PONTÓN DE LA OLIVA-PRESA DE LA PARRA-CABEZA MADROÑAL-GR 10-ALPEDRETE DE LA SIERRA-LAS CÁRCAVAS

Marcha realizada el sábado 12 de febrero de 2022

AVISO: Se entiende, que todo aquel que quiera realizar esta misma ruta, asume la responsabilidad que conlleva una actividad no exenta de posibles riesgos o incidentes, en un entorno en el que el sentido común y las circunstancias pueden marcar la diferencia entre pasar un buen día o todo lo contrario.
Hoy nos acercamos hasta la presa del Pontón de la Oliva que fue construida durante el reinado de Isabel II. Desde mediados del siglo XVIII ya se tenía la idea de suministrar agua a la corte desde algunos de los caudalosos ríos de la Sierra de Madrid como el Lozoya. Es a mediados del siglo XIX, cuando se seleccionó el Pontón de la Oliva como el lugar más adecuado para ubicar la primera presa de Madrid. Es por ello que se empieza a construir en 1851, y de ahí que se trate de la presa más antigua de Madrid y la sexta que nos podemos encontrar a lo largo del curso del río Lozoya. Su vida útil fue bastante corta (apenas treinta años), ya que al estar construida con la misma roca caliza que se encuentra en el entorno, supuso que muy pronto empezara a plantear problemas de permeabilidad, sobre todo en verano, época en la que se notaba mucho más la pérdida de su capacidad para embalsar el líquido elemento. En el entorno del Pontón de la Oliva, hoy no sólo veremos construcciones relacionadas con el abastecimiento de agua, ya que también encontraremos praderas junto al río Lozoya donde pastan las vacas, paredes verticales donde practicar escalada y senderos por los que conocer paisajes tan fascinantes como las visitadas y conocidas cárcavas.

Tras haber aparcado junto al restaurante “El Muro”, y justo debajo de la presa, volvemos sobre la misma pista de entrada, para rápidamente y justo en el punto en el que se cruzan el GR 10 con su variante el GR 88 subir por un corto pero buen repecho que rápidamente nos permite acceder al antiguo camino de servicio y mantenimiento de la citada presa. A partir de este momento las marcas blancas y rojas que iremos viendo por el curso del Lozoya, corresponden con el GR 88. El primer tramo, un tanto aéreo pero con protecciones y vistas a las verticales paredes, que tanto por un lado del Lozoya como por el otro, nos muestran las múltiples vías de escalada que usan los practicantes de dicho deporte. A los cuatro kilómetros de llevar todo el tiempo el margen izquierdo del citado río, y de disfrutar de las imponentes paredes de roca caliza que lo flanquean, así como de los verdes prados, y como no de las ya citadas vacas, que en ocasiones acompañadas de sus terneros pastan plácidamente; acabamos llegando hasta la zona del Chortal Cimero, en el que por la izquierda una peculiar caída de agua nos recuerda que a pesar de la pertinaz sequía, el importante y necesario elemento para la vida es capaz de abrirse paso y hacer acto de presencia.

Un kilómetro y cuarto más adelante dejamos a nuestra izquierda una de las posibles opciones se salida desde el cauce del Lozoya, para subir hasta la carretera M-134, y tras cruzarla optar por la subida al Cancho la Cabeza, o bien siguiendo la enorme barra de caliza, continuar hasta Patones o Torrelaguna. Nosotros decidimos continuar, siempre por la izquierda de dicho cauce, para dos kilómetros después reponer las fuerzas en unas ruinas, que están muy cerca de uno de los posibles pasos, que vadean y salvan el cauce del citado río. Así pues, y mientras que el grueso del grupo decide continuar hasta la pasarela, que posibilita dicho paso, sobre la presa de la Parra; yo prefiero hacerlo por la opción más rustica y más reciente, que conlleva saltar sobre unos cuantos grandes bloques de granito, que se han habilitado para ello. Esta decisión conlleva que haré en solitario algo más de setecientos metros hasta que me reencuentro con el buen grupo liderado por “Andarín3”.


Una vez que nos juntamos todos en el puente sobre la presa de la Parra, desando los últimos cuatrocientos y pico metros, para volver a conectar con el GR 88, que ahora con rumbo este y alejándose del curso del Lozoya, llevaremos durante doscientos metros más para acabar dejándolo por la derecha. Desde ese punto tenemos que salvar un buen tramo con pendiente, y en el que el sendero lo vamos dibujando nosotros mismos. La verdad es que se trata de un tramo muy corto, apenas poco más de cien metros, que nos permite conectar con el cortafuegos, que tras un kilómetro más nos permite coronar la Cabeza de Madroñal.

Ochocientos metros después de haber bajado de dicha cumbre llegamos hasta el segundo cruce de este corto tramo. En el mismo y cogiendo por la derecha la pista de bajada, recorremos el próximo kilómetro y tres cuartos, hasta que llegamos al cruce con el GR 10, justo a la altura del arroyo Reduvia. Ya por el GR 10, y en poco más de un kilómetro empezamos a ver las primeras huertas y casas de Alpedrete de la Sierra, donde aprovechamos para dar buena cuenta de todo lo comestible que traíamos en las mochilas.

Ahora con rumbo sur, hemos ido dejando esas últimas casas, y pequeñas cuevas (la mayoría ruinosas) que hacían la función de bodegas para el vino; al mismo tiempo que también íbamos dejando el citado GR, que por la izquierda se dirige hacia las cercanas poblaciones de Tortuero y Valdesotos. A los dos kilómetros y medio, y tras haber pasado por unas cuantas plantaciones de olivos, y una última zona dominada por las jaras, cruzamos los cerros de Mingo Negro y el de Guadarrama. Ochocientos metros después ya nos encontramos en el primer mirador, que en la zona alta y noroeste de las Cárcavas nos ofrece una visión y panorámica magnífica de una escultura tan natural como peculiar.

Dos kilómetros después, y tras un primer tramo de bajada desde dicho enclave, que se puede considerar un tanto antipático por la pendiente y lo erosionado del terreno, nos encontramos en el punto de partida de una ruta por una de las zonas de la Sierra Norte con más encanto y variedad de paisajes.