Playas de Comte - Torre d'en Rovira - Cala Bassa (Ibiza)
near Cala Bassa, Baleares (España)
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Trail photos
Itinerary description
Hay una Ibiza banal e intrascendente que aún no ha conseguido arrebatar la belleza a ciertas esquinas de la isla, a pesar de que alguna o mucha bobería merodee por el lugar. Es el caso de esta ruta improvisada por un tramo de la costa suroeste, entre las playas de Comte y Bassa, pasando por la torre vigía de Rovira, construida en 1763 y declarada bien de interés cultural en 1993. Como otras construcciones defensivas similares, protegía a la población ibicenca de ataques piratas. Y era un enclave para la salvaguarda del puerto de San Antoni de Portmany, localidad hoy libre del asedio berberisco pero no del acecho turístico y la tropelía urbanística.
Aguas turquesas, islotes y calas traslúcidas se suceden a lo largo del itinerario, jalonado de pequeños acantilados de una belleza que se escurre entre la espuma del mar y la brisa. El paseo no presenta dificultades técnicas y carece de cuestas, pero conviene ir con calzado resistente para asegurar una mejor pisada, especialmente en las lenguas de tierra que se adentran en el mar, de superficie más rugosa y con pequeños filamentos rocosos: banderas 8 (Punta Roja), 9 (Punta de Sa Torre) y 14 (cabo de Bassa; 'bassa' significa balsa). Siempre expuestos al sol, hay que protegerse.
A pesar de que el primer tramo costero es, al menos en agosto, lugar concurrido tanto por bañistas de tierra como por quienes chapotean el fondo marino desde sus barquitos alquilados (que salpican cada cala como colonia de mosquitos), el itinerario merece la pena por la hermosura del litoral y el color de las aguas: pirotecnia de azules para la vista. "Azul, / qué profundo / y sin domar...", cantaba Antonio Vega.
Hay trechos en los que el Mediterráneo parece una piscina, y los nadadores y embarcaciones flotan en las inmediaciones de la costa suspendidos en la transparencia de un verano eterno. Bañados por el resplandor del sol, en la infinitud de las vacaciones, es fácil acariciar la idea de que esa huida estival hacia la quietud cristalina ha merecido la pena...
Si al paseante le tienta tanto edén acuático, en varias ocasiones puede descender por las rocas y disfrutar de su propio chapuzón. Incitaciones tiene a cada zancada.
Al final, son 8,3 kilómetros que se completan en unas 2.30 horas si no se entretiene uno en exceso con los recreos fotográficos que se insinúan constantemente entre tanto entorno de colores vivos.
Si se encuentra sitio, la ruta puede empezarse en los aparcamientos de las platjes de Comte (banderas 1, 2 o 3). No fue el caso, por lo que tuvimos que estacionar, e iniciar la andada, en uno de los entrantes laterales de la pista llamada Rocas Malas que lleva a la playa. Una vez en ella, el horizonte se puebla de islotes (Sa Conillera, Illa des Bosc, Illa S'Espartar...) y empieza el jolgorio de la belleza del mar.
Aguas turquesas, islotes y calas traslúcidas se suceden a lo largo del itinerario, jalonado de pequeños acantilados de una belleza que se escurre entre la espuma del mar y la brisa. El paseo no presenta dificultades técnicas y carece de cuestas, pero conviene ir con calzado resistente para asegurar una mejor pisada, especialmente en las lenguas de tierra que se adentran en el mar, de superficie más rugosa y con pequeños filamentos rocosos: banderas 8 (Punta Roja), 9 (Punta de Sa Torre) y 14 (cabo de Bassa; 'bassa' significa balsa). Siempre expuestos al sol, hay que protegerse.
A pesar de que el primer tramo costero es, al menos en agosto, lugar concurrido tanto por bañistas de tierra como por quienes chapotean el fondo marino desde sus barquitos alquilados (que salpican cada cala como colonia de mosquitos), el itinerario merece la pena por la hermosura del litoral y el color de las aguas: pirotecnia de azules para la vista. "Azul, / qué profundo / y sin domar...", cantaba Antonio Vega.
Hay trechos en los que el Mediterráneo parece una piscina, y los nadadores y embarcaciones flotan en las inmediaciones de la costa suspendidos en la transparencia de un verano eterno. Bañados por el resplandor del sol, en la infinitud de las vacaciones, es fácil acariciar la idea de que esa huida estival hacia la quietud cristalina ha merecido la pena...
Si al paseante le tienta tanto edén acuático, en varias ocasiones puede descender por las rocas y disfrutar de su propio chapuzón. Incitaciones tiene a cada zancada.
Al final, son 8,3 kilómetros que se completan en unas 2.30 horas si no se entretiene uno en exceso con los recreos fotográficos que se insinúan constantemente entre tanto entorno de colores vivos.
Si se encuentra sitio, la ruta puede empezarse en los aparcamientos de las platjes de Comte (banderas 1, 2 o 3). No fue el caso, por lo que tuvimos que estacionar, e iniciar la andada, en uno de los entrantes laterales de la pista llamada Rocas Malas que lleva a la playa. Una vez en ella, el horizonte se puebla de islotes (Sa Conillera, Illa des Bosc, Illa S'Espartar...) y empieza el jolgorio de la belleza del mar.
Waypoints
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