San Miguel de Valero - Valero - Cascada de La Palla

Ruta con origen y fin en San Miguel de Valero. Desde esta localidad se baja por un viejo camino tradicional hasta el cercano pueblo de Valero, que atravesaremos para tras cruzar el puente sobre el arroyo de las Quilamas, que bordea la localidad, dirigirnos a la derecha y comenzar el camino de subida hacia la sierra para acercarnos arroyo del Horcajo, que nos acompañara buena parte del camino, hasta fundirse con el de la Palla. Desde lo alto disfrutaremos de la pequeña pero bonita cascada de La Palla, a la que no bajaremos, para continuar paralelos pero por encima del curso de agua hasta llegar a la carretera que va hacia Valero, y que no tendremos más remedio que seguir durante casi tres kilómetros. Una vez en el pueblo subiremos a San Miguel por la misma vía por la que bajamos.

Un recorrido de gran belleza. Pasaremos por por una amplia zona arbolada en la que predomina la encina, pero con una mancha de castaños antes de llegar a Valero, y diversas de pino salpicadas aquí y allá a lo largo del camino. No faltarán algunos alcornoques y muchos madroños acompañando al Horcajo. Finalmente conviene destacar la abundancia de olivos cultivados en terrazas, hoy en su mayor parte abandonados, en la zona que recorremos paralelos al arroyo de La Palla y hasta que llegamos a Valero, una localidad que también conviene recorrer y en la que destacan su iglesia parroquial, alguna casa blasonada y ejemplos de arquitectura popular de la zona, sin olvidar la publicitada plaza de toros rectangular, reaprovechada en ocasiones como campo de fútbol.

La ruta discurre por caminos y senderos tradicionales que en general se distinguen bien, pero que exigen una gran atención para no desviarse, ya que no hay señalización, si exceptuamos algunos hitos puestos por la buena voluntad de algunos. La mayor dificultad puede radicar en la distancia pero sobre todo, para nosotros, en las piedras del camino, en buena parte empedrado, que en época húmeda como en la que hemos ido, pueden provocar resbalones, lo que hace que el ritmo del caminar se resienta, sin olvidar que deberemos vadear varias veces los arroyos, lo que en épocas de aguas abundantes puede ofrecer alguna dificultad, pero no insuperable.

A la belleza del camino rodeado de árboles, para nosotros siempre matizada por una persistente niebla que lo hacía casi mágico, se une el interés del aprovechamiento humano del entorno, señaladamente a través de multitud de terrazas, pero también de estructuras relacionadas con la apicultura, la molienda o los pequeños refugios para cobijarse.

Aunque la aplicación señale que no es una ruta circular, evidentemente lo es y un poco más larga de lo que dicen los datos de resumen, ya que por un error dejamos de grabarla en el último kilómetro.