Pico Gilbo clásica desde el embalse de Riaño

Hacía ya muchos años que no subía al Gilbo, y ya iba tocando volver. Y realmente mereció la pena el regreso. La zona es bien conocida, el pantano lo habré visto desde casi todos los rincones posibles, pero aun así siempre hay zonas que no recuerdas y que te sorprenden.

Antes de describir la ruta, comentar que, a pesar del fiero aspecto del Gilbo, con esa silueta tan marcada y que hace que sea denominado "el Cervino leonés", luego la ascensión no es complicada en absoluto. De hecho, la peor parte en mi ruta fue un rato que me desvié del camino habitual y tuve que realizar unas trepadillas sencillas "no oficiales", pero que le dieron aún más diversión a la ruta. Así pues, no digo que sea para todos, ya que no deja de ser bastante aéreo, pero sin duda no es tan complicado como aparenta desde lejos.

Cruzamos la carretera desde el parking y tomamos una ancha pista. Esta nos llevará a través del "Pinar Encantado". Es un terreno ancho, cómodo y llano. Pero a poco más de 1 km, en lugar de seguir la pista (lugar por el que regresaremos), tomamos la senda que sale a la izquierda, y donde ya comienza la verdadera subida. La subida por momentos es durilla, tanto por el desnivel como por el calor, que se aumenta al ir pasando entre un bonito hayedo, pero que impide que corra el aire y te sofoca aún más. Iremos bordeando el Arroyo Vallarqué. Es al final del mismo, cuando se alcanza una pequeña pradera, salimos del bosque y divisamos ya el Gilbo, cuando me hice un pequeño lío con el gps y afronté una subida fuera del camino correcto, el cual se veía perfectamente a la izquierda. Así que me puse a subir un poco entre pequeñas zarzas, por las pequeñas sendas que encontraba, y al final, una vez que llegué a las rocas, tuve que hacer unas pequeñas trepadas para poder pasar a la cara norte, por donde realmente se sube la parte principal de la montaña. Estas trepadas estuvieron chulas y son sencillitas, pero si no se quiere ningún riesgo, mejor continuar por la senda buena y subir sin problemas.

Una vez ya en la parte norte, apenas transité fuera de senda unos metros hasta que alcancé el camino normal. Y a partir de ahí, ya es seguir el empinado camino, con mucho cuidado en la subida ya que hay rocas muy pulidas que pueden provocar resbalones (especialmente mucho cuidado con ellas en el descenso). Seguiremos ascendiendo sin descanso dirección oeste hasta que llegamos ya a la canal norte final de subida. Serán unos pocos metros muy empinados pero siempre con senda, así que también se sube sin problemas.

Finalmente, llegamos a la cima. En todo momento desde que divisamos la cima, y especialmente durante la subida, hemos disfrutado de unas magníficas vistas del pantano y cimas aledañas, pero es en la misma cima donde lo podremos disfrutar al máximo. Una panorámica imperdible de todo el pantano, con la montaña palentina al este (deslumbrando la inconfundible silueta piramidal del Espi) y Peñas Pintas, Yordas, Mampodres, etc, al oeste. Además, disfrutaremos de imágenes del pantano que podrían estar sacadas perfectamente de Lofoten.

Estaremos un buen rato en la cima disfrutando, y aprovechando para comer un poquillo. Lo cierto es que la ruta es corta, y el desnivel, aunque intenso, tampoco mucho, con lo que no se tarda mucho en llegar a la cima, pero aun así algo de hambre ha entrado.

Tras un buen rato, nos disponemos a descender. Como suele suceder en estos casos, es más peligroso el descenso que el ascenso. Lo haremos por la misma zona de subida, así que con mucho cuidado, iremos bajando poquito a poco. Enlazaremos con el punto por donde atravesamos en la ida al lado norte pero seguiremos bajando por la senda, ya sin abandonarla en ningún momento. Pasaremos a la falda sur y seguiremos el bonito camino hasta llegar a un punto donde comienza nuevamente un bonito hayedo, girando a la izquierda y en fuerte descenso, pero bien marcado así que se hace perfectamente. Tras un ratito, saldremos del mismo al camino principal. Será el camino que nos llevará al inicio, pero no sin antes pasar por el bonito mirador de Las Biescas, con un banco en él, y sobre todo, por la Cueva de la Vieja del Monte. Se trata de lo que parece que fue una bocamina, pero que se ha adornado con varias figuras y adornos para acrecentar la leyenda. A la cueva se puede entrar bastante (serán quizás más de 20 mts de profundidad, así que recomiendo que llevéis el móvil o similar para alumbrar porque al final está algo encharcada).

Y tras estas visitas, vuelta a pasar por el pinar de inicio y regresaremos al parking de inicio.