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QUIZÁ LAS 25 SENDAS MÁS POPULARES DE CARTAGENA – 05 de 25 CALBLANQUE, LOS BELONES A CALA REONA

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Author

Trail stats

Distance
7.45 mi
Elevation gain
722 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
817 ft
Max elevation
429 ft
TrailRank 
39
Min elevation
-3 ft
Trail type
One Way
Time
3 hours 29 minutes
Coordinates
6909
Uploaded
October 25, 2016
Recorded
November 2014
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near Los Belones, Murcia (España)

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Itinerary description

QUIZÁ LAS 25 SENDAS MÁS POPULARES DE CARTAGENA – 05 de 25 CALBLANQUE, LOS BELONES A CALA REONA – 11,99 Km. 3 horas, 29 minutos, +199 m. -247 m.

Si el bizcocho mojado en café con leche, del bar La Paz, te prepara para surcar los caminos de Dios, no te digo nada de sus churros bañados en chocolate. Sonaba el tercer toque de misa para asistir al culto de las 9:00 horas en la iglesia de San Vicente de Paúl, cuando atravesamos la Alameda para reunirnos con otros amigos y buena gente de los gimnasios Deryon y Eclipse, con la intención de recorrer el Parque Natural de Calblanque, por la senda que transcurre desde La Fuente Grande o del Cabezo Cantalar, en Los Belones, hasta la Cala Reona. En 3,5 horas hemos circulado 12 kilómetros que nos supieron a poco, en los que, independientemente de que nuestra salud ganó enteros, nuestro hipotálamo procesó infinidad de datos relacionados con las maravillosas vistas, la amistad y el compañerismo. Pues eso, de manera adventicia nos encontramos un letifico día.

Antes de las 10:00 horas, después del retrato de rigor, abandonamos la fuente nombrada, en dirección oeste, para justo antes de caer en la Cala de las Mulas, girar al sur para, ascendiendo entre un sembrado de un ya verde esparto, ganar la cumbre desde donde, como pintado en un cuadro de Frederick Edwin, aparecen Punta Negrete y las tres calas de Parreño. Imposible no detenerse para admirar tan bello lienzo. Bajamos a la punta citada y, desde su cumbre, contemplamos nuestra sierra y el inmenso Mediterráneo. El cabezo de La Fuente nos miraba, invitándonos a subir a su cumbre. Pronto, en otra de las “Quizá las 25 sendas más populares de Cartagena”, lo rodearemos y visitaremos su vértice, situado a 342 metros sobre el nivel del mar, desde donde nos embelesaremos con la vista, de toda su extensión, del Menor Mar.

Descendimos en dirección este para recorrer las calas oeste y este, nombradas con igual sustantivo que su punta, y, avanzando sobre un terreno totalmente virgen, en el que no existe ningún vestigio del paso comercial del ser humano, transitar Playa Larga para arribar a la senda “arboretum”, que alberga las plantas y árboles más representativos de Calblanque, monte de Las Cenizas y Peña del Águila. Mención especial hacen los carteles informativos del “ciprés de Cartagena” o “sabina mora”, considerado reliquia de la Era Terciaria, ya que es en las sierras de Cartagena donde se localiza su única población. Atravesamos la pasarela desde donde pudimos curiosear las dunas fósiles, donde por mucho que las observáramos sólo veíamos arena.

Distinguíamos dos tipos de dunas, las móviles o de arena suelta y las fósiles, en las que se aprecian bufaderos. He leído que el nombre de “Calblanque” responde al color blanquecino de estas algaidas, reservas geomorfológicas de este maravilloso parque. Estábamos en las inmediaciones de la Playa de las Cañas. Dejamos atrás las dos lagunas naturales que recibían agua de las ramblas adyacentes, convertidas en salinas, el pasado siglo, llamadas del Rasall, y recuperadas en el 2008 por su valor ecológico. Desdeñamos introducirnos en la playa que recibe el nombre del parque y caímos en Cala Magre, donde existen sedimentos de color rojizo, tono característico del óxido de hierro. Dicen que posiblemente su nombre se debe al término “almagre”, típico de tierras arcillosas de esta tonalidad ¿O puede que en algún momento fue prolifera en dicho lugar la pesca del magre?

Antes de arribar a Punta Negra, subimos a un pequeño mirador desde donde, si oteas el oeste divisarás el parque en casi toda su extensión, en una amalgama de playas de áurea arena que contracta con su metamórfica roca de color negro azulado, de la abrupta costa en la Penibética, antes de morir ésta en el Mediterráneo. Abandonamos el referido mirador y quedó ante nuestras retinas la “CALA”, en mayúsculas, quizá la más coqueta que conozco, la de Los Dentones o Cala Dorada, donde la abrasión marina ha formado infinidad de abrigos rocosos, en donde antaño, dicen, había gran cantidad de moluscos.

Tras atravesar varios pozos, fruto de la actividad minera, raudos alcanzamos Punta Barriga, donde es obligado el retrato de grupo y la contemplación de los acantilados de esquistos grafíticos totalmente resquebrajados, posiblemente por la actividad de movimientos tectónicos. Sensacional la vista hacia Punta Espada, para comprobar como una manga de roca negra, en forma de daga, se interna en el mar. Seguimos hasta Punta Loba, desde arriba una impresionante vista hasta el Cabo de Palos, mientras, al norte, el Atalayón, monte que contenía un enorme filón de hierro, plomo y plata, por lo que se conocía como el “filón poderoso”, nos veía pasar.

Abajo, la Cala Reona, ¡Preciosa es un adjetivo despectivo! Mira las fotos. Descendimos a ella pensando en las rubias que teníamos que saborear. Según Rosa, una letrada senderista, nos informó de que el culto a la rubia había que hacerlo siguiendo el rito de las tres ces “CCC”, dijo: La primera “Calma”, la segunda “Colma”, y la tercera “Complace”. Vicente y un servidor nos fuimos cerca de casa, a la Taberna del Martillo. Solamente cumplimos, al menos allí, con las dos primeras “Ces”. La primera no sé si calmó, fue vista y no vista. Con la segunda acompañamos media de jamón y un chip de berenjenas con miel que nos supo a gloria. ¡Salud para las próximas 20!


http://youtu.be/w_9hHExgULQ

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