Querol-Montagut d'Ancosa 100 Cims-Sant Jaume

Bien atento al viaje, conseguimos alcanzar el aparcamiento público, situado en un extremo del pueblo, sin incidencias en la conducción, ni despistes achacables a la edad. Nos saluda muy amablemente al pasar, cabalgando en su todoterreno, el alguacil, que suponemos tendrá a su cargo otras entidades de población o enclaves muy dispersos, para necesitar utilizar tan formidable vehículo. Querol aparece coronado por la iglésia y el castillo medieval, que parecen vigilar el entorno desde su privilegiada atalaya. Aunque parece medio en ruinas, un cartel ofrece visitas guiadas al castillo. Del interior de la iglésia poco podemos informar. Cerrada a cal y canto, sin fisuras por donde chafardear, guarda celosamente sus secretos. Saliendo del casco urbano, pisando un corto tramo de carretera, giramos a la derecha para tomar el camino que lleva al 100 cims de hoy. Pronto pasamos por el Corral de Conillera, donde nos llama la atención que un denso zarzal, no sabemos si colocado a propósito, impide el acceso a la puerta, quedando así a salvo de ocupaciones. Tras un trecho por sendero poco definido, pisamos terreno mas amigable, lustroso camino que se nos antoja gran pista. Sin demasiado denivel y pisando firme, llegamos ahora sí, al empinado sendero que nos encamina hacia la cumbre. Nos regala hermosura a cambio de sudor, entre árboles, serpenteando a ratos, vestido con un hermoso verdor, usando las manos en ocasiones y guiados nuestros pasos por hitos allí colocados por esforzados senderistas, que tendrán eterno agradecimiento, jugamos como niños, recuperado el resuello, junto a la pétrea pared, posando como si escaláramos por una escarpada canal. Nos vemos en apuros para apresar la imagen del "Pi de les Quatre Soques" en una sola instantánea. Debido a su gran volumen y lo estrecho del lugar, tal vez sería necesario componer un puzle. Llegados al altiplano, quedamos impresionados por la belleza y grandiosidad de la estampa de la explanada, con Sant Jaume de Montagut en su exacto centro. Con gran generosidad, un turista inglés que pernocta en una autocaravana, nos ofrece café. Le damos las gracias declinando la invitación, y con nuestros pobres conocimientos de inglés, le hacemos saber que primero queremos coronar la cumbre. Gracias a unas rendijas frontales, podemos vislumbrar el austero interior de la ermita. Bancos de madera, paredes erosionadas, y ninguna ornamentación, sorprenden y dan contrapunto al gótico exterior. A uno de los lados del templo, una humilde cruz de madera indica la ubicación del camposanto. Tras la despedida al turista, acometemos el último tramo de subida a la cima por un terroso sendero, de nuevo entre vegetación, y pisando enraizados peldaños. Nos sorprende al pisar cumbre el estrafalario armatoste, que formado por pilones de piedra y travesaños de madera, parece querer formar un palio donde contener al vértex. Una metálica lata de Cola-Cao, ofrece la oportunidad de registrar la hazaña conseguida, y bajando unos pocos metros, que luego hay que subir para retomar el track, se puede visitar el Racó de Sant Bernat. Que sin querer desmerecer nos decepciona algo, ya que esperábamos que la humilde imágen del santo, estuviera albergada en el interior de una gruta. Un corto recorrido por sendero baja hasta las antenas, partiendo de las cuales seguimos una erosionada pista, que seguramente utilizan para su periódico mantenimiento. Otro corto trecho de sendero para evitar rodeos, un pequeño tramo de carretera, y un largo, largísimo discurrir por terroso camino a modo de pista, nos devuelven a Querol. Pocas panorámicas hemos podido disfrutar hoy, dado que el horizonte quedaba medio oculto por una gris neblina, aunque montes y riscos cercanos nos han entretenido sobremanera. Para quitarnos el mal sabor de boca, decidimos acercarnos al Restaurante Miralles. Lugar donde nos atendieron de maravilla en la visita a Torrebusqueta, y en el que ya tuvimos la ocasión de saborear apetitosas viandas.