118. Sierra de La Tesla desde Quecedo de Valdivielso
near Quecedo, Castilla y León (España)
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Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 78 (para Senderismo): dificultad 'Dura' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 804 metros (superior al que estima Wikiloc).
Esta es una ruta exigente. Su longitud y desnivel son de cierta consideración, aunque sin dificultad técnica. Para la orientación es muy conveniente llevar alguna guía, aunque siempre hay camino o sendero. En nuestro caso, y por si acaso, tuvimos a mano el trazado de ‘Angelbur’ (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/los-carcavos-de-la-tesla-4519127 ), si bien hicimos algunos cambios significativos en el tramo de ascenso desde Quecedo de Valdivielso hasta la primera plataforma, y en el de regreso desde Arroyo de Valdivielso a Quecedo.
La Sierra de La Tesla se alarga durante casi 25 kilómetros de oriente a poniente, cortada abruptamente por el río Ebro en sus extremos: el desfiladero de La Horadada, por un lado, y el de Los Hocinos, por el otro. Una cresta rocosa la recorre, con Peña Corba (1.332 m) ligeramente más elevada que el resto de cimas. Tiene fuertes taludes en ambas vertientes y un idílico valle interior en su lado sur. Desde fuera (y desde dentro), impresionan sus ‘cluses’ o cortes transversales en forma de V, con caída sobre el Valle de Valdivielso.
Había subido a la Sierra de La Tesla por primera vez en agosto de 2021. Fue desde Panizares y sus enhiestos y picudos ‘cuchillos’. Y “¿cómo has podido cometer ese ‘pecado’ (…de omisión, hasta entonces)?”. Pues, sencillamente, aparte de mi ignorancia previa, me quedaba bastante alejado (hablamos de varios miles de km), tiempo atrás. Pero, desde esa primera ocasión quedé prendado de sus parajes. No sé si por ello cualquier cosa que yo diga de esa sierra, alabando sus excelencias, puede ser utilizado ‘en contra mía’ (de mi buen juicio). De ser, que sea así (en demérito propio), y no vaya en menoscabo de los méritos de La Tesla.
Como ‘obras son amores y no buenas palabras…’, no tardé en regresar. Tan poco, que la segunda vez fue sólo una semana después; entonces desde su lado norte y en la otra punta, desde Bisjueces. Para la tercera oportunidad me di un respiro. No por desgana, porque la segunda intensificó mi arraño. Quise esperar a conocerla en otra estación, con otro vestido. En diciembre, desde Hoz de Valdivielso, hice la ruta que superó el elevado listón que habían dejado las anteriores, cosa harto difícil. Con densa niebla en el valle, que empezó a disiparse en Tartalés de los Montes, dejando un día luminoso de medianías hasta arriba.
Siempre que veo La Tesla desde la distancia, se me van los ojos a ella, de tan hondas impresiones que me han trasmitido sus interioridades, sus esencias, su alma. Creo que, si estuviera en ‘el corredor’ (‘Dios no lo quiera…’) y me ofrecieran satisfacer mi último deseo, en lugar de pedir una cena opípara, diría: “La Sierra de La Tesla, por favor; una excursión de cinco o seis horas por ella”. Aquí puede apreciarse mi grado de encantamiento con ella (o, tal vez, de ofuscación o enajenación mental por mi parte; quién sabe…).
Lo cierto es que ha habido hoy una cuarta vez, también por el sur, desde Quecedo de Valdivielso. Imagino que habrá más: en otras épocas del año (para admirar su variado atuendo); y por latitud norte (para equilibrar: tres por el sur y otras tantas—me faltan dos—por el norte). La ‘cluse’ de Quecedo, comprimida por enormes peñascos, que parecen haberse corneado en un lado de la V frente al otro, resulta la más impresionante de todas. He leído que cruzar a través de ella es hazaña para expertos montañistas y con medios técnicos adecuados. Siendo nosotros mortales ‘del montón’, no lo intentamos.
Así que, tras dejar Quecedo, llegamos hasta las inmediaciones de la ‘cluse’ y nos desviamos por su izquierda ladera arriba. Hay camino, pero la pendiente es bastante inclinada y el suelo es muy pedregoso. Mejor sorprenderlos temprano, con la fresca. Impresionantes vistas (a pesar del sol en contra) de las púas y lajas rocosas; erizadas, combadas, retorcidas; diríase que torturadas por fuerzas tectónicas. A medida que ascendemos, se abren claros sobre el Valle de Valdivielso, sus pueblos y el sosegado fluir del Ebro; dulce bálsamo para la dura y larga subida.
Alcanzamos la plataforma intermedia (ya sólo quedan las cumbres por encima) en la que se halla la ermita de la Virgen de Pilas. El panorama cambia radicalmente. Lo hace hacia (mucho) mejor. Camino llano y alfombrado de hierba, matas dispersas de boj y otros arbustos; panorámicas interminables de toda la sierra y su valle interior; y caballos y vacas ramoneando separados, como buscando su propio espacio vital.
La ermita de Pilas va acercándose. Resulta agradable en la distancia, proyectada contra las moles rocosas. Para acceder a ella, hay que traspasar la puerta de una valla. Está dentro de un recinto alambrado (finca privada, al parecer), imagino que para evitar que los animales se salgan. Sin duda, eso afea a la propia ermita, como también lo hace el andamiaje y otros materiales de construcción (“¿aún en uso?”) justo en su frontal. Por lo demás, la factura arquitectónica, aunque sobria, y la calidad de su empedrado exterior sorprenden por su digno porte.
Dejamos la ermita (atentos al casi invisible inicio del sendero por detrás de ella) y abordamos un largo recorrido de suave montaña rusa por el valle interior. Las laderas y el camino están preciosos, en exuberante multicolor, orlados de brezo violeta en su apogeo; también, de otras plantas para nosotros novedosas. A un lado, la estilizada cresta; al otro, la caída hacia las ‘cluses’. Realmente, todo ese trayecto (entre el km 4 y el 7), desde que alcanzamos la plataforma hasta que entramos en zona de pinares, es delicioso.
Luego, hasta el km 10, el paisaje se vuelve menos florido, pero seguimos con excelentes vistas por arriba y por abajo. Después de girar 90 grados a la derecha para iniciar el descenso hacia el paso de La Canaleja, aún distante, nos adentramos en una zona de tupida vegetación. Las vistas al exterior se vuelven más esporádicas, pero disfrutamos de una apacible selva. Conforme nos acercamos a La Canaleja, van apareciendo a ambos lados elevadas agujas pétreas esculpidas en formas inverosímiles.
Si no fuera por su color casi blanco, uno diría que esos penachos puntiagudos parecen las ‘horcas o los pinchos del diablo’. No fue esa la circunstancia este día, con un cielo azul y total visibilidad; sólo había sitio para ‘el cielo’. Pero, imagínate en un día con bancos de espesa niebla en movimiento, entre cuyos jirones emergen y desaparecen esos ‘pinchos’ fantasmagóricos. Así, en realidad, lo viví en mi anterior visita (***), en solitario, que coincidía con ésta en ese singular tramo.
El paso de La Canaleja o Paso Estrecho y su entorno (antes, después, y a los lados) es el área más especial y llamativa del recorrido; particularmente cuando el arroyo lleva abundante agua (que no era el caso ahora). Han puesto recientemente un puente bajo de madera para cruzar el paso en su parte más difícil (no estaba en diciembre pasado). Como esta vez el puente me impidió mojarme, no puede evitar descalzarme y dejarme acariciar los pies por el agua (muy) fría; voluntariamente, ahora, a diferencia de la ocasión previa.
Llegamos enseguida a Arroyo de Valdivielso. Bonitas casas de piedra blasonadas. Un camino nos lleva de vuelta a Quecedo en poco más de 1 km. Se nos alargó por nuestra culpa: en un cerezal silvestre (al parecer) quedaban aún muchas cerezas sin recoger (bastantes ya pasadas de madurez o picadas por los pájaros), y nos detuvimos a coger unas pocas (para el postre). Sólo unos minutos. Pero… 300 metros después me di cuenta que me faltaba la cachava. Eché cuentas…, “las cerezas”…. Volví. Allí estaba. “Ufff…, ¿qué haría yo sin ti?”. Me volví, feliz, pero con 600 metros añadidos. El sol ya pesaba; sin piedad…. Pero en Arroyo había una fuente para refrescarse (“anda, aprieta ahora cuanto quieras…”).
En casi 16 km y más de 5 horas, sólo a una persona vimos. Y eso a pesar del espléndido sábado de julio (‘no saben lo que se pierden’). Era un ciclista, sin duda en forma (él y su bici) para poder transitar por esos andurriales. Desde Trespaderne hasta Puente Arenas. Unos 30 km de sube y baja por los duros caminos y senderos del interior de La Tesla. “¿Todo así, subido en la bici?”, le pregunté. “Noooo, ahí atrás me he tenido que bajar un poco”, respondió. ‘Un poco’, dice. Como si fuera cosa normal por allí el ir montado en la bici más tiempo que con ella al hombro. Gente con agallas y determinación. Se os echa de menos.
RUTAS CERCANAS:
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/sierra-de-la-tesla-desde-panizares-81252077
(**) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-bisjueces-a-pena-corva-81957615
(***) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/sierra-de-la-tesla-desde-hoz-de-valdivielso-90810562
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 78 (para Senderismo): dificultad 'Dura' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 804 metros (superior al que estima Wikiloc).
Esta es una ruta exigente. Su longitud y desnivel son de cierta consideración, aunque sin dificultad técnica. Para la orientación es muy conveniente llevar alguna guía, aunque siempre hay camino o sendero. En nuestro caso, y por si acaso, tuvimos a mano el trazado de ‘Angelbur’ (https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/los-carcavos-de-la-tesla-4519127 ), si bien hicimos algunos cambios significativos en el tramo de ascenso desde Quecedo de Valdivielso hasta la primera plataforma, y en el de regreso desde Arroyo de Valdivielso a Quecedo.
La Sierra de La Tesla se alarga durante casi 25 kilómetros de oriente a poniente, cortada abruptamente por el río Ebro en sus extremos: el desfiladero de La Horadada, por un lado, y el de Los Hocinos, por el otro. Una cresta rocosa la recorre, con Peña Corba (1.332 m) ligeramente más elevada que el resto de cimas. Tiene fuertes taludes en ambas vertientes y un idílico valle interior en su lado sur. Desde fuera (y desde dentro), impresionan sus ‘cluses’ o cortes transversales en forma de V, con caída sobre el Valle de Valdivielso.
Había subido a la Sierra de La Tesla por primera vez en agosto de 2021. Fue desde Panizares y sus enhiestos y picudos ‘cuchillos’. Y “¿cómo has podido cometer ese ‘pecado’ (…de omisión, hasta entonces)?”. Pues, sencillamente, aparte de mi ignorancia previa, me quedaba bastante alejado (hablamos de varios miles de km), tiempo atrás. Pero, desde esa primera ocasión quedé prendado de sus parajes. No sé si por ello cualquier cosa que yo diga de esa sierra, alabando sus excelencias, puede ser utilizado ‘en contra mía’ (de mi buen juicio). De ser, que sea así (en demérito propio), y no vaya en menoscabo de los méritos de La Tesla.
Como ‘obras son amores y no buenas palabras…’, no tardé en regresar. Tan poco, que la segunda vez fue sólo una semana después; entonces desde su lado norte y en la otra punta, desde Bisjueces. Para la tercera oportunidad me di un respiro. No por desgana, porque la segunda intensificó mi arraño. Quise esperar a conocerla en otra estación, con otro vestido. En diciembre, desde Hoz de Valdivielso, hice la ruta que superó el elevado listón que habían dejado las anteriores, cosa harto difícil. Con densa niebla en el valle, que empezó a disiparse en Tartalés de los Montes, dejando un día luminoso de medianías hasta arriba.
Siempre que veo La Tesla desde la distancia, se me van los ojos a ella, de tan hondas impresiones que me han trasmitido sus interioridades, sus esencias, su alma. Creo que, si estuviera en ‘el corredor’ (‘Dios no lo quiera…’) y me ofrecieran satisfacer mi último deseo, en lugar de pedir una cena opípara, diría: “La Sierra de La Tesla, por favor; una excursión de cinco o seis horas por ella”. Aquí puede apreciarse mi grado de encantamiento con ella (o, tal vez, de ofuscación o enajenación mental por mi parte; quién sabe…).
Lo cierto es que ha habido hoy una cuarta vez, también por el sur, desde Quecedo de Valdivielso. Imagino que habrá más: en otras épocas del año (para admirar su variado atuendo); y por latitud norte (para equilibrar: tres por el sur y otras tantas—me faltan dos—por el norte). La ‘cluse’ de Quecedo, comprimida por enormes peñascos, que parecen haberse corneado en un lado de la V frente al otro, resulta la más impresionante de todas. He leído que cruzar a través de ella es hazaña para expertos montañistas y con medios técnicos adecuados. Siendo nosotros mortales ‘del montón’, no lo intentamos.
Así que, tras dejar Quecedo, llegamos hasta las inmediaciones de la ‘cluse’ y nos desviamos por su izquierda ladera arriba. Hay camino, pero la pendiente es bastante inclinada y el suelo es muy pedregoso. Mejor sorprenderlos temprano, con la fresca. Impresionantes vistas (a pesar del sol en contra) de las púas y lajas rocosas; erizadas, combadas, retorcidas; diríase que torturadas por fuerzas tectónicas. A medida que ascendemos, se abren claros sobre el Valle de Valdivielso, sus pueblos y el sosegado fluir del Ebro; dulce bálsamo para la dura y larga subida.
Alcanzamos la plataforma intermedia (ya sólo quedan las cumbres por encima) en la que se halla la ermita de la Virgen de Pilas. El panorama cambia radicalmente. Lo hace hacia (mucho) mejor. Camino llano y alfombrado de hierba, matas dispersas de boj y otros arbustos; panorámicas interminables de toda la sierra y su valle interior; y caballos y vacas ramoneando separados, como buscando su propio espacio vital.
La ermita de Pilas va acercándose. Resulta agradable en la distancia, proyectada contra las moles rocosas. Para acceder a ella, hay que traspasar la puerta de una valla. Está dentro de un recinto alambrado (finca privada, al parecer), imagino que para evitar que los animales se salgan. Sin duda, eso afea a la propia ermita, como también lo hace el andamiaje y otros materiales de construcción (“¿aún en uso?”) justo en su frontal. Por lo demás, la factura arquitectónica, aunque sobria, y la calidad de su empedrado exterior sorprenden por su digno porte.
Dejamos la ermita (atentos al casi invisible inicio del sendero por detrás de ella) y abordamos un largo recorrido de suave montaña rusa por el valle interior. Las laderas y el camino están preciosos, en exuberante multicolor, orlados de brezo violeta en su apogeo; también, de otras plantas para nosotros novedosas. A un lado, la estilizada cresta; al otro, la caída hacia las ‘cluses’. Realmente, todo ese trayecto (entre el km 4 y el 7), desde que alcanzamos la plataforma hasta que entramos en zona de pinares, es delicioso.
Luego, hasta el km 10, el paisaje se vuelve menos florido, pero seguimos con excelentes vistas por arriba y por abajo. Después de girar 90 grados a la derecha para iniciar el descenso hacia el paso de La Canaleja, aún distante, nos adentramos en una zona de tupida vegetación. Las vistas al exterior se vuelven más esporádicas, pero disfrutamos de una apacible selva. Conforme nos acercamos a La Canaleja, van apareciendo a ambos lados elevadas agujas pétreas esculpidas en formas inverosímiles.
Si no fuera por su color casi blanco, uno diría que esos penachos puntiagudos parecen las ‘horcas o los pinchos del diablo’. No fue esa la circunstancia este día, con un cielo azul y total visibilidad; sólo había sitio para ‘el cielo’. Pero, imagínate en un día con bancos de espesa niebla en movimiento, entre cuyos jirones emergen y desaparecen esos ‘pinchos’ fantasmagóricos. Así, en realidad, lo viví en mi anterior visita (***), en solitario, que coincidía con ésta en ese singular tramo.
El paso de La Canaleja o Paso Estrecho y su entorno (antes, después, y a los lados) es el área más especial y llamativa del recorrido; particularmente cuando el arroyo lleva abundante agua (que no era el caso ahora). Han puesto recientemente un puente bajo de madera para cruzar el paso en su parte más difícil (no estaba en diciembre pasado). Como esta vez el puente me impidió mojarme, no puede evitar descalzarme y dejarme acariciar los pies por el agua (muy) fría; voluntariamente, ahora, a diferencia de la ocasión previa.
Llegamos enseguida a Arroyo de Valdivielso. Bonitas casas de piedra blasonadas. Un camino nos lleva de vuelta a Quecedo en poco más de 1 km. Se nos alargó por nuestra culpa: en un cerezal silvestre (al parecer) quedaban aún muchas cerezas sin recoger (bastantes ya pasadas de madurez o picadas por los pájaros), y nos detuvimos a coger unas pocas (para el postre). Sólo unos minutos. Pero… 300 metros después me di cuenta que me faltaba la cachava. Eché cuentas…, “las cerezas”…. Volví. Allí estaba. “Ufff…, ¿qué haría yo sin ti?”. Me volví, feliz, pero con 600 metros añadidos. El sol ya pesaba; sin piedad…. Pero en Arroyo había una fuente para refrescarse (“anda, aprieta ahora cuanto quieras…”).
En casi 16 km y más de 5 horas, sólo a una persona vimos. Y eso a pesar del espléndido sábado de julio (‘no saben lo que se pierden’). Era un ciclista, sin duda en forma (él y su bici) para poder transitar por esos andurriales. Desde Trespaderne hasta Puente Arenas. Unos 30 km de sube y baja por los duros caminos y senderos del interior de La Tesla. “¿Todo así, subido en la bici?”, le pregunté. “Noooo, ahí atrás me he tenido que bajar un poco”, respondió. ‘Un poco’, dice. Como si fuera cosa normal por allí el ir montado en la bici más tiempo que con ella al hombro. Gente con agallas y determinación. Se os echa de menos.
RUTAS CERCANAS:
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/sierra-de-la-tesla-desde-panizares-81252077
(**) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-bisjueces-a-pena-corva-81957615
(***) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/sierra-de-la-tesla-desde-hoz-de-valdivielso-90810562
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Comments (2)
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La Tesla da mucho juego y en esta ruta has sabido encontrar dos de los rincones más sugerentes, como son el paraje de la ermita de Pilas y el desfiladero de la Canaleja. Respecto al puente que acaban de instalar, creo que se está abusando de este tipo de infraestructuras. Una cosa es mantener las sendas libres de vegetación, y otra muy distinta es llenarla de artefactos que le quitan al paisaje lo que de natural tiene.
Un saludo maisid
Gracias, luis.itxina. De acuerdo en todo. Por algo será...😉 Ciertamente, el paso sin puente en la ocasión previa fue mucho más emocionante y memorable.