Sant Pere Sallavinera La Fortesa-Castell de Boixadors 100 Cims

Alborozados por el reencuentro e inmersos en la cascada de novedades, desatendemos por unos momentos el navegador y cambiando una sola letra de la autopista, tomamos la 7 en lugar de la 2. Tremendo despiste que solventamos entre risas. "Son lapsus propios de la edad" , reencaminando el rumbo, y aparcando junto a Can Ribalta en La Fortesa. A pesar de los nueve grados, solo notamos un poco de humedad y nada de frío. Tomamos pista de tierra y guijarros mientras seguimos departiendo amigablemente, ya con la lección aprendida, atentos al navegador. Se respira silencio y solitud, sin presencia humana ni vehículos que importunen nuestra conversación. La ruta en forma de ocho, poco exigente en desnivel, cuenta con un tramo común que se repite y une los círculos, al no haber otra opción. Apenas requiere esfuerzo y nos permite recrear la vista en masias,campos, montes y paisaje en general. Pausamos el caminar en Sant Pere de Boixadors, para nutrición e hidratación, curioseando por los alrededores de la ermita, al estar cerrada, y no haber visuales hacia su interior. Una cabaña de chavales delata que la zona acoge encuentros juveniles para su distracción. Pronto llegamos al corriol de subida, que aunque no demasiado exigente, nos hace callar por unos momentos para recuperar el resuello. Superado el desnivel, nos recibe la orgullosa estampa del conjunto. Castillo, ermita y mirador, recompensan el esfuerzo de haber llegado hasta la cima. Por estar cerrado a cal y canto, se frustan la expectativas de mi aventurero amigo, deseoso de subir, como siempre, hasta lo mas alto de la torre del castillo. Conformados con panorámicas y vistas de Montserrat, medio oculta por oscuras nubes, y tras intentar sin éxito descubrir el Collbaix, 100 cims visitado en otra ocasión, iniciamos el regreso. Pista de tierra, carretera local solitaria y algún que otro corriol, nos devuelven al punto de inico, sin apenas esfuerzo ni sudor. Suponemos pagado el tributo debido con el despiste inicial, volviendo a la urbe tras un sabroso piscolabis, que saboreamos sin culpa ni pudor.