Paridera de los Altos

Corrían los años 40 del siglo pasado en una familia humilde con dos hijos y tres hijas que no hacía tantos años habían sufrido las penurias de una guerra en la que les fueron arrebatadas casi todas sus propiedades incluyendo el ganado y que ahora intentaban salir adelante arrimando todos el hombro. Esta paridera iba a ser la base del sustento familiar y a su construcción se dedicaron unos esfuerzos y tiempo que como todo, escaseaban en aquella época. Mi abuelo Vicente fue el inversor, ingeniero y peón pricipal de esta obra, ayudado por la mano experta del tío Leoncio de Sacecorbo quien no encontraba bastante distracción en su tarea para olvidar su gran obsesión de que una mujer de su pueblo a la que le suponían poderes malignos le había echado el mal de ojo causante de aquel continuo dolor de cabeza que le perseguía a todas horas.

Para aquella obra no se desperdiciaba ninguna ayuda: Mariano, el mayor de los hermanos hacía pared junto con su padre y el tío Leoncio mientras Petra y Flora buscaban y llevaban las piedras entre las dos en unas "angueras" o ayudaban a cargarlas en las pedreras que llevaban las mulas. Román se dedicaba casi exclusivamente a las labores de pastor y de labranza y Guadalupe en aquellos años se encontraba en Madrid asistiendo a una familia de un cura que había estado en el pueblo.

Desde que era niño cuando la vi por primera vez al ir de ojeo de perdiz para los cazadores, esta paridera me llamó la atención porque sabía que era de mi familia materna aunque en realidad después sólo la "utilicé" para visitarla por fuera -ya que siempre la recuerdo cerrada con candado- y disfrutar de las sombras de las sabinas mientras descansaba o merendaba junto a ella.

Ahora, siendo hasta hace poco una de las últimas y mejor conservadas, su final irremediablemente será el mismo que para todas...