Sant Climent de Llobregat-Sant Ramon 100 Cims-Sant Antoni

Lo prometido es deuda y con rapidez diseñamos una ruta ad hoc para llevar a nuestro soriano de pro a Sant Ramon y a Sant Antoni. Hablando que te hablarás, descubrimos que nunca la habíamos acometido desde Sant Climent de Llobregat, consiguiendo así variar el paisaje de tan "trillada" ruta, por una cara desconocida para nosotros, al menos de subida. También sabemos ahora que ambas ermitas han acaparado fama y honores, relegando al olvido a las cimas que las acogen. Siendo el Montbaig, para Sant Ramon, y el Montpedrós para Sant Antoni, los nombres que figuran en los mapas. Aparcamos fácilmente y enseguida comienza la subida por un sendero que partiendo de la riera, se eleva sin tregua hasta encontrar el camino de Sant Ramon. Echando vistazos al paisaje y aún con fuerzas para charlar, nos mezclamos entre los caminantes habituales que ya ocupan los mejores sitios. Señoras manteniendo la línea, algunos paseantes con perro, ciclistas resoplando al pasar, llenan el espacio y animan el lugar. Bromeamos con la foto que nos hicimos hace tiempo, recordando de pronto lo rápido que pasan los años, y aprovechando el más galante de nosotros, para regalar requiebros sobre lo que embellecen el entorno a las señoras que amablemente se ofrecieron a salir de cuadro. Nuestro andarín amigo, dueño y señor de estos lugares, nos lleva por algunos senderos menos concurridos, hasta llegar a la Creu de Can Cartró. Donde debemos bajar por un terroso tobogán para alcanzar el Gr, porque pusieron una valla cerrando el natural camino. Pisamos algo de asfalto en este tramo repetido, girando hacia una de las "orejas" añadidas para menos repetir, medio trepamos al Turó del Rabaixi por un rocoso sendero, para contemplando enfrente el gallardo perfil de Sant Antoni, bajar y luego subir por otro sendero grimpador, hasta el Montpedrós. Mientras decidimos por donde descender, nuestro gallardo acompañante, despliega ocultas aptitudes para aconsejar a una trotante exploradora, que busca por donde pasar para diseñar la carrera que en breve tendrá lugar. Más ciclistas bufando, y una paseante con perro, de coloreadas mejillas por el esfuerzo, comparten las vistas y el orgullo de hasta aquí haber podido llegar. Relajados por la pista, tenemos un sorprendente encuentro con los que siendo ahora caminantes, fueron con nosotros antaño currantes. A pesar de perder el promedio, nos detenemos largamente, intercambiando recuerdos y novedades, aficiones y actividades, todos con una amplia sonrisa de oreja a oreja, por pasar por este trance. Recorremos "orejas" y camino, repasando lo acontecido, explicando viejas aventuras vividas con ellos, llegando sin darnos cuenta a nuestro destino. Para celebrar efemérides, cerramos el coche a cal y canto, disfrutando de la pausa de nutrición con apetitosas viandas que consumimos con fruición, e hidratandonos luego con mesura y razón.