Paseo por Vizcable (torreón, cascada e iglesia) (Yeste)

Precioso paseo improvisado por Vizcable, una aldea de caseríos diseminados junto al río Turrilla.

La mañana es puramente otoñal, aunque ya está bien avanzada la estación y los chopos están desnudos.

Aparcamos en La Molata, uno de los caseríos altos de Vizcable, donde se encuentra el torreón árabe, al que subimos sin sendero pero sin dificultades. Es accesible, y merece la pena mirar el cielo azul enmarcado entre sus almenas, pues el techo se debió derrumbar hace mucho.

Las vistas al oeste, al valle del río y la sierra al otro lado, son excepcionales.

Bajamos a la carretera tras ver el lavadero y asomarnos a la Rambla del Almez, tributaria del Turrilla y que lleva un pequeño caudal.

La carretera cruza sobre la rambla y asciende suavemente. Salimos a la izquierda a la primera oportunidad, bajando por un camino encementado entre chopos. Son las Casas del Alto, aunque descendemos embriagados por el aroma otoñal que emana el lugar.

Antes de llegar a la iglesia vemos a la izquierda una cascada y un sendero que nos lleva allí en dos minutos, entre almendros, higueras, nogales, granados y olivos.

La cascada se convierte en la sorpresa de la jornada, y pasamos un rato disfrutando de su visión y ese alegre sonido del agua corriendo. Se trata de la Rambla del Almez, más abajo de nuestro primer encuentro.

Visitamos la iglesia para volver de nuevo al entorno de la cascada, pero esta vez pasamos sobre ella por un sendero que se dirige a un acueducto del Canal del Taibilla. Pasamos bajo él por uno de sus arcos, frente a una vieja caseta habitada. Estamos remontando la rambla, que cruzamos por un puente de troncos bastante seguro y a ras de suelo.

Aquí pasamos bajo un precioso arco de roca, que en estas fechas tiene el suelo alfombrado de miles de hojas. Desembocamos en un camino de cemento junto a las Casas del Tío Eleuterio, y nos acercamos para ver el acueducto, que se puede cruzar sin problema, pero que no lo hacemos porque decidimos finalizar el paseo subiendo por el camino hasta La Molata, donde un par de sauces están de un amarillo exultante.

Muy recomendable para hacer con niños.