Sant Gregori-Sant Grau 100 Cims-Santa Afra

Un cálido y luminoso sol primaveral nos recibe en el Veïnat de Sant Gregori, punto de partida de la ruta que acometemos hoy. La quietud propia de los alrededores de un camposanto, se ve rota de improviso por un revoltoso cánido que se acerca a nosotros con curiosidad, y que con igual rapidez desaparece, devolviendo la calma al prado. No esperamos compañía, como suele ser habitual cuando visitamos estos lares, pues dentista y pintor ocupan a nuestros entrañables aborígenes, confiando en que acudirán a la cita para la pausa de hidratación y nutrición, o al menos uno de ellos. Calibrados ingenios electrónicos y ajustados los arreos, abrimos la marcha, haciendo camino al andar. Cercanos campos vestidos de verdes, lejanos montes elevados que tal vez ya visitamos, y brumosa ciudad conocida nos circundan, con sonoros y alegres trinos que nos animan y guian hacia la culminación de la gesta. La primera parada es la Font de Can Verdeguer, de generoso chorro y curioso contorno, con el que bromeamos comparandolo con un hoyo de minigolf. El idílico enclave regala paz y frescor, y aún resultando hipnótico, seguimos adelante liberados de su subyugación. Camino primero, sendero después y al final corriol, desembocan en robusto, aunque sencillo, puente de madera en el Torrent de Pujades. Agradecemos mullido suelo, agradable frescor y alegres trinos, que nos solazan y confortan, favoreciendo nuestro armónico, sin pausa, avance. Santa Afra nos acoge y regala su apuesta fachada, mas nos niega, con opaca plancha de metal ubicada en sus ventanas, curiosear en su interior. Parece , por los serrados barrotes, que forzaron o intentaron violar su santidad en aras de lucros o impíos deseos, privando a inocentes de satisfacer la curiosidad con fugaz vistazo. Fuerte subida entre sotobosque, pasando por estéril fuente doble, buscando el sendero a ojo, siempre con apoyo instrumental, culminamos en las ruinas del Castell de Tudela, donde nuestro juguetón compañero no se resiste a subir por los estribos hasta la cima del vértex, donde ondea orgullosa la senyera. Un elevado mirador, al que accedemos por escalera, nos informa de lugares y picos, unos visitados, otros no, pero todos deseados. La desamparada ermita, con muros caidos y arreglos fugaces, es en cambio rica en símbolos allí depositados por devotos visitantes. . Santo y Virgen presiden los lugares principales, ofrendas, placas, y belenes en todos los rincones, engalanan el conjunto. Reponemos líquidos y fuerzas, antes de partir para encarar la bajada. Nuestro lesionado compañero, ahora sabemos que padece de menisco, nunca se queja sin razón, y evitando atajos en lo posible, alternamos con pista mas llevadera. Pasada la seca Font del Raig, pero con enhiesto pollancre, admiramos el Castell de Sant Gregori, dedicado a albergar faustos festejos cuando la ocasión lo merece. Pasada la Iglésia de Sant Gregori, culminamos el recorrido, y previo mensaje al predispuesto cómplice, nos sometemos a la reglamentaria obligación de hidratación, nutrición y de nuevo hidratación, antes de despedirnos entre risas con gran alborozo.