Sant Hipòlit de Voltregà-Sant Martí Xic ( Castell de Voltregà) 100 Cims

Nos recibe la Plana de Vic desnuda de niebla, queremos ceer que en nuestro honor, pero con el frescor propio de cuando alborea. Gracias a la pericia del conductor llegamos en hora, sin despistes ni rodeos. Iniciamos la ruta abrigados ligeramente, pero la chaqueta dura hasta las primeras rampas que llevan a la Creu del Morral. El astro rey comienza a calentar y combinado con el esfuerzo de subir por el empinado y resbaladizo sendero, nos anima a despojarnos de la ropa innecesaria. Se revela todo un acierto haber elegido hacer la ruta en este sentido, pues de bajada el sendero se antojaría algo mas complicado, por los posibles resbalones. Saboreamos las vistas a nuestros pies, agradeciendo el sol y la ausencia de la citada niebla, lo que nos permite vislumbrar muy en la lejanía a Montserrat, el Castell de Torelló, y al frente Bellmunt, que fue una gran gesta, aunque deslucida por la tupida cortina gris que nos negó el merecido premio de las panorámicas. Reconfortados y recuperados del esfuerzo, continuamos la andadura, relajados, caminando sin preocupaciones, y manteniendo distendidas conversaciones. Pasamos por pista de tierra y cemento, senderos entre vegetación, sufriendo algo de viento a ratos, y ascendiendo por los enraizados peldaños, que como una escalera celestial, nos encamina hacia la cima. Largo rato mantenemos la línea de altura, llaneando, pasando por alguna fuente y varios pasos protegidos con hilos eléctricos, hasta tomar el sendero que lleva hasta el Coll de Baulenes, que pone de nuevo a prueba nuestras piernas. No en vano esta modesta collada es la máxima altura del recorrido, que no el 100 cims. Toca ahora bajar, para luego subir, con suave orografía, verdes prados y algo de ganado, y con casi nula presencia humana (solamente recuerdo haber saludado a algunas personas al inicio). La curiosidad me lleva a abrir la compuerta de la Font de la Casa Nova, por ver que contiene, y para mi sorpresa, un reptilesco vigilante apostado en la esquina de una de las paredes, ha hecho de su interior su hogar y su territorio de caza. Alcanzado nuestro objetivo de hoy, curioseamos largo rato por las inmediaciones. Nos sorprenden las enormes mesas de piedra, por el colosal esfuerzo de traerlas hasta aquí, las placas con hermosos poemas incrustadas en algunas rocas, y el centralizado disco, que informa de los lugares de interés que circundan estos parajes. Para el descenso, han habilitado escalones a modo de mimetizados peldaños, que se agradecen infinitamente, pues de otro modo, tal vez se debería perder, es broma, la regia dignidad, utilizando las posaderas para superar el desnivel sin peligro. La impresionante Bauma de la Corrala, precede a otro descenso por sendero algo menos empinado, pero aunque persistente, mucho mas bello, por discurrir por el bosque. Tramos de camino, pista y cemento nos conducen hasta el incio de la andadura de hoy, cerrando un nuevo capítulo de nuestras, aunque modestas, gloriosas proezas.