en número de hasta una quincena, están todas provistas de sus muros de piedra rodeándola en todo su contorno.
Los pagos por los que nos encontramos se llaman Tres Corrales, la Perdiz, la Tasuguera o las Pilas.
A las 14.00, y después de haber andado bastante campo a través, pinchándonos con las aulagas, llegamos a un camino, el cual nos conduce a Pesadas de Burgos, punto de inicio de nuestro recorrido. Tras algo menos de tres kilómetros, a las 14.30, llegamos a destino.
Hemos recorrido unos 13 kilómetros y salvado un desnivel de poco menos de doscientos metros. Si vamos por un páramo poca más altura se puede subir.
Embarcamos en el coche para volver a casa. Seguimos sin ver a nadie, si exceptuamos el continuo movimiento de vehículos que transitan por la carretera CL-629, moderna nomenclatura para lo que antaño los castellanos conocían como Ruta del Pescado y los vascos y cántabros como Ruta de la Lana.
Para el recorrido de hoy he tomado como base la ruta de r850r que incluía conectar el páramo con Huéspeda, en el valle de Caderechas atravesando el este del páramo de Masa, para descender y volver a subir a los yermos de la altiplanicie a partir de Rucandio y los dos Escóbados, de Arriba y de Abajo. Pero al final la hemos variado tanto que el resultado se parecía al itinerario original como como Las Meninas a Los Girasoles de Van Gogh.
La cosa ha ido variando desde el comienzo. Nos hemos ceñido a las tierras altas (“highlands”, que dirían en inglés) y nos hemos contentado con contemplar el fértil valle de Caderechas desde el privilegiado balcón con anfiteatro que se nos ofrecía una vez recorridos unos cuatro kilómetros desde Pesadas.
Hemos dado un pequeño rodeo por el norte sobre la ruta inicialmente planeada. Salimos de Pesadas a las 10.11 de la mañana como digo, con nubes pero sin peligro de mojarnos y con una temperatura suave. Ha hecho bastante viento, como suele ocurrir por estos lares. Estamos en la altiplanicie más extensa de la provincia.
Salimos hacia el este y enseguida tomamos un rumbo noreste. Tenía curiosidad por llegar hasta una depresión calcárea enorme que siempre veía a la derecha cuando iba en mis frecuentes viajes por trabajo en Villarcayo. Estos valles ciegos en los que el agua solo sale de ellos filtrándose por la roca porosa carstificada son muy comunes en áreas de sustrato calcáreo como el terreno en el que nos hallamos. En Burgos hay dos valles ciegos aún más grandes que este que vamos a ver. Hablo primero del de Sotoscueva, que contiene varios pueblos y cuyas aguas son tragadas por un sumidero que hay debajo de la ermita de San Bernabé, excavando la red de galerías de Ojo Guareña, la cueva más grande de Burgos.
El otro valle ciego es el de Basconcillos del Tozo. Sus aguas y las de unos cuantos pueblos más se sumen en la cueva llamada de los Moros o de Basconcillos, y resurgen más adelante en el pueblo de Barrio-Panizares para formar el río Rudrón tras un par de kilómetros de viaje subterráneo. Estos valles ciegos se denominan dolinas y la acumulación de dolinas contenidas, a su vez, en otras dolinas más grandes, son los poljes. En Cantabria está el poljé de Matienzo, el más grande y de mayor profundidad de España. Todas sus aguas se recogen igualmente en una red de galerías subterráneas cuya entrada se encuentra siempre en el punto más bajo del valle ciego.
Estas denominaciones, “poljé”, “dolina”, junto con la de “karst” y otras más, vienen del esloveno. En el antiguo Imperio Austrohúngaro empezaron a estudiarse las cuevas desde el punto de vista científico y los investigadores locales aportaron su vocabulario para denominar estos fenómenos. En España nuestra aportación al vocabulario internacional se centra más bien en palabras como olé, sangría, fiesta, siesta y un amplio repertorio de temática taurina. Y si no, preguntadle a un esloveno o a un húngaro cómo dicen en su idioma chicuelina, rejoneador, banderilla, chiqueros o verónica. Bueno, me callo, que me dan ganas de llorar.
Nosotros vamos al parage de Lagos, una dolina de unos tres kilómetros cuadrados aproximadamente, otro valle ciego que recoge el agua en una charca a 974 metros sobre el nivel del mar, esto es, a una treintena de metros de profundidad con respecto del nivel superior. En nuestro camino van apareciendo muchas dolinas rodeadas, cada una de ellas, de su correspondiente cercado de piedras y que, o bien cuntuvieron algunas tierras de cultivo y pastos, o sirvieron para albergar ganado.
Estas dolinas que se encuentran, a su vez, dentro de la dolina o depresión mayor, son lugares que concentran más humedad que el resto, pues hacen de embudo recolector del agua.
A las 10.52 alcanzamos la charca que marca el nivel inferior. Está rodeada de tierras de labor, en las inmediaciones del tendido eléctrico, y se encuentra rodeada de una vegetación tupida provocada por el microclima húmedo que aquí se concentra. Se accede a ella tras descender una pequeña rampa de unos tres metros o cuatro. Recoge el agua de un pequeño arroyo que le viene del este de otra charca, al parecer artificial.
Proseguimos ruta. Ahora toca ascender. No es posible salir del lugar en el que nos encontramos de otra forma que o sea subiendo. Es lo que tiene los valles ciegos. Subimos por cuesta tendida hasta abandonar esta gran dolina de los Lagos. Ahora, siguiendo una senda hacia el este, llegamos a la Mesa. Enseguida abandonamos el camino (11.16) y alcanzamos a ver un enorme campo de labor rodeado por innumerables montones de piedras que, imaginamos, han sido extraídas del mismo. En el sur de Burgos a estos montones de piedras los llaman majanos.
Bordeamos este campo por el sur, ascendiendo paulatinamente por el paraje denominado Matasaludes. Vamos entrando en una zona rocosa con pequeños escarpes calcáreos. En la parte alta hay problemas para transitar porque se trata de un exokarst, un terreno rocoso bastante irregular, propicio para torceduras. Estos terrenos en los que sería una pésima idea jugar al fútbol se llaman lapiaces o lenares. Además, la vegetación es bastante cerrada y de tránsito más bien incómodo. Sobre todo cuando hay aulagas. También se ve enebro, gayubo, y algunas encinas más bien escasas a las que les cuesta crecer en terreno tan áspero y desgradecido.
Acabamos llegando a unos parajes en los que han intentado plantar multitud de pinos. Pero se las han visto y se las han deseado para no toparse con montones de rocas en el subsuelo. No sé cuántos plantones superarán la fase de mero proyecto de árbol.
Se obtienen vistas de zonas muy amplias por el norte. Vemos claramente la inconfundible forma trapezoidal del Castro Valnera con sus manchas de nieve. En un término más cercano está la sierra de Tesla con su punto culminante, la Peña Corva. Igualmente nos topamos con la nevada Montaña Palentina volviendo nuestra vista algo más al oeste. Son las 12.26 cuando llegamos a la cota más alta de la zona del Portil de Lobos. Estamos a 1.124 metros de altitud. Aún nos queda descender un poco para luego seguir ascendiendo al Portillo de Dobro (1.142). A nuestra izquierda ya han desaparecido los majanos que bordeaban la inmensa finca de labor y ahora e ve un terreno horadado de forma regular en el que, se supone, aparecerán algún día pinos de repoblación.
Una vez llegados al mencionado portillo (12.43), se abre ante nosotros un anfiteatro que da vistas al valle de Caderechas. Bajo nuestros pies e encuentra la localidad de Huéspeda. Podríamos descender hasta ella por una senda entre los escarpes rocosos y una pronunciada ladera entre pinos para luego volver a subir al páramo por otro camino más al sur. Pero mejor nos quedamos donde estamos y no perdemos altura. Más allá de Huéspeda contemplamos, Madrid de las Caderechas, el pico Tablones (1.248) con sus antenas, en una larga cordal que termina en las escarpaduras de Tamayo y Oña y a cuyo pie se encuentra el río Oca. Vemos la Mesa de Oña, la Bureba y hasta la nevada sierra de la Demanda.
Justo al lado llegamos al alto de Santa Marina (1.153), el punto más alto de nuestro recorrido. La panorámica es la misma. Siguiendo la cresta hacia el sur llegamos enseguida a las ruinas de una ermita de la que apenas queda el ábside. Dentro hay una hilera de figuritas, exvotos, o flores de plástico con algunas oraciones plastificadas. Todo pegado para que la gente no se lo lleve o no se caiga por efecto de algún rebufo de viento que se cuele dentro. Llaman la atención justo afuera, en dirección al cortado, una cruz de metal de unos tres metros de altura y un banco de los de toda la vida de la Caja de Ahorros Municipal. Uno podría estar horas sentado cómodamente contemplando el paisaje que se abre a sus pies. Son las 13.08.
Continuamos por el borde en dirección al Portillo de Pesadas (1.095). Aquí encontramos una gigantesca cerca de piedras dentro de la cual se ubica un precario refugio de madera con tejavana y toldos de plástico.
Es en este sitio donde vamos a cambiar de rumbo para abandonar el cortado y regresar hacia Pesadas para completar nuestro círculo en sentido horario.
Antes de tomar el camino con roderas que nos devuelva al punto de inicio atravesamos un campo de dolinas, todas ellas cercadas de piedras. Nos dirigimos hacia una torre metálica de unos ochenta o cien metros fuertemente anclada al suelo por unos cables metálicos. Su función, imagino, será la de analizar la fuerza del viento en ese lugar con vistas a determinar la rentabilidad de instalar aerogeneradores, unos poco más, que en Burgos son muy escasos.
Las dolinas que quedan a sus pies y en las inmediaciones, en número de hasta una quincena, están todas provistas de sus muros de piedra rodeándola en todo su contorno.
Los pagos por los que nos encontramos se llaman Tres Corrales, la Perdiz, la Tasuguera o las Pilas.
A las 14.00, y después de haber andado bastante campo a través, pinchándonos con las aulagas, llegamos a un camino, el cual nos conduce a Pesadas de Burgos, punto de inicio de nuestro recorrido. Tras algo menos de tres kilómetros, a las 14.30, llegamos a destino.
Hemos recorrido unos 13 kilómetros y salvado un desnivel de poco menos de doscientos metros. Si vamos por un páramo poca más altura se puede subir.
Embarcamos en el coche para volver a casa. Seguimos sin ver a nadie, si exceptuamos el continuo movimiento de vehículos que transitan por la carretera CL-629, moderna nomenclatura para lo que antaño los castellanos conocían como Ruta del Pescado y los vascos y cántabros como Ruta de la Lana.
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