Dosrius-Sant Andreu del Far-Santuari del Corredor

De nuevo las inclemencias del tiempo se enseñorean de todo el territorio, y empequeñecidos ante tormentas sin tregua, cedemos y renunciamos a buscar un oasis de calma donde caminar. Milagro, sorpresa o premio del karma, ¿nunca lo sabremos? , pero no cae ni una gota en la zona elegida, el Parc del Montnegre i El Corredor, asignatura pendiente en nuestro curriculum, pués fue recorrido antaño por los compañeros ciclistas, pero nunca hoyado por nuestros pies. Aunque sin lluvia, una humedad extrema nos recibe en Sant Andreu del Far, donde aparcamos el coche, el cielo plomizo y el ambiente cargado de electricidad, crean una atmósfera postapocalíptica, confiriendo al paisaje un aspecto peculiar y enriqueciendo la escala cromática para solaz de nuestras miradas. El caminar se hace fácil, y salvo el paso por potenciales torrenteras, ahora secas pero seguramente peligrosas con agua discurriendo colina abajo como atestigua la fuerte erosión, nos permite dedicar nuestra atención a rememorar pasadas gestas y poner a prueba nuestros intelectos con adivinanzas y retos de lógica, que un ilustre invitado de hoy, profesor de exactas, tiene a bien plantearnos. Entre suaves subidas y hermosa vegetación avanzamos gozosos, admiramos y abrazamos la Alzina de Can Ferrerons, elucubramos sobre posibles usos actuales del Dolmen de Ca l'Arenes, nos detenemos ante la curiosa roca que, situada al borde del camino, sirve de Banyera pels Ocells; nos asombramos de la curiosa forma que ha adoptado El Pi Cargolat, y posamos para la posterioridad, como invictos conquistadores, sobre las rocas de la Pedrera del Pare Jaume. El paisaje se abre de improviso y en el centro de una explanada infinita, aparece el Santuari del Corredor en toda su magnificencia, orgulloso de su hermoso edificio de piedra. A su espalda, emergiendo de la vegetación, como un centinela que vela sin descanso, la Torre de Guaita, que ubica el lugar donde se hayan el vértex y el afamado Corredor. Bajamos a la Font del Grèvol, artísticamente decorada y dotada de un adminículo extensible para colocar y llenar vasos; nos elevamos hasta el Mirador del Corredor para inmortalizar en video y en nuestras retinas las maravillosas panorámicas, pasamos por la seca Font del Ferro, las ruinas del Pou de Glaç, y detenemos el tiempo en Can Bosc. El armonioso conjunto de edificios, y sobre todo el colmado y rebosante abrevadero, suponemos, nos hechiza y retiene, como invitandonos a disfrutar con total intensidad de nuestros sentidos, y a, olvidandonos de las prisas y ajetreos de la vida moderna, refugiarnos en la paz y tranquilidad que se respiran en estos lares. Aún sobrecogidos y extasiados reanudamos nuestro camino, para caer de nuevo en las redes de una espesa pineda, y abrazar en ella a un majestuoso y fornido pino, que nos despide también agradecido, y nos señala hacia donde queda el final, que fue inicio, de la ruta.