Salto del Nervión

Al llegar a lo alto del Puerto de Orduña, en coche, lo dejamos en el último aparcamiento (creo que es el tercero). e iniciamos la caminata,
Tomamos una pista forestal que está a la derecha y nos encaminamos hacia el Mirador de la Esquina de Rubén, que nos ofrece una panorámica de los montes que están al otro lado.
Volvemos a girar a la derecha para continuar por la PR-BU-45 que nos lleva por una senda rocosa. A nuestra izquierda nos encontramos con los acantilados interiores y, a nuestra derecha, un maravilloso bosque, poblado, casi en su totalidad, por magníficos ejemplares de hayas.
Durante este recorrido tuvimos la suerte de observar, muy de cerca, un grupo de 6 ó 7 magníficos buitres que emergieron, de improviso y repentinamente , de las profundidades de uno de estos acantilados, grandes ejemplares que nos deleitaron con su majestuosa presencia y espectacular vuelo.
Seguimos y llegamos a unas ruinas, antiguas trampas para lobos, y un grupito de cabras, con dos machos cabrios, entre ellas, nos miraron de frente y parecía que nos retaban por inmiscuirnos, en lo que, al parecer, consideraban su territorio, así que, por si acaso y para no tener problemas, las dejamos y continuamos hasta el Mirador del Salto del Nervión.
Alcanzado este Mirador, no vimos caer ni una gota de agua por los orificios que son el origen del nacimiento del rio Nervión, debido al verano tan seco que hemos tenido, lástima, tendremos que repetir la visita en otoño o invierno para disfrutar de la caída de agua más alta del país. Aquí parece que llegamos a la civilización, pues nos encontramos con bastantes grupos de ciclistas y caminantes, que hasta ahora no habían aparecido en el recorrido ya realizado.
Seguimos por una pista muy cómoda hasta llegar a unas figuras de piedra: los cazadores de lobos y el lobo, protagonistas de buena parte de esta ruta.
Los dejamos atrás y continuamos un pequeño trecho por esta pista y giramos a la derecha para internarnos, otra vez, en un gran bosque de hayas, por la PR-BU-43.
Dentro ya del bosque, no volvemos a ver a persona alguna y siguiendo los colores blanco y amarillo de esta senda llamada Del Hayedal, llegamos a un cartel que nos dirige a Cueva Dolina, nos desvíamos unos metros para visitarla, y retomamos otra vez la senda para llegar al punto de partida: el aparcamiento, fin de nuestra caminata,
Allí nos esperaban Imanol y Marcelo con la mesa ya puesta para tomar un merecido hamaiketako. Gracias chicos, que bien nos cuidais.
He caminado con Ana, nos ha hecho una mañana estupenda y he disfrutado con su compañía
Hasta la próxima..