Parking Ordesa-Clavijas Soaso-Refugio Góriz-Inmediaciones Brecha Rolando-Las Tres Sorores-Senda Cazadores-Parking Ordesa

A las 6 de la mañana de un viernes de julio de 2020 cogimos en Torla el autobús que sube hasta el parking de los Llanos. Una vez allí desayunamos contundentemente para iniciar con fuerza la marcha, cargados con los mochilones que contenían, entre otras cosas, dos tiendas de campaña y los cuatro sacos en los que Cris, Óscar, Mike y yo, teníamos que pasar las dos noches de acampada previstas en las inmediaciones del refugio de Goriz. Remontamos el rio Arazas, que surca el profundo valle de origen glaciar que es Ordesa (motivo por el que esta parte del track es muy imprecisa) pasando por los lugares más pintorescos de esta parte del recorrido: Cascada de Arripas, Cascada de la Cueva, Cascada del Estrecho, Hayedo de Ordesa, Cascadas de las Gradas de Soaso.... Al llegar al Circo de Soaso cruzamos un puente metálico justo enfrente de la famosa, y no menos pintoresca, cascada Cola de Caballo, no sin antes esperar a que un grupo de vacas parsimoniosas nos dejasen paso. Cómo nos acordamos de las alistanas sanabresas de Eleuterio y familia. Empezamos a trepar por las Clavijas de Soaso que, si bien no tienen mucha dificultad, con los pesados mochilones no terminabas de tenerlas contigo. Menos mal qué Mike, en un alarde de generosidad sin parangón, decidió llevar una de las tiendas durante toda la jornada. Así llegamos a una meseta presidida por el Monte Perdido, el Cilindro de Marboré y el Añisclo, las Tres Sorores, que queríamos ascender al día siguiente. Poco después estábamos ya tomándonos unas "ámbar" en el refugio de Goriz. La tarde del viernes la aprovechamos para acercarnos a las inmediaciones de la Brecha de Rolando e inmortalizarnos junto a ella con las fotos adjuntas. Esa noche cenamos en el refugio y alquilamos unas taquillas donde guardar los mochilones. El sábado madrugamos todo lo que pudimos, nos levantamos a las 6 de la mañana, desayunamos en el refugio, donde también compramos los picnics de la comida que cargamos junto a los crampones, la cuerda y arneses en mochilas más pequeñas, e iniciamos la marcha de la jornada más intensa de la excursión montañera. Al sur del refugio seguimos la senda GR-11 hasta el collado de Goriz dejando a nuestra izquierda la torre del mismo nombre. Ganando altura poco a poco pasamos junto al precioso circo que forma el Añisclo y la Punta de las Olas, a cuya cima de 3002 m. llegamos sin dificultad mientras disfrutábamos de las espectaculares vistas del Cañón de Añisclo, del Valle de Ordesa, del Valle de Pineta…. Para subir al Añisclo, o Soum de Ramond ( en honor al pirineista que primero conquistó la cumbre de Monte Perdido) tuvimos que ponernos los crampones, y aunque los tuvimos que quitar para la cresta final, fueron fundamentales en la bajada donde el que escribe tuvo un resbalón que frenó con el piolet que tenía atado con una Dragonera de Óscar. Y es que, si a los peligros que de por si conlleva la montaña, le añades el perfil dominguero del que escribe, toda precaución es poca. En la cima del Añisclo (3263 m) Mike improviso una descripción rápida y precisa del espectacular paisaje que entonces se nos presentaba. La recoge el vídeo adjunto que no puedo dejar de recomendar. También con crampones y piolets, alternando tramos de nieve con tramos de piedra más o menos suelta, llegamos sin sobresaltos a la cima de Monte Perdido (3355 m) dónde encontramos a "San Jorge" al "Dragón" y al "Gallo francés", además de más vistas espectaculares que hicieron que mereciera la pena todo el esfuerzo empleado en el ascenso. Como en cada cima nos fotografiamos con la bandera de España, costumbre con la que homenajeamos las primeras ascensiones de grandes y pequeños montañeros, cuando asciendo por primera vez a una montaña significativa. La bajada hasta el Lago Helado la hicimos también sin sobresaltos al encontrarse totalmente descongelada la escupidera del Perdido. Desde allí enfilamos la última y más difícil ascensión del día al Cilindro de Marboré, la punta más septentrional de "Las Tres Sorores". Remontamos entonces un empinado corredor por dos grandes palas de nieve, que todavía aguantaban al verano, hasta llegar al hombro o brecha suroeste del Cilindro, el obstáculo principal de la Ascensión. Tiene dos chimeneas llamadas comúnmente Izquierda y Derecha, de dificultades II y II+ respectivamente. Subimos trepando por la primera y bajamos rapeando por la segunda aprovechando que está preparada para ello. Continuamos por la cresta hasta llegar a un paso al que algunas referencias consultadas dan una dificultad de grado I y que también bajamos rapelando. Estuvimos poco en la cumbre, algo nerviosos, por la dificultad que para mí, montañero novel a mis años, entrañaba la bajada. Fue en ese momento cuando Óscar, éste sí montañero experimentado, tiró de galones y experiencia y montó dos rápeles de cierta dificultad: tuvo que improvisar un punto de reunión en el primero, y montar un rápel de una sola cuerda en el segundo para que Mike y yo pudiésemos bajar por la chimenea de la derecha. Luego el bajo en dos tiempos aprovechando los dos anclajes químicos con los que la brecha está equipada. Muy recomendable llevar una cuerda de 30 metros para poder rapelarla del tirón. El resto de la bajada hasta el Lago Helado la hicimos por una arista pedregosa evitando las palas de nieve con fuerte pendiente de la subida. Abajo nos esperaba Cris, que aguardaba vigilante por lo que pudiera pasar. Con tanto ajetreo se nos hizo tarde y ya empezaba a anochecer. Un exiguo frontal y la luz de la luna nos guiaron hasta Goriz, dónde llegamos exhaustos sobre las 23:00 horas con el bar cerrado y ningún lugar cercano dónde montar las tiendas. Después de cenar bajo un cielo estrellado maravilloso tuvimos que dar por bueno un escueto plano inclinado en el que nos resbalávamos dentro del saco mientras intentábamos dormir algo durante la noche. El domingo nos levantamos más tarde, desayunamos también en el refugio, y sin prisa pero sin pausa desmontamos las tiendas (por encarecidas solicitudes de Mike el que escribe regreso con una de ellas, aunque no sé cómo le liaron para acabar bajando él la otra), compusimos los mochilones e iniciamos el camino de regreso. En esta ocasión no bajaríamos por las Clavijas de Soaso, lo haríamos por una senda que enlaza con la Faja Pelay y, ganando altura de nuevo, avanzamos entre pinos negros hasta el refugio de Calcilarruego, junto al espectacular mirador del mismo nombre. Desde allí pudimos contemplar el Circo de Cotatuero además de maravillarnos una vez más con el impresionante entorno que habías ido a nuestra casa durante estos pocos días. Aunque estábamos cansados y los mochilones lastraban nuestros pasos más de lo que quisiéramos reconocer, solo nos quedaba ya la Senda de los Cazadores de bajada para llegar al parking de los llanos y, esta vez sí, dar cuenta de unas cuantas jarras heladas de "ámbar" mientras esperábamos el autobús que nos llevaría de regreso a Torla.