Salto del Fraile-Casa del Hornillo-Arroyo y Molino del Batán (P.N. Despeñaperros)
near Miranda del Rey, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Aprovechando las recientes lluvias, realizo una ruta por el sector más occidental del Parque Natural de Despeñaperros, para ver con agua la cascada del Salto del Fraile (o de la Graja) y los saltos del arroyo
del Batán (o de los Molinos).
Inicio la ruta en Miranda del Rey, pedanía de Santa Elena, a la que llego por la JV-5021 tras tomar la salida 257 de la A-4. Camino unos 200 metros hasta el inicio del sendero del
Empedraíllo (al que da nombre un tramo empedrado de unos cien metros de longitud que se tiene por una calzada romana, aunque parece ser en realidad parte de un camino medieval, rehabilitado por los Reyes Católicos). Primero atraviesa una serie de parcelas conocidas como “Suertes de Miranda”, bifurcándose después el sendero; continúo por el de la derecha, antiguo Camino Real y actual vía pecuaria conocida como "Vereda del Camino Empedrado o del Puerto del Rey" (también como Vía Romana), subiendo entre jaras, con el Cerro de la Mesa del Rey a la derecha y al frente el Cerro de la Estrella y la Peña de la Graja, hasta llegar a otra bifurcación: el camino que baja a la derecha (ya entrando en el Parque Natural) termina en una sendita que lleva hasta el Salto del Fraile o de la Graja, una imponente cascada en el arroyo del Rey, donde el agua se despeña entre rocas metamórficas coloreadas por líquenes.
Desando el camino (rodeado del bosque mediterráneo formado por quejigos, encinas, enebros…) hasta el cruce anterior y sigo ahora el carril de la derecha unos doscientos metros, conectando con una pista forestal que sigo a la izquierda, en bajada (por la derecha se llega a la parte empedrada de la supuesta calzada romana). Descarto la pista que sigue bajando a mi izquierda y continúo por la que lleva a las ruinas de la Casa del Hornillo.
En esta casa se obtenía goma de ládano o láudano, a partir de las hojas de la jara pringosa (Cistus ladanifer), hirviéndolas en agua y destilando con un disolvente (sosa caústica); esta resina (conocida como “emplasto regio”) tenía usos medicinales, como cicatrizante, para tratar dolores reumáticos y para sosegar los nervios. Además se podía obtener
(decantando la resina en una serie de balsas) extracto de ládano, un aceite esencial que, además de calmar la tos, se usaba como fijador en perfumería (y para recrear notas de incienso y cuero). Con el desarrollo de la industria química, esta antigua actividad fue declinando, dejando de realizarse en este lugar a comienzos del siglo pasado.
Desde el Cortijo del Hornillo bajo hasta el arroyo que le da nombre y, tras vadearlo, subo por un corto y estrecho cortafuegos, buscando un viejo sendero, perdido en la intrincada vegetación. Opto finalmente por atrochar subiendo por el jaral hasta la cima del cerro, salvando la alambrada a ras de suelo y cruzando luego un camino antes de bajar por el pinar (ya por terreno más despejado) hasta el arroyo del Batán, donde se encuentra una bonita cascada: el Salto Padilla.
Continúo barranco abajo por estrechas veredillas, descubriendo más saltos de agua, vislumbrando casi (desde lo alto) el nacimiento del manantial Salto Padilla, que abastecía antiguamente al Molino del Batán y hoy a La Carolina. Cansado de caminar por la inclinada ladera sobre el arroyo (donde hay que extremar la precaución para evitar una caída de varios metros en algunos puntos), sigo monte arriba hasta su cima, teniendo de nuevo que abrirme paso entre jaras hasta encontrar una senda bien delimitada, que baja pronunciadamente (con escalones de madera de tanto en cuanto) hasta el Molino del Batán. Construido con la abundante pizarra de la zona, es el mejor conservado de su tipo; tenía
una torre pozo por donde entraba y salía el agua, cuya fuerza imprimía el movimiento a la maquinaria, no se sabe si piedras de moler grano (molino) o bien mazos para golpear cueros para ablandarlos o el tejido recién hilado para compactarlo y limpiarlo de impurezas (grasa, polvo…) y facilitar su posterior trabajo (batán). Se cree que data del siglo XVIII (en el Fuero de las Nuevas Poblaciones se hace referencia a la construcción de nuevos molinos harineros en la zona de Miranda del Rey, concretamente en este lugar), quizás del XIX, aunque algunos lo remontan al medievo, con un origen musulmán.
Dejo este idílico rincón, continuando por una bonita senda que, tras cruzar un arroyuelo, sigue junto al arroyo de los Molinos, hasta desembocar en una pista; ésta en algo más de 4 kilómetros lleva hasta Miranda del Rey: los dos primeros son de subida hasta el Collado Muelle Poli; luego, tras un pequeño recorte cruzando el incipiente arroyo de la Noguera, se sale del Parque Natural junto a la barrera de acceso, pasando junto a una escuela de equitación y salvando por un puentecito el arroyo del Hornillo antes de llegar nuevamente a Miranda del Rey.
En esta ruta es imprescindible guiarse por GPS porque hay tramos sin senda visible, donde hay que abrirse paso por un monte “comido” de jaras; eso y la bajada por el barranco del arroyo del Batán hacen que la catalogue como difícil.
del Batán (o de los Molinos).
Inicio la ruta en Miranda del Rey, pedanía de Santa Elena, a la que llego por la JV-5021 tras tomar la salida 257 de la A-4. Camino unos 200 metros hasta el inicio del sendero del
Empedraíllo (al que da nombre un tramo empedrado de unos cien metros de longitud que se tiene por una calzada romana, aunque parece ser en realidad parte de un camino medieval, rehabilitado por los Reyes Católicos). Primero atraviesa una serie de parcelas conocidas como “Suertes de Miranda”, bifurcándose después el sendero; continúo por el de la derecha, antiguo Camino Real y actual vía pecuaria conocida como "Vereda del Camino Empedrado o del Puerto del Rey" (también como Vía Romana), subiendo entre jaras, con el Cerro de la Mesa del Rey a la derecha y al frente el Cerro de la Estrella y la Peña de la Graja, hasta llegar a otra bifurcación: el camino que baja a la derecha (ya entrando en el Parque Natural) termina en una sendita que lleva hasta el Salto del Fraile o de la Graja, una imponente cascada en el arroyo del Rey, donde el agua se despeña entre rocas metamórficas coloreadas por líquenes.
Desando el camino (rodeado del bosque mediterráneo formado por quejigos, encinas, enebros…) hasta el cruce anterior y sigo ahora el carril de la derecha unos doscientos metros, conectando con una pista forestal que sigo a la izquierda, en bajada (por la derecha se llega a la parte empedrada de la supuesta calzada romana). Descarto la pista que sigue bajando a mi izquierda y continúo por la que lleva a las ruinas de la Casa del Hornillo.
En esta casa se obtenía goma de ládano o láudano, a partir de las hojas de la jara pringosa (Cistus ladanifer), hirviéndolas en agua y destilando con un disolvente (sosa caústica); esta resina (conocida como “emplasto regio”) tenía usos medicinales, como cicatrizante, para tratar dolores reumáticos y para sosegar los nervios. Además se podía obtener
(decantando la resina en una serie de balsas) extracto de ládano, un aceite esencial que, además de calmar la tos, se usaba como fijador en perfumería (y para recrear notas de incienso y cuero). Con el desarrollo de la industria química, esta antigua actividad fue declinando, dejando de realizarse en este lugar a comienzos del siglo pasado.
Desde el Cortijo del Hornillo bajo hasta el arroyo que le da nombre y, tras vadearlo, subo por un corto y estrecho cortafuegos, buscando un viejo sendero, perdido en la intrincada vegetación. Opto finalmente por atrochar subiendo por el jaral hasta la cima del cerro, salvando la alambrada a ras de suelo y cruzando luego un camino antes de bajar por el pinar (ya por terreno más despejado) hasta el arroyo del Batán, donde se encuentra una bonita cascada: el Salto Padilla.
Continúo barranco abajo por estrechas veredillas, descubriendo más saltos de agua, vislumbrando casi (desde lo alto) el nacimiento del manantial Salto Padilla, que abastecía antiguamente al Molino del Batán y hoy a La Carolina. Cansado de caminar por la inclinada ladera sobre el arroyo (donde hay que extremar la precaución para evitar una caída de varios metros en algunos puntos), sigo monte arriba hasta su cima, teniendo de nuevo que abrirme paso entre jaras hasta encontrar una senda bien delimitada, que baja pronunciadamente (con escalones de madera de tanto en cuanto) hasta el Molino del Batán. Construido con la abundante pizarra de la zona, es el mejor conservado de su tipo; tenía
una torre pozo por donde entraba y salía el agua, cuya fuerza imprimía el movimiento a la maquinaria, no se sabe si piedras de moler grano (molino) o bien mazos para golpear cueros para ablandarlos o el tejido recién hilado para compactarlo y limpiarlo de impurezas (grasa, polvo…) y facilitar su posterior trabajo (batán). Se cree que data del siglo XVIII (en el Fuero de las Nuevas Poblaciones se hace referencia a la construcción de nuevos molinos harineros en la zona de Miranda del Rey, concretamente en este lugar), quizás del XIX, aunque algunos lo remontan al medievo, con un origen musulmán.
Dejo este idílico rincón, continuando por una bonita senda que, tras cruzar un arroyuelo, sigue junto al arroyo de los Molinos, hasta desembocar en una pista; ésta en algo más de 4 kilómetros lleva hasta Miranda del Rey: los dos primeros son de subida hasta el Collado Muelle Poli; luego, tras un pequeño recorte cruzando el incipiente arroyo de la Noguera, se sale del Parque Natural junto a la barrera de acceso, pasando junto a una escuela de equitación y salvando por un puentecito el arroyo del Hornillo antes de llegar nuevamente a Miranda del Rey.
En esta ruta es imprescindible guiarse por GPS porque hay tramos sin senda visible, donde hay que abrirse paso por un monte “comido” de jaras; eso y la bajada por el barranco del arroyo del Batán hacen que la catalogue como difícil.
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