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PEÑA AMAYA

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Trail stats

Distance
8.12 mi
Elevation gain
1,591 ft
Technical difficulty
Easy
Elevation loss
1,591 ft
Max elevation
4,484 ft
TrailRank 
41
Min elevation
3,142 ft
Trail type
Loop
Time
4 hours 29 minutes
Coordinates
1967
Uploaded
June 1, 2013
Recorded
June 2013
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near Amaya, Castilla y León (España)

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Itinerary description

Marcha realizada por el grupo de senderismo SERMAR (Guía Mila)
'Harto era Castilla pequeño rincón cuando Amaya era cabeza y Fitero mojón'. Anónimo.
Peña Amaya es un macizo de 1.377 metros de altura situado al noroeste de la provincia de Burgos (España).
Su cima es un pequeño páramo desde el que se divisa una amplia llanura hacia el sur del inicio de Tierra de Campos. Situada entre las poblaciones de Herrera de Pisuerga y Villadiego.
A sus pies se encuentra la población del mismo nombre, Amaya.
Comenzamos nuestra marcha desde la explanada que hay junto a unas naves antes de entrar en la localidad de Amaya. Nos dirigimos hacia el pueblo y lo atravesamos de sur a norte. Al llegar al final del mismo aparecen señalizaciones hacia la peña Amaya que son fáciles de seguir.
Caminamos por una ancha pista de tierra, siempre ascendiendo, hasta que llegamos a un aparcamiento para vehículos. Desde aquí seguimos en ascenso suave a través del castro celta que data del año 900 a.C. Bordeamos el macizo rocoso por el Oeste y caminos hasta que encontramos una alambrada que pasamos levantándola y pasando por debajo. Seguimos un poco más hasta que casi al final de la peña donde encontramos un pasillo de ascenso hacia la parte superior de la misma.
Una vez arriba nos dirigimos hacia el norte donde se encuentra un punto geodésico, un buzón de montañeros y un caseto o chozo reconstruido pero al que le falta la techumbre. Estamos en la cima de peña Amaya (1377 m). Desde aquí se tiene una hermosa vista sobre la montaña palentina, con el Espigüete y el Curavacas destacando en el horizonte. Toda la zona tiene gran interés geológico y es una de las zonas ZEPA (zona de especial protección para las aves).
Retrocederemos ahora en dirección Sur mientras contemplamos otro par de casetos o chozos en mejor estado de conservación y hasta que alcanzamos un pasillo para descender por la cara Este. Bajamos por camino de piedras sueltas hasta llegar a un sendero inferior que tomamos hacia nuestra derecha, en dirección a la peña del castillo. La bordeamos por su parte inferior sur hasta alcanzar el aparcamiento y descender por la pista por la que inicialmente ascendimos. Llegamos de nuevo a la localidad de Amaya y la atravesamos por completo hasta llegar a las naves donde comenzamos nuestra marcha.

DATOS HISTÓRICOS LOCALES:
Amaya es una localidad del municipio de Sotresgudo, en la provincia de Burgos, comunidad autónoma de Castilla y León (España), comarca de Odra-Pisuerga, ayuntamiento de Sotresgudo.
En 2006 contaba con 60 habitantes, situada 8 km al norte de la capital del municipio, Sotresgudo, al pie de la Peña Amaya, bañada por el arroyo conocido con Río Riomance afluente del río Fresno.
Amaya ha sido habitada desde la Prehistoria. A fines de la Edad del Bronce (siglo X a. C.) se detecta una mayor presencia humana para acabar convirtiéndose en la Edad del Hierro en uno de los principales castros cántabros. Fue conquistada por los romanos en el transcurso de las Guerras Cántabras (29–19 a. C.), quienes fundaron la ciudad de Amaya Patricia.
Ocupada en el 574 por el rey visigodo Leovigildo, se constituyó en una de las principales plazas del ducado de Cantabria y en fortaleza contra las incursiones de grupos de cántabros y vascones no sometidos. En el 712, Táriq_ibn_Ziyad toma la ciudad y vuelve en el 714 a sofocar una rebelión, arrasándola. El dux Pedro huye a las montañas del norte. Tras la rebelión bereber del 740, la zona queda desorganizada y no es hasta el 860 cuando Rodrigo por mandato del rey asturiano Ordoño I repuebla la ciudad. Rodrigo habilitó las defensas y la ciudad e hizo de Amaya la capital de una marca hostilizante y aguerrida, y así se convierte en otra fortaleza del frente asturiano. Parece ser que la ciudad se trasladó a la llanura en torno al siglo XII, aunque el castillo estuvo en uso hasta el siglo XIV.
Las comarcas occidentales del antiguo partido de Villadiego, inclinadas normalmente hacia el río Pisuerga, integraban el Alfoz y condado de Amaya, cuya fortaleza, erguida en la peña de su nombre, fue reedificada el año 860 por el conde Rodrigo de Castilla, citado documentalmente en escrituras de los años 853 y 862.

”Harto era Castilla pequeño rincón cuando Amaya era cabeza y Fitero mojón" Anónimo
Si tuviésemos que elegir un enclave de leyenda en la vieja Castilla, aunque fuese por mera acumulación de gestas e historias, tendríamos que apostar sin duda por Peña Amaya. La difícil forja del Condado y después Reino de Castilla tuvo en este rincón del norte de Burgos su punto de inflexión en lo sentimental y en lo simbólico. Su posición estratégica siempre le otorgó un papel destacado desde la Edad del Bronce, cuando los primeros hombres se asentaron en lo alto de la Muela, una meseta caliza elevada y aplanada por los vientos y la erosión. Con apenas algo más de 1300 metros, Amaya constituye las primeras estribaciones de la cordillera Cantábrica hacia las amplias llanura de la tierra de Campos y la meseta del Duero y resulta visible a decenas de kilómetros desde las provincias de Burgos y Palencia, por lo que constituía una posición defensiva de primer nivel. Las legiones romanas de Octavio Augusto rindieron la peña en el año 29 a.C., sólo tras el cerco creado por tres importantes campamentos militares, Segisama (Sasamón), Pisoraca (Herrera de Pisuerga) y Juilóbriga (Reinosa) y con la ayuda de 70.000 legionarios.
El historiador Estrabón, relató historias de la encarnizada lucha y coste para someter al pueblo cántabro: "...la táctica y el número obtuvieron la victoria final, pero los vencidos dejaron pruebas impresionantes de su amor a la independencia. (...) las madres que matan a sus hijos para que no caigan en el poder del vencedor, el mozo que viendo a sus padres y hermanos prisioneros, los mata a instigación de su mismo padre, el guerrero que invitado a un convite, se arroja a las llamas, la mujer que se suicida después de acabar con sus compañeros de cautiverio, los que se envenenan con el tóxico de hierbas que llevan siempre consigo en previsión de la desgracia, y aquellos otros, mas heroicos todavía, desde las cruces donde expían el castigo glorioso de haber defendido su patria, insultan a sus enemigos y cantan alegres canciones de guerra ...". No resulta de extrañar por tanto que aquí se vislumbrara también por primera vez la gran aventura de la Reconquista.
En época visigoda fue la capital del ducado de Cantabria, una región difícil que no fue del todo sometida ni siquiera bajo el Imperio Romano. Cuando Tarik cruzo el estrecho de Gibraltar en el año 711 aquí se encontraba el rey Rodrigo y buena parte de los efectivos militares del reino, que cruzaron toda la Península para ser derrotados en Guadalete. Poco después las ordas bereberes sometieron Toledo, y la aristocracia visigoda se vio obligada a huir con celeridad refugiándose entre los muros de Amaya cargados con sus inmensos tesoros. Perseguidos por los musulmanes, la plaza fue rendida por hambre y sed, pero de esa derrota nació el germen del primitivo reino asturiano. El hijo del duque de Cantabria que dirigió la resistencia, de nombre Alfonso, sucedería a Pelayo y su hijo Fávila al frente del pequeño bastión cantábrico. Poco podía pensarse entonces que aquellos primeros momentos serían tan decisivos, ante un enemigo mucho más organizado y poderoso que a punto estuvo de aplastar la rebelión. En el año 860 el primer conde castellano, de nombre Rodrigo, repuebla la fortaleza y villa de Amaya que había quedado abandonada en esa frontera de seguridad que se había establecido entre los contendientes. Probablemente fue entonces cuando aquellos rudos guerreros se asomaron por primera vez a los horizontes castellanos con el objetivo de recuperar lo perdido, y cuando comprendieron la larga tarea que les quedaba por delante.
Hoy apenas quedan restos del castillo del duque Pedro y algunas pocas viviendas del poblado cristiano fundado entonces. En el siglo XII la villa se traslada al actual emplazamiento del pueblo de Amaya, permaneciendo habitado y vigilante la guarnición del castillo hasta el siglo XIV. Algunos maltrechos muros pueden contemplarse todavía en la fortaleza, a la que se llega tras una corta pero dura trepada. Mejor conservados se encuentran los restos de las casas y de la muralla del poblado altomedieval, casi en el collado que separa La Muela de la Peña del Castillo; lo que nos resulta difícil de comprender, es cómo podían sobrevivir los hombres de la Edad del Bronce en lo alto de la dolina, expuesta a unas condiciones meteorológicas terribles y al asedio continuo de la máquina militar romana. Las gentes que vivieron en Amaya forjaron un carácter más duro que la piedra de la que está hecha, hombres y mujeres de una integridad plena a los que el historiador Estrabón hace justicia con su relato. Dos son los accesos a la Muela: por el lado norte, al poco de sobrepasar el collado, sale un camino que se arrima cada vez más a los cortados rocosos, y que aprovecha una canal (probablemente artificial) marcada con hitos para ascender sin dificultad. En el lado sur, otro sendero aprovecha una pequeña brecha de la roca en un recorrido zigzagueante que nos deposita en el vértice geodésico. Arriba no queda apenas ningún resto visible del poblado celtíbero, pero a cambio podremos contemplar algunos de los atardeceres más sobrecogedores y legendarios que se pueden admirar en la vieja Castilla.

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