SAN RAFAEL-CAMINO EL INGENIERO-PUERTO DEL BOQUERÓN-CERRO EL CARNERO-CUEVA VALIENTE

Marcha realizada el sábado 8 de marzo de 2014
AVISO: Se entiende, que todo aquel que quiera realizar esta misma ruta, asume la responsabilidad que conlleva una actividad no exenta de posibles riesgos o incidentes, en un entorno en el que el sentido común y las circunstancias pueden marcar la diferencia entre pasar un buen día o todo lo contrario.
Por fin un día con buen tiempo en uno de los inviernos más duros, que los viejos del lugar recuerdan. Un cielo totalmente despejado y una temperatura primaveral nos empujan a hacer una marcha como es debido, al menos en cuanto a la distancia que pensamos recorrer y al desnivel que se irá acumulando.

Tras llegar a San Rafael por el Puerto del León, hemos cogido una calle a la izquierda, justo antes de entrar en la población, que se distingue muy bien porque hace esquina con la piscina municipal. Subiendo esa misma calle para arriba y cogiendo en la primera bifurcación la calle de la izquierda, se llega hasta un amplio aparcamiento, que desde la carretera del puerto dista medio kilómetro, y desde el que iniciamos la caminata. Otra opción, habría supuesto meterse tres calles antes, para pasar muy cerca de la Cerca de las Monjas, y seguir por dicha pista asfaltada hasta un pequeño espacio para aparcar, justo al lado de la fuente de la Hiedra, que por cierto suele ocuparse por los que van a llenar sus bidones con el agua de dicha fuente. Partiremos con rumbo sur – suroeste, hasta llegar al arroyo de la Gargantilla. A los doscientos y pico metros desde el inicio nos encontramos la primera fuente de la ruta: la Fuente de la Botella. Otros trescientos metros más y saldremos a la misma pista asfalta que podríamos haber tomado hasta la ya citada fuente de la Hiedra. Una cerca de espino, paralela a la pista, nos impide el paso y la progresión hacia nuestro objetivo, y por ello hemos de continuar por la misma durante algo más de doscientos metros, hasta que un portón metálico, a nuestra izquierda, nos permite adentrarnos en el espeso pinar, y así en otros doscientos metros más poder coger el Camino del Ingeniero, que ya no dejaremos hasta haber realizado un buen tramo del total de la marcha prevista. Al kilómetro de caminar por una senda con algún que otro repecho, pero que sin embargo casi todo el tiempo mantiene una misma cota, llegamos al arroyo de la Gargantilla. Este baja muy cargado de agua, y es que a lo largo del día acabamos perdiendo la cuenta en relación al número de torrentes de agua, que debido al invierno que llevamos, bajan todos ellos generosos de caudal y, saltarines y cantarines en su descenso hasta el fondo de los valles. Tres kilómetros más, por la misma senda o “Camino del Ingeniero” antes de llegar al arroyo de Prado Goyato. Ciento veinte metros más abajo se encuentra el prado con el mismo nombre, en el que un grupo de caballos pastan sin ningún tipo de estrés. Un poco más abajo y a la izquierda se empiezan a ver las primeras casas del Espinar. Al fondo y algo más a la derecha la urbanización de tan triste recuerdo de Los Ángeles de San Rafael, y justo a la derecha de esta la parte final (de los pies) de la cuerda de la Mujer Muerta, y a la que por cierto en esta cara sur apenas si le queda algo de nieve, salvo en sus cotas más altas de la Pinareja y la Peña del Oso. Desde el último arroyo, un kilómetro y medio más hasta la zona de las Barrancas, antes de realizar un brusco giro a la izquierda, que nos hará dejar atrás el pueblo del Espinar para tener durante un buen rato, justo delante de nosotros, y ligeramente a nuestra derecha, la cuerda de Cabeza Renales, que aún conserva algún pequeño nevero. Acabamos de pasar la Majada del Brezo y aún nos quedan más de tres kilómetros y medio antes de iniciar el regreso de esta larga marcha circular. Antes, y cuando aún nos quedaba un kilómetro y medio hasta el Puerto del Boquerón, una pequeña fuente, señalizada en un árbol del camino, cuya existencia desconocíamos, pero que según el mapa debería tratarse de la fuente de la Majada del Brezo. Llegar hasta el mismo puerto nos supondría bajar y volver a remontar el profundo valle por el que transcurre el arroyo del Boquerón, así es que decidimos atrochar por la garganta que se forma en la misma Boca del Infierno, y que por cierto no es para tanto, puesto que ni condenados ardiendo para siempre, ni reto a Satanás, ni mucho menos el característico olor a azufre que hubiera sido tan propio del lugar. Superada esta pequeña tachuela, nos encaminamos hacia el collado de las Lagunas y francamente el nombre no podía ser de lo más adecuado, para un entorno muy plano, con amplios pastizales tan encharcados, que un buen número de lagunas se reparten por doquier en todas direcciones. En mitad de este bucólico paisaje un grupo de viejos troncos cortados y sin corteza nos sirve para recuperar las fuerzas y dar buena cuenta de nuestras vituallas. Desde aquí, tomaremos por nuestra izquierda una larga pista, que en poco menos de seis kilómetros nos llevará hasta el Collado de la Gargantilla, justo antes de iniciar la subida hasta la cumbre de Cueva Valiente. Antes habremos pasado por alguna que otra fuente como la de Fernando Benito, que encontrándose tan rebosante de agua, ni su caño y ni el pilón apenas son capaces de contener el fresco y líquido elemento. Llegados al Collado de la Gargantilla, nos planteamos subir hasta la cima por la pista, que aunque alarga algo el recorrido, sin embargo lo hace más tendido y llevadero, y mucho más cuando la bajada pensamos hacerla por su ladera más exigente. Y dicho y hecho, pues afrontamos los doscientos y pico metros de desnivel hasta arriba con un buen ánimo, a pesar de que ya llevamos veintitantos kilómetros y de que al sol le queda poco más de una hora para ponerse. Casi las seis cuando un fuerte viento racheado y bastante fresco del este empieza a soplar cuando nos encontramos en el mismo vértice geodésico. A pesar de que con más tiempo de margen y sin viento hubiera sido un magnífico lugar para disfrutar de las fabulosas vistas, sin embargo hemos de reanudar la marcha, pues nos espera el tramo más delicado de todo el día. El motivo no es otro que los casi doscientos metros de desnivel que habremos de descender, en menos de medio kilómetro, y que al ser por ladera norte, lo habremos de hacer con muchos tramos del senderito que baja, cubiertos de nieve dura y con bastantes placas de hielo. La luz sigue menguando, y cuando ya hemos bajado lo peor desde Cueva Valiente, y nos encontramos en una especie de braña (que dirían los asturianos), en la zona del Peñoncillo, aún nos quedan hasta el coche algo más de tres kilómetros, teniendo que bajar más de quinientos metros de desnivel, por una descarnada y muy erosionada senda que no facilita demasiado una progresión como fuera deseable. Al final una marcha con casi veintiséis kilómetros y un desnivel acumulado de más de mil doscientos metros, que hacen de esta ruta todo un reto para aquellos que quieran resarcirse, como nosotros, de un duro invierno que no ha permitido demasiadas florituras. Por ese motivo, el grado de dificultad de la misma sería alto, aunque ni que decir tiene, que la ruta tiene muchas variantes y opciones que permiten modificarla y adaptarla, para que al final se acorte o incluso se amplíe, si es que la necesidad de estirar las piernas aún es mayor que la que nosotros teníamos.