Saint-Malo intramuros. Remparts y playa de Le Sillon.
near Le Sillon, Bretagne (France)
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Itinerary description
Saint-Malo es la ciudad que teníamos marcada como de especial interés para este viaje, y ciertamente nadie puede estar descontento tras visitarla, aunque su historia no haya sido ejemplar precisamente.
Esta antigua ciudad corsaria, con varios grandes nombres asociados a la historia de Francia, es actualmente una ciudad de tamaño medio-grande, cuya población se duplica en verano, en cuya parte intramuros, la vecina playa y los fuertes de la bahía se contienen los puntos de mayor interés para el visitante, aunque en los alrededores hay otros muchos lugares que merecen una visita. Tal vez en otra ocasión...
Y no es que hayamos sido poco diligentes en la visita. La tarde anterior, para ir a cenar a un afamado restaurente en el barrio de St-Servan, nos hicimos unos cuantos km a pie por sus calles, pero no valorando suficientemente algunas partes del recorrido, y teniendo en cuenta que la vuelta se produciría en la noche, decidimos no grabar esa parte. A cambio nos pusimos en marcha al amanecer, para completar la ruta que presentamos aquí antes del desayuno, y eso nos permitió ver una ciudad distinta, donde los trabajadores acudían a sus puestos cuando nosotros estabamos a punto de terminar la vuelta o, lo que es lo mismo, pudimos hacer una visita en una soledad poco disfrutable en otros momentos.
Según las fuentes habituales el centro historico de Saint-Maló está totalmente amurallado y su construcción se remonta al siglo XIII, pero siendo más precisos la ciudad fue destruida casi totalmente (salvo las murallas) durante la Segunda Guerra Mundial, y lo que se puede ver ahora es el esfuerzo rehabilitador de los constructores posteriores. En realidad la parte más antigua está fuera del centro urbano, al lado de la desembocadura de La Rance, en una pequeña península situada al sur del Port des Sablons. La ciudad se llamaba entonces Aleth, o Alet según otros, y en tiempos de los romanos fue fortificada (hacia el siglo III). Cuando los romanos se retiraron, en el siglo V, esa ciudad quedó a merced de los ataques de tribus del norte. Más tarde, un monje venido de Gales se instaló en las tierras donde ahora está la ciudad amurallada, y fundó varios monasterios en otros puntos de la Bretaña; su nombre castellano es Maclovio, pero para los franceses es Saint-Malo y la isla recibió su nombre. En el Alto Medievo Aleth siguió siendo la población importante, contando incluso con una catedral, pero los repetidos ataques normandos acabaron desplazando la sede episcopal en el siglo XII, y con ella se fue la población hacia Saint Maló, que se convirtió progresivamente en un importante puerto. La ciudad vivió en diversas épocas dependiendo del Ducado de Bretaña, del Reino de Francia o siendo independiente, como República de Saint-Malo. Sus habitantes acumularon grandes riquezas con el comercio con las Indias, con figuras tan señaladas como Jacques Cartier, descubridor del Canadá, pero tambien con piratas sanguinarios. Ya desde el siglo XIX el turismo de balnearios pasó a ser una actividad importante, y el puerto fue cerrándose con esclusas para evitar el efecto de las mareas. Buena parte de la ciudad sería destruida cuando los alemanes se hicieron fuertes en ella, siendo sometida a intensos bombardeos aliados aunque, como ya hemos dicho, tras finalizar la contienda fue rehabilitada totalmente con sorprendente rapidez y detalle.
La ruta comienza en la Plage de Le Sillon, frente al hotel Mercure, y desde allí nos dirigimos hacia las Murallas y la Esplanade Saint-Vincent, al pie del Castillo, sede actualmente del Ayuntamiento. Desviándonos ligeramente, entramos por la Porte de Saint Vincent, hacia al núcleo urbano, continuando por la calle que la prolonga hasta llegar a la Grand Rue, donde giramos a la izquierda para ir a la Grand Porte y seguir por la Rue des Cordiers, al, pie del Bastion de St-Louis y la Maison de Corsaire, hacia la Rue de Toulouse, lo que nos permite ver algunas zonas menos ricas de la ciudad, antes de subir al Bastion de St-Philippe, desde donde tenemos excelentes vistas, que incluyen, a lo lejos, Dinard y el Cap Fréhel y, mucho más cerca, diversas islas, entre las cuales las más notables son le Grand Bé, donde está la tumba de Chateaubriand, y le Petit Bé, fortificado por Vauban en el siglo XVII.
Seguimos adelante por el paseo de ronda de las murallas, hacia el Bastion de la Hollande y la Tour Bidouane, pasando sobre la Porte des Bés y la Porte des Champs Vauverts, donde bajaremos hacia la Rue de la Cloche, para continuar hacia la Catedral de Saint-Vincent (cuya construcción empezó en el siglo XI, pero no concluyó hasta el XVIII, y ha sido totalmente reconstruida tras la guerra, aunque en el proceso se ha intentado preservar todos los restos en estado aceptable). La catedral está dedicada a Saint-Vincent-de-Saragosse (nada que ver con San Vicente Ferrer, patrono de Vannes) y fué sede del antiguo obispado local hasta 1801, cuando éste fue suprimido por el Concordato de esa fecha.
Tras dejar la Catedral seguimos deambulando por bonitas callejuelas mientras pasamos, entre otros sitios, por el Enclos de la Resistance y la Rue de la Corne de Cerf, para llegar a la Rue Chateaubriand, por donde bajamos hacia el Castillo, con la Tour Quic-en-Griugne a la izquierda, junto a la Porte St-Thomas, y la Tour Générale a la derecha; la información disponible dice que las grandes torres están orientadas hacia la ciudad porque los Duques de Bretaña no se fiaban de los habitantes de la ciudad, y prefirieron poner las defensas contra ellos. La tercera Torre, la del Homenaje, es ahora Museo de Historia de Saint-Malo.
Continuamos saliendo hacia el exterior, al Jardin des Douves, rodeando el exterior del Castillo para acercarnos a la Plage de l'Eventail, en la que se encuentra, accesible ahora por estar la marea baja, el Fort National, visitable durante un corto espacio de tiempo entre mareas. Desde allí volvemos hacia la Chaussée du Sillon, por la que regresamos hacia el punto de partida en la Rue du Port.
A pesar de su modernidad, por la fecha de su reconstrucción, Saint-Malo es una ciudad muy bonita que merece, y mucho, la visita. Las murallas y el castillo son imporesionantes y el sistema defensivo de la ciudad, que incluye, además de lo ya citado, el fuerte de la Cité d'Aleth y la Torre Solidor, es muy notable. Si el tiempo lo permite la visión del amanecer y el atardecer también merece la pena. Pero, si sale a la playa, no olvide las mareas, que aquí varían de nivel con rapidez.
Esta antigua ciudad corsaria, con varios grandes nombres asociados a la historia de Francia, es actualmente una ciudad de tamaño medio-grande, cuya población se duplica en verano, en cuya parte intramuros, la vecina playa y los fuertes de la bahía se contienen los puntos de mayor interés para el visitante, aunque en los alrededores hay otros muchos lugares que merecen una visita. Tal vez en otra ocasión...
Y no es que hayamos sido poco diligentes en la visita. La tarde anterior, para ir a cenar a un afamado restaurente en el barrio de St-Servan, nos hicimos unos cuantos km a pie por sus calles, pero no valorando suficientemente algunas partes del recorrido, y teniendo en cuenta que la vuelta se produciría en la noche, decidimos no grabar esa parte. A cambio nos pusimos en marcha al amanecer, para completar la ruta que presentamos aquí antes del desayuno, y eso nos permitió ver una ciudad distinta, donde los trabajadores acudían a sus puestos cuando nosotros estabamos a punto de terminar la vuelta o, lo que es lo mismo, pudimos hacer una visita en una soledad poco disfrutable en otros momentos.
Según las fuentes habituales el centro historico de Saint-Maló está totalmente amurallado y su construcción se remonta al siglo XIII, pero siendo más precisos la ciudad fue destruida casi totalmente (salvo las murallas) durante la Segunda Guerra Mundial, y lo que se puede ver ahora es el esfuerzo rehabilitador de los constructores posteriores. En realidad la parte más antigua está fuera del centro urbano, al lado de la desembocadura de La Rance, en una pequeña península situada al sur del Port des Sablons. La ciudad se llamaba entonces Aleth, o Alet según otros, y en tiempos de los romanos fue fortificada (hacia el siglo III). Cuando los romanos se retiraron, en el siglo V, esa ciudad quedó a merced de los ataques de tribus del norte. Más tarde, un monje venido de Gales se instaló en las tierras donde ahora está la ciudad amurallada, y fundó varios monasterios en otros puntos de la Bretaña; su nombre castellano es Maclovio, pero para los franceses es Saint-Malo y la isla recibió su nombre. En el Alto Medievo Aleth siguió siendo la población importante, contando incluso con una catedral, pero los repetidos ataques normandos acabaron desplazando la sede episcopal en el siglo XII, y con ella se fue la población hacia Saint Maló, que se convirtió progresivamente en un importante puerto. La ciudad vivió en diversas épocas dependiendo del Ducado de Bretaña, del Reino de Francia o siendo independiente, como República de Saint-Malo. Sus habitantes acumularon grandes riquezas con el comercio con las Indias, con figuras tan señaladas como Jacques Cartier, descubridor del Canadá, pero tambien con piratas sanguinarios. Ya desde el siglo XIX el turismo de balnearios pasó a ser una actividad importante, y el puerto fue cerrándose con esclusas para evitar el efecto de las mareas. Buena parte de la ciudad sería destruida cuando los alemanes se hicieron fuertes en ella, siendo sometida a intensos bombardeos aliados aunque, como ya hemos dicho, tras finalizar la contienda fue rehabilitada totalmente con sorprendente rapidez y detalle.
La ruta comienza en la Plage de Le Sillon, frente al hotel Mercure, y desde allí nos dirigimos hacia las Murallas y la Esplanade Saint-Vincent, al pie del Castillo, sede actualmente del Ayuntamiento. Desviándonos ligeramente, entramos por la Porte de Saint Vincent, hacia al núcleo urbano, continuando por la calle que la prolonga hasta llegar a la Grand Rue, donde giramos a la izquierda para ir a la Grand Porte y seguir por la Rue des Cordiers, al, pie del Bastion de St-Louis y la Maison de Corsaire, hacia la Rue de Toulouse, lo que nos permite ver algunas zonas menos ricas de la ciudad, antes de subir al Bastion de St-Philippe, desde donde tenemos excelentes vistas, que incluyen, a lo lejos, Dinard y el Cap Fréhel y, mucho más cerca, diversas islas, entre las cuales las más notables son le Grand Bé, donde está la tumba de Chateaubriand, y le Petit Bé, fortificado por Vauban en el siglo XVII.
Seguimos adelante por el paseo de ronda de las murallas, hacia el Bastion de la Hollande y la Tour Bidouane, pasando sobre la Porte des Bés y la Porte des Champs Vauverts, donde bajaremos hacia la Rue de la Cloche, para continuar hacia la Catedral de Saint-Vincent (cuya construcción empezó en el siglo XI, pero no concluyó hasta el XVIII, y ha sido totalmente reconstruida tras la guerra, aunque en el proceso se ha intentado preservar todos los restos en estado aceptable). La catedral está dedicada a Saint-Vincent-de-Saragosse (nada que ver con San Vicente Ferrer, patrono de Vannes) y fué sede del antiguo obispado local hasta 1801, cuando éste fue suprimido por el Concordato de esa fecha.
Tras dejar la Catedral seguimos deambulando por bonitas callejuelas mientras pasamos, entre otros sitios, por el Enclos de la Resistance y la Rue de la Corne de Cerf, para llegar a la Rue Chateaubriand, por donde bajamos hacia el Castillo, con la Tour Quic-en-Griugne a la izquierda, junto a la Porte St-Thomas, y la Tour Générale a la derecha; la información disponible dice que las grandes torres están orientadas hacia la ciudad porque los Duques de Bretaña no se fiaban de los habitantes de la ciudad, y prefirieron poner las defensas contra ellos. La tercera Torre, la del Homenaje, es ahora Museo de Historia de Saint-Malo.
Continuamos saliendo hacia el exterior, al Jardin des Douves, rodeando el exterior del Castillo para acercarnos a la Plage de l'Eventail, en la que se encuentra, accesible ahora por estar la marea baja, el Fort National, visitable durante un corto espacio de tiempo entre mareas. Desde allí volvemos hacia la Chaussée du Sillon, por la que regresamos hacia el punto de partida en la Rue du Port.
A pesar de su modernidad, por la fecha de su reconstrucción, Saint-Malo es una ciudad muy bonita que merece, y mucho, la visita. Las murallas y el castillo son imporesionantes y el sistema defensivo de la ciudad, que incluye, además de lo ya citado, el fuerte de la Cité d'Aleth y la Torre Solidor, es muy notable. Si el tiempo lo permite la visión del amanecer y el atardecer también merece la pena. Pero, si sale a la playa, no olvide las mareas, que aquí varían de nivel con rapidez.
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Comments (2)
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Easy to follow
Scenery
Moderate
Excelente ruta
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Scenery
Easy
Bonita ruta por una preciosa ciudad.