PR GU 08 con variaciones

Preciosa ruta circular por el entorno del Río Dulce siguiendo las indicaciones del PRGU 08, añadiendo un pequeño paseo por Mirabueno y Mandayona y visita a la Cascada del Molino. Recorrido poco visto que ofrece una excelente perspectiva de la zona. Muy recomendable en primavera y en otoño, aunque cualquier época del año merece la pena.

Salimos de Aragosa a primera hora de la mañana, tras contemplar las cascadas del Río Dulce y el lavadero. Es 1 de diciembre y casi todas las hojas han caído ya de los árboles. El merendero está vacío, tan solo hay un par de zapatillas sobre una mesa. El silencio es absoluto si no fuera por el fluir milenario del agua.

Tomamos una pista que circula paralela al río, por su margen izquierda. La mañana se ha levantado fresca y una pequeña capa de escarcha descansa sobre la vegetación de ribera. Poco a poco el paisaje se abre y atravesamos una zona de cultivos. Pronto tomamos "la carretera de los sietes" en dirección a Mirabueno. La pendiente es suficiente para calentar el cuerpo pero no sobra ni una capa de ropa. Los lugareños nos cuentan que esa era la antigua "carretera" a Sigüenza, por donde iban las mulas. Nos recomiendan asomarnos al Mirador del Calvario y seguimos su consejo. Allí hay agradable merendero, perfecto para hacer una pequeña parada a almorzar. En un día claro se vería la sierra completa, el castillo de Atienza, El Alto Rey, el Ocejón...

La ruta de hoy es corta y vamos sin prisas, por lo que deambulamos por las calles del pueblo, fijándonos en los murales que hay en sus calles, en la estructura de las casas. Charlamos otro rato más con unos señores que nos cuentan dónde estaban las bodegas y las viñas, de las que hoy solo queda el recuerdo. Cuando nos vamos, suena el inconfundible pitido de la furgoneta del pan. Es sábado y toca.

Continuamos nuestro camino por una bonita senda que transcurre entre huertos. Pasamos por el lavadero, remozado con escaso gusto, y por la fuente de los Parajillos, de la que no mana ni gota de agua. Continuamos descendiendo alegremente, ya que la pendiente invita a acelerar el paso. Cruzamos la carretera por un túnel de servicio de la carretera y entramos en el recinto del Centro de Interpretación del Río Dulce. Si lo encuentras abierto, merece una visita.

Seguimos por la orilla del río hasta el pueblo, donde hay un bar en el que sirven menú del día y raciones típicas, como bravas y torreznos. Han abierto una coqueta panadería que convive con la tienda de ultramarinos de toda la vida. Unas niñas pasean por mitad de la carretera y en el bar varios cazadores toman un botellín. Como testigo del pasado, una cabina de teléfonos y como remedio contra la despoblación un cajero automático.

Dejamos la Iglesia a la derecha y vamos hacia el Río Dulce, a disfrutar de un precioso rincón especialmente bello en otoño. Foto de rigor y tomamos el camino de vuelta atravesando el Campo de Fútbol, hoy desierto. Un hombre quema rastrojos y otro apaña su huerta, en el pueblo siempre hay cosas que hacer para el que tiene tiempo.

Nos desviamos cruzando el canal para ver la cascada del Molino, uno de los lugares más espectaculares de la zona, que merece una visita sosegada. En verano es un auténtico oasis, con sombra y agua; un lugar perfecto para tomar un tentempié.

Seguimos caminando siguiendo las marcas blanca y amarilla del PR, cruzamos "el puente nuevo" y salimos a la carretera varios cientos de metros. Volvemos a la orilla y disfrutamos del sonido del agua. En toda la mañana no nos hemos cruzado con ningún senderista, un hecho que no deja de sorprenderme en esta provincia.

En total hemos invertido cuatro horas con paradas y sin prisas y es la hora del aperitivo, así que cogemos el coche y nos vamos a Sigüenza, donde nos espera una amplia y variada oferta gastronómica.