San Martín del Rojo-Quintana del Rojo-Ermita de San Tirso-Mundoval-Villasopliz

Ruta circular pasando por cuatro pueblos semiabandonados y algunos en ruinas. Partimos del pueblo de San Martín del Rojo, donde aparcamos el coche. Este pueblo está semiabandonado, con muchas casas en ruinas. Visitamos la iglesia, que es un referente del románico de la zona de Merindades, subiendo por su escalinata de piedra. A continuación, recorremos el pueblo y salimos por el camino, y a escasos kilómetros, nos encontramos con Quintana del Rojo, un pueblo que se encuentra en ruinas, algunas de las casas aún mantienen ventanas y arcos de piedra labrada con algunos adornos. Abandonamos el pueblo y retomamos de nuevo el camino, que transcurre paralelo a una valla metálica. Llegamos a un portillo, lo abrimos y accedemos a la ermita de San Tirso, que también se encuentra en ruinas. Visitamos los restos que quedan en su interior, con algunos restos de pinturas en la pared, parte del altar caído, el campanario y la sacristía. Según cuentan los oriundos de la zona, parece ser que el día de San Tirso se celebraba misa y una gran fiesta a la que acudían todos los vecinos de los pueblos de alrededor. Cerramos el portillo y contemplamos las vistas que tenemos enfrente, y que corresponden con parte de la crestería de las palancas y al fondo la Sierra de Munilla. Descendemos por el camino que se va estrechando cada vez mas, hasta convertirse en un sendero con el arroyo de Valdequintana a la derecha, que en principio está completamente seco. El sendero se va cerrando cada vez más y el paso es complicado, esta lleno de zarzas, argomas y encinas con ramas muy bajas. A medida que vamos descendiendo como podemos, nos vamos encontrando algo de agua en el arroyo de Valdequintana y por fin salimos a una zona mas abierta, que corresponde con un pequeño pueblo en ruinas llamado Mundoval, del que únicamente queda una torre campanario y varias casa en ruinas. Continuamos por el camino dejando a nuestra izquierda un vallado que delimita una finca con vacas, hasta llegar a un portillo, lo pasamos, y cuál es nuestra sorpresa cuando nos encontramos con una carretera asfaltada. No nos queda más remedio que seguir la carretera hacia arriba, subiendo una gran pendiente hasta llegar al pueblo de Villasopliz. Este pueblo tiene una bonita entrada, y a pesar de tener varias casas en ruinas, es de los cuatro, el que en mejor estado se encuentra. Rellenamos nuestras cantimplora de agua y tomamos un tentempié para recargar fuerzas. Debido a la hora y la alta temperatura, en lugar de subir al alto de la Teja para conectar con la ermita de San Tirso, decidimos descender por el asfalto hasta conectar de nuevo con el camino de Mundoval y de ahí tomar un sendero hacia la parte mas alta, para luego descender de nuevo hasta la ermita de San Tirso. Este es el peor de los tramos, subimos lentamente inmersos entre argomas y brezos, el sendero aparece y desaparece continuamente y lo único que queda es el propio camino que hacen las vacas. Por fin llegamos exhaustos y con las piernas despellejadas a la ermita de San Tirso, y de ahí retomamos de nuevo el camino hasta llegar a San Martín del Rojo para dar por concluida esta peculiar ruta.