PEÑA FRANCIA desde casarito
near Caserito, Castilla y León (España)
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Ascensión desde El Casarito a la Peña de Francia (Salamanca)
RESEÑA HISTÓRICA:
Entre los siglos XII y XIII de la Edad Media, por decisión del rey Alfonso IX se produjo la repoblación de toda esta comarca . De la gran cantidad de gente que llegó a esta tierra, tuvieron parte destacada los que tenían un origen francés, por influencia de D. Raimungo de Borgoña, noble francés casado con doña Urraca, una de las hijas de Alfonso VI; justificando de esta manera la presencia de topónimos franceses en la Sierra de Francia.
Al final de la Edad Media otro hecho de gran importancia destaca en la historia de la zona: el hallazgo y descubrimiento de la imagen de la Virgen de la Peña de Francia (la virgen negra), en el 1.434, construyéndose en esta montaña un santuario que posteriormente llegó a ser lugar de peregrinación, al que se unieron los peregrinos del Camino de Santiago, que seguían el llamado Camino del Sur por la Calzada de la Plata.
En el s. XVII la Peña de Francia es ya citada por Cervantes en El Quijote; y para Lope de Vega, el contiguo valle de Las Batuecas es el escenario en el que se refugian dos enamorados que huyen de la Corte (se decía que se hallaba habitado por demonios y sectas ocultas adoradoras de Satanás. Los pastores no se atrevían a entrar en él por miedo a lo desconocido. Por otro lado también se hablaba de Las Batuecas como un lugar paradisíaco, una especie de Shangri-La situado en una de las zonas menos conocidas de la vieja Castilla). Siendo a partir de entonces cuando estos parajes, La Peña de Francia, La Alberca, Las Batuecas, se convirtieron en un escenario de mitos y leyendas.
Cuenta la leyenda que allá por el año 1424, reinando en España don Juan II, padre de la reina Isabel la Católica, en Sequeros, un pequeño pueblecito situado al sur de la provincia de Salamanca y prácticamente desconocido, vivía una virtuosa jovencita que respondía al nombre de Juana, pero que en los pueblos de alrededor y en Sequeros todos la conocían como "la moza santa de Sequeros". Un día se puso enferma y todos lloraron porque la vieron morir, pero al llegar la noche corrió una gran noticia: ¡La moza santa ha vuelto a la vida y está diciendo cosas maravillosas! Ha dicho: "Volved vuestro rostro hacia la Peña de Francia y rezad a la Virgen María. Allí está escondida desde hace doscientos años una imagen suya que pronto será manifestada y por ella hará Nuestro señor muchos milagros. Esta gloriosa imagen ha de ser mostrada a un hombre de buena vida. Allí, en el mismo lugar, a reverencia de la madre de Dios, ha de alzarse otro monasterio de los frailes predicadores". Por fin la joven se adormeció con la muerte, quedando su profecía en la memoria de las gentes como una esperanza.
Mientras esto sucedía, la Virgen se aparece en París a un joven estudiante francés, de vida virtuosa, llamado Simón Rolán, y le impulsa a la búsqueda de una imagen suya, escondida y perdida su memoria desde largos años atrás. "Simón, vela y no duermas -le habló la Virgen-. Partirás a la Peña de Francia, que se encuentra en tierras de occidente, y buscarás en ella una imagen semejante a mí; la encontrarás en una gruta, y allá se te dirá lo que has de hacer".
Simón Rolán parte de París y recorre la Bretaña francesa, sin que nadie sepa darle razón del lugar por el que pregunta. Nadie tiene allí noticia de ninguna llamada Peña de Francia. Desanimado, de vuelta ya en la capital francesa, la voz del cielo se le deja oír una vez más: "Simón, vela; no renuncies a tu santa peregrinación, que tus trabajos tendrán recompensa".
Tras cinco años de infructuosas e inútiles búsquedas interrogando insistentemente por la Peña de Francia a través de la geografía gala, se juntó a unos peregrinos con los que llegó hasta Santiago de Compostela, visitando el sepulcro del apóstol; en el camino de retorno se desvía hacia Salamanca donde permanece una larga temporada. En el lejano horizonte se recortaba claramente visible la silueta de la Peña Francia, desconociéndo él no obstante el nombre la misma. Un día, después de seis meses de permanencia en la ciudad del Tormes, encontrándose en la plaza del Corrillo, en día de mercado, llega a sus oídos, entre la barahúnda, la voz de una mujer que desde algún sitio pregona su mercancía: carbón vegetal hecho al pie de la Peña de Francia. Intenta correr, para localizar entre la muchedumbre a la mujer, pero no llega a encontrarla, y tampoco nadie sabe darle razón precisa de la Peña que mencionaba. Pero esta vez el fracaso no le desanima, consciente ya de la proximidad de lo que busca. Efectivamente, otro día presencia en este mismo lugar la riña de carboneros; uno de ellos amenaza al otro con matarlo y luego esconderse en las espesuras de la Peña de Francia para huir de la justicia. Las explicaciones que de aquel lugar les pidió el extranjero, no obtuvieron respuesta, más Simón Rolán no les pierde de vista; tras ellos marcha cuando emprenden el regreso, y así llega a San Martín del Castañar, a sólo dos leguas de la Peña.
Tres días buscó inútilmente, la Virgen le animó en tan duro trance: "Simón, vela y no duermas". A la tercera noche, en medio de una gran luz, se le apareció Nuestra Señora, comunicándole que en la roca misma donde se había refugiado se encontraba la imagen que buscaba. "Aquí cavarás, y lo que hallares has de sacarlo y ponerlo en lo más alto del risco, donde construirás una iglesia".
Así alentado, bajó al pueblo de San Martín en busca de ayuda. Cuatro vecinos animosos, esperando encontrar un tesoro, se ofrecieron a acompañarlo. Con no pequeñas dificultades consiguieron apartar la piedra tras la cual, en una pequeña gruta, se ocultaba la imagen de la Virgen. Era el miércoles 19 de mayo de 1434.
Simón se consagró al cuidado de la imagen, construyendo en la cima una capilla con el donativo y la ayuda de los fieles. El pueblo le conocía por Simón Vela -nombre con el que a partir de entonces se le recuerda-, apellidándole con la palabra con que la voz misteriosa tantas veces le imperara la búsqueda de la santa imagen: "Simón, vela".
RESEÑA HISTÓRICA:
Entre los siglos XII y XIII de la Edad Media, por decisión del rey Alfonso IX se produjo la repoblación de toda esta comarca . De la gran cantidad de gente que llegó a esta tierra, tuvieron parte destacada los que tenían un origen francés, por influencia de D. Raimungo de Borgoña, noble francés casado con doña Urraca, una de las hijas de Alfonso VI; justificando de esta manera la presencia de topónimos franceses en la Sierra de Francia.
Al final de la Edad Media otro hecho de gran importancia destaca en la historia de la zona: el hallazgo y descubrimiento de la imagen de la Virgen de la Peña de Francia (la virgen negra), en el 1.434, construyéndose en esta montaña un santuario que posteriormente llegó a ser lugar de peregrinación, al que se unieron los peregrinos del Camino de Santiago, que seguían el llamado Camino del Sur por la Calzada de la Plata.
En el s. XVII la Peña de Francia es ya citada por Cervantes en El Quijote; y para Lope de Vega, el contiguo valle de Las Batuecas es el escenario en el que se refugian dos enamorados que huyen de la Corte (se decía que se hallaba habitado por demonios y sectas ocultas adoradoras de Satanás. Los pastores no se atrevían a entrar en él por miedo a lo desconocido. Por otro lado también se hablaba de Las Batuecas como un lugar paradisíaco, una especie de Shangri-La situado en una de las zonas menos conocidas de la vieja Castilla). Siendo a partir de entonces cuando estos parajes, La Peña de Francia, La Alberca, Las Batuecas, se convirtieron en un escenario de mitos y leyendas.
Cuenta la leyenda que allá por el año 1424, reinando en España don Juan II, padre de la reina Isabel la Católica, en Sequeros, un pequeño pueblecito situado al sur de la provincia de Salamanca y prácticamente desconocido, vivía una virtuosa jovencita que respondía al nombre de Juana, pero que en los pueblos de alrededor y en Sequeros todos la conocían como "la moza santa de Sequeros". Un día se puso enferma y todos lloraron porque la vieron morir, pero al llegar la noche corrió una gran noticia: ¡La moza santa ha vuelto a la vida y está diciendo cosas maravillosas! Ha dicho: "Volved vuestro rostro hacia la Peña de Francia y rezad a la Virgen María. Allí está escondida desde hace doscientos años una imagen suya que pronto será manifestada y por ella hará Nuestro señor muchos milagros. Esta gloriosa imagen ha de ser mostrada a un hombre de buena vida. Allí, en el mismo lugar, a reverencia de la madre de Dios, ha de alzarse otro monasterio de los frailes predicadores". Por fin la joven se adormeció con la muerte, quedando su profecía en la memoria de las gentes como una esperanza.
Mientras esto sucedía, la Virgen se aparece en París a un joven estudiante francés, de vida virtuosa, llamado Simón Rolán, y le impulsa a la búsqueda de una imagen suya, escondida y perdida su memoria desde largos años atrás. "Simón, vela y no duermas -le habló la Virgen-. Partirás a la Peña de Francia, que se encuentra en tierras de occidente, y buscarás en ella una imagen semejante a mí; la encontrarás en una gruta, y allá se te dirá lo que has de hacer".
Simón Rolán parte de París y recorre la Bretaña francesa, sin que nadie sepa darle razón del lugar por el que pregunta. Nadie tiene allí noticia de ninguna llamada Peña de Francia. Desanimado, de vuelta ya en la capital francesa, la voz del cielo se le deja oír una vez más: "Simón, vela; no renuncies a tu santa peregrinación, que tus trabajos tendrán recompensa".
Tras cinco años de infructuosas e inútiles búsquedas interrogando insistentemente por la Peña de Francia a través de la geografía gala, se juntó a unos peregrinos con los que llegó hasta Santiago de Compostela, visitando el sepulcro del apóstol; en el camino de retorno se desvía hacia Salamanca donde permanece una larga temporada. En el lejano horizonte se recortaba claramente visible la silueta de la Peña Francia, desconociéndo él no obstante el nombre la misma. Un día, después de seis meses de permanencia en la ciudad del Tormes, encontrándose en la plaza del Corrillo, en día de mercado, llega a sus oídos, entre la barahúnda, la voz de una mujer que desde algún sitio pregona su mercancía: carbón vegetal hecho al pie de la Peña de Francia. Intenta correr, para localizar entre la muchedumbre a la mujer, pero no llega a encontrarla, y tampoco nadie sabe darle razón precisa de la Peña que mencionaba. Pero esta vez el fracaso no le desanima, consciente ya de la proximidad de lo que busca. Efectivamente, otro día presencia en este mismo lugar la riña de carboneros; uno de ellos amenaza al otro con matarlo y luego esconderse en las espesuras de la Peña de Francia para huir de la justicia. Las explicaciones que de aquel lugar les pidió el extranjero, no obtuvieron respuesta, más Simón Rolán no les pierde de vista; tras ellos marcha cuando emprenden el regreso, y así llega a San Martín del Castañar, a sólo dos leguas de la Peña.
Tres días buscó inútilmente, la Virgen le animó en tan duro trance: "Simón, vela y no duermas". A la tercera noche, en medio de una gran luz, se le apareció Nuestra Señora, comunicándole que en la roca misma donde se había refugiado se encontraba la imagen que buscaba. "Aquí cavarás, y lo que hallares has de sacarlo y ponerlo en lo más alto del risco, donde construirás una iglesia".
Así alentado, bajó al pueblo de San Martín en busca de ayuda. Cuatro vecinos animosos, esperando encontrar un tesoro, se ofrecieron a acompañarlo. Con no pequeñas dificultades consiguieron apartar la piedra tras la cual, en una pequeña gruta, se ocultaba la imagen de la Virgen. Era el miércoles 19 de mayo de 1434.
Simón se consagró al cuidado de la imagen, construyendo en la cima una capilla con el donativo y la ayuda de los fieles. El pueblo le conocía por Simón Vela -nombre con el que a partir de entonces se le recuerda-, apellidándole con la palabra con que la voz misteriosa tantas veces le imperara la búsqueda de la santa imagen: "Simón, vela".
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Me ha gustado la ruta
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muy interesante y bonita
Eskerrikasko!!!