Pegalajar. Serrezuela

Ruta por el término municipal de Pegalajar, visitando primero su interesante casco urbano y después la Serrezuela por un sendero muy bien acondicionado y que permite contemplar unas vistas tan espectaculares que hace casi imprescindible su recorrido en días de buena visibilidad (como el de hoy), para que el disfrute sea mayor.

Para llegar a Pegalajar tenemos que tomar la salida número 50 de la A-44 (tras pasar Jaén capital) y luego continuar apenas 4 km por la carretera JA-3241. Inicio la ruta en la calle Relex, llegando por la de San Antonio a la Plaza de la Constitución, donde se encuentran las Casas Consistoriales, en lo que formaba parte del antiguo arrabal medieval. Remodelado totalmente a principios de la década de los ochenta, de su traza original del siglo XVII (fue construido durante la repoblación del sur de Jaén) conserva sólo la portada de dos pisos. Está declarado como Patrimonio Inmueble.
Luego por la estrecha y sinuosa calle de Santa Lucía llego a la Plaza de la Laguna, donde se colocó un pilar entre finales del siglo XVIII y principios del XIX (trasladado desde la Plaza de la Constitución) que se abastecía de agua por una conducción desde la Fuente de la Reja (surtiendo también algunas casas particulares y varios molinos). El crecimiento de la población a finales del medievo dio origen a un arrabal extramuros (aunque también protegido contra posibles ataques nazaríes por una cerca o empalizada, que aprovecharía los fuertes desniveles del terreno al sur y al este, con su puerta de entrada junto al camino de Jaén), en la zona que comprende las plazas de la Laguna y la Constitución y las calles Peñuelas, Bahondillo, Hornos, Arcos y Santa Lucía (precisamente las más estrechas del pueblo, creadas en una época en que no existía una planificación urbana, sino que se aprovechaba todo el espacio posible, ofreciendo refugio frente a los fuertes calores estivales).
Siguiendo precisamente por la de Bahondillo, llego frente el Arco de la Encarnación, puerta principal de entrada al castillo de Pegalajar y al recinto amurallado en su lado sur (conocido como “La Villa"); en el adarve se levantó en el siglo XIX la capilla de Virgen de la Encarnacion.
Forma un arco apuntado sobre el que se encuentra en el centro una lápida conmemorativa en letra gótica (haciendo referencia a las obras realizadas probablemente en la primera mitad del siglo XV) y otras tres lápidas con escudos: abajo a la izquierda el de la familia Sandoval (vinculada a la Orden de Calatrava y a la Reconquista), a la derecha el de la ciudad de Jaén (cuando la conquista de la Villa, Fernando III Santo la agregó a Jaén) y en el centro, encima de la lápida central, las armas del rey santo (una cruz y una orla de castillos y leones), que conquistó Pegalajar en 1243.
Sigo la calle de la Villa y luego de Nogueras, que acaba frente a la Ermita Virgen de las Nieves, antes de Santa María (todavía se llama así la calle donde está ubicada); desde el siglo XVII la cofradía de la Virgen de las Nieves guarda aquí la imagen de su titular (aunque la original fue destruida en la Guerra Civil), celebrándose cada 5 de agosto el día grande de la Patrona de Pegalajar. En la plaza se ubicó el primitivo cementerio.
Continúo por las calles Baja Fuente y Tercias, desviándome desde ésta para pasar junto al antiguo lavadero municipal antes de llegar junto a
la Charca (también llamada “presa” o “estanque”), embalse que recoge las aguas del nacimiento de la Fuente de la Reja desde tiempos medievales y una de las señas de identidad de la localidad, centro del ocio de sus habitantes (en su recinto se realizan actuaciones musicales, paseos en barca o competiciones de natación).
Al principio fue una laguna formada por un simple dique de contención, construyéndose a inicios del siglo XX un muro de piedra alrededor (que se elevó entre 1944 y 1949, pavimentándose el suelo); unas compuertas regulan la salida del agua que se distribuye a través de una intrincada y kilométrica red de acequias e hijuelas, con varias albercas distribuidas por toda la Huerta, existiendo desde 1771 un reglamento ("repartimientos de presa") para el uso y distribución de las aguas.
Se cree que el topónimo Pegalajar (Pegalfaxali) puede traducirse como “Peña de la Vega” en referencia a las huertas que se extendían a sus pies, aunque también podría derivar del término latino “pagus” (pueblo, aldea, comarca pequeña) y del árabe “al-hayar” (piedra), significando “Vega Pedregosa”, o de las palabras árabes “piedra” y “alhajar” (“Paso entre Montañas”). En cualquier caso, aquí
existiría un “hins” protegiendo una amplia zona de cultivos de regadío que descendía en bancales hasta el Guadalbullón, regada con las aguas de la Fuente Vieja (así llamada hasta el siglo XIX, hoy de la Reja), que además movían los molinos harineros y surtían los aceiteros. Este manantial vecino a la Charca, derrame natural del acuífero subterráneo (origen del sistema hidráulico de la Huerta), ha sido durante siglos el principal motor de desarrollo de Pegalajar, desde probablemente época musulmana (aunque las noticias más antiguas de su existencia datan de la Crónica del Condestable Iranzo, de 1469-1470). La Fuente de la Reja fue incorporada al urbanismo del pueblo en 1605, según rezan las inscripciones de las dos lápidas, que flanquean los escudos de armas de Felipe III y de la propia villa, incrustado en su frontal. Sobre la la propia fuente se construyó una ermita en honor a la Virgen de Gracia, cuya imagen, según la leyenda, descubrió una lavandera en este lugar.
En 1988 se desecó este manantial por la sobreexplotación del acuífero que lo abastece (manando intermitentemente después) y desde entonces la Charca se ha llenado de agua sólo en períodos de abundantes lluvias, muy contados (desde 2007 hay puesto en marcha un plan de extracciones de su acuífero para su recuperación).

Me dirijo ahora hacia la Iglesia de la Santa Cruz, pasando antes por la calle de la Cruz, a la que da nombre una cruz de piedra de grandes dimensiones, sobre una base pétrea también. Aunque se desconoce la fecha de su origen, se cree que esta tipología fue introducida en Jaén por los Dominicos. En esta calle, antes camino, las primeras edificaciones (que tuvieron que adaptarse a su orografía) se levantarían a finales del siglo XVI, dentro de la primera ola de crecimiento demográfico hacia el este, bordeando el castillo, cuyo solar hoy ocupa la Iglesia de Santa Cruz (para el campanario se aprovechó un torreón que formaba parte del primitivo recinto interior amurallado o alcázar de la Villa, levantándose a fines del siglo XVI, probablemente tras arrasar un cuerpo superior ruinoso); el templo se construyó también en las últimas décadas del XVI (y principios del XVII), sustituyendo a la primitiva iglesia (que sustituyó a su vez a la antigua mezquita), sobre el espolón rocoso de la Peñuela, muy apropiado para la función militar del antiguo edificio, una fortaleza con murallas de tapial que era uno de los eslabones del sistema defensivo (junto con las alcazabas de La Guardia, Cambil, Huelma…) de la Cora de Yayyan (y de la ciudad de Jaén tras la conquista cristiana, por su proximidad con el reino nazarí; tras la finalización de la Guerra de Granada, perdería su valor estratégico).

Tras rodear la iglesia, bajo por la calle Peñuelas hasta la Real, desde donde comienzo a subir callejeando hasta salir del núcleo urbano por la calle de la Cruz Alta, dando inicio al Sendero de la Serrezuela, que recorre las laderas de esta montaña caliza situada entre las estribaciones del Parque Natural de Sierra Mágina y el Alto Valle del Guadalquivir.
El sendero se introduce en un pinar (de una repoblación de mediados del siglo pasado con pino carrasco), llegando pronto a una bifurcación junto al panel informativo del sendero. Sigo la senda de la derecha y más arriba la de la izquierda (la que baja a la derecha lleva al área recreativa “Siete Pilillas”), llegando al Mirador Peña de los Buitres, desde donde se tiene una fantástica panorámica: a la izquierda las Estribaciones Occidentales de Sierra Mágina con los picos de la Artesilla, el Morrón, el Mojón Blanco y el Púlpito, destacando dos dosmiles como Los Cárceles y el Pico Almadén; al sur, como telón de fondo, Sierra Nevada, con el valle del Rio Guadalbullón en primer término, serpenteando encajonado entre las estribaciones meridionales de Sierra Mágina y los comienzos septentrionales de la Sierra Sur jiennense (a mi derecha), con la Sierra de Grajales y la cumbre de la Pandera.
Algo más adelante, hay una variante del sendero, para subir a la cima (pasando por el antiguo contadero de ovejas, cercano al redil), que constituye otro excelente mirador natural sobre la capital y un extenso territorio. El vértice geodésico se sitúa a 1126 msnm, en una amplia llanada caliza (aunque no se camina mal por este lapiaz). Aquí se encuentran los escasos restos de la antigua torre medieval denominada "Atalaya de la Pedregosa", que formaba parte del sistema defensivo de torres y castillos del reino cristiano de Jaén (la línea fronteriza se situó entonces en el curso alto del Guadalbullón).
Continuando por la cima subo hasta la siguiente altura (1137 msnm), junto a las antenas, antes de iniciar el descenso por un canuto, no muy complicado (aunque se debe caminar con precaución por la piedra suelta), alcanzando el pinar más abajo, por donde hay muchas veredillas. Voy siguiéndolas, siempre bajando, hasta entroncar con la senda oficial, que lleva hasta Siete Pilillas, área recreativa que es también punto de despegue para el vuelo libre.

Tras un pequeño “picoslabis”, comienzo la vuelta ahora por la ladera
noroeste (hay que prestar atención para no desviarnos por la senda más a la izquierda), muy umbría, donde se situaba el borde del mar tras comenzar su regresión (entre 7,2 y 5,3 millones de años atrás), permitiendo la emersión del relieve calcáreo Prebético. Ahora, desde el Mirador Valle del Alto Guadalquivir, podemos contemplar un mar de olivos (donde antaño predominaban los cultivos cerealísticos), ya cultivados desde época romana, cuando la Bética fue la principal zona productora de aceite de todo el Imperio; hoy Jaén es la mayor productora mundial de aceite de oliva, con más de medio millón de hectáreas cultivadas, en torno a sesenta y cinco millones de olivos y una producción media de 600 000 toneladas de aceite por campaña, con
64 de los 95 municipios de la la provincia ocupando más del 50% de su superficie agraria útil con el olivar (según los datos del panel). Además desde aquí se puede ver gran parte del noroeste de la provincia, desde la comarca de "La Loma" (con las ciudades Patrimonio de la Humanidad de Úbeda y Baeza), separando las cuencas de los ríos Guadalimar y Guadalquivir, la campiña del Valle del Alto Guadalquivir (con los pueblos de Villargordo y Torreblascopedro) que asciende hasta las estribaciones occidentales de Sierra Mágina (donde vemos el municipio de Mancha Real),
con Despeñaperros al fondo (con La Carolina o Santa Elena, a más de 50 kilómetros de distancia en línea recta de este lugar), localidades como Linares, Bailén, Baños de la Encina, Jabalquinto y Menjíbar, La Higuera y Porcuna (anunciando el Parque Natural de la Sierra de Andújar), hasta llegar en el extremo oeste a las zonas
Externas de las Cordilleras Béticas, donde se destaca el Pico Jabalcuz, guardando la ciudad de Jaén.

Continúo ruta tras haber disfrutado de esta grandiosa panorámica, saliendo de la senda principal más adelante, para visitar uno de los abrigos de la Serrezuela que alberga restos de pinturas rupestres (aunque no en muy buen estado de conservación): son de estilo esquemático, con un alto grado de simplificación de las formas (hasta llegar a niveles propios de la abstracción), en tonos rojos y castaños (obtenidos de minerales, generalmente óxidos de hierro), remontándose a un periodo amplio, desde el V-IV milenio hasta el III milenio a.C. (lo que indica un inicio de la ocupación humana ya en el Neolítico Antiguo).

Vuelvo unos metros más adelante al sendero, obviando la variante Peña de los Buitres y pasando junto al Chozo de la Serrezuela, muestra de la arquitectura tradicional en piedra seca. Llego a otro espacio habilitado como mirador, el de La Guardia, que fue en época musulmana el Iqlim (distrito administrativo) de Mantisa, al que se adscribía el hisn de Pegalajar.

A partir de aquí el sendero va cambiando de dirección, hacia el sureste, pasando a la solana bajo la Peña de los Buitres, que se constituyó en el medievo en fortaleza natural, dando inicio a la ocupación musulmana en Pegalajar. En época emiral (ss. IX y X) este asentamiento en altura al pie de la Peña daría refugio a la población dispersa de varias alquerías circundantes (entre ellas la que pudo ocupar el actual solar de Pegalajar). El espolón rocoso poseía unas amplias defensas naturales, con altos escalones de piedra en su parte inferior formando terrazas rocosas superpuestas (siendo la última de más difícil acceso) y en la superior una línea de abrigos naturales y covachas excavadas en la pared (a algunos de los cuales había que acceder con escalas), que se complementaban con elementos de madera de los que no han quedado restos (tan solo su huella en la piedra). Cuando el Iqlim de Mantisa, que se sublevó durante el Emirato de Córdoba, fue sometido por Abd al-Rahman III en el año 913, éste ordenó el despoblamiento de todos los lugares que habían participado en la rebelión de finales del Emirato, estableciéndose su población en zonas más llanas (y por tanto de más fácil control), lo que llevó al desarrollo de una de las primitivas alquerías al abrigo del espolón rocoso de la Peñuela (que tomó el relevo de la Peña de los Buitres como nuevo refugio o hisn).
Buscando los restos de un gran aljibe (construido con tapial) de la primitiva fortaleza, el Albercón de la Reina, me desvío del sendero a la altura de unos albarranes o paratas, subiendo al vasar. No recomiendo mucho esta derivación por el Vasar del Albercón de la Reina, que lleva aparejado un mayor riesgo de caída (aparte que no pude encontrar el aljibe), aunque en la bajada tuve la suerte de sorprender a un rebaño de cabras montesas. Volviendo al sendero de la Serrezuela con bastante menos agilidad que estos ungulados, en apenas 500 metros llego al cruce del inicio del recorrido por el monte; desde aquí sólo me resta para finalizar la ruta un corto descenso con bonitas vistas sobre Pegalajar.